En pleno corazón de la sierra de Guara y cercano al barranco del Mascún se encuentra este despoblado de Otín.
Once casas dieron forma a esta población dividida en dos barrios, el de abajo en llano (1025 metros) y el de arriba sobre un tozal (1070 metros), distante uno de otro alrededor de cuatrocientos metros.
En los años cuarenta alcanzó su mayor densidad poblacional superando el centenar de habitantes, en la década de los cincuenta se habían reducido a la mitad entrando en los años sesenta con una población que agonizaba y no superaba la veintena de personas.
Los candiles de aceite y de carburo fueron sus fuentes de iluminación al no llegar nunca la luz eléctrica al pueblo.
Para consumo de agua tenían la fuente a cinco minutos de las casas.
En las fincas de cultivo se sembraba trigo, ordio, alfalfa, pipirigallo y patatas entre otros productos.
Se desplazaban al molino de Letosa para moler el grano.
Una aventadora traída desmontada desde Rodellar para facilitar la tarea de separar el grano de la paja se puede decir que fue casi el único signo de modernidad que llegó a Otín.
Las ovejas y las cabras se repartían el volumen ganadero.
Era costumbre matar uno o dos cerdos al año en cada casa.
Los aficionados a la caza tenían un buen reclamo con los conejos, las perdices o las tordas.
Barranco Cerolles
Barranco de Los Huertos
Barranco Losamora
Barranco Raisin
Buralón
Camino a Letosa
Campo Fuente
Campos de Chuán
Cerro de Otín
Codeta
Colladas del Aire
Concella
Coronas
Costeras
Cuca Bellostas
Cueva de Andrebod
D´As Gleras
El Cajigar
La Ciudadela
La Costera
La Solana
Moliñón
Naponal
Pedregón
Puntón de Andrebod
Puyal
Río Mara
Verchels
**Son algunos topónimos de lugares comunes de Otín que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**
Hubo cura residente en Otín antes de la guerra, y ya en los años posteriores venía desde Rodellar a oficiar los actos religiosos (en los años 50 se realizó la última ceremonia de boda).
El médico se desplazaba desde Bierge a visitar al enfermo aunque dada la lejanía de este pueblo se recurría a las buenas artes y los conocimientos del practicante de Rodellar.
También de Rodellar venía el cartero a repartir la correspondencia.
En Otín había herrería y herrero pero al fallecer este era el de Letosa el que venía a realizar cualquier apaño de forja o herraje. En los últimos años fue el herrero de Bara el que realizó tal cometido en visitas muy esporádicas.
La fiesta grande de Otín era el 24 de agosto para San Bartolomé. Tenía una duración de tres días. Se hacía ronda por las casas con los músicos donde se obsequiaba a la comitiva con tortas, pastas y porrón. En la comida era costumbre sacrificar un cordero en cada casa o un pollo para dar de comer a todos los invitados. Al ser en fecha veraniega acudía buen número de gente a participar de las fiestas y así venía la juventud de Letosa, Bara, Nasarre, San Póliz, Bagüeste y de las pardinas Ballabriga, Vellanuga y Albás. El baile se hacia por la tarde en el interior de la escuela amenizado por los músicos de Adahuesca: la orquesta Nasarre y su ritmo, músicos que eran muy solicitados en numerosos pueblos de la provincia en los años 50 para tocar en las fiestas. Los mayores aprovechaban estos días para echar buenas partidas de julepe.
La fiesta pequeña era para San José el 19 de marzo. Duraba dos días.
En junio asistían a la romería al santuario de San Úrbez en término municipal de Nocito donde se le hacían rogativas al santo para que trajera la lluvia en época de sequias.
A Rodellar se desplazaban cuando lo necesitaban para hacer compras. Allí se abastecían de productos de primera necesidad que no había en el pueblo, también desde el mismo pueblo de Rodellar y desde Bierge subían vendedores ambulantes con caballerías ofreciendo pan, vino, arroz, azúcar o cosas de paños e hilos.
En febrero asistían a la feria de la Candelera en Barbastro, fecha en que se juntaba allí las gentes de todo el Somontano, donde se acostumbraba a vender cerdos, pollos y gallinas y de paso se compraban otros productos de los que carecían como ropa, calzado o diversos utensilios.
