Agradecimiento muy especial para Magdalena Martinez, descendiente del Molino Gil. Luchadora incansable defendiendo los intereses de Las Ruedas. Gracias por todo, amiga.
Las Ruedas de Enciso es (de momento) el último pueblo en sucumbir forzadamente a los caprichos de las administraciones, que en forma de pantanos van dejando un reguero de destrucción, sumergiendolos bajo las aguas, aunque en este caso ni ese consuelo quedará siquiera, pues el pueblo esta en proyecto de demolición y en fechas próximas quedará reducido a escombros.
El tiempo dará (o más bien quitará) la razón a si en verdad era necesaria esta obra en el valle del Cidacos. Por mucho beneficio que pudiera dar no se puede comparar al daño irreparable que se va a hacer a un pueblo, atrás quedaran años de vida, de sacrificios y un patrimonio arquitectónico, paisajistico y cultural echados a perder caprichosamente.
Vamos a perder no ya solo uno de los deshabitados más hermosos de La Rioja sino de toda España. Un autentico deleite para la vista, arquitectura popular en estado puro, rincones fotogenicos por doquier, Esa maravilla de calle única que vertebra el pueblo descendiendo hacia una bellisima plaza no tiene parecido que se precie. Por no hablar del río Cidacos con su preciosa alameda que se contornea al paso del pueblo.
Ubicado en una curva de un estrecho valle que forma el Cidacos, llegó a contar con más de cuarenta viviendas que se dedicaban al cultivo de trigo, cebada, centeno y legumbres principalmente en la agricultura, teniendo las ovejas y las cabras como referente en la ganadería.
Otra fuente de ingresos importante para los vecinos, eran las fabricas textiles que había en Enciso que daban trabajo a numerosas personas de toda la comarca.
Celebraban sus fiestas patronales el 8 de septiembre en honor a Nuestra Señora de los Remedios.
El testimonio de Magdalena Martinez da una idea detallada de como eran las fiestas :
´´Duraba la víspera y dos días. La organizaban los mozos del pueblo, había misa y baile, se hacia zurracapote, se hacían rosquillas, sobadas, bizcochos de San Jorge, en todas las casas se mataba algún animal para celebrarlo, una oveja, un cordero o un pollo. Todo el mundo la esperaba con gran alegría. El baile era amenizado por Santos de Garranzo con el clarinete y el tambor de Indalecio del pueblo soriano de Leria. Santos renovaba su repertorio y tocaba las canciones de moda. En la misa, durante la Consagración, tocaba el himno nacional. Como Santos tenia que soplar mucho, entre baile y baile se jugaba al corro, cantando La Tarara, La Flor del Romero, etc. Se bailaba en la curva de la carretera, en aquellos años no pasaban muchos coches, si llovía nos poníamos a resguardo en el pórtico de la iglesia que estaba al lado. Había baile por la mañana, tarde y noche. Cuando acababa íbamos a comer o cenar, nadie se quedaba solo, a todos los forasteros se los invitaba en una casa u otra. Mi madre siempre tenia preparado algo para algún mendigo que aparecía y le servia la misma comida que nosotros en la mesa de piedra del patio del molino, era muy menesterosa.
Por la noche, después de terminado el baile, cuando todo era silencio, los mozos que tenían su guitarra, iban haciendo una ronda por el pueblo cantando debajo de las ventanas de las mozas, se inventaban ellos las coplas y algunas eran un poco gamberras.
A la mañana siguiente se solía dar el ¨mantazo¨, mozos y mozas madrugadores iban por las casas hasta el dormitorio, sacando al rezagado/da de la cama de un modo nada amable. Colchón y cuerpo al suelo.
El 2º día de fiesta era el día de los casados, siempre había algunas que se disfrazaban zarrapastrosamente y se metían con las más ¨finolis¨.
Acudían de todos los pueblos cercanos: de Garranzo bajaba toda la juventud, eran muy animados, me encantaba el olor que desprendía el ramito de albahaca con un clavel que se ponían muchas mozas en el pecho, también venían de El Villar, de Poyales, de Enciso, de Peroblasco, de La Escurquilla, de Arnedo y de los pueblos sorianos de Leria, La Vega y Yanguas. Al tío José, le encantaba organizar carreras de sacos, soltar globos, etc´´.
Pero tenían una segunda fiesta patronal o fiesta pequeña como era San Jorge el 23 de abril.
