Situado en el hondón de una vaguada que forma el río Monleón se encuentra el pueblo de La Estrella, pedanía de Mosqueruela.
A 820 metros de altitud en la margen izquierda del río una cincuentena de casas en sus mejores tiempos dieron forma a esta recóndita población que llegó a estar habitada por algo más de doscientas personas.
"La Estrella tenía alrededor de unas sesenta masías dispersas en su término. Antiguamente todas estaban habitadas, hoy tan solo queda una con gente".
JUAN MARTÍN COLOMER.
Las casas se adaptan al desnivel del terreno formando un núcleo rectangular siendo la plaza y la calle Mayor sus principales arterías.
"Mis suegros contaban que cuando ellos se casaron en los años 30 tuvieron muchos problemas para encontrar casa en la que vivir". JUAN MARTÍN COLOMER.
No conocieron nunca la luz eléctrica ni el agua en las casas. Candiles de aceite y de petróleo y las teas fueron sus fuentes de iluminación. Para abastecerse de agua para consumo tenían una fuente a cinco minutos del pueblo.
Había un horno comunitario donde por turno rotatorio se iba elaborando el pan y las tortas.
Cogían leña de encina y de pino para calentar la lumbre de los hogares.
El terreno era áspero y poco productivo. Estaba sembrado principalmente de trigo, avena, patatas y judías.
Para moler el grano iban a los diversos molinos que había en el curso del río Monleón.
La oveja era el animal de referencia en la ganadería. Venían tratantes periódicamente de Villafranca y Vistabella a comprar los corderos.
El río les proporcionaba barbos con el que variar un poco la dieta alimenticia.
En el monte cazaban perdices y conejos.
"Tenía un perro que era muy bueno para todo, había noches que salía por los campos y volvía con un conejo en la boca. Si tenía hambre solo se comía la cabeza, las solía dejar cerca de la fuente. También practiqué la caza con el hurón".
JUAN MARTÍN COLOMER.
Aunque pertenecían a Mosqueruela su comunicación principal era con los pueblos castellonenses de Villafranca del Cid y Vistabella del Maestrazgo.
"A Mosqueruela no íbamos casi nunca. Solamente cuando había que pagar la contribución y poco más. Siempre nos desplazábamos a Villafranca que nos pillaba más cerca. A este pueblo teníamos dos horas de camino, lo mismo que a Vistabella, sin embargo a Mosqueruela tardábamos cinco horas".
JUAN MARTÍN COLOMER.
Por La Estrella aparecían vendedores ambulantes con caballerías vendiendo un poco de todo. Venían de Vistabella, de Villafranca y de Culla.
"En cierta ocasión siendo yo adolescente llegó un vendedor ambulante al pueblo y me preguntó que como me llamaba, cuando le dije que Sinforosa se echó a reír y me comentó que el se llamaba Sinforoso. Creía que me estaba gastando una broma puesto que no había conocido a nadie que se llamara igual que yo pero en masculino". SINFOROSA SANCHO.
Se desplazaban en buen número los sábados a Villafranca que era día de mercado. Compraban productos de primera necesidad que no había en el pueblo como el azúcar, arroz, sal... y llevaban a vender uvas y priscos (melocotones pequeños).
"La gente llevaba uvas a vender al mercado de Villafranca pero sobre todo priscos, se vendían muchísimos, así como huevos y pollos, se formaban reatas de gente con los machos de camino a Villafranca.
Al llegar a la plaza del mercado había un señor por allí que en tono despectivo siempre decía: lo que traen los de La Estrella en esas caballerías no ha de valer gran cosa, pero el caso es que todo lo que llevábamos se vendía".
SINFOROSA SANCHO.
El cura venía desde Mosqueruela para oficiar los actos religiosos. Don José María lo estuvo haciendo unos cuantos años.
Desde Vistabella venía el médico cuando se le requería. Había que llevar una caballería para que se pudiera desplazar a visitar al enfermo. En otras ocasiones hacía el trayecto andando.
José, el cartero de Mosqueruela venía con un macho a traer la correspondencia.