En un pueblo tan aislado, donde nunca llegó una pista transitable para vehículos, donde no apareció nunca la luz eléctrica y donde todo quedaba muy retirado como era el caso del medico entre otros asuntos, la emigración tenía que aparecer por fuerza. A últimos de los cincuenta y la década de los sesenta el éxodo ya fue imparable. Barbastro y Barcelona entre otros lugares acogieron a buena parte de las gentes de Otín que quisieron buscar una vida más confortable. Félix Mairal de Casa O Lujo fue el último de Otín. Se marchó en 1972 debido a su delicado estado de salud. Cuatro años antes se habían marchado los hermanos Bellosta, Ignacio y Cosme. En los años 80 y 90 hubo un grupo de neo rurales viviendo en el pueblo.
Visitas realizadas en junio de 1996 y junio de 2021.
Fuente de información:
-Articulo: Otín, en el corazón de la sierra de Guara, de Alberto Gracia Trell (basado en conversaciones del autor con Juan José Santolaria de Casa Cabalero). Revista Ronda Somontano.
Alberto: ¡¡Mil gracias!!
Punto y aparte. Otín, el pueblo que va a morir. Este es el primer recuerdo que tengo yo de Otín y diría que en general de todo lo relacionado con la despoblación. Este titular tan trágico formaba parte de un boletín- revista que se publicaba en los años 60 dedicado a promocionar el arte y la cultura de Aragón. Yo era un niño cuando lo leí y a pesar de mi corta edad quedé impresionado por su lectura y sobre todo por su título. Mi mente infantil no entendía como un pueblo se podia morir. Ignoro como cayó en mis manos (no sé si venía en alguna revista de las que compraba mi madre o en algún suplemento, o pudiera ser que lo tuviera algún familiar de mis padres en su casa, me resulta chocante que una publicación de ámbito local hecha en Aragón la pudiera leer yo en aquellos años en Madrid). Este nombre de cuatro letras se quedó para siempre en un rincón de mi mente. Con el paso de los años se había difuminado en mis recuerdos la lectura de ese articulo, no así el nombre del pueblo. Y tuvo que ser la llegada de internet el que me refrescara mi "disco duro" en la cabeza cuando este extraordinario texto salió a las redes sociales. Ya recordaba yo porque tenía el nombre de Otín grabado en mi memoria. Un excursionista y escritor francés había visitado este pueblo en 1968 y ya vio lo que estaba por venir, el pueblo tenía en aquel entonces solo tres habitantes y era cuestión de tiempo que Otín "se iba a morir" y así lo escribió en ese reportaje.
El segundo vinculo surrealista con Otín fue en el año 1996 cuando estaba yo explorando y conociendo despoblados por todo el Sobrarbe cuando un día fui a conocer Otín, previo paso por Bagüeste y Letosa. Caminata desde Las Bellostas, almuerzo de las vituallas que llevaba en Letosa y cuando llegué a Otín sobre las tres y media de la tarde al adentrarme en el corazón del pueblo me encuentro con un bar en un pueblo supuestamente abandonado en el confín del mundo, el bar Manolo. Desconocía totalmente la existencia de ese establecimiento allí que servía como descanso y comida para los excursionistas que en aquellos años hacían barranquismo en el Mascún, en su mayoría franceses. Aunque ya había comido un bocadillo unas horas antes en Letosa entré a dicho bar porque me picaba la curiosidad. Dos o tres mesas estaban ocupadas por excursionistas y yo me senté en una junto a la puerta donde di buena cuenta de un pincho de tortilla y dos cervezas que me supieron a gloria. La persona que lo regentaba (Manolo) simplemente me preguntó que si iba a hacer barranquismo y le dije que no, que estaba conociendo los pueblos de la zona. No volví a conversar más con él. Se sentó con las gentes de una de las mesas y yo di buena cuenta de lo que había pedido. Las conversaciones que se escuchaban eran en francés por lo que no me pude enterar de gran cosa. Salí de allí una vez consumida la bebida y la comida y me dispuse a visitar el pueblo. Las casas todavía estaban en relativo buen estado y se veía la presencia de neo rurales en alguna casa y borda. Dos fotos de carrete que hice y que luego las perdí fue el recuerdo que me lleve de esta primera visita a Otín, aparte de la extravagancia de ver un bar en un sitio tan apartado de todo.
