Por encima de los 1000 metros de altitud en plena llanura del Campo de Gómara se encuentra el pueblo de Boñices, antes pedanía de Nomparedes en la actualidad de Tejado. Ubicado sobre un suave montículo, se componía de siete viviendas.
Sus habitantes eran renteros, eran propietarios de las casas pero no de las tierras de cultivo. Estas eran propiedad de una señora de Soria. En los años 40 les compraron las fincas a esta señora y pasaron a ser los propietarios. Se hicieron cuatro partes iguales y tres partes un poco más pequeñas según lo que hubiera pagado cada familia.
Apenas tenían ganadería (solamente algunas vacas) puesto que los terrenos de pasto eran propiedad de Juanito de Castil de Tierra que lo aprovechaba para tener allí sus ovejas.
Por lo que la base de su economía se sustentaba en la agricultura (trigo y cebada) y en la fabricación de yeso aprovechando las canteras que había en la zona.
Varias familias tenían su sustento con la elaboración del yeso. Trabajo muy duro y laborioso que a veces entrañaba serios peligros como detalla Esther Sanz un accidente que le sucedió a su padre:
"Con una barrena hacía un agujero en la cantera, de arriba abajo, lo mas profundo posible, metía la mecha y la pólvora, lo encendía y ya se tenía que alejar porque se producía la explosión. Pues ese día no detonó, y entonces al acercarse y manipular el barreno, le explotó estando él allí y se produjo el accidente, salió despedido por el impacto. Quedó mal herido y todo el cuerpo dañado por la explosión. Afortunadamente se recuperó".
Como el yeso era un material de construcción muy usado en esos años tenía mucha demanda y acudía gente de toda la comarca a comprar dicho material pero anteriormente se llevaba a vender fuera como apunta Ursicinio Sanz:
"Yo le oí contar a mi padre que cuando era joven y antes de casarse iba con el yeso a los pueblos de la Tierra de Pinares (Covaleda, Navaleno...) y lo cambiaba por madera, tan abundante en esa zona, pero ya después que se casó dejó de salir fuera".
Madera de la que carecían en Boñices por no tener arbolado su termino por lo que tenían que ir a comprarla a los pueblos cercanos; Alparrache, El Cubo de la Solana, Nomparedes, etc.
Un aporte extra en las cocinas de las casas lo daba la caza; codornices, perdices, conejos y liebres servían para variar la dieta alimenticia.
No había escuela en Boñices por lo que los niños tenían que desplazarse a la de Sauquillo de Boñices salvo algunos casos como puntualiza Teresa Sanz:
"Aunque la mayoría iban a la escuela de Sauquillo mis hermanos y yo íbamos a la de Tejado porque teníamos allí a nuestra abuela lo que nos facilitaba el podernos quedar allí a comer. Nos desplazábamos en bicicleta. Se daba el caso de los niños de una casa que iban a la escuela de Castil de Tierra por el mismo motivo de tener allí familia".
A moler el grano les tocaba desplazarse al molino de El Cubo de la Solana para posteriormente llevarlo a Tejado.
A Tejado les tocaba ir a hacer compras de los productos que no se podían autoabastecer y en ocasiones se desplazaban hasta Gómara los sábados que era el día que había mercado.
Por Boñices aparecían diferentes vendedores ambulantes de Borjabad, Abión, Tejado ofreciendo su mercancía.
Cuando ya se dejó de hacer pan en el horno comunal que había en el pueblo, era Alejandro el panadero de Tejado el que lo llevaba a vender a Boñices.
El cura venía andando desde Nomparedes todos los domingos, don Máximo que era natural de San Leonardo de Yagüe.
El médico venía desde Tejado, lo mismo que el cartero.
Conocieron la luz eléctrica en las casas, no así el agua que hasta los años 60 en que construyeron el lavadero y la fuente en el pueblo suponía un calvario puesto que el agua para consumo había que ir a buscarla hasta la Fuentecilla a 2 km. del pueblo. A la misma distancia tenían que ir las mujeres a lavar la ropa al arroyo Valdemoro.