El primer domingo de mayo se realizaba la romería a la Virgen de la Estrella por parte de las gentes de Mosqueruela. Salían al mediodía y llegaban ya entrando la noche. Junto al peirón de entrada al pueblo esperaba la gente de La Estrella a los romeros y todos juntos recorrían los últimos metros hasta la plaza. Las gentes venidas de Mosqueruela se hospedaban en las dos casas habilitadas para ellos: la Casa Vieja y la Casa Nueva o bien en casas particulares si tenían familia. Era costumbre cenar judías. Al día siguiente se celebraba misa solemne y los cantos de los Gozos a la Virgen, tras lo cual los romeros volvían a Mosqueruela.
En noviembre para San Martín se hacía una nueva romería pero con menor afluencia de gente. Era considerada la fiesta propia de La Estrella y se realizaba como fiesta de acción de gracias por haber terminado la vendimia.
"Había un cura que no quería que se celebrara baile ninguno el día de la fiesta. Así que había que improvisar y echar unos cuantos bailes antes de que él llegara". SINFOROSA SANCHO.
Los sábados y domingos se hacía baile a nivel local en una de las dos tabernas que había en el pueblo. Venía mucha juventud de las masías. Se bailaba al son de guitarra y laúd.
Los años de la posguerra fueron dificiles en La Estrella. Al especial aislamiento del pueblo con caminos de caballería como unica manera de llegar, se unía la lejanía de todo y los conflictos armados que había en la sierra.
"En los años 40 y 50 estaba el tema de los maquis que se movían por esta zona y tenían ayuda en algunas casas y masías. Los guardias venían cada cierto tiempo a inspeccionar y a preguntar. Tenías que ir con mucho tacto para no meterte en problemas y no enfadar a unos o a otros". JUAN MARTÍN COLOMER.
Los años 50 y 60 fueron el comienzo del fin para La Estrella. La emigración estaba en su apogeo y cada vez se iban cerrando más casas. No había futuro en el pueblo con el aislamiento que tenían, el poco rendimiento que se le sacaba a la tierra y la falta de servicios básicos por lo que las gentes fueron buscando otras alternativas para iniciar una nueva vida. Así lugares como Burriana, Castellón, Zaragoza o Barcelona acogieron a gentes oriundas de La Estrella.
Cuando en los años 70 se fueron los últimos matrimonios que aguantaban en el pueblo: Ángel y Juana por un lado y Francisco y Dorotea por otro, La Estrella pasó a ser un lugar moribundo, agonizante pero no muerto del todo. Dos personas hicieron oídos sordos a los cantos de sirena que llegaban de otras partes y echaron el ancla en el pueblo. El matrimonio formado por Juan Martín y Sinforosa se convirtieron desde entonces en los guardianes de La Estrella. Ellos han mantenido la presencia humana de manera continuada y se han encargado de mantener, custodiar y preparar las dos casas destinadas a hospedería y la iglesia para la cita anual de la romería a la Virgen de La Estrella por parte de los romeros de Mosqueruela. Han vivido durante cuarenta años en soledad, de manera precaria pero en consonancia con lo que ellos han querido: vivir el resto de sus días en La Estrella dando la espalda al "progreso".
"En los últimos años tenemos placas solares para la iluminación, pero antes con los candiles nos apañábamos. No nos hace falta saber la hora que es, comemos cuando tenemos hambre y nos acostamos cuando es de noche. Para lavar al lavadero. No nos hace falta televisión ni nada. Un aparato de radio nos informa de las novedades que hay por el mundo y también nos enteramos de lo que acontece por lo que cuenta la gente que viene de fuera". SINFOROSA SANCHO.
"Yo por mi ya nos habíamos ido hace años pero ella no quiere, está más apegada a esto" JUAN MARTÍN COLOMER.
**En febrero de 2023 Juan Martín y Sinforosa han cerrado para siempre la puerta de su casa dejando La Estrella sumida en un manto de soledad y silencio**
Informantes: Juan Martín Colomer y Sinforosa Sancho, los últimos de La Estrella (Conversación personal mantenida a la puerta de su casa).
Visitas realizadas en noviembre de 1996 y julio de 2019.
Punto y aparte.¿Cuántas personas habrían visitado La Estrella en estos últimos años si no es por el "interés" de ver a sus dos numantinos resistentes? Yo creo que muy pocos. No es fácil llegar hasta allí y si no hubiera el morbo de ver a dos octogenarios viviendo en completa soledad en un pueblo prácticamente "abandonado" las visitas a este pueblo serían contadas. Y aunque La Estrella es un pueblo hermosísimo todo hay que decirlo pero eso no despierta por si solo el interés de la mayoría de los que se han aventurado a llegar hasta este escondido lugar. Lamentablemente como está pasando en algún otro lugar de la geografía española las gentes no van a ver el pueblo en si, van a ver a los que allí viven porque los consideran un "rara avis".