Es en este año de 2021 cuando hago mi segunda visita a Otín. Esta vez el acceso lo hago desde Bara donde he dejado el coche. Subo por el empinado sendero que me llevara hasta el pueblo de Nasarre (este si era la primera vez que lo conocía a diferencia de Otín que lo había visitado veinte años antes). En Nasarre fue donde hice mi frugal avituallamiento de comida y bebida pero ya vi que algo no iba bien. Estaba bebiendo mucha agua, más de lo normal. El cuerpo me lo pedía. A este paso me iba a quedar pronto sin nada porque me quedaba todavía la bajada hasta Otín y la posterior vuelta a Bara previo paso por Nasarre nuevamente. El camino de Nasarre a Otín al ser bajada lo hice sin mucho contratiempo. Poco antes de llegar al pueblo me crucé con una pareja de senderistas franceses con dos perros. Llego a Otín y me siento en una piedra a la sombra. No voy bien. Me queda poca agua y la termino de consumir porque así me lo pide mi organismo. Pasan dos cicloturistas por el camino, llevan mochilas bien cargadas a la espalda, nos saludamos, me preguntan por el camino para ir a conocer el dolmen de Losa Mora, lo desconozco así que no les puedo ser de mucha ayuda. Continúan su camino y yo me dispongo a transitar por el pueblo. Que dicho sea de paso ya esta muy deteriorado, muchas edificaciones caídas y abundante vegetación en ciertas partes del pueblo. Me sitúo enfrente de lo que fue el bar Manolo, rememoro aquel día veinticinco años antes en que entré en su interior. Ahora ya es imposible. El edificio anteriormente fue la escuela del pueblo. Un buen "mordisco" en su planta de arriba no vaticina un futuro muy halagüeño para esta edificación. Haciendo hilera hay dos casas que si presentan un mejor estado exterior pero no se puede entrar a ellas. Salgo hasta el camino que viene de Las Bellostas y lleva a Rodellar. Veo la fuente, me encamino hasta la ermita. La huella de los que vivieron después en Otín esta bien presente en el interior del templo. Todo lo que trajeron no se lo llevaron y a día de hoy su uso en tiempos pasados como albergue está todavía bien presente. Sigo sin ir bien pero hago esfuerzo por ver todo lo que puedo de Otín. Subo hasta un grupo de bordas con sus eras correspondientes. Preciosas tanto unas como otras. Bajo hasta el corazón del pueblo, nuevamente frente a lo que fue el bar Manolo y la calle principal de Otín. Oigo algarabía de un grupo de personas hablando a buena voz unos metros más adelante, justo en el camino de Las Bellostas, pero no vienen hacia donde estoy yo. Me adentro por otras callejuelas hasta donde la vegetación me lo permite. El barrio bajero ya está practicamente visto. Me queda por ver la iglesia y el barrio alto. Cojo el camino de Nasarre y cuando llego a su altura me adentro entre matorral bajo y llego hasta el templo. Un "ejercito" de cabras lo tienen como "cuartel general", entran y salen, mucha vegetación también y no es fácil acercarse. Me dirijo a las casas cercanas. Una llama mi atención porque tuvo que ser de buena presencia y envergadura aún cuando ya ha perdido casi todo el tejado. Más cabras pastorean tranquilamente por las cercanías de la casa. Veo alguna borda cercana y me dispongo a dar por concluida mi visita a Otín. Me espera una dura caminata primero en subida hasta Nasarre y luego en bajada hasta Bara. Me ha quedado una parte de Otín pegada al camino de Rodellar que no he visto ni tampoco he podido ver el pueblo como a mi me gusta, con calma y saboreando despacio todas sus calles y rincones pero siento que las fuerzas no me acompañan. Después de superar la pardina Bellanuga y poco antes de llegar a Nasarre es cuando empiezo a ver que no puedo coordinar bien mis pasos. Llego con muchas penurias hasta Nasarre y aquí me tumbo en un prado a la sombra a descansar un rato. Pasado un tiempo me dispongo a realizar el trayecto que me queda de bajada hasta Bara. Es alrededor de una hora, pero aún así tendré que hacer un par de paradas intermedias. No voy bien, voy deshidratado. Un fenómeno que ya me pasó una vez veintitantos años atrás también en la provincia de Huesca, subiendo al pueblo de Cajol en La Solana. En aquella mañana pese a que llevaba una botella de agua grande, me la había bebido en apenas dos horas y seguía teniendo sed y eso que era de buena mañana cuando empecé a andar y el calor todavia no apretaba pero por alguna razón me estaba deshidratando. Hice una caminata bastante penosa pero me salvó la fuente de Cajol, pese a estar el pueblo deshabitado de su fuente todavía manaba un buen chorro de agua. Fue mi salvación porque en aquella ocasión la caminata también era bien larga. En este caso no he tenido la suerte de poder saciar mi sed en ningún sitio así que me toca ir bajando penosamente hasta Bara donde una vez que llegue me tirare de cabeza a una fuente que veo a la entrada del pueblo donde me repongo de la falta del preciado liquido. Me tiro un par de minutos bebiendo agua y ya sin más contratiempos llego hasta donde tengo el coche.