Magdalena Martinez cuenta sus recuerdos sobre esta celebración:
´´ Para San Jorge se hacia una gran hoguera la víspera, para ello los niños y niñas de la escuela, íbamos con unos días de antelación a un montecillo llamado el Lote y arrancábamos jaras, que aquí las llamamos estrepas y las traíamos al pueblo amontonándolas delante de los muros del cementerio viejo, al lado de la iglesia, y además el mismo día de la hoguera pedíamos a todos los vecinos su colaboración con leña, que también transportábamos al montón. Resultaba una hoguera preciosa.
Como San Jorge era ¨el meón¨ porque siempre llovía, esa noche se aprovechaba para ir a buscar caracoles. Era curioso ver por los huertos de regadío lucecitas aquí y allá, de los faroles con cristales que se alumbraban con una vela, de la gente que los buscaba. Al día siguiente se comía la caracolada¨.
Pero no acababan aquí los dias festivos para Las Ruedas porque había otras celebraciones menores como bien relata Magdalena Martinez:
´´ El día 2 de octubre se celebraba la fiesta de Gracias, se hacia una misa y procesión por la tarde, sacando a la virgen del Rosario, a la que se le ponían unas manzanitas colgadas de la mano y se cantaba el rosario por todo el pueblo. Había también baile pero solo un día.
En febrero se celebraba la fiesta de Las Candelas, que era la de los mozos. Por esas fechas ya se habia hecho la matanza del cerdo, los jóvenes recorrían las casas con el ¨pinchón¨, pidiendo La Tajada. El pinchón consistía en una vara de hierro acabada en punta donde colocaban todo lo que la gente donaba; morcillas, chumarros (tocino delgadito con poca grasa que asadito está muy rico), chorizos, etc. Mi madre siempre guardaba el ¨morcillón¨ para dárselo a los mozos, estaba hecho con la tripa más grande del animal. Solían hacer una hoguera y lo asaban todo, también invitaban a las mozas.
El domingo de Pascua de Resurrección era la de las mozas, se iba por las casas pidiendo el huevo, se hacían con ellos rosquillas y se hacia en una casa la comida, donde también se invitaba a los mozos. A la salida de misa se quemaba el Judas (muñeco confeccionado con ropas viejas).
El jueves Lardero o de Piñata era de los niños. Nuestras madres nos hacían unos bollos con chorizo y huevo. No tienen nada que ver con los que se hacen ahora. Se sacaba el ¨tallo¨ del chorizo de una olla donde estaban guardados con la manteca del mismo cerdo; bien de manteca, que se derretía un poco y se añadía a la masa del bollo, introduciéndole el chorizo y un huevo con cáscara, crudo. Se le daban formas caprichosas y era la delicia de los chiquillos que no teníamos escuela el jueves para ir al campo a comerlo´´.
A Enciso acudían con mucha frecuencia los vecinos de Las Ruedas dada su cercanía y ser un pueblo importante. Se iba a vender leche, huevos, leña, etc. y también a comprar pues aunque había tienda en el pueblo, las de Enciso estaban más surtidas. El domingo era el día de mercado en Enciso que recibía gentes de todos los pueblos de la comarca.
A Enciso también se desplazaban los jóvenes en la tarde-noche de los domingos para bailar en un salón de baile, amenizado por la banda de música del pueblo.
Los hombres de más edad se quedaban en Las Ruedas y acudían a la taberna de la Tanis y jugaban al mus, con su porroncito de vino.
El cura venia desde el pueblo de Garranzo, como rememora Magdalena Martinez :
´´ Don Valentín bajaba desde el pueblo de Garranzo montado en su borriquito, que lo llevaba muy enjaezado. Al terminar la misa, mientras desayunaba en casa de mis padres, mi hermana Margarita y yo, cojiamos el burrito y nos dábamos un paseo por los alrededores del molino.
Cuando murió don Valentín fuimos atendidos por el coadjutor de Enciso, madrugábamos mucho en verano para la misa pues siempre la querían hacer antes de que la gente se fuera a las faenas del campo y además porque el cura tenia que atender varios pueblos´´.
El médico venia de Enciso, había que ir con una caballería a buscarlo, de allí también venia el veterinario.
