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Fuentebella (Soria)

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Recóndito y aislado pueblo de las Tierras Altas sorianas. Oculto entre montes y barrancos, en plena sierra de Alcarama, no tuvo una existencia fácil. Nunca llegó hasta sus muros un camino transitable para vehículos. Padecía unos inviernos muy severos con abundantes nevadas que duraban hasta veinte días en algunas ocasiones. Para combatir el rigor invernal se aprovechaban de las abundantes estepas que había en su termino y que servían de combustión en la lumbre que se hacía para calentar las cocinas.
El terreno era áspero y abrupto, poco propicio para la agricultura.
La luz eléctrica fue la única modernidad que apareció por Fuentebella, además de una maquina aventadora en los últimos años de vida del pueblo para hacer un poco más fácil las faenas de la trilla.
Alrededor de cincuenta viviendas se recostaban en una ladera sobre el barranco Portillejo.  Había dos hornos en el pueblo, uno era comunal y otro estaba en la casa de la tía Julia y el tío Saturio.
A principios de siglo XX su población sobrepasaba ligeramente los 200 habitantes y para los años 50 la cifra ya había bajado a 110.

A las gentes de Fuentebella se les conocía tiempos atrás por el apodo de "cabreros", lo que da una idea sobre lo que se sustentaba el medio de vida de sus vecinos. Pero a decir verdad la ganadería estaba muy repartida entre cabras y ovejas e incluso en los últimos años había más numero de cabezas ovinas. El mes de diciembre con ocasión de las fiestas navideñas era el más aprovechado para vender los cabritos a los tratantes que venían a por ellos desde San Pedro Manrique y Cornago.
La agricultura quedaba en un segundo plano y se basaba en el cereal (trigo, avena, cebada y centeno).
A moler el grano acudían a los molinos que había en el río Linares entre San Pedro Manrique y Vea.
Algunos vecinos optaban por llevarlo a Cornago y allí lo recogía un señor que lo transportaba en un camión hasta la harinera de Fitero (Navarra) y posteriormente devolverlo ya convertido en harina. Por cada 100 kg. de trigo volvían 80 kg. en harina.
Para ayudar en la economía de la casa muchos hombres se iban a trabajar de pastores a Tudela y a otros pueblos de la Ribera de Navarra durante el invierno.
La repoblación forestal que se dio en la sierra de Alcarama sirvió para que algunos jóvenes del pueblo se emplearan en la plantación de pinos, con lo cual ganaban 60 pesetas diarias.
La abundante caza que se daba en sus montes a base de perdices, codornices, liebres y conejos suponía también un aporte extra para las despensas. Lo que no se consumía se llevaba a vender a San Pedro Manrique y a Cornago.

Santiago era el patrón de Fuentebella al que celebraban fiesta el 25 de julio. Aunque la fiesta grande del pueblo era en septiembre, antes del día 15, una vez que se habían terminado las faenas del campo. Era la fiesta de Acción de Gracias. Si para Santiago era un día, en esta ocasión duraban dos días.
Una ronda mañanera por las calles del pueblo acompañando a los músicos anunciaba el comienzo de las fiestas. En los actos religiosos figuraba la misa y después la procesión donde se sacaba a la virgen del Rosario y durante el recorrido los músicos iban tocando música procesional. En la comida había costumbre en algunas casas de sacrificar una oveja machorra para degustar con familiares y allegados. Era costumbre que ningún forastero se quedase sin comer o cenar y así eran invitados en alguna casa cuando alguien no tenía donde hacerlo.
El baile se realizaba en la plaza y era amenizado por los Patos (Félix y José Luis, dos hermanos de Cornago que tocaban el violín y la guitarra). Los músicos comían y dormían en casa del alcalde.
Para pagar a los músicos, el primer día lo hacía el ayuntamiento y el segundo día los mozos.
Del vecino Acrijos era prácticamente el único pueblo del que acudía la gente joven a participar de las fiestas, en contadas ocasiones venían algunos de Sarnago.
En estos días no faltaba la bebida típica de la comarca; el zurracapote.
Para el Corpus y la Ascensión también se celebraba fiesta y se hacía procesión con arcos engalanados al paso del santo.