Y con todo esto Otín figura como uno de los lugares con el que más vinculo tengo y tendré a la hora de tirar del hilo de mis recuerdos, pero también lo será porque me siento totalmente enamorado del nombre de este pueblo. Nunca cuatro letras dieron forma a un nombre tan sonoro. ¡¡OTÍN!! que bien me suena cada vez que lo pronuncio, lo leo o lo escucho. Me fascina este nombre para un despoblado.
Casa Cosme Bellosta. Fue la penúltima que se cerró en Otín. Era una de las casas más fuertes del pueblo.
La escuela de Otín. Venían a ella también los niños de Nasarre, Letosa, San Póliz y las pardinas de Ballabriga y Vellanuga. Se edificó en los primeros años 20 y se cerró a últimos de los 50. En la planta de arriba estaba la casa de la maestra.
En los años 80 y 90 un empresario catalán instaló aquí el mítico bar Manolo, parada de los numerosas personas que en aquellos años hacian barranquismo en el Mascún.
Once casas dieron forma a esta población dividida en dos barrios, el de abajo en llano (1025 metros) y el de arriba sobre un tozal (1070 metros), distante uno de otro alrededor de cuatrocientos metros.
En los años cuarenta alcanzó su mayor densidad poblacional superando el centenar de habitantes, en la década de los cincuenta se habían reducido a la mitad entrando en los años sesenta con una población que agonizaba y no superaba la veintena de personas.
Los candiles de aceite y de carburo fueron sus fuentes de iluminación al no llegar nunca la luz eléctrica al pueblo.
Para consumo de agua tenían la fuente a cinco minutos de las casas.
En las fincas de cultivo se sembraba trigo, ordio, alfalfa, pipirigallo y patatas entre otros productos.
Se desplazaban al molino de Letosa para moler el grano.
Una aventadora traída desmontada desde Rodellar para facilitar la tarea de separar el grano de la paja se puede decir que fue casi el único signo de modernidad que llegó a Otín.
Las ovejas y las cabras se repartían el volumen ganadero.
Era costumbre matar uno o dos cerdos al año en cada casa.
Los aficionados a la caza tenían un buen reclamo con los conejos, las perdices o las tordas.
Barranco Cerolles
Barranco de Los Huertos
Barranco Losamora
Barranco Raisin
Buralón
Camino a Letosa
Campo Fuente
Campos de Chuán
Cerro de Otín
Codeta
Colladas del Aire
Concella
Coronas
Costeras
Cuca Bellostas
Cueva de Andrebod
D´As Gleras
El Cajigar
La Ciudadela
La Costera
La Solana
Moliñón
Naponal
Pedregón
Puntón de Andrebod
Puyal
Río Mara
Verchels
**Son algunos topónimos de lugares comunes de Otín que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**
Hubo cura residente en Otín antes de la guerra, y ya en los años posteriores venía desde Rodellar a oficiar los actos religiosos (en los años 50 se realizó la última ceremonia de boda).
El médico se desplazaba desde Bierge a visitar al enfermo aunque dada la lejanía de este pueblo se recurría a las buenas artes y los conocimientos del practicante de Rodellar.
También de Rodellar venía el cartero a repartir la correspondencia.
En Otín había herrería y herrero pero al fallecer este era el de Letosa el que venía a realizar cualquier apaño de forja o herraje. En los últimos años fue el herrero de Bara el que realizó tal cometido en visitas muy esporádicas.