Había cartero residente en el pueblo. El correo llegaba sobre las 15 horas, en el autobús de línea Calahorra-Soria. El envio de correspondencia se hacia sobre las 13 horas en el autobús de Soria-Calahorra. Había tambien otro autobús en esa misma dirección ¨La Exclusiva¨ que pasaba por Las Ruedas a las 8 de la mañana en dirección a Soria y por la tarde hacia el camino de vuelta a Calahorra pasando por el pueblo a las 7 de la tarde.
Transeúntes de todo tipo pasaban por Las Ruedas como eran los mencheros o traperos. En aquellos años se reciclaba todo, hasta las suelas de goma de zapatillas y alpargatas. Iban vendiendo objetos de barro y loza que se cambiaban por trapos viejos (menchos), papel, suelas o lo que la gente les quisiera dar: patatas, pan, etc.
También venían arregladores o componedores, estañaban las cazuelas de porcelana que se salían (estaban ¨escorcorronadas¨), los calderos de cobre, los somieres de las camas los estiraban, los paraguas, todo lo arreglaban. Eran familias de gitanos que recorrían los pueblos con sus carros.
Mención también para los copleros, que cantaban y vendían los cancioneros y la gente les daba comida.
El cierre de las fábricas textiles de paños y zapatillas que había en Enciso afectó de lleno a Las Ruedas y demás pueblos de la comarca. La primera se fue a Logroño (Textil Quemada) y la segunda (Tres Pies) fue en declive hasta desaparecer.
Esto acabó llevando a muchos vecinos de Las Ruedas camino de la emigración y así sus vecinos marcharon principalmente a Arnedo y a Logroño.
Para el año 1967 se acabó el ciclo de vida humana en Las Ruedas despues de cientos de años, con la marcha de la última familia que quedaba: el matrimonio formado por Angel Rodrigo y Martina Benito y sus tres hijos: Angel, Pepi y Rosa Mari. Se fueron para Logroño.
En la década de los 70 el pueblo estaba prácticamente sin vida, solo algunos vecinos seguían yendo a trabajar las tierras y es a últimos de esta década y primeros de los 80 cuando Las Ruedas vuelve a recobrar vida con la vuelta de los hijos del pueblo que volvían para vacaciones, además de forasteros que compraron algunas casas y las rehabilitaron buscando unos alicientes paisajisticos y de tranquilidad que no se daban en otros pueblos.
Se recuperan algunos huertos, se limpian los antiguos regadíos y se hace una nueva traída de agua al pueblo.
Se formó la Asociación de Amigos de Las Ruedas para dar un impulso al pueblo, se arreglan las casas y los vecinos acuden los fines de semana.
Se recupera la fiesta de Nuestra Señora de los Remedios celebrándola el primer domingo de septiembre. Se hace misa y procesión, se reparten los bollos ruedeños, se rifa un jamón, no falta el zurracapote, se realizan juegos infantiles y por la noche música con La Charanga Siete Valles de Logroño. Se hacia caldereta de cordero en la chopera del pueblo reunidos en familia.
Desde Arnedo subía el panadero y fruteros en furgonetas que iban hasta Yanguas, tambien de Arnedillo venían vendiendo el pan.
El pueblo había recobrado vitalidad y alegría.
Pero.....
´´Como en los cuentos, la dicha no dura mucho en la casa del pobre. Aparece el proyecto de la presa del Cidacos y esta es la espada de Damocles que desde finales de los 80 está amenazante sobre Las Ruedas. Al crear la Asociación esperamos obtener ayudas comunitaria como gozan los demás pueblos de la Rioja, pero siempre encontramos la misma respuesta, que ¨es zona inundable y que será en breve anegada por las aguas¨, no se puede despilfarrar el dinero publico, incluso para obtener el mínimo servicio como es el del agua y la luz. Pero el tesón de los ruedeños es más fuerte y nos lo proporcionamos nosotros
mismos´´, se queja con amargura Magdalena Martinez.
En el año 1995 se ejecutó el desvío de la carretera y se hizo la expropiación de los terrenos rústicos.
Las obras del pantano comenzaron en 2009 y esto supuso un desanimo muy grande entre la gente que poco a poco iban mermando en sus visitas al pueblo.
Desanimo que refleja muy bien Magdalena con sus palabras:
´´ El pantano nos ha matado, la gente ha dejado de venir a sus casas, ni siquiera en fines de semana, el año pasado (2012) la fiesta ya fue muy descafeinada, acudió gente, aunque solo tres familias nos quedamos a dormir esa noche en el pueblo. Daba mucha pena verlos marchar después de la misa. Nada queda ya de la ilusión que tuvimos tiempo atrás´´.
