Mucho se ha escrito sobre el Umbralejo que a partir del año 1.984 inició una nueva andadura como pueblo-escuela dentro del Programa de Recuperación de pueblos abandonados creado por el Ministerio de Obras Publicas. Pero muy poco o nada se ha escrito sobre el Umbralejo que llevó una dura y difícil supervivencia durante siglos hasta llegar al año de su despoblación definitiva.
Ubicado a 1260 metros de altitud en la Serranía de Guadalajara dentro de los pueblos de la Arquitectura negra, se encuentra a medía ladera del angosto barranco que forma el río Sorbe.
Perteneciente al ayuntamiento de La Huerce, su estructura urbana es en suave declinación (apenas veinte metros de desnivel entre la parte más alta del pueblo y la parte más baja).
Umbralejo llegó a contar con cuarenta y dos casas, casi todas ellas orientadas hacía el sur. Nunca conocieron el agua y la luz eléctrica en las casas. Los candiles de aceite y de carburo y los faroles fueron su fuente de iluminación.
Padecían unos inviernos muy severos, quedándose varios días incomunicados por las frecuentes nevadas que caían.
Las jaras, estepas y las ramas finas de encina servían de combustión para la lumbre en los hogares y combatir así los rigurosos fríos que se daban.
Eran buenos productores de carbón aprovechando la madera de encina y roble que abundaban en su termino.
Carbón que una vez elaborado lo llevaban a vender en caballerías una vez por semana a Cogolludo, Jadraque o Atienza, para lo cual tardaban siete u ocho horas de trayecto.
En la agricultura se cultivaba principalmente centeno y trigo en la zona de secano que era la que se encontraba cerca del pueblo y patatas, judías y repollos en la zona de regadío que estaba a una hora de distancia en la Vega, junto al río Sorbe, lo que suponía un contratiempo a la hora de transportar los productos de huerta una vez recogidos. Se hacían hasta tres viajes diarios para acarrear las patatas a lomos de las caballerías.
Esta zona de regadío junto al Sorbe precisaba de tener bien limpia la presa y las regueras por donde discurría el agua para el riego. Después de los destrozos que pudiera haber causado el invierno y la presencia de maleza había que realizar una limpieza a fondo. Dolores Gómez recuerda siendo muy niña los preparativos que se hacían:
"Se llevaba a cabo en mayo, en un día determinado por el ayuntamiento. Bajaba casi toda la gente disponible, el pueblo se quedaba prácticamente vacío. Para los niños era todo un acontecimiento, era como si fuera un día festivo allí todos juntos. Me acuerdo que había costumbre ese día de comer cocido. Todas las casas llevaban su puchero y se ponían todos a calentar alrededor de una lumbre".
La ganadería estaba formada por las cabras como animal prioritario. Se guardaban en las tainas (Mataespesa las más alejadas del pueblo y Madrigueras las más cercanas), salvo las cabras que fueran a parir y los cabritillos. En verano se llevaban a pastar al monte La Retuerta.
Tratantes de Guadalajara, Sigüenza y Atienza venían a comprar los cabritos.
Las fiestas patronales se celebraban el ocho de septiembre en honor a La Natividad. Duraban tres días. Cada año se nombraban dos mayordomos que se encargaban de los preparativos. Solía ser un chico que entrara en quintas ese año y una chica de su misma edad. A Faustina Gómez la tocó un año el papel de mayordoma:
"Teníamos que juntar una buena cantidad de huevos entre los dos para elaborar las rosquillas que posteriormente se colgarían en el ramo de la Virgen durante la procesión y que una vez finalizada se subastaban".
El baile se hacía en la plaza y si el tiempo no lo permitía se hacía en el salón del ayuntamiento. Jóvenes del pueblo, de Valdepinillos y de Valverde de los Arroyos se turnaban para tocar el laúd y la guitarra para hacer bailar a los presentes. Un año se utilizó como música un tocadiscos que pidieron prestado en Valverde.
Acudía la juventud de Valverde de los Arroyos, Palancares, Valdepinillos y La Huerce a participar de la fiesta. En menor medida venían de Arroyo de las Fraguas y El Ordial.
Como curiosidad destacar también un año en que se celebró el baile a la luz de los faros de un dos caballos, vehículo con el que había llegado un forastero que era novio de una moza de Umbralejo.
En todas las casas se mataba un cabrito o un pollo para agasajar a familiares y allegados. Nadie se quedaba sin comer.
