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Velasco (Soria)

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A 955 metros de altitud sobre un altozano se sitúa el despoblado de Velasco en la confluencia del barranco de La Dehesa con el río Abión en su margen derecha.
Alrededor de una veintena de casas en sus buenos tiempos dieron forma a este pueblo de la comarca de Tierras del Burgo.
Casí todas las casas tenían su horno para hacer el pan.
Tuvieron luz eléctrica desde los años 50 proveniente de Valdealvillo.
Para consumo de agua tenían una fuente a quinientos metros del pueblo.
"Había veces que llevaba dos botijos para llenarlos en la fuente. Iba trasteando con ellos y en alguna ocasión chocaron los dos recipientes rompiéndose uno de ellos, buen sofoco me llevaba y luego me esperaba una buena reprimenda de mi madre en casa". LUIS GARCÍA.

A lavar la ropa se desplazaban las mujeres velasqueñas a una poza situada a media hora del pueblo, en otras ocasiones lo hacían a un canal en el camino de Santiuste.
Se usaba leña de estepa para calentar la lumbre de las casas.

"Durante un tiempo íbamos los sábados a cortar, arreglar y cargar pinos al monte de Velasco que lo había comprado uno de Berlanga de Duero. Nos pagaban a dos pesetas la hora". ANTONINO FERNÁNDEZ.

El invierno se manifestaba por estas latitudes con bastante crudeza.
"Caían nevadas de un metro de altura que tardaban diez o doce días en quitarse. Había que abrir camino con una pala para dar de comer a los animales así como tener abundante comida para ellos pues eran días en los que no se podía hacer nada". ANTONINO FERNÁNDEZ.

"Mucho frio en invierno, nos salían sabañones en los pies, manos y orejas. Recuerdo que las camas estaban heladas al acostarte". LUIS GARCÍA.

Mataban dos cerdos al año.

"En los últimos años solo hacíamos matanza en casa de mi tío Juan y en la nuestra. Como éramos familia nos ayudábamos. Mucho trabajo para los hombres y las mujeres. Los niños disfrutábamos porque era como un día festivo. A mi me tocaba bajar con la bicicleta al Burgo con dos muestras de carne para que las analizara el veterinario y diera el visto bueno". AGUSTÍN GARCÍA.

"Días de mucho trabajo pero también de buena armonía porque nos juntábamos las dos familias. La carne una vez despedazado el animal se salaba y luego se curaba y se ponía en aceite.
El chorizo y el jamón se guardaba para la época de la siega que era cuando más trabajo había.
El lomo se conservaba en orza para el verano.
No me gustaba ver matar al animal, pero luego ya si disfrutaba de todo el evento.
Después de la comida los hombres tomaban coñac, las mujeres anís y a los niños nos daban un vaso minúsculo, más pequeño que el de los chupitos, nos daban una pizca de anís mezclada con agua y así nos engañaban". MARÍ CARMEN FRÍAS.


Su término municipal era pequeño y sus tierras de cultivo estaban sembradas de trigo, cebada y centeno principalmente.
Iban a moler el grano a la harinera de El Burgo de Osma o al molino de Valdealvillo.

"Un capitán de la Guardia Civil de El Burgo de Osma te denunciaba si te veía trabajando en domingo. Como su moto hacia un ruido muy característico cuando la sentíamos venir por la carretera si estábamos en alguna finca cercana nos agachábamos o nos escondíamos donde podíamos para que no nos viera". ANTONINO FERNÁNDEZ.

La oveja era el animal de referencia en la ganadería. En años anteriores todas las casas tenían rebaño pero ya a lo último solo dos o tres siguieron manteniendo el ganado ovino. Algunas casas sacaban ellos mismos las ovejas a pastar y en otras casas contrataban entre tres o cuatro a un pastor.
Venían periódicamente carniceros de San Esteban de Gormaz, El Burgo de Osma, Valdenarros y San Leonardo de Yagüe a comprar los corderos.
Del río se cogían barbos y cangrejos que servían para variar un poco la dieta alimenticia en las casas.

El Barrancón
El Colmenar de la Dehesa
El Cubillo
El Hondillo de las Talangueras
Fuente de Valdesimona
La Dehesa
La Enebrada
La Fuentona
La Presa
La Rantizuela
Las Cabezadas
Las Cerradas
Los Pies
Valdemuelas

**Son algunos topónimos de lugares comunes de Velasco que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**


Don Saturnino el cura venía desde Valdenarros. Se oficiaba misa todos los domingos. Llegaba a Velasco montado en una moto Gucci.

