Luis Buisán analiza para PUEBLOS DESHABITADOS las causas y consecuencias de la despoblación de La Solana en Huesca, donde los catorce pueblos que conformaban el valle se encuentran deshabitados.
Luis Buisán Villacampa, natural de Ginuábel (Huesca), escritor, costumbrista y cronista incansable de todo lo relacionado con el valle de La Solana, lugar del que como tantos otros tuvo que emigrar en busca de un mejor futuro, pero al que nunca ha olvidado y tiene presente siempre en sus conversaciones y sus escritos. Fue alcalde pedáneo de su pueblo con 22 años y ejerció como sustituto de la maestra en la escuela del pueblo durante un tiempo.
Es autor de tres libros :
- Como eran y como vivían los pastores del Pirineo.
- La Solana de Burgasé y la Ribera de Jánovas
- Cerca de Monte Perdido: ilusiones y recuerdos.
Es colaborador en diversas revistas culturales del Sobrarbe (El Gurrión, Monte Perdido) además de activo opinante en cualquier medio en el que haya que hablar sobre La Solana.
La Solana de Burgasé y la Ribera de Jánovas es un libro sobre paisajes, vida y costumbres de una subcomarca que se vio afectada de lleno por la despoblación a causa del proyectado y nunca realizado pantano de Jánovas.
El autor hace un repaso muy exhaustivo a como se vivía en estos pueblos a través de las distintas facetas que allí se desarrollaban (arquitectura, ganadería, agricultura, flora, fauna, costumbres, curiosidades).
1- Catorce pueblos conformaban La Solana y los catorce deshabitados. ¿Como se llegó a esta situación Luis?
-Los catorce despoblados entre pueblos y aldeas, además una casa solariega (San Martín), que hoy es un hotel y el único lugar habitado, se despobló entre 1.960 y 1.965, por diversas causas. Parte de los mozos que iban a la mili, al volver al pueblo se iban a la ciudad con la misma maleta. Las chicas que salían a servir ya no regresaban, y cada vez quedaba menos gente joven. No había carreteras y los servicios, tales como médicos, cartero, eran penosos. Y la gota que colmó el vaso fue el proyecto de pantano en Jánovas, que nos dejaba aislados. Inundaban el pueblo de la carretera (Lacort) donde estaban los comercios y artesanos. Cundió la preocupación y el desánimo, y fue entonces cuando el Patrimonio Forestal del Estado, luego ICONA y ahora SEPRONA, tantearon a las familias dispuestas a emigrar con la idea de comprar los pueblos; pero fue obligar con la excusa de repoblar los montes de pinos, para evitar que las lluvias arrastrasen tierras al embalse y lo llenasen de fango. Y hablaban del progreso en las ciudades. Ese fue el señuelo o principal cebo donde picábamos como peces, pensando en una vida mejor.
2- ¡Se vendieron los pueblos a precios casi regalados!
-La compra-venta de los pueblos, mejor dicho de campos, prados y montes, pero no los edificios al parecer, fue a precio de saldo. Lo que quisieron pagar. En el caso de Ginuábel, un millón quinientas mil ptas. (1.500.000) para ocho familias, repartido según las hectáreas que figuraban en las escrituras, más la parte del monte común. En algún archivo deben figurar los datos, pues alguien los ha publicado en un libro. Nueve mil euros (9.000) en el caso de Ginuábel, que tras el reparto nadie tuvo bastante para comprarse un pisito en la ciudad, que entonces costaba alrededor de 1.500 €, es decir, unas 250.000 ptas.
