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Lacasta (Zaragoza)

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**Esta entrada sustituye a una anterior publicada el 17 de febrero de 2014**

Siempre tuvo muy difíciles los accesos esta recóndita población de las Cinco Villas, distaba catorce kilómetros de su cabecera municipal, el pueblo de Luna, y no conoció nunca una pista de acceso mientras estuvo con vida, seguramente el pueblo más aislado de toda la provincia de Zaragoza.
Unas doce casas conformaban este hermosisimo pueblo situado sobre una suave faja rocosa en los limites con la provincia de Huesca.
Alrededor de ochenta personas llegaron a vivir en Lacasta en sus mejores años, dedicados a la ganadería (ovejas y cabras) y la agricultura (trigo, cebada y avena principalmente).
Tratantes de Luna, Ayerbe y Huesca venían cada cierto tiempo a comprar cabritos y corderos.
Se recogían ramas verdes de chaparro, se juntaban en fajos y se almacenaban para dar de comer en invierno a las ovejas.
Algunas familias eran fabricantes de carbón, el cual lo obtenían de las ramas de encina.  Una vez elaborado lo vendían en Luna, Ayerbe y Biel entre otros pueblos.
En la época de trilla se daba la particularidad de que venían gentes desde el pueblo de Ejea de los Caballeros a trillar para poder llevarse la paja con la cual dar de comer a sus animales, pues allí escaseaba el cereal.
Tres maquinas aventadoras traídas a lomos de caballerías  hicieron un poco más fácil la trilla en los últimos años de vida en el pueblo.
A moler el grano se desplazaban al molino de El Frago o al de Biel, a seis horas de distancia.
Algunas familias poseían olivos y llevaban la aceituna a moler a Santa Eulalia de Gállego para obtener aceite.
Varias casas tenían trujales para hacer vino.

Nunca conocieron la luz y el agua en las casas, ni buenas comunicaciones para desplazarse a pueblos cercanos, ni un carro ni un tractor llegaron nunca hasta las puertas de Lacasta. Como avance de la modernidad solamente la llegada de un transistor permitió a los vecinos estar un poco más al día de lo que ocurría en el exterior. Fue comprada por Félix Alegre de Casa Silvestre y supuso todo un acontecimiento en el pueblo, especialmente entre las personas más mayores que nunca habían visto un aparato semejante.
Da detalles de ello Angel Alegre:
"La compró mi padre en Ayerbe, era una radio Philips. Para ello vendió treinta y seis corderos. En las tardes-noches de verano se juntaban las gentes en la plaza de la fuente a escuchar lo que transmitía aquel aparato innovador en aquellos años".
Los candiles de aceite, las velas y las teas fueron las fuentes de iluminación en las viviendas castinas.
El candil de carburo solo se usaba en ocasiones especiales como eran las fiestas o visitas familiares.

Celebraban sus fiestas patronales para la Virgen de Agosto (día 15). Dos días duraban. Se celebraba una misa y acto seguido una procesión.
En las casas había costumbre de matar un par de pollos o un cordero para tan celebrada ocasión. No se quedaba ningún forastero sin comer, de ello se encargaban los castinos, se disputaban en el buen sentido para llevarse a casa a alguna persona que no hubiera encontrado acomodo en la comida o cena.
Subía Paulino desde el pueblo de Luna y montaba un bar en la escuela para estas fechas.
Solía venir la juventud de Júnez, El Frago y Lacorvilla, también de Agüero (Huesca) acudían algunos jóvenes. Todos ellos participaban del baile que se celebraba en una era, el cual era amenizado por los músicos de Luna con Alejandro y su acordeón a la cabeza, acompañado de guitarra y bandurria.
Para San Jorge, el 24 de abril también tenían día festivo. En esa ocasión iban todos a la era Jorge y allí realizaban una comida y un poco de baile. En esta era había un frontón de dos caras.
Otra fiesta muy celebrada eran los Carnavales. Se colocaban calabazas huecas con velas en su interior en las ventanas de cada casa. Los jóvenes iban casa por casa tocando la música y cantando canciones y les daban huevos, tocino, longaniza, etc. Con ello preparaban una suculenta cena en alguna casa.
Referente a la música y sus instrumentos, Angel Alegre recuerda unos momentos muy enternecedores:
"Ramón de Casa El Maestro tenía un laud y Aurelio de Casa Gregorio tenía una guitarra. En las noches de verano ambos se ponían en el balcón de sus respectivas casas a tocar los instrumentos. Era muy emocionante en el silencio de la noche escuchar las melodías que entonaban en una especie de pique sano, terminaba uno y empezaba el otro".