La fiesta grande de Otín era el 24 de agosto para San Bartolomé. Tenía una duración de tres días. Se hacía ronda por las casas con los músicos donde se obsequiaba a la comitiva con tortas, pastas y porrón. En la comida era costumbre sacrificar un cordero en cada casa o un pollo para dar de comer a todos los invitados. Al ser en fecha veraniega acudía buen número de gente a participar de las fiestas y así venía la juventud de Letosa, Bara, Nasarre, San Póliz, Bagüeste y de las pardinas Ballabriga, Vellanuga y Albás. El baile se hacia por la tarde en el interior de la escuela amenizado por los músicos de Adahuesca: la orquesta Nasarre y su ritmo, músicos que eran muy solicitados en numerosos pueblos de la provincia en los años 50 para tocar en las fiestas. Los mayores aprovechaban estos días para echar buenas partidas de julepe.
La fiesta pequeña era para San José el 19 de marzo. Duraba dos días.
En junio asistían a la romería al santuario de San Úrbez en término municipal de Nocito donde se le hacían rogativas al santo para que trajera la lluvia en época de sequias.
A Rodellar se desplazaban cuando lo necesitaban para hacer compras. Allí se abastecían de productos de primera necesidad que no había en el pueblo, también desde el mismo pueblo de Rodellar y desde Bierge subían vendedores ambulantes con caballerías ofreciendo pan, vino, arroz, azúcar o cosas de paños e hilos.
En febrero asistían a la feria de la Candelera en Barbastro, fecha en que se juntaba allí las gentes de todo el Somontano, donde se acostumbraba a vender cerdos, pollos y gallinas y de paso se compraban otros productos de los que carecían como ropa, calzado o diversos utensilios.
En un pueblo tan aislado, donde nunca llegó una pista transitable para vehículos, donde no apareció nunca la luz eléctrica y donde todo quedaba muy retirado como era el caso del medico entre otros asuntos, la emigración tenía que aparecer por fuerza. A últimos de los cincuenta y la década de los sesenta el éxodo ya fue imparable. Barbastro y Barcelona entre otros lugares acogieron a buena parte de las gentes de Otín que quisieron buscar una vida más confortable. Félix Mairal de Casa O Lujo fue el último de Otín. Se marchó en 1972 debido a su delicado estado de salud. Cuatro años antes se habían marchado los hermanos Bellosta, Ignacio y Cosme. En los años 80 y 90 hubo un grupo de neo rurales viviendo en el pueblo.
Visitas realizadas en junio de 1996 y junio de 2021.
Fuente de información:
-Articulo: Otín, en el corazón de la sierra de Guara, de Alberto Gracia Trell (basado en conversaciones del autor con Juan José Santolaria de Casa Cabalero). Revista Ronda Somontano.
Alberto: ¡¡Mil gracias!!
Punto y aparte. Otín, el pueblo que va a morir. Este es el primer recuerdo que tengo yo de Otín y diría que en general de todo lo relacionado con la despoblación. Este titular tan trágico formaba parte de un boletín- revista que se publicaba en los años 60 dedicado a promocionar el arte y la cultura de Aragón. Yo era un niño cuando lo leí y a pesar de mi corta edad quedé impresionado por su lectura y sobre todo por su título. Mi mente infantil no entendía como un pueblo se podia morir. Ignoro como cayó en mis manos (no sé si venía en alguna revista de las que compraba mi madre o en algún suplemento, o pudiera ser que lo tuviera algún familiar de mis padres en su casa, me resulta chocante que una publicación de ámbito local hecha en Aragón la pudiera leer yo en aquellos años en Madrid). Este nombre de cuatro letras se quedó para siempre en un rincón de mi mente. Con el paso de los años se había difuminado en mis recuerdos la lectura de ese articulo, no así el nombre del pueblo. Y tuvo que ser la llegada de internet el que me refrescara mi "disco duro" en la cabeza cuando este extraordinario texto salió a las redes sociales. Ya recordaba yo porque tenía el nombre de Otín grabado en mi memoria. Un excursionista y escritor francés había visitado este pueblo en 1968 y ya vio lo que estaba por venir, el pueblo tenía en aquel entonces solo tres habitantes y era cuestión de tiempo que Otín "se iba a morir" y así lo escribió en ese reportaje.