Así hasta llegar a la actualidad, con la carretera cortada, el pueblo sometido a un proceso de demolición, por lo que se ha visto afectado por un expolio brutal y como siempre la expropiación se ha hecho de mala manera, no tasando las viviendas y las fincas con su valor real, algunas familias aun no han cobrado y andan en pleitos con la Confederación del Ebro.
Tanta prisa por desalojar cuando las obras están prácticamente paradas y no se sabe cual será la fecha de su finalización.
Muy triste final para Las Ruedas de Enciso.
Vista de Las Ruedas de Enciso desde la carretera nueva. En un futuro todo quedará cubierto por las aguas.
Llegando a Las Ruedas por el camino de Yanguas. A la derecha la taberna-tienda de La Tanis.
Recuerdo muy agradable de Magdalena Martinez hacia esta persona y al comercio que regentaba:
´´ Era una taberna donde todo el mundo paraba, se sentaban en unos bancos, frente a unas mesas bajitas y largas forradas de zinc y le servían el vino en porrón o en bota. También los hombres acudían a jugar al mus los domingos. Recuerdo que las piedras del mus eran piritas pequeñitas que se encontraban por el rio, las llamábamos resplandos. En la tienda vendían de todo como era normal, desde ramales para las caballerías, albarcas, alpargatas, hasta agujas de coser, caramelos, cacahuetes, etc.
Tanis se quedó con la taberna cuando sus tíos (Ruperto y Mónica) murieron. Era una mujer muy animosa, amante del pueblo. Era un aliciente ir en las tardes del verano a tomar el porroncito de cerveza con gaseosa acompañado de cacahuetes o aceitunas. Pese a que el pueblo estaba casi vacío por el éxodo, ella en el verano proporcionaba lo imprescindible para refrescar el gaznate.
Cuando murió por los años 80 todos la añoramos´´.
Foto cedida por Carlos Sieiro
La iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Remedios. Fue derribada para que los camiones de gran tonelaje que llevaban las vigas del muro de la presa pudieran doblar la curva de la carretera.
Esto ocurría el 12 de junio de 2007, una fecha amarga que la tiene bien presente Magdalena Martinez en su memoria entre evocadores recuerdos :
´´ Ese día me levanté muy pronto, sabía que iba a ocurrir algo anunciado desde hacia tiempo, la víspera me lo comentaron ¨mañana a las 9 tiran la iglesia¨, estuve sacando las últimas fotografías a los muros que tantos recuerdos me traían, cuantas veces en derredor de ellos habíamos jugado todas las generaciones de chiquillos que por el pueblo habíamos pasado,la parte de las campanas que da a la carretera servía de frontón, no sólo para los niños sino también a los mozos. En la parte sur que da al cementerio viejo, donde están las piedras, me parecía ver las personas que tomando el sol, leyendo el periódico o cosiendo, charlaban y comentaban los acontecimientos y comunicaban sus opiniones. En esa misma pared se apilaban un enorme montón de estrepas que los muchachos y muchachas preparábamos para hacer la gran hoguera de San Jorge la noche del 22 de abril. Oía en la parte Este, donde estaba la Sacristía , aquél campanil de un sonido único, que por lo pequeño que era, su voz era alegre y ágil como ninguno. Recordaba aquellas mañanas de invierno, cuando todavía estabas confortablemente en la cama, o las madrugadoras mañanas del verano, cuando todavía no había amanecido por completo, que los buenos curas nos hacían saltar de la cama con aquél tintineo vibrante del campanil, para hacer la Misa de Segadores y poder marchar temprano a otro pueblo. Entré en el Pórtico de la Iglesia , recordaba los bautizos, en la puerta de la iglesia le imponían al chiquillo el nombre, le daban la sal y los óleos y ya cuando era aceptado se iba a la pila bautismal. También en el Pórtico se bailaba, sobre todo el día 2 de octubre porque en el sitio habitual que era la carretera, por esas fechas corría un cierzo bastante desagradable tanto para el gaitero Santos de Garranzo e Indalecio, el tamborilero de Lería, como para la gente del pueblo, entre las paredes del pórtico, resultaba más acogedor. También allí se celebraba alguna fiesta de invierno, Alguna veces los mozos habían celebrado su