3- Ginuábel
-De Ginuábel, igual que los demás pueblos de La Solana, no hay historia o tradición, ni fechas en las piedras, que alcance más lejos de cinco siglos atrás. Por lo demás en el momento de la despoblación había ocho casas y familias. Casa Agustina, Castillo, Clemente, Barrau, Juan, Martín-Puyuelo, Salas, Périz, y Escuela. Antes dicen que hubo catorce casas. Vivíamos de la agricultura tradicional y de la ganadería, y no pasamos hambre. Allí las gentes eramos polifacéticas o polivalentes, pues sabíamos hacer muchas labores distintas. Destacaba el más que centenario olmo gigante de la plaza, hoy desaparecido. Ginuábel tuvo el alcalde pedáneo más joven de la historia del valle, con 22 años. También era el único pueblo del valle que tenía siete fuentes al alcance de la mano; que algunas en verano manaba poco, pero no se secaban en todo el año. La alfabetización a finales del siglo XIX y el XX, alcanzaba un 95%.En cuanto al presente es un pequeño conjunto de ruinas rodeadas de bosque. Encontré a unos okupas este verano.
4- Sasé y Burgasé (los dos pueblos más conocidos de La Solana)
- Eran los dos pueblos más grandes del valle, y los más nombrados. Cuentan que hubo una cierta rivalidad; quizá un poco de pique al presumir ambos del mejor pueblo. Algo más numeroso fue Burgasé. De hecho tengo dos amigos de mi edad, uno de cada pueblo; a menudo discuten detalles medio en serio y en broma, sobre cual de los dos pueblos merecía ser la capital de La Solana. Este detalle me predispone a creer que si hubo cierta rivalidad sana. Y que tal vez en algún momento llegaron a disputarse la sede consistorial. Pues los dos últimos alcaldes del ayuntamiento, los conocí. Uno era de Sasé y el otro de Burgasé.
5- Como en todo el mundo rural en el pasado siglo XX seguro que no faltaba la hospitalidad y buena armonía
- En las fiestas es donde más se hacia presente la hospitalidad con familiares y conocidos, pero además cuando llegaban por el pueblo los arrieros, santeros, vendedores ambulantes, compradores de ganado y en general cualquier transeúnte, si eran conocidos en algunas casas se les invitaba a comer un bocado y echar unos tragos de vino en el porrón. Yo recuerdo haberlos visto almorzar o merendar en mi casa muchas veces. En mi casa además (casa Salas) tenían la posada algunos personajes, tales como arrieros de Naval y de Alquézar, el santero de la Virgen de los Dolores de Naval y el de Torreciudad. En cuanto a la buena armonía era mejor llevarse bien, y solía ser así, aunque a veces también existían rencillas y alguna pelea o discusión fuerte a la hora de defender los intereses, cuando algún vecino abusaba, por ambicionar un trozo más de tierra, un árbol, o por disputar el agua del riego en los huertos. Pero a la hora de la verdad, por encima de todo reinaba la sensatez, la ayuda y humanidad entre vecinos. Lo curioso que yo observé siempre, y lo viví, pues me gustaba unir y no separar al vecindario, es que sin estar libres de culpa en ocasiones, el odio que hoy veo, allí no lo noté. Y en todo caso, quienes se habían peleado de palabra, luego se volvían a relacionar y ayudar si un día era necesario en el campo o en otros asuntos.
6- Las maestras
-Lo de las maestras, si hubiesen tenido teléfono móvil… Eran chicas jóvenes casi todas. Algunas venían de lejos, como una mallorquina que no estuvo ni tres meses, pues me dejó de sustituto y se fue para hacer unas oposiciones. Otra que era de cerca también hizo casi lo mismo; aguantó un par de años, gracias a que se iba a su pueblo algunos fines de semana. Eran chicas con la carrera recién terminada. Debía ser el primer pueblo que les adjudicaban. Aparte de dedicarse a su profesión y desempeñarla de forma muy notable, su único aliciente era trabar cierta amistad con la juventud del lugar. Y hacíamos alguna pequeña excursión. Entonces yo era el alcalde pedáneo del pueblo, y organizamos una escuela de adultos para jóvenes. Algunas veces, en sus horas libres y días de fiesta se acercaban a los prados y campos donde recogíamos hierba o cuidábamos las ovejas.