El segundo vinculo surrealista con Otín fue en el año 1996 cuando estaba yo explorando y conociendo despoblados por todo el Sobrarbe cuando un día fui a conocer Otín, previo paso por Bagüeste y Letosa. Caminata desde Las Bellostas, almuerzo de las vituallas que llevaba en Letosa y cuando llegué a Otín sobre las tres y media de la tarde al adentrarme en el corazón del pueblo me encuentro con un bar en un pueblo supuestamente abandonado en el confín del mundo, el bar Manolo. Desconocía totalmente la existencia de ese establecimiento allí que servía como descanso y comida para los excursionistas que en aquellos años hacían barranquismo en el Mascún, en su mayoría franceses. Aunque ya había comido un bocadillo unas horas antes en Letosa entré a dicho bar porque me picaba la curiosidad. Dos o tres mesas estaban ocupadas por excursionistas y yo me senté en una junto a la puerta donde di buena cuenta de un pincho de tortilla y dos cervezas que me supieron a gloria. La persona que lo regentaba (Manolo) simplemente me preguntó que si iba a hacer barranquismo y le dije que no, que estaba conociendo los pueblos de la zona. No volví a conversar más con él. Se sentó con las gentes de una de las mesas y yo di buena cuenta de lo que había pedido. Las conversaciones que se escuchaban eran en francés por lo que no me pude enterar de gran cosa. Salí de allí una vez consumida la bebida y la comida y me dispuse a visitar el pueblo. Las casas todavía estaban en relativo buen estado y se veía la presencia de neo rurales en alguna casa y borda. Dos fotos de carrete que hice y que luego las perdí fue el recuerdo que me lleve de esta primera visita a Otín, aparte de la extravagancia de ver un bar en un sitio tan apartado de todo.
Es en este año de 2021 cuando hago mi segunda visita a Otín. Esta vez el acceso lo hago desde Bara donde he dejado el coche. Subo por el empinado sendero que me llevara hasta el pueblo de Nasarre (este si era la primera vez que lo conocía a diferencia de Otín que lo había visitado veinte años antes). En Nasarre fue donde hice mi frugal avituallamiento de comida y bebida pero ya vi que algo no iba bien. Estaba bebiendo mucha agua, más de lo normal. El cuerpo me lo pedía. A este paso me iba a quedar pronto sin nada porque me quedaba todavía la bajada hasta Otín y la posterior vuelta a Bara previo paso por Nasarre nuevamente. El camino de Nasarre a Otín al ser bajada lo hice sin mucho contratiempo. Poco antes de llegar al pueblo me crucé con una pareja de senderistas franceses con dos perros. Llego a Otín y me siento en una piedra a la sombra. No voy bien. Me queda poca agua y la termino de consumir porque así me lo pide mi organismo. Pasan dos cicloturistas por el camino, llevan mochilas bien cargadas a la espalda, nos saludamos, me preguntan por el camino para ir a conocer el dolmen de Losa Mora, lo desconozco así que no les puedo ser de mucha ayuda. Continúan su camino y yo me dispongo a transitar por el pueblo. Que dicho sea de paso ya esta muy deteriorado, muchas edificaciones caídas y abundante vegetación en ciertas partes del pueblo. Me sitúo enfrente de lo que fue el bar Manolo, rememoro aquel día veinticinco años antes en que entré en su interior. Ahora ya es imposible. El edificio anteriormente fue la escuela del pueblo. Un buen "mordisco" en su planta de arriba no vaticina un futuro muy halagüeño para esta edificación. Haciendo hilera hay dos casas que si presentan un mejor estado exterior pero no se puede entrar a ellas. Salgo hasta el camino que viene de Las Bellostas y lleva a Rodellar. Veo la fuente, me encamino hasta la ermita. La huella de los que vivieron después en Otín esta bien presente en el interior del templo. Todo lo que trajeron no se lo llevaron y a día de hoy su uso en tiempos pasados como albergue está todavía bien presente. Sigo sin ir bien pero hago esfuerzo por ver todo lo que puedo de Otín. Subo hasta un grupo de bordas con sus eras correspondientes. Preciosas tanto unas como otras. Bajo hasta el