tradicional fiesta de las Candelas.... Seguí mi recorrido, la Iglesia ya estaba ruinosa desde hace mucho tiempo, pero me adentré por lo que fue el recinto de la misma, se notaban las señales de los altares, veía a las mujeres arrodilladas en su almohadilla o sentadas en su sillita, con su palmatoria y su vela encendida, todo el mundo tenía su sitio, siempre el mismo, y llegué al de mi familia, donde mi madre tenía su reclinatorio, no se que fuerza me hizo pararme en seco y la verdad es que no me parecía que la Iglesia estaba ruinosa, veía los altares con todo su esplendor, la tarima del altar de la Virgen del Rosario, donde nos poníamos todas mis hermanas, el altar de San Jorge, adornado con los pesebres que se le hacían y se le ponían al caballo para su fiesta. El altar mayor, el de la Virgen de los Remedios, cuantos gratos recuerdos, tantísimas veces que hemos limpiado y quitado el polvo a ese altar, que maravilloso me parecía tocar las imágenes y estar cerca de ellas, preparar grandes ramos de flores, casi siempre silvestres, que son tan preciosas, lirios, espino albar, margaritas sanjuaneras,acacias de la carretera, rosas y amapolas del molino, etc. Y ponerlos por todos los sitios, que bien olía la iglesia al día siguiente, y para los días de fiesta sacar los candeleros bonitos y poner muchas velas,veía a la Virgen del Rosario, la que sacábamos en procesión, con su ramo de albahaca o sus olorosas manzanas colgadas de su mano. Oía los funerales cuando fallecía alguien, recuerdo como cantaban montones de responsos en latín el tío Mete y el tío León que habían sido estudiantes de cura y sabían mucho de esas cosas. Pudiera ser, que en esos momentos, de alguna manera cantaran el último funeral, de lo que la Iglesia representa. Volví a la realidad, sabía que pronto estarían las terribles máquinas, el progreso, el bien común, iban a reducir, todavía sus fuertes paredes a escombros´´.
Calle Unica, en sentido descendente
La fuente de Las Ruedas. Procedía de un manantial de Bancerrillo, con el tiempo se perdió y en los años 80 se trajo del barranco del Valle. Con esta traida de agua la gente pudo instalarsela en casa. Detrás, a la izquierda la casa del tío Santiago y la tía Petra y a la derecha la casa de Domingo Ochoa, que la usaba para guardar cereal
La casa de Domingo y Paca. Solo queda en su fachada la circunferencia de un curioso letrero que había en los años 90: ¨Viva Las Ruedas¨
Casa de Felisa y Fidel. Emigraron a Buenos Aires en los años 50. Al fondo el molino Gil
La casa del Cura y el Corralito, lugar donde se reunían las mujeres a coser o a charlar en el invierno.
Calle Única, en sentido descendente. En primer plano, de color blanco, la casa de Julio y Petra, emigraron a Buenos Aires, se quedaron con ella Antonio y Cecilia, a continuación la casa de David Lafuente
Calle Única, en sentido descendente. Llegando a la plaza
La plazuela. A la izquierda la casa de Montiel, en el centro con la fachada de color blanco la casa de Juan Lafuente y Felisa Crespo, fue de la últimas en cerrarse en Las Ruedas. A la derecha vivienda en ruinas que siempre se la conoció deshabitada. Debajo de ella un pasadizo que comunicaba con los huertos del ¨Cañamar¨ y con el río
La plazuela vista desde otro angulo. Igual de hermosa se mire desde donde se mire
Viviendas en la plazuela. A la izquierda la casa de Emilio Lafuente y Bibiana Marín, a la derecha la casa de la tía Nicanora.
La casa de Antonio Benito y Carmen. Bajando hacia el molino de la Juana
Molino harinero de la Juana. Actualmente propiedad de Mary Paz Ochoa.
Molino Gil
**Aparece documentado en el Catastro de Ensenada del año 1751. El molino propiamente dicho es un gran edificio de tres plantas con tejado a dos vertientes. Próximo al edificio se puede ver un complicado conjunto de estancias, ya en ruinas, que son las pruebas arquitectónicas de las múltiples actividades industriales que allí se desarrollaron. En distintas épocas, la energía hidráulica se transformó no solo en molino para el cereal, sino también en aserradero de madera, en fábrica de muebles y en central hidroeléctrica para alumbrado doméstico.