7- El problema de ponerse enfermo
-El médico estaba en Fiscal, a dos horas de camino a pie con caballería, pues lo traían montado en un mulo. Y suerte si lo encontrabas, que no estuviese en otro pueblo. Cuando veía al enfermo le recetaba y se iba; luego teníamos que ir a buscar los medicamentos a Boltaña, alguien que tuviese bicicleta guardada en Lacort, o si no encargarlos a quien fuese, y también al coche correo, pero no llegaban hasta el día siguiente. Y tuvimos que aprende a poner inyecciones. Al médico se le pagaba una cuota, “la iguala”, cada persona la misma cantidad. Teníamos además en Lacort una especie de médico, “el cirujano” le decían, que recetaba y curaba enfermedades y heridas, gran parte con remedios caseros.
8- Las fiestas patronales eran todo un acontecimiento
-Llegaban una vez al año a cada pueblo. Aquello era lo más grande para la juventud, y para los mayores, porque desde el año anterior no se habían visto los parientes que vivían en otros pueblos. Para los mayores las tertulias y las comilonas, para los jóvenes la juerga y el baile. Venían mozos y mozas de los lugares cercanos, y a la hora de la cena a media noche nadie se quedaba sin cenar aunque apenas fuese amigo o conocido. Uno tiraba de un brazo tuyo para llevarte a su casa, y el otro tiraba del otro que te los arrancaban. Y la música era el alma de la fiesta. El último año de Ginuábel que no hubo músicos, tampoco hubo apenas fiesta, pues hacían la fiesta las personas que venían de otros pueblos, parientes y amigos, y aquel año que vinieron a casa dos primas, tuvimos que bajar a la fiesta de Santa Olaria que coincidía, para poder bailar.
9- ¿Que puedes contar de los músicos que subían en aquellos años a tocar en fiestas? Tengo admiración por ellos Luis
Durante muchos años vinieron dos músicos, los Solano de Tierrantona, padre e hijo. Este tocaba muy bien el violín. Creo que fue el mejor violinista del Sobrarbe. Su padre le acompañaba con su guitarra de siete cuerdas. Yo también los he admirado siempre, con cinco años, en la fiesta mayor me pasaba la noche mirando más que nada al músico del violín. Aquellos dedos tan ágiles y el arco que fabricaban música. Allí escuchaba y miraba hasta que me dormía, y mi madre me tenía que llevar en brazos a la cama. ¡Cuánto me hubiese gustado aprender a tocar el violín, a pesar de lo difícil que es! Conozco muy buenos aficionados que tocan el violín. Y tengo una nieta de quince años que estudia violín desde los cinco. Ella es el rescate de mi frustración, pues apenas sé trastear un poco la guitarra.
10- ¿Que supuso la llegada de la luz eléctrica a las casas?
-Un gran invento, fue algo increíble. Después de haber conocido no más que teas, candiles de aceite y de carburo, ver por vez primera como se encendía una bombilla, unos filamentos dentro de un pequeño globo de cristal, sin saber como podía pasar por unos alambres, y a la velocidad que llegaba; ver como se iluminaban las estancias, poder remendar abarcas y otros enseres en las noches de invierno, las mujeres hilar la lana y hacer punto de media, sin el humo de las teas o de los candiles, los hombres fabricaban utensilios de madera con la navaja, por lo que la luz eléctrica fue una maravilla. Lo nunca visto, decían.
11- ¿Y que decimos de las caballerías?
-Las caballerías equivalían a la maquinaria de hoy, tractores y coches, unos para trabajar la tierra y otros para viajar por los caminos, con carga casi siempre, y si no a caballo. Yo era muy aficionado a ir a caballo en las mulas que teníamos, cuando de camino al campo y de regreso no llevaban carga. Una mula o mulo eran tan importantes, que fallaba uno de los dos, no podía arar la tierra ni sembrar, y había que comprar otra bestia domada, que costaba mucho dinero. Recuerdo que en mi casa guardaban unas doce mil pesetas en una cartera de cuero, que no se podían tocar, por si una mula se moría para comprar otra.