"Como se me daba muy bien las cosas de mecánica yo le revisaba la moto al cura cuando venía a Velasco y le solucionaba los fallos que tenía". ANTONINO FERNÁNDEZ.

El médico venía de Valdenarros montado en moto o en bicicleta. Don Rumaldo fue la persona que desempeñó durante años tal cometido.
El cartero llegaba desde Torralba. Primero andando y más tarde en bicicleta. Santiago era el encargado de traer la correspondencia. En ocasiones era su mujer la que lo hacia.

Según la edad podían variar de un año para otro los alumnos en edad escolar pero por norma común casi todos los años alrededor de media docena de niños asistían a la escuela de Velasco.
Se daba la curiosa circunstancia de que durante varios años la maestra titular solo asistía el primer día para hacer acto de presencia y luego ya no volvía a aparecer más en todo el año debido a algún compromiso que tenía con gentes de Magistratura en Soria. Dejaba en su puesto a una chica joven de Torralba llamada Amparo, que había terminado unos años atrás la escuela y era un poco apañada para la enseñanza aunque no tenía titulo ninguno. Venía todos los días desde su pueblo a Velasco en bicicleta.
"Aunque yo no estuve en la escuela con Amparo me llevaba muy bien con ella, me sentía atraído por ella, cuando ponían cine en la escuela de su pueblo (Torralba) ella me avisaba y para allá que me iba. Cuando eran fiestas en su pueblo su padre siempre me invitaba a cenar". ANTONINO FERNÁNDEZ.

"Mi primo Agustín y yo cuando termínanos la escuela en Velasco estuvimos yendo durante un par de años a Santiuste en bicicleta al mediodía para que nos diera clase la maestra que había allí. Antes de que empezara las clases de tarde y una vez que la maestra había terminado de comer aprovechábamos ese intervalo de tiempo de una hora o así para que nos diera clase que nos vinieron bien para reforzar nuestros conocimientos". MARÍ CARMEN FRÍAS.

"Hasta los diez años fui a la escuela en Velasco, luego ya se cerró y estuve yendo durante dos años a la escuela de Santiuste. Comía en casa de mi tía Isabel puesto que tenía un primo allí que era casi de mi misma edad. Media hora andando tardaba. Cuando hacia mal tiempo llevaba unas botas de goma que me llegaban a la rodilla y que se ponían perdidas de barro". LUIS GARCÍA.

"En mi época tuvimos un maestro muy malo. Castigaba mucho y no aprendimos nada. A mi hermano una vez casi le hizo un desgarro tirándole de la oreja porque no contestó bien una pregunta.
Los niños llevábamos un brasero de cobre, recogíamos las ascuas de la lumbre del día anterior de las casas y la poníamos debajo del pupitre, así nos calentábamos.
Había años que no tenían maestra en Valdenarros y los niños de allí venían a escuela a Velasco.
Años más tarde iba a escuela nocturna a Valdenarros, había un maestro muy bueno, aprendí mucho con él". ANTONINO FERNÁNDEZ.


La fiesta grande de Velasco era el día 4 de septiembre. Duraba dos días.
La fiesta comenzaba con una ronda mañanera con los músicos por las casas del pueblo donde se obsequiaba a la comitiva con aguardiente y rosquillos.
En años anteriores eran los gaiteros de Ucero los que amenizaban el baile. En épocas más recientes los músicos venían desde Vildé con batería y saxofón.
De Santiuste y Valdenarros era de donde más gente acostumbraba a venir a las fiestas.
En la comida en estas fechas se mataba algún animal como conejo, pollo o cordero y se hacían unas suculentas paellas. En los postres eran típicas las tortas rojas que previamente se habían comprado en El Burgo de Osma.
Juanillo y el Ricardo, taberneros de Torralba ponían un kiosco en la plaza y allí se consumía desde cacahuetes a berberechos acompañados de vermut, cervezas El León y gaseosas la Burguense.
No faltaba a la cita la confitera de El Burgo de Osma que ponía un tenderete y vendía caramelos, almendras garrapiñadas, globos y petardos.

"El abuelo Cándido todos los años en la fiesta nos daba una peseta y nos íbamos corriendo a gastarla en el puesto de los dulces". LUIS GARCÍA.