El agua llegaba desde un kilómetro aguas arriba del Cidacos, ya en tierras de Soria. El río molinar es una considerable obra de ingeniería pues tiene una anchura de cerca de tres metros y su profundidad rondaría el metro y medio. De vez en cuando, aparecen aliviaderos de agua, que permitían regular el caudal del agua que era conveniente hacer llegar hasta el molino.
El cubo o depósito, es sin duda, otro exponente de la importancia del molino, donde se vertía el agua de la acequia, que tenía una doble finalidad, proporcionar la fuerza necesaria para mover el molino y la central eléctrica que se inauguró en el 1897. Para este fin existe una rampa de unos doce metros de longitud encajonada entre dos estrechas paredes construidas en mampostería de piedra, en la cual se hallaba la rueda Catalina, primera fuerza motriz de la central, ya que en 1925, quedó en desuso porque se instaló una turbina, si bien esta rampa cumplía una misión muy importante, la de evacuar el agua sobrante en la época de abundancia. Gracias al inteligente diseño de todos sus componentes, jamás sufrió una inundación pese a las tremendas crecidas de agua que han discurrido por el río Cidacos. Este desnivel o salto es uno de los mayores que se conocen en La Rioja.
Se sabe también que en este molino existió una fábrica de muebles, donde se elaboraron camas, meses, sillas, cómodas, etc. y sobre todo cajas en madera de chopo para abastecer a las fábricas de la potente industria textil de Enciso y Munilla.
Los artífices de estas iniciativas, así como la ampliación del primitivo molino que figura en el Catastro de Ensenada fueron Vicente Martinez Sanchez y su hijo Gil Martinez Romero.
**Información de Magdalena Martinez
El molino Gil visto desde la otra orilla del río
**La transformación que realizó Vicente Martínez Sánchez, mi abuelo, fue notoria pues se corresponde con la actualidad, se molía el cereal de todos los pueblos limítrofes; Enciso, Garranzo, El Villar de Poyales, Poyales, Navalsaz, Ambasaguas, La Escurquilla, Valdevigas, estos eran los pueblos que normalmente venían. Pero hay una época antes de que empezasen las restricciones del racionamiento, cuando se crea el Servicio Nacional del Trigo, en los años 40, por lo que se prohíbe a los molinos molturar el trigo, que la gente se apresura a moler y es un tiempo que no se paraba ni de día ni de noche, y acudían de muchos pueblos de La Rioja, hasta de Alfaro, Calahorra, Aldeanueva de Ebro y todos los pueblos del Cidacos…. Venían con carros tirados por mulos, aquello parecía una fiesta, pero la verdad que duró muy poco, hasta que salió la orden con sus restricciones. Se cobraba con la maquila que consistía en coger un celemín de grano por una fanega. El celemín de trigo, tiene aproximadamente unos 3 KG. Y la fanega de 42 a 45. Después vinieron los disgustos, las multas, las inspecciones. Era el tiempo del estraperlo, al labrador le obligaban a declarar el trigo que cosechaba, le dejaban un cupo para su alimento que tenia que llevarlo a moler a las fábricas de harinas y el resto al “Almacén” del Servicio Nacional del Trigo, este cupo era insuficiente para sus necesidades por lo que no declaraba toda su cosecha y eso era lo que se molía de extranjis en los molinos, lo que daba lugar a la persecución de que eran objeto. La Guardia Civil colaboraba con los inspectores de la Fiscalía de Tasas y del SNT. Por lo que en las carreteras inspeccionaban todas las caballerías que veían cargadas con sus sacos de cereal, si era trigo, se lo requisaban y multaban. Esta es la razón por lo cual tienen que acudir al molino por los antiguos caminos del monte, evitando esos encuentros. A veces aprovechaban la noche y más de una vez pernoctaban en el molino tumbados en sus propios sacos, tapados con las mantas que siempre se llevaba en la caballería. Si había la suficiente energía se molía seguidamente y la gente se llevaba su harina, pero si era época de verano o de sequía, había que hacer “cubadas” esperar a recoger el agua para que se llenase la acequia y moler lo que se pudiera. La gente dejaba sus talegas o costales, se les marcaba con su nombre y volvían a recogerlo. Si la sequia era muy pertinaz se acudÍa a la fuerza de un motor, pero esto resultaba muy gravoso pues la gasolina también estaba racionada. Fueron tiempos muy difíciles en todos los aspectos.