A ello han contribuido mucho los medios de comunicación que en algunos casos buscando el lado sensacionalista han hecho que La Estrella haya sido un lugar de peregrinación todos estos años pero no de romeros, sino de "curiosos" de ciudad.
¿Qué se puede decir de La Estrella que no se haya contado ya? Prensa, radio, televisión, anuncios publicitarios, reportajes fotográficos de modelos, you tube, blogs, revistas de viajes... hasta un reportaje infame en el programa de Cuarto Milenio. Todos han aportado su granito de arena para que La Estrella sea el icono de la mal llamada España vaciada. No hay más que ver algún reportaje sonoro o escrito en medios de comunicación o internet para ver de manera sonrojante la poca sensibilidad de algunos reporteros con el pueblo de La Estrella y sus dos últimos habitantes. Pero Martín y Sinforosa han estado a la altura que les corresponde y con una paciencia infinita han tenido tiempo para todos y se han mostrado con total naturalidad. Entre todos los hemos exprimido hasta la saciedad buscando nuestra pieza de safari. A mi me queda el consuelo moral de que el reportaje lo habría hecho igual aunque no hubiera vivido este matrimonio allí y que además he esperado a que ellos se hayan marchado definitivamente del pueblo para dar publicidad al lugar aunque no se si es suficiente. Pero en fin...
En mi primera visita allá por 1996 ni siquiera sabía que La Estrella tenía vida porque no me encontré a nadie aquella mañana otoñal. Había alguna casa arreglada y si me llamó la atención ver gallinas correteando por la plaza por lo que supuse que alguien haría visitas periódicas a este pueblo. No sabía nada de que allí vivían dos personas todavía. Quizá el que fuera una mañana de sábado el día que yo visité La Estrella pudiera ser que sus dos moradores hubieran asistido al mercado de Villafranca y por eso no coincidí con ellos, por buscar alguna explicación a que el matrimonio no se encontrara allí aquel día. El caso es que mientras estuve por allí ni un alma se dejó ver por el pueblo.
Pero ya si en aquel año se me quedó en mi memoria este pueblo como uno de los deshabitados más bonitos de España.
Veintitrés años después vuelvo a La Estrella aprovechando unas vacaciones estivales en la costa castellonense. A diferencia de la primera vez ya si voy con conocimiento de quien vive allí y de lo que me voy a encontrar. El pueblo está prácticamente igual, no ha cambiado nada su fisonomía ni sus edificaciones. Recorro la hermosísima calle Mayor con sugerentes rincones y fachadas, unas arregladas y otras no pero mantenidas en buen estado. Paso junto a la plaza, allí veo un land- rover junto a una morera que preside la plaza y lo que más me llama la atención: una multitud de gatos dormitando o deambulando por las cercanías de una de las casas grandes. No hay rastro de personas, todo cerrado, aunque he visto un coche aparcado junto a una calle. Me dirijo hacia el río, a la fuente y al lavadero y es allí cuando contemplo presencia humana. Reconozco a Martín y Sinforosa que están cogiendo agua de la fuente, junto a ellos está un matrimonio que ha venido a pasar el día en la casa familiar que han recuperado. Estas dos personas se van enseguida para su casa después de una conversación fugaz y me quedo con Martín y Sinforosa. Una bondad infinita se refleja en la cara de ambos. Les manifiesto mi interés por la visita a La Estrella y el saber un poco más sobre como era la vida en el pasado. Nos encaminamos al pueblo, Martín lleva una garrafa en la mano, Sinforosa me invita a ver el interior del templo, para lo cual ha cogido previamente la llave. Muy bonito y muy cuidado. En ese momento entra un grupo de jovenes que han llegado en un todo terreno al ver la puerta abierta y se ponen a contemplar lo mucho que hay por ver, haciendo algunos comentarios poco graciosos y fuera de lugar. Salimos ya todos al exterior, Sinforosa echa la llave y nos lleva a un lateral de la iglesia donde hay una pintada alusiva a una desgracia ocurrida en La Estrella en el siglo XIX.