12- Los pastores, un oficio que se extingue
-Los pastores… En un párrafo extraído de un capítulo de mi libro para ilustrar la contraportada, donde cuento mis experiencias de pastor en la montaña de Góriz, dice lo siguiente: Con este libro se pretende, entre otras cosas, homenajear a los pastores por su constante y sacrificada labor, por los días de soledad y sufrimiento, y por haber desempeñado una tarea que hasta el momento no ha sido suficientemente valorada por la sociedad. Poco más puedo decir (aunque el libro dice mucho) como no sea que los pastores tradicionales y el pastoreo extensivo anda en camino de ir desapareciendo. Uno de los oficios más antiguos.
13- Los últimos días antes de cerrar la casa y marcharse debían de ser de una angustia terrible
-Los últimos días no los llegué a vivir, pues me fui a la ciudad un año antes que el resto de mi familia. Pero por lo que me contaron fueron por una parte días muy tristes, y por otra parte llenos de esperanza y optimismo. Dejar el pueblo para siempre, la casa vacía, los abuelos en el cementerio, liquidar el patrimonio que había sido de varias generaciones. “El que vende, acaba”, decía mi madre. Costó derramar lágrimas, discusiones familiares por diferencias sobre el hecho de emigrar y por el precio de las tierras. Y ocurrió en todas las familias. Las gentes se afanaron por vender al mejor postor los animales, mulos, ovejas, cabras, el perro pastor, y toda clase de enseres útiles para coger dinero, que buena falta hizo camino de la nueva vida que esperaba. Aquello fue una crisis.
14- Alguien formará parte de la historia de Ginuábel como la última persona que vivió en el pueblo.
-El último de Ginuábel, además de vecino, éramos amigos. Se casó ya un poco mayor, un par de años antes de emigrar. Me sacaba diez años de diferencia. El matrimonio y un tío soltero pasaron el último invierno solos en el pueblo. Aparte de la soledad nostálgica por los que se habían ido, aquel vacío de personas y animales en las casas y en las calles, contaba como única novedad distinta a otros inviernos que había cazado muchas perdices y conejos. Pero sé de algún otro caso que las últimas noches junto al fuego, fueron de pensamientos y palabras repasando la historia familiar, de suspiros, de lágrimas, incluso a la hora de hacer rechinar la llave en la puerta para cerrarla, y en la última curva desde donde se perdía la vista de las últimas casas, las últimas lágrimas. ¡Qué fuerte!
15- ¿Que se ha perdido con la despoblación de La Solana?
-Con la despoblación de La Solana se ha perdido un valle humanizado en el Pirineo de Huesca, habitado ahora por jabalíes, pues no hay apenas alguna otra clase de animales silvestres ni pájaros. Solamente hay arbolado; quejigos y pinos en su mayoría, una madera que hoy no tiene salida. Pero además se ha perdido una parte del patrimonio cultural histórico, con detalles de arquitectura rural, pues había algunos buenos edificios, como las iglesias, y algunas casas. Hoy por allí no hay más que jabalíes y hippis. De las bandadas de pájaros de todas clases que antes había, solo veo alguna pareja de arrendajos y poco más.
16- ¿Que futuro le espera a La Solana, Luis?
-El futuro de La Solana es muy oscuro, como decía la canción de Antonio Molina, “Yo soy minero”, refiriéndose al carbón. Pues cada año que pasa se caen más tejados y fachadas, yo cada vez que voy veo menos balcones y ventanas, y van quedando pocas de aquellas típicas chimeneas. Los okupas que hay en casi todos los pueblos tampoco veo que hayan sido una solución ni tienen futuro. Se habló y se promovió una especie de proyecto de recuperación de algún pueblo como Giral, que está cerca de la carretera, pero con la crisis se paralizó. Tal como está hoy de destrozado y cambiado el valle Solana, que fue un conjunto de núcleos humanos rodeados de agricultura y ganadería, es irreconocible.
17- Bueno Luis, muchas gracias por dejar tus opiniones y recuerdos sobre tu querido valle y por brindarme tu amistad de todo corazón.
-Ha sido un placer esta entrevista y haber colaborado en tu pagina, ya seguiremos hablando en otras ocasiones. Te agradezco tu interés y afición por el tema de los pueblos deshabitados, incluido mi valle de La Solana.