El cura venía desde Sarnago cada quince días a oficiar misa. Un domingo la daba en Sarnago y Vea y al otro en Acrijos y Fuentebella. Venía montado en caballería para la ocasión. Pero si era una misa especial como podía ser en fiestas, bautizo o boda había que ir a buscarle con un macho y volverle a llevar a Sarnago una vez terminado.
Posteriormente fue don Livino que tuvo su residencia en Acrijos el que acudía cada domingo a dar la misa a Fuentebella. En los últimos años venía un cura desde Matasejún (don Alejandro).
El médico venía a caballo desde San Pedro Manrique (don Rafael y don Ignacio son algunos de los que se recuerdan). Aunque si el caso no era muy grave, era el enfermo el que bajaba a San Pedro a consulta. Se les pagaba por el sistema de iguala.
El secretario del ayuntamiento venía desde Sarnago y posteriormente desde Acrijos.
El cartero (Pedro) residía en Acrijos, iba por la mañana a San Pedro Manrique a por la correspondencia y la repartía en su pueblo y en Fuentebella.
El veterinario venía desde Cornago.
El herrero (Julio) lo hacía desde San Pedro Manrique, solía acudir una vez por semana.

Sus dos salidas naturales al exterior eran hacía San Pedro Manrique y a Cornago.
A San Pedro aprovechaban para ir los lunes que era el día de mercado. Gran confluencia de gentes de toda la comarca se daban cita allí. Era un día pleno de ebullición. Se comercializaba con todo. Se aprovechaba para llevar a vender corderos, pollos, lechones, productos de huerta, y asimismo se compraban productos de primera necesidad que no había en el pueblo. Dos horas tardaban en hacer el trayecto hasta San Pedro.
Una hora y medía empleaban en llegar al pueblo riojano de Cornago, solían ir los domingos para realizar compras en los variados comercios que había en aquel pueblo. Se abastecían de aceite para meter la carne en conserva y vino amén de otros productos. Algunos vecinos de Fuentebella preferían desplazarse hasta el pueblo navarro de Fitero para comprar el vino, por ser de mejor calidad. Se desplazaban con el macho, en el cual llevaban los pellejos. Recorrido que tardaban unas seis horas.
En Fuentebella hubo en años dispares algún tipo de comercio para vender productos básicos, lo más elemental. Durante años hubo una pequeña tienda en casa de Alberto y Lucia. Posteriormente el marido de la maestra puso una tienda en la casa del cura y al final fue Evaristo Ortega el que habilitó una cantina.
Por el pueblo aparecían periódicamente vendedores ambulantes como eran "los Motores", dos hermanos de San Pedro Manrique que con un burro iban ofreciendo diversos productos comestibles como sardinas, chicharros o bebidas como era el anís o el coñac.
Desde San Pedro también venía el cacharrero vendiendo cantaros, botijos y ollas.
Desde Igea venía Vicente con una yegua vendiendo diversos productos y de paso compraba quesos que habían elaborado las gentes de Fuentebella.

Entre las costumbres y tradiciones no podía faltar el trasnocho. Hombres y mujeres se reunían al calor de la lumbre en las noches invernales en alguna casa a contar historias pasadas, recuerdos y hechos acontecidos en la comarca.
Cada año una casa estaba obligada a dar comida y alojamiento a los transeúntes o mendigos que les pillara la noche en el pueblo. Se hacía por turno rotatorio establecido por el alcalde.
Se pagaba un impuesto por cada cabeza de ganado que se tuviera, así dos vecinos cada año eran los encargados de hacer revisión del numero de animales que tenía cada casa.
En Nochevieja se sorteaba entre los jóvenes las parejas de novios que iban a ser simbólicamente durante un año. Se metían en una bolsa los nombres de todos los varones y hembras que había y se iban sacando por parejas para "ennoviar" a todos. Muchas bromas y chascarrillos se hacían con los resultados que se daban por juntarse mozos y mozas tan dispares y con tan poca similitud en edad, gustos y pareceres. Aunque más de un noviazgo real surgió de estos compromisos en principio ficticios.
Los domingos se hacía baile a nivel local en el salón del ayuntamiento. Algún mozo sabía trastear un poco la guitarra y se apañaba la música.
Todas las calles del pueblo se empedraron en los años 60 siendo alcalde don Emiliano López.
Bernabé Calvo fue el último alcalde que tuvo Fuentebella. Era el encargado de sellar unas cartillas a las que se habían acogido algunos vecinos para poder cobrar la pensión en un futuro.
Una persona para el recuerdo por la importancia que tuvo fue Pascuala Jímenez, hacía las veces de partera y ayudó a venir al mundo a bastantes niños y niñas en Fuentebella. Ese día se mataba una gallina para hacer un rico caldo que tenía que tomar la parturienta para sobrellevar mejor los dolores.

La toponimia era muy rica y variada en la zona. Así nombres como El Calvario, La Solana, El Horcajo, Los Barranquillos, Valdecerezo, La Rempinilla, el Poizo, la Cruz Serrana, Belema o el Corral de la era Alonso entre otros quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron este lugar.