Los jovenes ya no quieren seguir recibiendo las recomendaciones de Sinforosa y se van a ver el pueblo por su cuenta. Sinforosa me invita a pasar al interior de la hospedería donde ellos viven y me enseña las diferentes estancias de la casa: el comedor, los aposentos donde pernoctan los romeros, la habitación que hizo las veces de escuela, el horno... Bajamos a la planta baja, nos disponemos a salir a la calle y allí Sinforosa tiene que mantener a raya a algunos gatos que tratan de colarse al interior de la casa. Consigue que todos salgan fuera y nos sentamos en el poyo donde ya está Martín. Hablamos un poco de todo. Estoy compartiendo momentos con dos personas que van a pasar a la historia, la particular de La Estrella por haber sido sus últimos habitantes y a la general por haberse convertido en emblema de la despoblación. Serán recordados durante mucho tiempo sin ellos haberlo pretendido ni buscado. Pero entre todos lamentablemente los hemos hecho "famosos". La noche ya está encima y la conversación toca a su fin. Ellos ya tienen que cenar (aunque no hacen ninguna alusión a ello ni ninguna indirecta y esperan pacientemente a que yo de por terminada mi visita). Además tengo que aprovechar para hacer las últimas fotografías antes de que la oscuridad de la noche haga acto de presencia. Me despido de ellos muy agradecido, no pierden la sonrisa en la cara en ningún momento. Se meten para dentro de la casa y yo me dispongo a recorrer de manera rápida algunos rincones que me faltaban por ver. Aún así no logro evitar que la noche se presente. Hago algunas fotografías nocturnas. Me encamino al coche y una vez montado en él voy alejándome cada vez más. La oscuridad es total, no hay iluminación exterior en las calles del pueblo. Todo está en penumbra. Según voy cogiendo altura por la pista me parece mentira contemplando la oscuridad de la noche que ahí abajo en la hondonada hay un pueblo y donde dos personas estarán haciendo una cena frugal antes de dar por terminado un día más. Un día rutinario para ellos y un día especial para mí.
Tejados y fachadas traseras de algunas casas. La cupula del santuario hecha de teja azul sobresaliendo por encima.
Llegando a La Estrella por el camino de Mosqueruela. Cruz de término. Se ha sustituido la cruz metálica por la original que era de piedra, destruida durante la guerra civil.
Cauce seco del río Monleón y casas de La Estrella. El río hace de divisoria entre las provincias de Teruel y Castellón.
Vista de la plaza desde la puerta de la iglesia. En el centro una morera junto al land- rover. De frente y a la derecha las dos hospederías propiedad de la iglesia.
La Casa Vieja. Una de las dos hospederías donde se han alojado siempre los romeros de Mosqueruela cuando han venido a la romería de la Virgen de La Estrella. En su interior estaba la escuela de niñas. Doña Paula, natural de Valencia estuvo impartiendo enseñanza durante varios años. Alrededor de una treintena de niñas asistían a clase en los años 40. Es la vivienda donde residen Juan Martín y Sinforosa. Los gatos haciendo la espera.
"Yo apenas fui a la escuela y eso que la tenía en casa. Con diez años tenía que ir de pastora con las ovejas, lo poco que aprendí a leer fue por los libros que había en casa". SINFOROSA SANCHO.
La Casa Nueva. La otra hospedería que había para albergar a los romeros. Durante años funcionó como escuela de niños. Don Ignacio procedente de Andalucía estuvo impartiendo enseñanza durante varios años. Unos treinta niños asistían a clase en los años 40.
Calle de La Estrella y fachada trasera de la Casa Nueva.
Aspecto urbano. Calle en cuesta. La casa con los azulejos blancos y azules era una de las dos tabernas que había en el pueblo. La regentaba el matrimonio formado por Mariano y Dorotea.
Calleja. Aquí estaba la otra taberna que había en La Estrella. La llevaban Rufino y Benedicta. Animados bailes se celebraban en su interior los domingos.
Pintada alusiva a un terrible suceso acontecido en el siglo XIX en La Estrella. En una noche de lluvias torrenciales dos torrentes secos que bajaban de la montaña y que confluían en el pueblo se desbordaron de agua arrastrando todo lo que encontraban a su paso con el catastrófico resultado mencionado.
A 820 metros de altitud en la margen izquierda del río una cincuentena de casas en sus mejores tiempos dieron forma a esta recóndita población que llegó a estar habitada por algo más de doscientas personas.