Luis Buisán Villacampa, natural de Ginuábel (Huesca), escritor, costumbrista y cronista incansable de todo lo relacionado con el valle de La Solana, lugar del que como tantos otros tuvo que emigrar en busca de un mejor futuro, pero al que nunca ha olvidado y tiene presente siempre en sus conversaciones y sus escritos. Fue alcalde pedáneo de su pueblo con 22 años y ejerció como sustituto de la maestra en la escuela del pueblo durante un tiempo.
Es autor de tres libros :
- Como eran y como vivían los pastores del Pirineo.
- La Solana de Burgasé y la Ribera de Jánovas
- Cerca de Monte Perdido: ilusiones y recuerdos.
Es colaborador en diversas revistas culturales del Sobrarbe (El Gurrión, Monte Perdido) además de activo opinante en cualquier medio en el que haya que hablar sobre La Solana.
La Solana de Burgasé y la Ribera de Jánovas es un libro sobre paisajes, vida y costumbres de una subcomarca que se vio afectada de lleno por la despoblación a causa del proyectado y nunca realizado pantano de Jánovas.
El autor hace un repaso muy exhaustivo a como se vivía en estos pueblos a través de las distintas facetas que allí se desarrollaban (arquitectura, ganadería, agricultura, flora, fauna, costumbres, curiosidades).
1- Catorce pueblos conformaban La Solana y los catorce deshabitados. ¿Como se llegó a esta situación Luis?
-Los catorce despoblados entre pueblos y aldeas, además una casa solariega (San Martín), que hoy es un hotel y el único lugar habitado, se despobló entre 1.960 y 1.965, por diversas causas. Parte de los mozos que iban a la mili, al volver al pueblo se iban a la ciudad con la misma maleta. Las chicas que salían a servir ya no regresaban, y cada vez quedaba menos gente joven. No había carreteras y los servicios, tales como médicos, cartero, eran penosos. Y la gota que colmó el vaso fue el proyecto de pantano en Jánovas, que nos dejaba aislados. Inundaban el pueblo de la carretera (Lacort) donde estaban los comercios y artesanos. Cundió la preocupación y el desánimo, y fue entonces cuando el Patrimonio Forestal del Estado, luego ICONA y ahora SEPRONA, tantearon a las familias dispuestas a emigrar con la idea de comprar los pueblos; pero fue obligar con la excusa de repoblar los montes de pinos, para evitar que las lluvias arrastrasen tierras al embalse y lo llenasen de fango. Y hablaban del progreso en las ciudades. Ese fue el señuelo o principal cebo donde picábamos como peces, pensando en una vida mejor.
2- ¡Se vendieron los pueblos a precios casi regalados!
-La compra-venta de los pueblos, mejor dicho de campos, prados y montes, pero no los edificios al parecer, fue a precio de saldo. Lo que quisieron pagar. En el caso de Ginuábel, un millón quinientas mil ptas. (1.500.000) para ocho familias, repartido según las hectáreas que figuraban en las escrituras, más la parte del monte común. En algún archivo deben figurar los datos, pues alguien los ha publicado en un libro. Nueve mil euros (9.000) en el caso de Ginuábel, que tras el reparto nadie tuvo bastante para comprarse un pisito en la ciudad, que entonces costaba alrededor de 1.500 €, es decir, unas 250.000 ptas.
3- Ginuábel
-De Ginuábel, igual que los demás pueblos de La Solana, no hay historia o tradición, ni fechas en las piedras, que alcance más lejos de cinco siglos atrás. Por lo demás en el momento de la despoblación había ocho casas y familias. Casa Agustina, Castillo, Clemente, Barrau, Juan, Martín-Puyuelo, Salas, Périz, y Escuela. Antes dicen que hubo catorce casas. Vivíamos de la agricultura tradicional y de la ganadería, y no pasamos hambre. Allí las gentes eramos polifacéticas o polivalentes, pues sabíamos hacer muchas labores distintas. Destacaba el más que centenario olmo gigante de la plaza, hoy desaparecido. Ginuábel tuvo el alcalde pedáneo más joven de la historia del valle, con 22 años. También era el único pueblo del valle que tenía siete fuentes al alcance de la mano; que algunas en verano manaba poco, pero no se secaban en todo el año. La alfabetización a finales del siglo XIX y el XX, alcanzaba un 95%.En cuanto al presente es un pequeño conjunto de ruinas rodeadas de bosque. Encontré a unos okupas este verano.