Si en los años 50 todavía habitaban Fuentebella más de cien personas, a partir de estos años el descenso demográfico ya fue vertiginoso. Los jóvenes se iban yendo en busca de un mejor futuro en otros lugares, el campo ya no daba trabajo para todos, las infraestructuras no llegaban, el aislamiento y las malas comunicaciones seguían vigentes al no haber una carretera o pista en condiciones, había que hacer todo a mano, no se podía trabajar con maquinaria agrícola. Para rematar la situación el Patrimonio Forestal del Estado compró todas las tierras (no las casas) para la repoblación forestal de pinos con lo cual la gente ya no tenía medio de vida al no poder sacar el ganado a pastar. La gente que ya había emigrado lo recibió bien porque conseguían un dinero que les venía bien en la nueva vida, pero los que no habían marchado estuvieron más reticentes y no querían vender por lo que hubo ligeras presiones desde diversos estamentos para que lo hicieran.
El grueso de la emigración de Fuentebella se fue para el pueblo navarro de Tudela, otros se fueron a Calahorra o a Caparroso.
En septiembre de 1970 se acabó para siempre el ciclo de vida humana en Fuentebella después de siglos de vida ininterrumpida. Cerraron a la vez las dos casas que todavía permanecían abiertas; la familia de Aureo Perez y la de Bernabé Calvo. Ambas se marcharon para Tudela.

Han colaborado:
- Victor Ortega, residente en Calahorra (La Rioja).
- Enrique López residente en Madrid.
- Santiago Ramos residente en Alcalá de Henares (Madrid).
- Genaro Ortega residente en Tudela (Navarra).


A todos ellos muchísimas gracias por haber aportado su granito de arena para sacar a Fuentebella del olvido.


Visita realizada en mayo de 2014 en compañía de Blas Gonzalo.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

Punto y aparte. Salimos el amigo Blas y yo de buena mañana desde Yanguas en busca de este despoblado que tengo desde hace años en lugar preferente para conocer. Después de dejar el vehículo en un ensanche del camino enfilamos la caminata hacía este lugar de precioso y sonoro nombre. Me encuentro expectante según nos vamos acercando, mi acompañante lo sabe y como buen conocedor de todos los despoblados de la zona me va dando explicaciones de lo que me voy a encontrar. Arribamos a Fuentebella pero lo hacemos por su parte trasera, por "la nuca", se llega por las eras, por la parte alta. El pueblo lo tenemos delante. Buscamos un resquicio por donde adentrarnos en su interior. En seguida se ve que la maleza se ha apoderado del pueblo, no va a ser nada fácil transitar por él. A duras penas se puede ir hilvanando camino por alguna calle por un estrecho sendero que permite la vegetación. Así llegamos a la preciosa plaza mayor con su frontón bien visible. Es entrar en la plaza y la imaginación se dispara; veo a la gente bailando y a los Patos de Cornago sentados en las sillas haciendo sonar el violín y la guitarra. Hasta aquí se ha podido llegar, más ya va a ser misión imposible. La escuela se ve bien cerca pero no se puede acercarse hasta ella. A gatas literalmente y sufriendo diversos arañazos conseguimos llegar hasta la iglesia. Pero desde aquí ya si que no hay posibilidad de avanzar más, así que hay que retroceder hasta la plaza, más arañazos, mas enganchones en la ropa y vuelta al centro neuralgico del pueblo. Algo se puede avanzar por otra calle pero poco más. Consigo bajar por una calleja hasta los edificios más bajos del pueblo pero aquí no me puedo mover más por lo que tengo que retroceder nuevamente. Como ya no podemos transitar más por su interior salimos hacía fuera del pueblo, a la entrada. Decidimos acometer el pueblo por el exterior, yo voy a bajar al barranco y encaramarme a la ladera de enfrente para tener una preciosa vista panorámica del pueblo mientras que Blas lo hace al revés, va bordeando la parte alta  intentando llegar a la otra punta del pueblo, donde esta el lavadero. Puede avanzar unos metros pero desiste del empeño porque la vegetación no le deja seguir. Yo no tengo mejor suerte puesto que tras bajar al barranco y vadearlo empiezo a subir por la ladera y llega un momento en que la vegetación ha hecho una especie de muralla y me impide seguir subiendo, busco algún resquicio pero nada. Volvemos al punto de encuentro y desistimos de hacer más intentos. Seguramente tiene que haber recovecos y pasos que aunque sea con dificultad se puede llegar hasta la otra punta del pueblo, pero al no ser conocedores del terreno no damos con ello. Me queda un regusto amargo, porque lo poco que he visto de Fuentebella me ha encantado, pero es que no he podido ver ni la mitad de lo que es el pueblo, habré llegado a ver poco más de la cuarte parte. Es un pueblo que si no tuviera vegetación sería un delicia pasear por sus calles porque todavía tiene edificaciones en relativo buen estado debido a la buena calidad de la piedra. Calles en vertiginosa pendiente que harían el deleite para el visitante. Otra vez sera...
Damos cuenta de nuestras vituallas sentados en unas piedras en las eras para dirigirnos a continuación al despoblado de Acrijos.