San Benito era el patrón del pueblo al que celebraban fiesta el 21 de marzo. Una misa y procesión por la mañana componían los actos religiosos. El baile se hacía en la plaza junto a la fuente y estaba amenizado por las Maticorenas del pueblo de Gómara (madre y dos hijas con laúd y guitarra). Algunos años se usaba una gramola. Acudía juventud de todos los pueblos cercanos y la plaza se llenaba de gente.
No faltaba tampoco a la cita Macarena la confitera de Gómara que instalaba allí su tenderete.
Ese día era costumbre de matar uno o dos pollos en cada casa para convidar a familiares y allegados.
El primer domingo de octubre se celebraba la otra fiesta de Boñices en honor a la Virgen del Rosario.
Tejado absorbió a gran parte de la población de Boñices cuando la gente empezó a emigrar en busca de una mejor calidad de vida. La producción de yeso dejó de ser rentable y el campo ya no daba trabajo para todos, Los jóvenes fueron buscando el futuro en las ciudades (Soria, Zaragoza) y el cabeza de familia desde Tejado podía seguir yendo a atender las faenas del campo a Boñices.
El pueblo se quedó vacío a mediados de los 60 con la marcha de Angeles y su hijo Cleofás, los últimos de Boñices.
Agradecimiento a los hermanos Sanz Mayor (Jesús, Esther, Ursicinio, Teresa). Magníficos y acogedores informantes. Sus recuerdos puestos al servicio del reportaje en memoria de su pueblo.
Montserrat Mayor Jimeno: mil gracias.
Visitas realizadas en marzo de 1999 y en agosto de 2015.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. Nada hay que diferencie estar en Boñices en agosto a cualquier otro mes del año. La mañana se presenta fresca a pesar de estar en pleno verano. El sol quiere salir pero las nubes de momento se lo impiden. Poco ha cambiado la fisonomía del pueblo de mi anterior visita hace 16 años. Más ruina lógicamente pero no en exceso. La iglesia que en aquella primera visita se mantenía cerrada no ha podido resistir por más tiempo el tener guardada su intimidad de cara al exterior y hoy día se puede acceder a ella. Es una lastima porque aunque nos sirva para apreciar una hermosa y acogedora sencillez dentro de sus muros me parece que los vándalos pueden causar estragos en los escasos elementos arquitectónicos todavía visibles. Las dos campanas que si estaban en aquella ocasión hoy ya no están ¿Que fue de ellas?.
La calle de abajo es bien bonita, con tres casas alineadas en hilera y la parte alta es la que se encuentra en peor estado. Naves y cobertizos de nueva construcción denotan un uso ganadero en tiempos más recientes cuando ya el pueblo no tenía población. La soledad que se siente paseando por el lugar es apabullante, no así el silencio que es roto por los ladridos de los perros que mantiene algún vecino de la zona cuidando las naves. La cercana carretera con el trasiego constante de vehículos también ayuda a que el silencio no haga acto de presencia en Boñices.
La casa de la tía Sofia. Ha cedido parte del tejado. Acceso a la vivienda mediante arco escarzano. El lateral de la casa que da a la plaza era aprovechado por los jóvenes para jugar al frontón. Emigraron a Soria.
La última casa que se cerró en Boñices. Simetría en los vanos. Acceso al interior mediante arco escarzano. El uso de ladrillo en la planta de arriba denota reformas recientes. A la derecha la casa de Arsenio. Marcharon a Caspe (Zaragoza).
La iglesia parroquial de San Benito. Nave de planta rectangular con tejado a tres vertientes. Campanario con dos vanos para las campanas. Es coronado por un pináculo que sustenta una veleta.
Dos contrafuertes exteriores flanquean el arco de medio punto por el cual se accede al interior. Nave de la sacristía adosada. Cementerio anexo.
Presbiterio de la iglesia. Explosión de colores. Belleza inusitada. Púlpito. Altar mayor. La huella inconfundible en la pared donde se situaba el retablo. Ménsulas flanqueando el altar que sustentaban a San Benito y a la Virgen del Rosario.