El alojamiento esos días también se solucionaba con mucha voluntad, así lo manifiesta Dolores Gómez:
"En cualquier rincón de la casa dormía una persona, en pajares, en un prado, en ocasiones varios mozos dormían en la misma cama haciéndolo a lo ancho en vez de a lo largo para que cupieran más".
Se celebraba también a Santiago, el día 25 de julio pero solamente con una misa como acto principal.
Muy celebrados eran los Carnavales, donde los jóvenes se ponían unos cencerros en el cinturón y los iban haciendo sonar por todo el pueblo.
Algún domingo de verano o fiesta muy señalada la juventud umbralejeña hacía baile a nivel local en la plaza o en el salón del ayuntamiento.
El cura (don Damián) venía en una mula desde La Huerce a oficiar la misa los domingos.
Desde Valverde llegaba el médico a visitar a cualquier enfermo. Así lo recuerda Faustina Gómez:
"Se llamaba don Andrés, era muy buen médico, con solo ver a la persona ya sabía la enfermedad que tenía. Había que ir a buscarle con una caballería. En alguna ocasión que me tocó ir a buscarle a mi, bajaba hasta el puente del río Sorbe y allí le esperaba. Ya le habían dado el aviso y el bajaba desde Valverde hasta el puente. Para lo que recetara había que ir a la farmacia a Galve de Sorbe".
Y si no había que echar mano de los remedios caseros. Una mezcla de vino, manteca blanca y miel bien servía para curar los resfriados.
El cartero residía en La Huerce (Sixto Escribano) y llevaba la correspondencia además de su pueblo a Umbralejo y Valdepinillos, previamente había ido a recogerla a Arroyo de las Fraguas, hasta donde llegaba el coche de linea.
El coche de linea (La Bernal) que hacía periódicamente el recorrido Arroyo de las Fraguas-Madrid, los lunes, miércoles y viernes. Paradojicamente las gentes de Umbralejo cuando se tenían que desplazar a la ciudad a algún asunto determinado lo hacían más a Madrid que a Guadalajara, puesto que a Madrid tenían trayecto directo y para ir a Guadalajara tenían que desplazarse hasta Cogolludo y allí coger el Campisábalos.
Había tienda en el pueblo, en la que podían comprar vino, azúcar, bonito, tomate, galletas y aceitunas entre otros productos.
Además acudían por Umbralejo vendedores ambulantes con cierta frecuencia, como eran los de Valverde: Sara que vendía manzanas, Ignacia que vendía telas o Ceferino que vendía cinturones. Asimismo pasaban por allí los de Arroyo de las Fraguas que ofrecían hilo, paños, telas, zapatillas, etc o uno de El Ordial que vendía pimentón y otras especias. También se dejaba ver por allí el tío Victorino de Galve de Sorbe vendiendo su mercancía.
Cuando se desplazaban hasta Cogolludo o Jadraque aprovechaban para comprar cacerolas, platos o sartenes.
Julio, el hijo del secretario del ayuntamiento de La Huerce era el encargado de suministrar de productos a la tienda de Umbralejo con un camión que llevaba. Iba a por el suministro a Guadalajara y de paso traía un buen cargamento de naranjas y las intercambiaba con los vecinos por patatas.
La vida era muy difícil en Umbralejo, lo que propició una fuerte emigración en los años 50. La gente se marchaba en busca de una mejora en la calidad de vida, no querían seguir con las penosas tareas del campo y sin ningún tipo de servicios básicos. A ello se le añade algún otro factor como puntualiza Faustina Gómez:
"El tener los huertos tan alejados del pueblo era muy fatigoso. Empleabas una hora en ir y otra en venir, pero yo lo que peor veía era el tema del médico. Si venía un parto complicado o una enfermedad grave en cualquier persona, se perdía mucho tiempo en ir a buscar el médico a Valverde y el tiempo era oro en determinadas ocasiones. Había alguna mujer en el pueblo que hacía de partera pero no era suficiente si un parto se complicaba".
Así que los umbralejeños en esos años se fueron marchando en masa dejando el pueblo agonizante.
Se marcharon casi en su totalidad a Azuqueca de Henares, Alcobendas y Madrid.