Mosén Vitorino venía desde el pueblo de El Frago a oficiar misa una vez al mes. Había que ir a buscarle con un burro y llevarle de vuelta una vez terminado.
Como acontecimiento religioso de importancia en la historia de Lacasta el que comenta Angel Alegre:
"A últimos de los años 40 vino el obispo de Jaca, don José María Bueno Monreal a dar la confirmación a los niños y niñas. Ese día todos con sus mejores ropas y el pueblo bien adecentado. Hubo que ir a buscarle con un burro hasta El Pinarón en termino de Agüero ya que de allí ya no podía pasar un vehículo. Comió en nuestra casa, puesto que mi padre era el alcalde pedáneo".
El médico venia desde Luna, había que ir a buscarle con una caballería. En algunos casos se agravaba mucho la situación del enfermo, porque entre bajar a buscar al médico, que este estuviera disponible y vuelta a Lacasta podían haber transcurrido más de seis horas, que en algunos casos podían resultar fatales.
El cartero, Matías, venía desde Luna, aunque más tarde fijó su residencia en Casa Montori de Lacasta y acudía a Luna a recoger la correspondencia. Llevaba a su cargo también el pueblo de Júnez.

Para realizar compras se desplazaban en contadas ocasiones a Luna o Agüero. Algún vendedor ambulante se dejaba ver por Lacasta como era Faustino, un gallego que iba con una cesta de mimbre y vendía mantequilla y chocolate entre otros productos y a su vez compraba huevos.
Otro vendedor llegaba en un burro vendiendo telas, hilos, agujas y paños.
Pero Angel Alegre se acuerda de unos muy especialmente:
"Los gitanos, venían una o dos veces al año, se les esperaba como agua de mayo puesto que eran muy apañados, hacían cestas, restañaban ollas, arreglaban botijos, etc".

Con todo ello, la vida seguía siendo muy dura en Lacasta, los servicios básicos no llegaban, la lejanía de Luna, los difíciles accesos y la industrialización de las grandes ciudades fue llevándose a todos los castinos en un lento goteo migratorio.
Se repartieron principalmente por Luna, Zaragoza, Barcelona y algunos pueblos de colonización.
Hacia 1973 se marchó el último habitante que quedaba en Lacasta, un hijo de Casa Silvestre (Juan Alegre).
Posteriormente nuevos descendientes de esta casa dieron un nuevo soplo de vida al pueblo con su presencia allí durante grandes temporadas donde mantuvieron ganadería hasta los años 90.
Hace unos cinco años Lacasta saltó a la fama por ser noticia en prensa y televisión de que se ponía en venta el pueblo. Noticia que no era del todo cierta, porque era solo una parte del pueblo: cuatro casas, algunos corrales y unas hectáreas de terreno. Esto lo habían comprado anteriormente unas gentes de Madrid con la idea de hacer allí algún tipo de turismo rural alternativo pero desistieron de la idea por no verlo viable y lo pusieron en venta.


Agradecimiento a Angel Alegre de Casa Silvestre, alma máter de que Lacasta tenga un mínimo soplo de vida. Con su empeño y tesón esta haciendo lo imposible porque el pueblo no caiga en el abismo del olvido.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

Visitas realizadas en enero de 2001 y en marzo de 2013.

Punto y aparte. Es mi segunda visita a este precioso y olvidado pueblo zaragozano. Al igual que la vez anterior el coche tengo que dejarlo en las cercanías de Júnez y desde allí enfilar el camino hasta Lacasta. Es una hora o poco más, pero la ruta es suave porque es terreno llano, no hay mucho desnivel. Hay que vadear un par de veces el barranco de Júnez que lleva bastante agua por las lluvias del invierno. Hay que saltar de piedra en piedra para alcanzar la otra orilla. En la segunda ocasión una de las piedras no esta firme y al peso de mi pie cede por lo que irremediablemente se me moja de agua. Gajes del oficio como diría aquel. No es la primera vez, pero ya me toca ir con un pie seco y otro mojado. La llegada es preciosa puesto que la ultima loma te va dejando ver el pueblo escalonadamente según vas ascendiendo. La misma sensación de silencio y soledad que la vez anterior. Impresionante. Tan alejado de todo. Ni un ruido de motor, ni un perro que ladre, ni una voz humana, nada. El silencio es lo único que se escucha. La iglesia en su posición dominante por encima de las casas. Casa Silvestre es un soplo de frescura entre tanta ruina. A continuación el horno, la fuente, la subida a la parte alta del pueblo. Todo igual, inamovible al paso del tiempo. Bueno todo no. Una casa ha cedido, Casa Chirin no pudo más y dio con sus piedras en el suelo. Me encamino hasta esa maravilla de iglesia que tiene Lacasta, construida como casi todo el pueblo sobre la pura roca. Entrar en su interior es sumergirte en un mundo de reflexión, de imaginar a sus vecinos asistiendo a la misa dominical. ¡Cuantos niños recibirían el "agua bendita" de esa preciosa pila bautismal que en un misterio inexplicable todavía sigue allí imperterrita. Le ha ganado el pulso a los expoliadores. Los vándalos de momento también la han respetado. No han hecho uso de su "deporte favorito": destrozar por el placer de destrozar.
Salgo de la iglesia y en las escaleras de acceso doy cuenta de mis viandas. Que mejor lugar para la contemplación. El pueblo entero a los pies. Un ruido de motor de avioneta irrumpe con fuerza por encima del pueblo. El silencio se hace añicos. ¡Que bonito se debe ver Lacasta desde ahí arriba! Seguramente su piloto no se imaginara que alguien esta entre las ruinas del pueblo empapándose de la soledad que allí se respira. Cuando se pierde en lontananza todo vuelve a quedarse detenido, inmóvil. Ningún otro ruido externo volverá a quebrar el silencio durante mi estancia en el pueblo.
Bajo el camino, desandando el mismo que hice a la subida, la panorámica de las casas es diferente. Es una mezcla de sensaciones. Tristeza por lo que ves y emoción por lo que también ves, por ver un deshabitado tan bonito.