Interior de la iglesia. Iluminación radiante (ventana sobre puerta de acceso y óculo al fondo). Habitáculo en el que se encontraba la pila bautismal y escalera de acceso al coro, desde el cual se accede a su vez al campanario. Bancos de madera contorneando la pared.
La casa de Domingo y Dorotea. El yeso bien presente. La única que no esta orientada hacia el sur. Fue de las primeras en cerrarse. Emigraron a Tejado.
La casa de Eugenio y Benita. Vivían con sus hijos Jesús, Esther, Ursicinio, Teresa y José Luis. Emigraron a Tejado.
El ayuntamiento. Con la llegada de la luz eléctrica se compró una televisión para el pueblo y se instaló en su interior. Fue todo un acontecimiento. Acudía toda la gente por la noche a ver los programas y concursos de la época.
La fuente de Boñices. De dos cuerpos y coronada por una bola maciza granítica.
El lavadero. Tanto este como la fuente se construyeron a principios de los 60 siendo alcalde pedáneo Eugenio Sanz. Se ahorró a las mujeres de realizar el penoso trayecto de 2 km. hasta el arroyo Valdemoro para lavar la ropa.
Hornacha (horno de yeso) de Eugenio Sanz. Hasta cuatro hornachas había en las inmediaciones del pueblo. Ursicinio Sanz comenta como se hacía el proceso del yeso:
"Se necesitaban de 120 a 130 gavillas de leña (no eran muy grandes) para hacer una cocción de yeso, Se iban colocando por pisos las piedras de yeso para formar una bóveda, dejando el hueco para las gavillas, arriba del todo se tapaba con tierra para evitar el paso del aire y la salida de calor. Se iba metiendo la leña sin parar, constantemente, cuanto más temperatura hubiera mejor. Se tardaba veinticuatro horas en hacer una cocción y luego una vez cocido había que molerlo con el rodillo de piedra".
Sus habitantes eran renteros, eran propietarios de las casas pero no de las tierras de cultivo. Estas eran propiedad de una señora de Soria. En los años 40 les compraron las fincas a esta señora y pasaron a ser los propietarios. Se hicieron cuatro partes iguales y tres partes un poco más pequeñas según lo que hubiera pagado cada familia.
Apenas tenían ganadería (solamente algunas vacas) puesto que los terrenos de pasto eran propiedad de Juanito de Castil de Tierra que lo aprovechaba para tener allí sus ovejas.
Por lo que la base de su economía se sustentaba en la agricultura (trigo y cebada) y en la fabricación de yeso aprovechando las canteras que había en la zona.
Varias familias tenían su sustento con la elaboración del yeso. Trabajo muy duro y laborioso que a veces entrañaba serios peligros como detalla Esther Sanz un accidente que le sucedió a su padre:
"Con una barrena hacía un agujero en la cantera, de arriba abajo, lo mas profundo posible, metía la mecha y la pólvora, lo encendía y ya se tenía que alejar porque se producía la explosión. Pues ese día no detonó, y entonces al acercarse y manipular el barreno, le explotó estando él allí y se produjo el accidente, salió despedido por el impacto. Quedó mal herido y todo el cuerpo dañado por la explosión. Afortunadamente se recuperó".
Como el yeso era un material de construcción muy usado en esos años tenía mucha demanda y acudía gente de toda la comarca a comprar dicho material pero anteriormente se llevaba a vender fuera como apunta Ursicinio Sanz:
"Yo le oí contar a mi padre que cuando era joven y antes de casarse iba con el yeso a los pueblos de la Tierra de Pinares (Covaleda, Navaleno...) y lo cambiaba por madera, tan abundante en esa zona, pero ya después que se casó dejó de salir fuera".
Madera de la que carecían en Boñices por no tener arbolado su termino por lo que tenían que ir a comprarla a los pueblos cercanos; Alparrache, El Cubo de la Solana, Nomparedes, etc.
Un aporte extra en las cocinas de las casas lo daba la caza; codornices, perdices, conejos y liebres servían para variar la dieta alimenticia.
