Seiscientos metros separan los dos barrios que componen El Cañizar. El de arriba subido en un cerro y el de abajo en el llano junto al río Cabriel.
El pueblo fue creado para albergar las fabricas y a los trabajadores que se dedicaban a la extracción de la resina de los pinos. El Cañizar era propiedad de don Vicente Romero-Girón, pasando después a su hijo Alvaro Romero-Girón. Hacia la mitad del siglo XX fue comprado por La Unión Resinera Española, empresa importante en el procesado de resinas naturales y la explotación maderera. Tenia más de veinte fabricas repartidas por toda la geografía española dedicadas al mismo cometido.
Unas veinte viviendas formaban los dos núcleos de El Cañizar, donde aparte de la dedicación al trabajo resinero también había un pequeño hueco para la ganadería (ovejas) y la agricultura (trigo, patatas, judías, girasol).
El río Cabriel les proporcionaba abundantes truchas y cangrejos que servian para variar la dieta alimenticia.
En los años 40 había en El Cañizar un destacamento de la guardia civil para combatir a los maquis que a menudo frecuentaban la zona por ser territorio de amplia presencia de guerrilleros antifranquistas (la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón).
En El Cañizar paraban a menudo para suministrarse los gancheros, que transportaban la maderada por el río Cabriel para llevarla a Valencia.
Don Alvaro, el dueño de El Cañizar era el encargado de traer el suministro en un jeep para la gente de su entorno, por lo que estos apenas tenían que desplazarse a Cañete a realizar compras.
Don Policarpo, el cura de Pajaroncillo se desplazaba en un burro hasta El Cañizar a oficiar los actos religiosos.
A don José el medico de Cañete había que ir a buscarle en un jeep cuando la gravedad de algún enfermo lo requería.
Con un laúd y una guitarra que sabia tocar algún mozo se preparaban animados bailes los domingos por la tarde.
El declive de la industria resinera y la búsqueda de un mejor futuro en las ciudades supuso la decadencia de El Cañizar en los años 60, aunque hasta entrados los 90 hubo vida en el pueblo de forma testimonial por medio de un matrimonio de guardeses que estaban al cuidado de la finca.
Barcelona, Valencia y Cañete fueron los destinos mayoritarios elegidos por los habitantes de El Cañizar para iniciar una nueva vida.
En la actualidad El Cañizar sigue siendo propiedad privada y esta prohibido el acceso a la finca de El Cañizar de abajo.
Llegando a las casas de arriba de El Cañizar.
Escenario de película el que aporta el núcleo central del caserío, con escalinata de acceso a un amplio patio donde se encuentran las majestuosas viviendas de la familia Romero-Girón, de frente la casa donde vivieron primero y a la derecha la vivienda donde pasaron a vivir después.
La vivienda de don Alvaro Romero-Girón, el dueño de El Cañizar.
Las dos viviendas se comunicaban por este paso elevado cubierto sobre la calle.
Cerrando el patio por el otro lado estaba esta otra edificación que sirvió durante la guerra civil como improvisado hospital de campaña para atender a los heridos del frente de Teruel.
Escuela de El Cañizar (planta baja). Natividad, Isabel y Luisa fueron algunas de las maestras que impartieron enseñanza aquí.
Solo queda la rampa como huella de la escalera por la que se accedía a la segunda planta. Por detrás a la izquierda un secadero de tabaco que se quedó sin acabar de construir.
La casa del tío Miguel, hombre de confianza del dueño de El Cañizar.
La finca de El Cañizar de Abajo.
En El Cañizar de Abajo se encuentra la iglesia de La Inmaculada, que pasaría desapercibida sino es por una simple cruz de madera situada encima de la puerta, sobre el óculo (ventana circular).
Mucho más llamativa es la altiva chimenea de la fabrica donde se destilaba la resina.
La fuente de El Cañizar.
Viviendas de los trabajadores.
Viviendas de los trabajadores en el exterior de la finca.
Conejeras y gallineros.