"La Estrella tenía alrededor de unas sesenta masías dispersas en su término. Antiguamente todas estaban habitadas, hoy tan solo queda una con gente".
JUAN MARTÍN COLOMER.
Las casas se adaptan al desnivel del terreno formando un núcleo rectangular siendo la plaza y la calle Mayor sus principales arterías.
"Mis suegros contaban que cuando ellos se casaron en los años 30 tuvieron muchos problemas para encontrar casa en la que vivir". JUAN MARTÍN COLOMER.
No conocieron nunca la luz eléctrica ni el agua en las casas. Candiles de aceite y de petróleo y las teas fueron sus fuentes de iluminación. Para abastecerse de agua para consumo tenían una fuente a cinco minutos del pueblo.
Había un horno comunitario donde por turno rotatorio se iba elaborando el pan y las tortas.
Cogían leña de encina y de pino para calentar la lumbre de los hogares.
El terreno era áspero y poco productivo. Estaba sembrado principalmente de trigo, avena, patatas y judías.
Para moler el grano iban a los diversos molinos que había en el curso del río Monleón.
La oveja era el animal de referencia en la ganadería. Venían tratantes periódicamente de Villafranca y Vistabella a comprar los corderos.
El río les proporcionaba barbos con el que variar un poco la dieta alimenticia.
En el monte cazaban perdices y conejos.
"Tenía un perro que era muy bueno para todo, había noches que salía por los campos y volvía con un conejo en la boca. Si tenía hambre solo se comía la cabeza, las solía dejar cerca de la fuente. También practiqué la caza con el hurón".
JUAN MARTÍN COLOMER.
Aunque pertenecían a Mosqueruela su comunicación principal era con los pueblos castellonenses de Villafranca del Cid y Vistabella del Maestrazgo.
"A Mosqueruela no íbamos casi nunca. Solamente cuando había que pagar la contribución y poco más. Siempre nos desplazábamos a Villafranca que nos pillaba más cerca. A este pueblo teníamos dos horas de camino, lo mismo que a Vistabella, sin embargo a Mosqueruela tardábamos cinco horas".
JUAN MARTÍN COLOMER.
Por La Estrella aparecían vendedores ambulantes con caballerías vendiendo un poco de todo. Venían de Vistabella, de Villafranca y de Culla.
"En cierta ocasión siendo yo adolescente llegó un vendedor ambulante al pueblo y me preguntó que como me llamaba, cuando le dije que Sinforosa se echó a reír y me comentó que el se llamaba Sinforoso. Creía que me estaba gastando una broma puesto que no había conocido a nadie que se llamara igual que yo pero en masculino". SINFOROSA SANCHO.
Se desplazaban en buen número los sábados a Villafranca que era día de mercado. Compraban productos de primera necesidad que no había en el pueblo como el azúcar, arroz, sal... y llevaban a vender uvas y priscos (melocotones pequeños).
"La gente llevaba uvas a vender al mercado de Villafranca pero sobre todo priscos, se vendían muchísimos, así como huevos y pollos, se formaban reatas de gente con los machos de camino a Villafranca.
Al llegar a la plaza del mercado había un señor por allí que en tono despectivo siempre decía: lo que traen los de La Estrella en esas caballerías no ha de valer gran cosa, pero el caso es que todo lo que llevábamos se vendía".
SINFOROSA SANCHO.
El cura venía desde Mosqueruela para oficiar los actos religiosos. Don José María lo estuvo haciendo unos cuantos años.
Desde Vistabella venía el médico cuando se le requería. Había que llevar una caballería para que se pudiera desplazar a visitar al enfermo. En otras ocasiones hacía el trayecto andando.
José, el cartero de Mosqueruela venía con un macho a traer la correspondencia.
El primer domingo de mayo se realizaba la romería a la Virgen de la Estrella por parte de las gentes de Mosqueruela. Salían al mediodía y llegaban ya entrando la noche. Junto al peirón de entrada al pueblo esperaba la gente de La Estrella a los romeros y todos juntos recorrían los últimos metros hasta la plaza. Las gentes venidas de Mosqueruela se hospedaban en las dos casas habilitadas para ellos: la Casa Vieja y la Casa Nueva o bien en casas particulares si tenían familia. Era costumbre cenar judías. Al día siguiente se celebraba misa solemne y los cantos de los Gozos a la Virgen, tras lo cual los romeros volvían a Mosqueruela.