4- Sasé y Burgasé (los dos pueblos más conocidos de La Solana)
- Eran los dos pueblos más grandes del valle, y los más nombrados. Cuentan que hubo una cierta rivalidad; quizá un poco de pique al presumir ambos del mejor pueblo. Algo más numeroso fue Burgasé. De hecho tengo dos amigos de mi edad, uno de cada pueblo; a menudo discuten detalles medio en serio y en broma, sobre cual de los dos pueblos merecía ser la capital de La Solana. Este detalle me predispone a creer que si hubo cierta rivalidad sana. Y que tal vez en algún momento llegaron a disputarse la sede consistorial. Pues los dos últimos alcaldes del ayuntamiento, los conocí. Uno era de Sasé y el otro de Burgasé.
5- Como en todo el mundo rural en el pasado siglo XX seguro que no faltaba la hospitalidad y buena armonía
- En las fiestas es donde más se hacia presente la hospitalidad con familiares y conocidos, pero además cuando llegaban por el pueblo los arrieros, santeros, vendedores ambulantes, compradores de ganado y en general cualquier transeúnte, si eran conocidos en algunas casas se les invitaba a comer un bocado y echar unos tragos de vino en el porrón. Yo recuerdo haberlos visto almorzar o merendar en mi casa muchas veces. En mi casa además (casa Salas) tenían la posada algunos personajes, tales como arrieros de Naval y de Alquézar, el santero de la Virgen de los Dolores de Naval y el de Torreciudad. En cuanto a la buena armonía era mejor llevarse bien, y solía ser así, aunque a veces también existían rencillas y alguna pelea o discusión fuerte a la hora de defender los intereses, cuando algún vecino abusaba, por ambicionar un trozo más de tierra, un árbol, o por disputar el agua del riego en los huertos. Pero a la hora de la verdad, por encima de todo reinaba la sensatez, la ayuda y humanidad entre vecinos. Lo curioso que yo observé siempre, y lo viví, pues me gustaba unir y no separar al vecindario, es que sin estar libres de culpa en ocasiones, el odio que hoy veo, allí no lo noté. Y en todo caso, quienes se habían peleado de palabra, luego se volvían a relacionar y ayudar si un día era necesario en el campo o en otros asuntos.
6- Las maestras
-Lo de las maestras, si hubiesen tenido teléfono móvil… Eran chicas jóvenes casi todas. Algunas venían de lejos, como una mallorquina que no estuvo ni tres meses, pues me dejó de sustituto y se fue para hacer unas oposiciones. Otra que era de cerca también hizo casi lo mismo; aguantó un par de años, gracias a que se iba a su pueblo algunos fines de semana. Eran chicas con la carrera recién terminada. Debía ser el primer pueblo que les adjudicaban. Aparte de dedicarse a su profesión y desempeñarla de forma muy notable, su único aliciente era trabar cierta amistad con la juventud del lugar. Y hacíamos alguna pequeña excursión. Entonces yo era el alcalde pedáneo del pueblo, y organizamos una escuela de adultos para jóvenes. Algunas veces, en sus horas libres y días de fiesta se acercaban a los prados y campos donde recogíamos hierba o cuidábamos las ovejas.