Cuando ya quedaban pocas familias viviendo en el pueblo, el Estado por medio de ICONA expropió los terrenos comunes del pueblo (los baldios) con la idea de replantar pinos. En principio se respetaban las casas y el terreno situado en un radio de un km. del pueblo. Pero la gente que ya había emigrado decidió vender todo, la casa y las fincas. Se habían marchado del pueblo y como no tenían pensamiento de volver prefirieron coger el dinero que les daban. Entonces ICONA ya pensó en hacerse con todo el pueblo al completo. Hubo familias que no firmaron en principio y que no estaban dispuestas a vender. Se les empezó a coaccionar de que les iban a cortar los caminos de paso, que no podrían pastar con las cabras y de que no les llevarían la luz y el agua a las casas. Les dijeron que el dinero estaba depositado en la Caja de Guadalajara y él que no lo recogiera lo perdería. Así que los más remisos ante tanta incertidumbre y sin asesoramiento de ningún tipo optaron por coger el escaso dinero que les ofrecieron y marcharse.
Corría el año 1971 y las tres últimas familias que quedaban cerraron la puerta de su casa y se fueron de Umbralejo. Estas fueron: la de Pablo y Modesta que emigraron a Alcobendas y las de Casimiro y Martina por un lado y Alejandro y Juana por otro que marcharon ambas a Azuqueca de Henares.
El pueblo entro en un letargo durante unos años, sumido en el olvido y la soledad, hasta que en 1984 se puso en marcha el plan de recuperación de pueblos abandonados que incluía además de Umbralejo, a Granadilla en Cáceres y Búbal en Huesca.
A partir de ese año se han ido produciendo sin descanso actividades culturales y educativas durante buena parte del año para jóvenes estudiantes llegados desde todas partes de España.
Pero esto ya es otra historia.....
Agradecimiento a las hermanas Gómez (Faustina y Dolores) por su excelente colaboración y su buena disposición a desgranar la memoria de Umbralejo. Agradable y placentera tarde en su casa de Madrid escuchando, recordando y rememorando retazos de una vida que se fue y no volverá. Muchas gracias.
Visitas realizadas en diciembre de 1993, junio de 2002 y enero de 2016.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. Antaño robles y encinas que daban trabajo a las gentes de Umbralejo. En la actualidad pinos que obligaron a marchar a las gentes de Umbralejo.
Una política forestal disparatada de repoblar de pinos en terrenos no apto para ello acabó con siglos de ganadería y llevó a Umbralejo a ser un pueblo fantasma. A ser un alma en pena. A interrumpir el ciclo de vida que se dio durante generaciones . El umbralejeño vuelve a visitar su pueblo, a recordar, pero ya no es su pueblo. Puede estar unas horas allí pero no más.
Me pongo en el lugar de ellos y lo miro con el poso de amargura y tristeza que seguramente les invadirá.
La mayoría se fueron en aquellos años terribles de la emigración, pero muchos habrían vuelto al cabo del tiempo. Para disfrutar de su pueblo en verano y fines de semana. Ven los pueblos cercanos, La Huerce, Valdepinillos, Valverde de los Arroyos, Zarzuela de Galve, La Nava de Jadraque y tantos otros en la comarca, que después de pasar unos años difíciles quedándose con una población muy disminuida han ido viendo como los que se fueron y sus descendientes iban volviendo a recuperar y rehabilitar la casa familiar. Ellos en su pueblo, Umbralejo, ya no lo pueden hacer. El pueblo no les pertenece. Ahora lo disfrutan otros.
El pueblo ha quedado maravilloso, muy guapo todo hay que decirlo (me ha gustado mucho más la rehabilitación aquí que en Granadilla y Búbal, han distorsionado menos la primitiva fisonomía del pueblo).
Los comentarios de los numerosos visitantes que acuden a visitar Umbralejo son todos en la misma linea. Que si parece un pueblo de cuento de hadas, que parece un pueblo mágico, que es maravilloso, que ha quedado muy bien rehabilitado, que no le falta de nada. Todos dan una vuelta rápida y se van. Casi nadie se pone a pensar en los que aquí vivieron antiguamente y en si la vida sería tan placentera como ahora se ve. Solo ven el presente, no el pasado. Y el pasado fue duro para los umbralejeños, por eso sería justo que la maldita expropiación no hubiera aparecido nunca y ahora pudieran estar disfrutando de su pueblo como hacen los demás.
Entrando al pueblo por el camino de La Huerce. Alineación de cinco casas en hilera, todas ellas con un pequeño patio delantero. Algo transformadas de su fisonomía original.
El mismo grupo de viviendas por su parte trasera. Alineadas en escalera adaptándose al desnivel del terreno. Al fondo el Ocejón, pico emblemático de la comarca con sus 2050 metros de altura.
Las mismas viviendas desde otra perspectiva más lejana.
A la izquierda la casa de Julián y María. Se fueron para Azuqueca de Henares. A la derecha la casa de Lucas y Sinforosa. Se fueron para Alcobendas. En la actualidad se usan como aulas educativas.