En noviembre para San Martín se hacía una nueva romería pero con menor afluencia de gente. Era considerada la fiesta propia de La Estrella y se realizaba como fiesta de acción de gracias por haber terminado la vendimia.
"Había un cura que no quería que se celebrara baile ninguno el día de la fiesta. Así que había que improvisar y echar unos cuantos bailes antes de que él llegara". SINFOROSA SANCHO.
Los sábados y domingos se hacía baile a nivel local en una de las dos tabernas que había en el pueblo. Venía mucha juventud de las masías. Se bailaba al son de guitarra y laúd.
Los años de la posguerra fueron dificiles en La Estrella. Al especial aislamiento del pueblo con caminos de caballería como unica manera de llegar, se unía la lejanía de todo y los conflictos armados que había en la sierra.
"En los años 40 y 50 estaba el tema de los maquis que se movían por esta zona y tenían ayuda en algunas casas y masías. Los guardias venían cada cierto tiempo a inspeccionar y a preguntar. Tenías que ir con mucho tacto para no meterte en problemas y no enfadar a unos o a otros". JUAN MARTÍN COLOMER.
Los años 50 y 60 fueron el comienzo del fin para La Estrella. La emigración estaba en su apogeo y cada vez se iban cerrando más casas. No había futuro en el pueblo con el aislamiento que tenían, el poco rendimiento que se le sacaba a la tierra y la falta de servicios básicos por lo que las gentes fueron buscando otras alternativas para iniciar una nueva vida. Así lugares como Burriana, Castellón, Zaragoza o Barcelona acogieron a gentes oriundas de La Estrella.
Cuando en los años 70 se fueron los últimos matrimonios que aguantaban en el pueblo: Ángel y Juana por un lado y Francisco y Dorotea por otro, La Estrella pasó a ser un lugar moribundo, agonizante pero no muerto del todo. Dos personas hicieron oídos sordos a los cantos de sirena que llegaban de otras partes y echaron el ancla en el pueblo. El matrimonio formado por Juan Martín y Sinforosa se convirtieron desde entonces en los guardianes de La Estrella. Ellos han mantenido la presencia humana de manera continuada y se han encargado de mantener, custodiar y preparar las dos casas destinadas a hospedería y la iglesia para la cita anual de la romería a la Virgen de La Estrella por parte de los romeros de Mosqueruela. Han vivido durante cuarenta años en soledad, de manera precaria pero en consonancia con lo que ellos han querido: vivir el resto de sus días en La Estrella dando la espalda al "progreso".
"En los últimos años tenemos placas solares para la iluminación, pero antes con los candiles nos apañábamos. No nos hace falta saber la hora que es, comemos cuando tenemos hambre y nos acostamos cuando es de noche. Para lavar al lavadero. No nos hace falta televisión ni nada. Un aparato de radio nos informa de las novedades que hay por el mundo y también nos enteramos de lo que acontece por lo que cuenta la gente que viene de fuera". SINFOROSA SANCHO.
"Yo por mi ya nos habíamos ido hace años pero ella no quiere, está más apegada a esto" JUAN MARTÍN COLOMER.
**En febrero de 2023 Juan Martín y Sinforosa han cerrado para siempre la puerta de su casa dejando La Estrella sumida en un manto de soledad y silencio**
Informantes: Juan Martín Colomer y Sinforosa Sancho, los últimos de La Estrella (Conversación personal mantenida a la puerta de su casa).
Visitas realizadas en noviembre de 1996 y julio de 2019.
Punto y aparte.¿Cuántas personas habrían visitado La Estrella en estos últimos años si no es por el "interés" de ver a sus dos numantinos resistentes? Yo creo que muy pocos. No es fácil llegar hasta allí y si no hubiera el morbo de ver a dos octogenarios viviendo en completa soledad en un pueblo prácticamente "abandonado" las visitas a este pueblo serían contadas. Y aunque La Estrella es un pueblo hermosísimo todo hay que decirlo pero eso no despierta por si solo el interés de la mayoría de los que se han aventurado a llegar hasta este escondido lugar. Lamentablemente como está pasando en algún otro lugar de la geografía española las gentes no van a ver el pueblo en si, van a ver a los que allí viven porque los consideran un "rara avis".