No había escuela en Boñices por lo que los niños tenían que desplazarse a la de Sauquillo de Boñices salvo algunos casos como puntualiza Teresa Sanz:
"Aunque la mayoría iban a la escuela de Sauquillo mis hermanos y yo íbamos a la de Tejado porque teníamos allí a nuestra abuela lo que nos facilitaba el podernos quedar allí a comer. Nos desplazábamos en bicicleta. Se daba el caso de los niños de una casa que iban a la escuela de Castil de Tierra por el mismo motivo de tener allí familia".
A moler el grano les tocaba desplazarse al molino de El Cubo de la Solana para posteriormente llevarlo a Tejado.
A Tejado les tocaba ir a hacer compras de los productos que no se podían autoabastecer y en ocasiones se desplazaban hasta Gómara los sábados que era el día que había mercado.
Por Boñices aparecían diferentes vendedores ambulantes de Borjabad, Abión, Tejado ofreciendo su mercancía.
Cuando ya se dejó de hacer pan en el horno comunal que había en el pueblo, era Alejandro el panadero de Tejado el que lo llevaba a vender a Boñices.
El cura venía andando desde Nomparedes todos los domingos, don Máximo que era natural de San Leonardo de Yagüe.
El médico venía desde Tejado, lo mismo que el cartero.
Conocieron la luz eléctrica en las casas, no así el agua que hasta los años 60 en que construyeron el lavadero y la fuente en el pueblo suponía un calvario puesto que el agua para consumo había que ir a buscarla hasta la Fuentecilla a 2 km. del pueblo. A la misma distancia tenían que ir las mujeres a lavar la ropa al arroyo Valdemoro.
San Benito era el patrón del pueblo al que celebraban fiesta el 21 de marzo. Una misa y procesión por la mañana componían los actos religiosos. El baile se hacía en la plaza junto a la fuente y estaba amenizado por las Maticorenas del pueblo de Gómara (madre y dos hijas con laúd y guitarra). Algunos años se usaba una gramola. Acudía juventud de todos los pueblos cercanos y la plaza se llenaba de gente.
No faltaba tampoco a la cita Macarena la confitera de Gómara que instalaba allí su tenderete.
Ese día era costumbre de matar uno o dos pollos en cada casa para convidar a familiares y allegados.
El primer domingo de octubre se celebraba la otra fiesta de Boñices en honor a la Virgen del Rosario.
Tejado absorbió a gran parte de la población de Boñices cuando la gente empezó a emigrar en busca de una mejor calidad de vida. La producción de yeso dejó de ser rentable y el campo ya no daba trabajo para todos, Los jóvenes fueron buscando el futuro en las ciudades (Soria, Zaragoza) y el cabeza de familia desde Tejado podía seguir yendo a atender las faenas del campo a Boñices.
El pueblo se quedó vacío a mediados de los 60 con la marcha de Angeles y su hijo Cleofás, los últimos de Boñices.
Agradecimiento a los hermanos Sanz Mayor (Jesús, Esther, Ursicinio, Teresa). Magníficos y acogedores informantes. Sus recuerdos puestos al servicio del reportaje en memoria de su pueblo.
Montserrat Mayor Jimeno: mil gracias.
Visitas realizadas en marzo de 1999 y en agosto de 2015.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. Nada hay que diferencie estar en Boñices en agosto a cualquier otro mes del año. La mañana se presenta fresca a pesar de estar en pleno verano. El sol quiere salir pero las nubes de momento se lo impiden. Poco ha cambiado la fisonomía del pueblo de mi anterior visita hace 16 años. Más ruina lógicamente pero no en exceso. La iglesia que en aquella primera visita se mantenía cerrada no ha podido resistir por más tiempo el tener guardada su intimidad de cara al exterior y hoy día se puede acceder a ella. Es una lastima porque aunque nos sirva para apreciar una hermosa y acogedora sencillez dentro de sus muros me parece que los vándalos pueden causar estragos en los escasos elementos arquitectónicos todavía visibles. Las dos campanas que si estaban en aquella ocasión hoy ya no están ¿Que fue de ellas?.