Respecto a la central eléctrica “Electra de Enciso”, se inaugura para dar luz a Las Ruedas y a Enciso el 20 de diciembre de 1897, según consta en una escritura, por medio de la rueda catalina como se menciona anteriormente. Mas tarde, Gil Martínez Romero, amplia la central, sustituyéndola por una turbina, y es cuando proporciona alumbrado eléctrico además de los anteriormente dichos a: Munilla, Zarzosa, Larriba, San Vicente de Munilla, Valdevigas, La Escurquilla, Poyales, El Villar de Poyales y Garranzo, 11 pueblos en total diseminados entre los riscos de esa sierra, que sólo el tendido eléctrico era toda una aventura. Esa aventura fue a costa del emprendedor y tuvo que desaparecer por el excesivo gasto que originaba y su poca rentabilidad. Nunca encontró la más mínima ayuda para sustentar un servicio tan indispensable.
**Información de Magdalena Martinez
Solo quedan los pilares de piedra del antiguo puente sobre el Cidacos que comunicaba el pueblo con el molino Gil. En ellos se apoyaban gruesas vigas de madera y sobre ellas un entramado de tablas cubiertas de tierra.
Gran cantidad de cangrejos de excelente calidad proporcionaba el río. También barbos y truchas pero en menor cantidad
Fachadas traseras de las viviendas asomadas al cauce del rio
La casa concejo.Tambien llamada Casa del Pueblo, era la sede de la Asociación de Amigos de Las Ruedas, consta de dos plantas, en la de abajo se guardaban enseres que hacían falta para las fiestas, tablones, tableros, bidones, las andas de la Virgen, las vasijas para hacer el zurracapote, que es donde se guardaba en la fiesta y también se hacia allí el chocolate que se repartía durante la verbena de la víspera de la fiesta, la otra planta, era para reuniones, a veces se celebraba ahí alguna comida o cena de los músicos y hasta alguna exposición de fotografías. La Asociación la arregló varias veces. Durante años fue también la escuela.
La fragua. Se usaba con frecuencia para hacer herraduras para las caballerías. Subía el herrero de Enciso. Encima estaba situada la escuela. Comienzo de la calle Única en sentido ascendente
Poco queda visible de la escuela. La barandilla que contorneaba la escalera de subida es el elemento más significativo. No había casa del maestro. Durante muchísimos años impartió clase Don Juan Lacoste, a su muerte vinieron maestras jóvenes que hicieron cambios muy favorables en la escuela y sobre todo en los niños y niñas. Se alojaban de patrona en alguna casa
Calle Única, en sentido ascendente
Calle Única, en sentido ascendente, si hermosa es de bajada que decir de subida
Horno comunal. Había en principio dos, eran de varias familias, pero podían amasar en ellos otras mujeres, aunque no fuesen dueñas. Se ponían de acuerdo dos o tres mujeres, hacían la masa en las artesas, con la levadura madre. (un trozo de masa de la hornada anterior que se dejaba fermentar). Lo más laborioso era calentar el horno, para ello se utilizaban, aulagas y estrepas, por ser una leña que da mucha llama y se consume muy rápido, esta leña la aportaban proporcionalmente las mujeres que amasaban, era un arte calentar bien el horno todo por igual, se sabía que estaba caliente cuando su interior se tornaba totalmente blanco, luego había que barrerlo, no se podían quedar las ascuas y se amontonaban en el boca del horno por medio de un barredero, que consistía en un palo largo y en su extremo unos trapos de saco totalmente mojados, para que no se prendiesen. Había que hacerlo con destreza y rapidez para que el horno no perdiera su calor.
Mas tarde, en los años 40-50, se construyeron mas hornos de carácter individual, cada uno tenía el suyo en su propia casa. Es el tiempo de la escasez y del racionamiento.
Mas tarde, en los años 40-50, se construyeron mas hornos de carácter individual, cada uno tenía el suyo en su propia casa. Es el tiempo de la escasez y del racionamiento.
La casa de Domingo Ochoa vista desde la puerta del horno
Calle Única, en sentido ascendente. Delicia de arquitectura popular. Entramado de madera con piedra y adobe
La última casa que se cerró en Las Ruedas. Posteriormente en los años 80 fue vendida a gentes venidas de fuera y se hicieron dos viviendas de una
La casa de la Tanis, la última vivienda saliendo hacia Yanguas. Aquí estaba la taberna-tienda