Foto cedida por Enrique López.

Fuentebella, año 1965. El pueblo tiene vida todavía, se aprecia el buen volumen de algunas viviendas.



Foto cedida por Genaro Ortega.

Fuentebella, año 1982. Vista panorámica. La despoblación esta reciente. Buen estado de los edificios. Los tejados intactos. La vegetación ya ha hecho su aparición.



Foto cedida por Genaro Ortega.

Fuentebella, año 1982. Estampa invernal. Profusión de tejados con su caracteristicas chimeneas.



Llegada al pueblo por el camino de Acrijos.




Calle de Fuentebella. Complicado transitar por ella.




La plaza mayor de Fuentebella. El frontón de frente. Bajo su pared se situaban los músicos en la fiesta. La vegetación no deja apreciar el empedrado.



El ayuntamiento. Dos plantas con un salón en cada una de ellas. Pared del frontón.



La casa del tío Luis, situada en la plaza. Era carpintero. Poseían uno de los tres transistores que había en el pueblo. Emigraron al pueblo de Milagro (Navarra).



La casa del tío Evaristo, situada en la plaza. Emigraron a Tudela.




Las casas del tío Luis y del tío Evaristo por su parte trasera. Por este lado son de cuatro plantas, ganan un nivel más que la fachada que da a la plaza.



La escuela de Fuentebella. Todavía visible el azulejo indicativo: Escuela publica de niños y niñas.
Doña Lucia Najera Gonzalez fue la última maestra que impartió enseñanza en el pueblo. Estuvo casí diez años. Vivía con su marido (don Emilio) y sus tres hijas. Buen recuerdo dejó en la memoria de las gentes por sus buenas dotes como docente. Su marido a pesar de no tener titulo de magisterio se le conocía por el maestro. Impartía clases nocturnas a los adolescentes que necesitaban adquirir o reforzar sus conocimientos. Durante un tiempo tuvo una pequeña tienda en la planta baja de la casa del cura. Tenían un par de cabras y llevaban el huerto del cura.



La iglesia parroquial de Santiago Apóstol.




Foto cedida por Enrique López.

Torre de la iglesia. Año 1965. Todavía presentes las dos campanas que desaparecieron al poco de quedarse el pueblo vacío. Aunque no había camino ni pista alguna para llegar al pueblo con vehículo los expoliadores se las ingeniaron para llevárselas.



Foto cedida por Enrique López.

Año 1950. Familia López Jimenez delante del pórtico de la iglesia. Emiliano López quien fuera alcalde de Fuentebella durante varios años, con sus hijos.



Sesenta y cuatro años después el mismo lugar donde se tomó la foto anterior. El implacable paso del tiempo. La imagen habla por si sola.



Nave de la iglesia. Vegetación. Vigas y escombros donde estaba el altar mayor. Púlpito. La talla de Santiago fue trasladada a El Burgo de Osma y la talla de la Virgen del Rosario a la iglesia del pueblo de Cerbón.



Nave de la iglesia. Púlpito. Los arcos fajones aguantan a duras penas, ya no tienen cubierta  que sostener. Nada queda del coro que estaba situado bajo la torre.



Calle de Fuentebella.




Algunas viviendas mantienen en buen estado su estructura.




Mirando por la ventana. ¡Ningún parecido con la imagen que verían tiempos atrás los dueños de la casa! Ni edificios en ruinas, ni la calle tomada por la vegetación, ni el pino invasor al fondo.



Buenos ejemplares de mamposteria en las fachadas. El arte de la piedra.




Alineación horizontal de edificios en la parte baja del pueblo. La piedra colocada con precisión.



Vista parcial del pueblo desde las eras. Las fachadas blanqueadas de las casas del tío Luis y del tío Evaristo en la plaza destacan entre la ruina generalizada.



Foto cedida por Enrique López.

Año 1965. Lavadero y fuente.




Transformador. En la década de los 50 llegó la luz a Fuentebella. Atrás quedaron los candiles de carburo y de aceite.

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