A ello han contribuido mucho los medios de comunicación que en algunos casos buscando el lado sensacionalista han hecho que La Estrella haya sido un lugar de peregrinación todos estos años pero no de romeros, sino de "curiosos" de ciudad.
¿Qué se puede decir de La Estrella que no se haya contado ya? Prensa, radio, televisión, anuncios publicitarios, reportajes fotográficos de modelos, you tube, blogs, revistas de viajes... hasta un reportaje infame en el programa de Cuarto Milenio. Todos han aportado su granito de arena para que La Estrella sea el icono de la mal llamada España vaciada. No hay más que ver algún reportaje sonoro o escrito en medios de comunicación o internet para ver de manera sonrojante la poca sensibilidad de algunos reporteros con el pueblo de La Estrella y sus dos últimos habitantes. Pero Martín y Sinforosa han estado a la altura que les corresponde y con una paciencia infinita han tenido tiempo para todos y se han mostrado con total naturalidad. Entre todos los hemos exprimido hasta la saciedad buscando nuestra pieza de safari. A mi me queda el consuelo moral de que el reportaje lo habría hecho igual aunque no hubiera vivido este matrimonio allí y que además he esperado a que ellos se hayan marchado definitivamente del pueblo para dar publicidad al lugar aunque no se si es suficiente. Pero en fin...
En mi primera visita allá por 1996 ni siquiera sabía que La Estrella tenía vida porque no me encontré a nadie aquella mañana otoñal. Había alguna casa arreglada y si me llamó la atención ver gallinas correteando por la plaza por lo que supuse que alguien haría visitas periódicas a este pueblo. No sabía nada de que allí vivían dos personas todavía. Quizá el que fuera una mañana de sábado el día que yo visité La Estrella pudiera ser que sus dos moradores hubieran asistido al mercado de Villafranca y por eso no coincidí con ellos, por buscar alguna explicación a que el matrimonio no se encontrara allí aquel día. El caso es que mientras estuve por allí ni un alma se dejó ver por el pueblo.
Pero ya si en aquel año se me quedó en mi memoria este pueblo como uno de los deshabitados más bonitos de España.
Veintitrés años después vuelvo a La Estrella aprovechando unas vacaciones estivales en la costa castellonense. A diferencia de la primera vez ya si voy con conocimiento de quien vive allí y de lo que me voy a encontrar. El pueblo está prácticamente igual, no ha cambiado nada su fisonomía ni sus edificaciones. Recorro la hermosísima calle Mayor con sugerentes rincones y fachadas, unas arregladas y otras no pero mantenidas en buen estado. Paso junto a la plaza, allí veo un land- rover junto a una morera que preside la plaza y lo que más me llama la atención: una multitud de gatos dormitando o deambulando por las cercanías de una de las casas grandes. No hay rastro de personas, todo cerrado, aunque he visto un coche aparcado junto a una calle. Me dirijo hacia el río, a la fuente y al lavadero y es allí cuando contemplo presencia humana. Reconozco a Martín y Sinforosa que están cogiendo agua de la fuente, junto a ellos está un matrimonio que ha venido a pasar el día en la casa familiar que han recuperado. Estas dos personas se van enseguida para su casa después de una conversación fugaz y me quedo con Martín y Sinforosa. Una bondad infinita se refleja en la cara de ambos. Les manifiesto mi interés por la visita a La Estrella y el saber un poco más sobre como era la vida en el pasado. Nos encaminamos al pueblo, Martín lleva una garrafa en la mano, Sinforosa me invita a ver el interior del templo, para lo cual ha cogido previamente la llave. Muy bonito y muy cuidado. En ese momento entra un grupo de jovenes que han llegado en un todo terreno al ver la puerta abierta y se ponen a contemplar lo mucho que hay por ver, haciendo algunos comentarios poco graciosos y fuera de lugar. Salimos ya todos al exterior, Sinforosa echa la llave y nos lleva a un lateral de la iglesia donde hay una pintada alusiva a una desgracia ocurrida en La Estrella en el siglo XIX.