corazón del pueblo, nuevamente frente a lo que fue el bar Manolo y la calle principal de Otín. Oigo algarabía de un grupo de personas hablando a buena voz unos metros más adelante, justo en el camino de Las Bellostas, pero no vienen hacia donde estoy yo. Me adentro por otras callejuelas hasta donde la vegetación me lo permite. El barrio bajero ya está practicamente visto. Me queda por ver la iglesia y el barrio alto. Cojo el camino de Nasarre y cuando llego a su altura me adentro entre matorral bajo y llego hasta el templo. Un "ejercito" de cabras lo tienen como "cuartel general", entran y salen, mucha vegetación también y no es fácil acercarse. Me dirijo a las casas cercanas. Una llama mi atención porque tuvo que ser de buena presencia y envergadura aún cuando ya ha perdido casi todo el tejado. Más cabras pastorean tranquilamente por las cercanías de la casa. Veo alguna borda cercana y me dispongo a dar por concluida mi visita a Otín. Me espera una dura caminata primero en subida hasta Nasarre y luego en bajada hasta Bara. Me ha quedado una parte de Otín pegada al camino de Rodellar que no he visto ni tampoco he podido ver el pueblo como a mi me gusta, con calma y saboreando despacio todas sus calles y rincones pero siento que las fuerzas no me acompañan. Después de superar la pardina Bellanuga y poco antes de llegar a Nasarre es cuando empiezo a ver que no puedo coordinar bien mis pasos. Llego con muchas penurias hasta Nasarre y aquí me tumbo en un prado a la sombra a descansar un rato. Pasado un tiempo me dispongo a realizar el trayecto que me queda de bajada hasta Bara. Es alrededor de una hora, pero aún así tendré que hacer un par de paradas intermedias. No voy bien, voy deshidratado. Un fenómeno que ya me pasó una vez veintitantos años atrás también en la provincia de Huesca, subiendo al pueblo de Cajol en La Solana. En aquella mañana pese a que llevaba una botella de agua grande, me la había bebido en apenas dos horas y seguía teniendo sed y eso que era de buena mañana cuando empecé a andar y el calor todavia no apretaba pero por alguna razón me estaba deshidratando. Hice una caminata bastante penosa pero me salvó la fuente de Cajol, pese a estar el pueblo deshabitado de su fuente todavía manaba un buen chorro de agua. Fue mi salvación porque en aquella ocasión la caminata también era bien larga. En este caso no he tenido la suerte de poder saciar mi sed en ningún sitio así que me toca ir bajando penosamente hasta Bara donde una vez que llegue me tirare de cabeza a una fuente que veo a la entrada del pueblo donde me repongo de la falta del preciado liquido. Me tiro un par de minutos bebiendo agua y ya sin más contratiempos llego hasta donde tengo el coche.
Y con todo esto Otín figura como uno de los lugares con el que más vinculo tengo y tendré a la hora de tirar del hilo de mis recuerdos, pero también lo será porque me siento totalmente enamorado del nombre de este pueblo. Nunca cuatro letras dieron forma a un nombre tan sonoro. ¡¡OTÍN!! que bien me suena cada vez que lo pronuncio, lo leo o lo escucho. Me fascina este nombre para un despoblado.
Llegando a Otín.
Foto cedida por Alberto Gracia.
La iglesia parroquial de San Juan Bautista.
Casa Cosme Bellosta. Fue la penúltima que se cerró en Otín. Era una de las casas más fuertes del pueblo.
Vista parcial del barrio bajo de Otín.
Calle de Otín.
La escuela de Otín. Venían a ella también los niños de Nasarre, Letosa, San Póliz y las pardinas de Ballabriga y Vellanuga. Se edificó en los primeros años 20 y se cerró a últimos de los 50. En la planta de arriba estaba la casa de la maestra.
En los años 80 y 90 un empresario catalán instaló aquí el mítico bar Manolo, parada de los numerosas personas que en aquellos años hacian barranquismo en el Mascún.
Calle de Otín.
Casa Cabalero.
Casa O Piquero. A continuación la escuela.
Inscripción en el dintel de Casa O Piquero.
Casa Fumanal.
Fachadas esquineras.
Ermita de la Virgen del Barranco.
La fuente de Otín.
Era de trillar y borda.
Borda.