La calle de abajo es bien bonita, con tres casas alineadas en hilera y la parte alta es la que se encuentra en peor estado. Naves y cobertizos de nueva construcción denotan un uso ganadero en tiempos más recientes cuando ya el pueblo no tenía población. La soledad que se siente paseando por el lugar es apabullante, no así el silencio que es roto por los ladridos de los perros que mantiene algún vecino de la zona cuidando las naves. La cercana carretera con el trasiego constante de vehículos también ayuda a que el silencio no haga acto de presencia en Boñices.
Boñices. Año 1999.
Llegando a Boñices por el camino de Sauquillo.
Calle de abajo.
La casa de la tía Sofia. Ha cedido parte del tejado. Acceso a la vivienda mediante arco escarzano. El lateral de la casa que da a la plaza era aprovechado por los jóvenes para jugar al frontón. Emigraron a Soria.
La última casa que se cerró en Boñices. Simetría en los vanos. Acceso al interior mediante arco escarzano. El uso de ladrillo en la planta de arriba denota reformas recientes. A la derecha la casa de Arsenio. Marcharon a Caspe (Zaragoza).
La iglesia parroquial de San Benito. Nave de planta rectangular con tejado a tres vertientes. Campanario con dos vanos para las campanas. Es coronado por un pináculo que sustenta una veleta.
Dos contrafuertes exteriores flanquean el arco de medio punto por el cual se accede al interior. Nave de la sacristía adosada. Cementerio anexo.
Presbiterio de la iglesia. Explosión de colores. Belleza inusitada. Púlpito. Altar mayor. La huella inconfundible en la pared donde se situaba el retablo. Ménsulas flanqueando el altar que sustentaban a San Benito y a la Virgen del Rosario.
Interior de la iglesia. Iluminación radiante (ventana sobre puerta de acceso y óculo al fondo). Habitáculo en el que se encontraba la pila bautismal y escalera de acceso al coro, desde el cual se accede a su vez al campanario. Bancos de madera contorneando la pared.
Desde el campanario.
Vista de la calle de abajo desde la puerta de la iglesia.
Llegando a Boñices por el camino de Tejado.
Calle de arriba.
La casa de Domingo y Dorotea. El yeso bien presente. La única que no esta orientada hacia el sur. Fue de las primeras en cerrarse. Emigraron a Tejado.
La casa de Eugenio y Benita. Vivían con sus hijos Jesús, Esther, Ursicinio, Teresa y José Luis. Emigraron a Tejado.
El ayuntamiento. Con la llegada de la luz eléctrica se compró una televisión para el pueblo y se instaló en su interior. Fue todo un acontecimiento. Acudía toda la gente por la noche a ver los programas y concursos de la época.
La fuente de Boñices. De dos cuerpos y coronada por una bola maciza granítica.
El lavadero. Tanto este como la fuente se construyeron a principios de los 60 siendo alcalde pedáneo Eugenio Sanz. Se ahorró a las mujeres de realizar el penoso trayecto de 2 km. hasta el arroyo Valdemoro para lavar la ropa.
Foto cedida por Montserrat Mayor
Hornacha (horno de yeso) de Eugenio Sanz. Hasta cuatro hornachas había en las inmediaciones del pueblo. Ursicinio Sanz comenta como se hacía el proceso del yeso:
"Se necesitaban de 120 a 130 gavillas de leña (no eran muy grandes) para hacer una cocción de yeso, Se iban colocando por pisos las piedras de yeso para formar una bóveda, dejando el hueco para las gavillas, arriba del todo se tapaba con tierra para evitar el paso del aire y la salida de calor. Se iba metiendo la leña sin parar, constantemente, cuanto más temperatura hubiera mejor. Se tardaba veinticuatro horas en hacer una cocción y luego una vez cocido había que molerlo con el rodillo de piedra".
Foto cedida por Montserrat Mayor
Hornacha de Emeterio García.