7- El problema de ponerse enfermo
-El médico estaba en Fiscal, a dos horas de camino a pie con caballería, pues lo traían montado en un mulo. Y suerte si lo encontrabas, que no estuviese en otro pueblo. Cuando veía al enfermo le recetaba y se iba; luego teníamos que ir a buscar los medicamentos a Boltaña, alguien que tuviese bicicleta guardada en Lacort, o si no encargarlos a quien fuese, y también al coche correo, pero no llegaban hasta el día siguiente. Y tuvimos que aprende a poner inyecciones. Al médico se le pagaba una cuota, “la iguala”, cada persona la misma cantidad. Teníamos además en Lacort una especie de médico, “el cirujano” le decían, que recetaba y curaba enfermedades y heridas, gran parte con remedios caseros.
8- Las fiestas patronales eran todo un acontecimiento
-Llegaban una vez al año a cada pueblo. Aquello era lo más grande para la juventud, y para los mayores, porque desde el año anterior no se habían visto los parientes que vivían en otros pueblos. Para los mayores las tertulias y las comilonas, para los jóvenes la juerga y el baile. Venían mozos y mozas de los lugares cercanos, y a la hora de la cena a media noche nadie se quedaba sin cenar aunque apenas fuese amigo o conocido. Uno tiraba de un brazo tuyo para llevarte a su casa, y el otro tiraba del otro que te los arrancaban. Y la música era el alma de la fiesta. El último año de Ginuábel que no hubo músicos, tampoco hubo apenas fiesta, pues hacían la fiesta las personas que venían de otros pueblos, parientes y amigos, y aquel año que vinieron a casa dos primas, tuvimos que bajar a la fiesta de Santa Olaria que coincidía, para poder bailar.
9- ¿Que puedes contar de los músicos que subían en aquellos años a tocar en fiestas? Tengo admiración por ellos Luis
Durante muchos años vinieron dos músicos, los Solano de Tierrantona, padre e hijo. Este tocaba muy bien el violín. Creo que fue el mejor violinista del Sobrarbe. Su padre le acompañaba con su guitarra de siete cuerdas. Yo también los he admirado siempre, con cinco años, en la fiesta mayor me pasaba la noche mirando más que nada al músico del violín. Aquellos dedos tan ágiles y el arco que fabricaban música. Allí escuchaba y miraba hasta que me dormía, y mi madre me tenía que llevar en brazos a la cama. ¡Cuánto me hubiese gustado aprender a tocar el violín, a pesar de lo difícil que es! Conozco muy buenos aficionados que tocan el violín. Y tengo una nieta de quince años que estudia violín desde los cinco. Ella es el rescate de mi frustración, pues apenas sé trastear un poco la guitarra.
10- ¿Que supuso la llegada de la luz eléctrica a las casas?
-Un gran invento, fue algo increíble. Después de haber conocido no más que teas, candiles de aceite y de carburo, ver por vez primera como se encendía una bombilla, unos filamentos dentro de un pequeño globo de cristal, sin saber como podía pasar por unos alambres, y a la velocidad que llegaba; ver como se iluminaban las estancias, poder remendar abarcas y otros enseres en las noches de invierno, las mujeres hilar la lana y hacer punto de media, sin el humo de las teas o de los candiles, los hombres fabricaban utensilios de madera con la navaja, por lo que la luz eléctrica fue una maravilla. Lo nunca visto, decían.
11- ¿Y que decimos de las caballerías?
-Las caballerías equivalían a la maquinaria de hoy, tractores y coches, unos para trabajar la tierra y otros para viajar por los caminos, con carga casi siempre, y si no a caballo. Yo era muy aficionado a ir a caballo en las mulas que teníamos, cuando de camino al campo y de regreso no llevaban carga. Una mula o mulo eran tan importantes, que fallaba uno de los dos, no podía arar la tierra ni sembrar, y había que comprar otra bestia domada, que costaba mucho dinero. Recuerdo que en mi casa guardaban unas doce mil pesetas en una cartera de cuero, que no se podían tocar, por si una mula se moría para comprar otra.