Los jovenes ya no quieren seguir recibiendo las recomendaciones de Sinforosa y se van a ver el pueblo por su cuenta. Sinforosa me invita a pasar al interior de la hospedería donde ellos viven y me enseña las diferentes estancias de la casa: el comedor, los aposentos donde pernoctan los romeros, la habitación que hizo las veces de escuela, el horno... Bajamos a la planta baja, nos disponemos a salir a la calle y allí Sinforosa tiene que mantener a raya a algunos gatos que tratan de colarse al interior de la casa. Consigue que todos salgan fuera y nos sentamos en el poyo donde ya está Martín. Hablamos un poco de todo. Estoy compartiendo momentos con dos personas que van a pasar a la historia, la particular de La Estrella por haber sido sus últimos habitantes y a la general por haberse convertido en emblema de la despoblación. Serán recordados durante mucho tiempo sin ellos haberlo pretendido ni buscado. Pero entre todos lamentablemente los hemos hecho "famosos". La noche ya está encima y la conversación toca a su fin. Ellos ya tienen que cenar (aunque no hacen ninguna alusión a ello ni ninguna indirecta y esperan pacientemente a que yo de por terminada mi visita). Además tengo que aprovechar para hacer las últimas fotografías antes de que la oscuridad de la noche haga acto de presencia. Me despido de ellos muy agradecido, no pierden la sonrisa en la cara en ningún momento. Se meten para dentro de la casa y yo me dispongo a recorrer de manera rápida algunos rincones que me faltaban por ver. Aún así no logro evitar que la noche se presente. Hago algunas fotografías nocturnas. Me encamino al coche y una vez montado en él voy alejándome cada vez más. La oscuridad es total, no hay iluminación exterior en las calles del pueblo. Todo está en penumbra. Según voy cogiendo altura por la pista me parece mentira contemplando la oscuridad de la noche que ahí abajo en la hondonada hay un pueblo y donde dos personas estarán haciendo una cena frugal antes de dar por terminado un día más. Un día rutinario para ellos y un día especial para mí.
La Estrella en 1996.
Llegando a La Estrella.
Tejados y fachadas traseras de algunas casas. La cupula del santuario hecha de teja azul sobresaliendo por encima.
Llegando a La Estrella por el camino de Mosqueruela. Cruz de término. Se ha sustituido la cruz metálica por la original que era de piedra, destruida durante la guerra civil.
Cauce seco del río Monleón y casas de La Estrella. El río hace de divisoria entre las provincias de Teruel y Castellón.
Iglesia de la Virgen de La Estrella.
Vista de la plaza desde la puerta de la iglesia. En el centro una morera junto al land- rover. De frente y a la derecha las dos hospederías propiedad de la iglesia.
La Casa Vieja. Una de las dos hospederías donde se han alojado siempre los romeros de Mosqueruela cuando han venido a la romería de la Virgen de La Estrella. En su interior estaba la escuela de niñas. Doña Paula, natural de Valencia estuvo impartiendo enseñanza durante varios años. Alrededor de una treintena de niñas asistían a clase en los años 40. Es la vivienda donde residen Juan Martín y Sinforosa. Los gatos haciendo la espera.
"Yo apenas fui a la escuela y eso que la tenía en casa. Con diez años tenía que ir de pastora con las ovejas, lo poco que aprendí a leer fue por los libros que había en casa". SINFOROSA SANCHO.
La Casa Nueva. La otra hospedería que había para albergar a los romeros. Durante años funcionó como escuela de niños. Don Ignacio procedente de Andalucía estuvo impartiendo enseñanza durante varios años. Unos treinta niños asistían a clase en los años 40.
Calle de La Estrella y fachada trasera de la Casa Nueva.
La preciosa calle Mayor.
Calle Mayor en su tramo final.
Calle Mayor vista a la inversa.
La casa del cura.
Bonito rincón urbano.
Aspecto urbano. Calle en cuesta. La casa con los azulejos blancos y azules era una de las dos tabernas que había en el pueblo. La regentaba el matrimonio formado por Mariano y Dorotea.
Calleja. Aquí estaba la otra taberna que había en La Estrella. La llevaban Rufino y Benedicta. Animados bailes se celebraban en su interior los domingos.
Viviendas en la parte alta del pueblo.
Viviendas en la parte alta del pueblo.
Vivienda.
Horno de pan comunitario.
La fuente y el lavadero.
Eras de trillar y pajares.
Pintada alusiva a un terrible suceso acontecido en el siglo XIX en La Estrella. En una noche de lluvias torrenciales dos torrentes secos que bajaban de la montaña y que confluían en el pueblo se desbordaron de agua arrastrando todo lo que encontraban a su paso con el catastrófico resultado mencionado.