Vista panorámica de Lacasta en enero de 2001.



Llegando a Lacasta.




Entrando al pueblo. Lateral de Casa Silvestre. La blanquecina escuela al fondo y la iglesia más arriba.



Magnifica belleza la que atesora la fachada de Casa Silvestre. De amplios volúmenes. Puerta de la vivienda en arco de medio punto y entrada a la cuadra (puerta azul). Balcones en la planta superior. Tejado a tres vertientes. Aquí se alojaban de patrona algunas maestras y pernoctaba la pareja de la guardia civil cuando estaba de ronda por estos lugares.
Félix Alegre y Emilia Bernués eran sus propietarios. Se marcharon a Luna.



Horno comunal.




La fuente de Lacasta. Hueco en arco apuntado. Tejadillo inclinado de madera. En ocasiones en verano se secaba y había que ir a buscar el agua a Pozo Roya, a cinco minutos del pueblo.



Casa Montorí. Matías el cartero y su mujer Martina fueron los últimos que vivieron en esta casa.



La espléndida iglesia parroquial de San Nicolás de Bari. De una sola nave. Espadaña de dos vanos. Situada en lo más alto del pueblo, construida sobre la pura roca. Delante y delimitado por el murete los restos del cementerio junto al olivo.



Portada de acceso al templo. Según García Omedes, experto del románico aragonés, lleva la firma del maestro de Agüero, escultor y arquitecto del siglo XII que dejó su huella en numerosas iglesias románicas de las Cinco Villas, de zonas limítrofes de Navarra y Huesca.



Interior de la parroquial. Altares laterales, el de la izquierda era antiguamente una puerta de acceso, cegada en tiempos pasados y convertida en hornacina. Escalinata de piedra de acceso al coro y pila bautismal. Suelo enlosado.



Pila bautismal. A decir de García Omedes una pequeña obra de arte. Su borde interior esta decorado con moldura de bocel.



Otro ejemplo que la hace peculiar a esta iglesia es el acceso a la espadaña. Sobre un arco de medio punto y apoyado en el muro da comienzo la escalera exterior que pasando por el tejado del templo a modo de camino llega hasta el pequeño recinto donde se situaban las campanas. Una vez más las sabias palabras del experto García Omedes nos hace saber que solo hay un caso parecido en toda España, en un templo de Lugo.



Desde la espadaña. 




Casa Jorge. Jorge Castán era su propietario. Tuvo catorce hijos. Angel Alegre narra los pormenores acaecido en uno de los partos:
"Matilde Alegre, la dueña de la casa murió de parto. Del cual nació Asunción. Una mujer de Casa Palacio de Fuencalderas vino a darla el pecho, se la llevó a su pueblo para amamantarla y a los dos años la devolvió a su casa".



La escuela de Lacasta. Quedaba en la planta baja. La de arriba era la vivienda de la maestra. Una quincena de niños y niñas acudían en los años 50. Palmira, Maruja e Irene del pueblo de Castiliscar que fue la última, son algunas de las maestras que se recuerdan.



Fachada lateral de la escuela. Balcones de la vivienda en la planta superior.



Puerta de la escuela. Calle. Casa Castán al fondo.




Casa Castán. Emigraron a Luna.




El Castillazo, era propiedad de Casa Castán y se usaba como granero y corral. El acceso se hace por un pequeño puente de piedra. En el extremo de este espolón rocoso parece ser que hubo un castillo en tiempos remotos del que nada queda.



Desde el Castillazo. Casa Castán, la iglesia  sobresaliendo por encima. A la derecha la escuela.



Casa Castán a la izquierda. Casa Callau de frente. Entre medias quedaba Casa Chirin que se derrumbó. A la derecha la pared trasera de la escuela.



Casa El Maestro en primer plano. A la derecha Casa Parranchán. Se marcharon a Gurrea de Gállego y Almúdevar respectivamente. Al fondo Casa Silvestre y el granero de la casa a la izquierda.

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