12- Los pastores, un oficio que se extingue
-Los pastores… En un párrafo extraído de un capítulo de mi libro para ilustrar la contraportada, donde cuento mis experiencias de pastor en la montaña de Góriz, dice lo siguiente: Con este libro se pretende, entre otras cosas, homenajear a los pastores por su constante y sacrificada labor, por los días de soledad y sufrimiento, y por haber desempeñado una tarea que hasta el momento no ha sido suficientemente valorada por la sociedad. Poco más puedo decir (aunque el libro dice mucho) como no sea que los pastores tradicionales y el pastoreo extensivo anda en camino de ir desapareciendo. Uno de los oficios más antiguos.
13- Los últimos días antes de cerrar la casa y marcharse debían de ser de una angustia terrible
-Los últimos días no los llegué a vivir, pues me fui a la ciudad un año antes que el resto de mi familia. Pero por lo que me contaron fueron por una parte días muy tristes, y por otra parte llenos de esperanza y optimismo. Dejar el pueblo para siempre, la casa vacía, los abuelos en el cementerio, liquidar el patrimonio que había sido de varias generaciones. “El que vende, acaba”, decía mi madre. Costó derramar lágrimas, discusiones familiares por diferencias sobre el hecho de emigrar y por el precio de las tierras. Y ocurrió en todas las familias. Las gentes se afanaron por vender al mejor postor los animales, mulos, ovejas, cabras, el perro pastor, y toda clase de enseres útiles para coger dinero, que buena falta hizo camino de la nueva vida que esperaba. Aquello fue una crisis.
14- Alguien formará parte de la historia de Ginuábel como la última persona que vivió en el pueblo.
-El último de Ginuábel, además de vecino, éramos amigos. Se casó ya un poco mayor, un par de años antes de emigrar. Me sacaba diez años de diferencia. El matrimonio y un tío soltero pasaron el último invierno solos en el pueblo. Aparte de la soledad nostálgica por los que se habían ido, aquel vacío de personas y animales en las casas y en las calles, contaba como única novedad distinta a otros inviernos que había cazado muchas perdices y conejos. Pero sé de algún otro caso que las últimas noches junto al fuego, fueron de pensamientos y palabras repasando la historia familiar, de suspiros, de lágrimas, incluso a la hora de hacer rechinar la llave en la puerta para cerrarla, y en la última curva desde donde se perdía la vista de las últimas casas, las últimas lágrimas. ¡Qué fuerte!
15- ¿Que se ha perdido con la despoblación de La Solana?
-Con la despoblación de La Solana se ha perdido un valle humanizado en el Pirineo de Huesca, habitado ahora por jabalíes, pues no hay apenas alguna otra clase de animales silvestres ni pájaros. Solamente hay arbolado; quejigos y pinos en su mayoría, una madera que hoy no tiene salida. Pero además se ha perdido una parte del patrimonio cultural histórico, con detalles de arquitectura rural, pues había algunos buenos edificios, como las iglesias, y algunas casas. Hoy por allí no hay más que jabalíes y hippis. De las bandadas de pájaros de todas clases que antes había, solo veo alguna pareja de arrendajos y poco más.
16- ¿Que futuro le espera a La Solana, Luis?
-El futuro de La Solana es muy oscuro, como decía la canción de Antonio Molina, “Yo soy minero”, refiriéndose al carbón. Pues cada año que pasa se caen más tejados y fachadas, yo cada vez que voy veo menos balcones y ventanas, y van quedando pocas de aquellas típicas chimeneas. Los okupas que hay en casi todos los pueblos tampoco veo que hayan sido una solución ni tienen futuro. Se habló y se promovió una especie de proyecto de recuperación de algún pueblo como Giral, que está cerca de la carretera, pero con la crisis se paralizó. Tal como está hoy de destrozado y cambiado el valle Solana, que fue un conjunto de núcleos humanos rodeados de agricultura y ganadería, es irreconocible.
17- Bueno Luis, muchas gracias por dejar tus opiniones y recuerdos sobre tu querido valle y por brindarme tu amistad de todo corazón.
-Ha sido un placer esta entrevista y haber colaborado en tu pagina, ya seguiremos hablando en otras ocasiones. Te agradezco tu interés y afición por el tema de los pueblos deshabitados, incluido mi valle de La Solana.