La casa de José y Teresa. Emigraron a Madrid. A la izquierda la casa de Aurelio y Juliana. También emigraron a Madrid.
La casa de la tía Jacinta. Emigraron a Alcobendas.
La parte baja del pueblo.
El ayuntamiento de Umbralejo, situado en la plaza. Constaba de dos plantas. La de abajo era utilizada como salón de baile y la de arriba era donde se reunía el alcalde con los vecinos para tratar asuntos comunes al pueblo.
Calle de bajada desde la plaza hasta la iglesia. De frente la casa del tío Andrés y la tía Concepción. Fallecieron en el pueblo.
Junto al ayuntamiento estaba la taberna-tienda que había en el pueblo. La llevaba el matrimonio formado por Guillermo y Dolores. Cuando estos emigraron se hicieron cargo de ella Juanito y Gregoria. Se derribó la estructura antigua y se hizo esta construcción techada sin cerrar. Omnipresente el Ocejón al fondo.
"La postal de Umbralejo"
Maravilloso encuadre urbano. Otra agrupación de cinco casas en hilera descendente. La espadaña de la iglesia asomando tímidamente. Este graderío semicircular no existía antiguamente. Era plano y un muro cerraba la salida por aquí. Había que dar la vuelta por abajo. La misma calle se ve así vista desde abajo. Monolito de forma piramidal de nuevo diseño.
La casa de Aniceto y Vicenta. Se marcharon a Madrid. El color rojo anaranjado que cubre parte de la fachada le da una belleza sin igual.
La misma casa en su fachada trasera.
La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Natividad. La compró un particular al Obispado de Sigüenza y desde entonces ha pasado por varios propietarios. No se le ha dado ningún uso concreto. Permanece en ruina. Un juego de vinajeras y una campanilla, todo ello en plata sobredorada se conserva en el Museo Diocesano de Sigüenza.
Cementerio, enmalezado. Ciprés. Espadaña de dos vanos con tejadillo ondulante coronada por tres bolas de piedra granítica.
La casa de Alejandro y Juana. Se marcharon para Azuqueca de Henares. Fue una de las últimas viviendas que se cerró en Umbralejo.
La escuela de Umbralejo. A la derecha la casa del maestro. Algunos recuerda Dolores Gómez:
"Me acuerdo de Roberto que era de Guadalajara y de Julita que era de Sigüenza. El primer coche del que tengo recuerdo en Umbralejo lo trajo esta mujer; un seiscientos. En otros años hubo otras maestras que no duraban ni un año. Solo aguantaban unos meses y se iban. No se adaptaban. Venían de la ciudad y se les hacía muy dura la vida aquí".
La escuela por su parte trasera. Ventanales rectangulares en vertical para que entre buena luz. Donde ahora hay un pequeño jardín pavimentado antiguamente era un pequeño patio de tierra donde salían a jugar los escolares en los recreos.
Inscripción alusiva en la fachada refiriendose al año de construcción de la escuela: "Terminose esta escuela el año MCMXXV siendo alcalde D. Eusebio Casas".
Adosada a la casa del maestro estaba la casa de Ambrosio y Jeronima. Se fueron para Azuqueca de Henares. Horno cilíndrico con tejadillo de pizarra sobresaliendo de la fachada. Con la nueva rehabilitación del pueblo esta casa y la del maestro se hicieron una.
La fragua. José Gómez era el herrero. Vivía en Umbralejo. Trabajaba además en las de La Huerce, Valdepinillos y El Ordial.
La casa del tío Agustín y la tía Isabel. Emigraron a Alcobendas.
La casa de Zoilo. Amplios volúmenes. Casi la única que esta orientada hacía el Este. Apenas se ha retocado su fachada exterior salvo el tejado. Marcharon para Azuqueca de Henares.
Calle de Umbralejo. Pavimentado, farolas, antenas parabólicas, jardines, papeleras.....
¡Si los abuelos de antaño levantaran la cabeza!
A la izquierda la casa de Ambrosio y Dionisia. Se fueron para Azuqueca de Henares. A la derecha la casa de Juan y Marcelina. Se fueron para Barcelona.
Casillas. Construcciones de pequeño tamaño separadas de las casas donde se almacenaba el grano y la hierba para el ganado. También había sitio para las gallinas y para el cerdo.
La fuente del caño.
El lavadero, cercano a la fuente. Se construyó en 1954.
Cartel explicativo del horario de visita al pueblo. Fuera de estas horas no se puede entrar.