"Los de Valdenarros eran muy bromistas y cuando llegaban a las fiestas del pueblo siempre hacían alguna trastada como por ejemplo abrir las cortes (pocilgas) y soltar los cerdos con el consiguiente revuelo que se montaba". ANTONINO FERNÁNDEZ.

También celebraban fiestas el 22 de julio en honor a Santa María Magdalena y el 11 de agosto honrando a San Lorenzo.
Los domingos se hacia baile a nivel local en Valdenarros amenizado por dos jóvenes que tocaban guitarra y laúd.
En otras ocasiones la búsqueda de un poco de diversión llevaba a los jóvenes de Velasco hasta la capital comarcal: El Burgo de Osma para lo cual iban montados en bicicleta.

"A mi me gustaba mucho el baile y me recorría las fiestas de todos los pueblos cercanos: Valdenarros, Santiuste, Torralba... incluso en ocasiones hasta las de Valdealvillo o Rioseco.
Un año nos fuimos Pepe y yo a las fiestas de Langa de Duero en bicicleta. Estábamos a treinta y cinco kilómetros de Velasco. Llegamos de vuelta al pueblo a las cuatro y media o las cinco de la mañana. No me pude acostar porque tenía que salir con la yunta para ir a labrar". ANTONINO FERNÁNDEZ.


"Nosotros íbamos a las fiestas de Santiuste. Teníamos tres tíos allí. Salíamos por la mañana de Velasco y volvíamos al pueblo después de cenar. Para la comida y la cena nos repartíamos por las tres casas. Como las fiestas duraban dos días, al día siguiente hacíamos lo mismo. Luego venían ellos a las fiestas de Velasco". AGUSTÍN GARCÍA.

"Íbamos a las fiestas de Valdenarros, Santiuste y Torralba, en los tres pueblos teníamos familia. Salíamos por la mañana de casa y volvíamos al pueblo después de cenar. Al día siguiente lo mismo. Siendo yo muy pequeña en alguna ocasión me dejaron a dormir una noche en casa de algún familiar de esos pueblos". MARI CARMEN FRÍAS.

En los pocos ratos libres que el trabajo daba un respiro como podía ser los domingos y en temporada de invierno cada uno lo aprovechaba como podía, así era costumbre los domingos por la tarde que los hombres fueran a Valdenarros a echar la partida, las mujeres se salían a las puertas de las casas a coser y a hablar de los temas más comunes a nivel familiar y local, mientras que los jovenes buscaban un poco el traspasar la frontera social que les marcaba los limites de Velasco y buscar un poco de diversión más allá mientras que los niños se las ingeniaban para con muy poco disfrutar y sacar rendimiento a todo lo que estaba a su alcance.

"Los jóvenes nos solíamos ir los domingos a Torralba donde había dos tabernas a echar unos tragos y me acuerdo que comíamos unas latas de berberechos de a kilo que costaban cinco pesetas. Luego nos dábamos una vuelta por Santiuste donde había bastantes chicas". ANTONINO FERNÁNDEZ.

"De adolescentes íbamos a Valdenarros los domingos cuando el cura ponía una película en la iglesia. Otras veces íbamos a pasear chicos y chicas por la carretera durante un par de horas y veíamos los escasos coches que pasaban en aquellos años". MARI CARMEN FRÍAS.

"El abuelo iba todos los sábados a arreglarse la barba al barbero de Valdenarros. De cuando en cuando nos llevaba a mi hermano y a mí para que nos cortara el pelo, había un tramo que teníamos que ir por la orilla de la carretera y nosotros íbamos revoloteando y corriendo de un lado para otro, el abuelo se ponía todo nervioso por si pasaba un coche y nos pillaba, hasta que no dejábamos la carretera y cogíamos el camino no se quedaba tranquilo". AGUSTÍN GARCÍA.

"En mi niñez hacíamos pelotas con las cámaras de las ruedas de bicicleta y jugábamos con ellas en el pórtico de la iglesia". ANTONINO FERNÁNDEZ.

"Jugábamos a la pelota, al marro, al bote, a los paletes, para el cual se utilizaba las partes planas de la caja de cerillas, al escondite... casi siempre en el recreo de la escuela y en ocasiones por las tardes porque siempre había que ayudar a los padres en las tareas de la casa". AGUSTÍN GARCÍA.

"Al bote, me acuerdo mucho de jugar al bote, el cual se ponía en un circulo, uno se quedaba al cuidado de él y tenía que encontrar a los demás que previamente se habían escondido y a la vez vigilar que nadie tocara el bote. También nos fabricábamos coches con las latas de sardinas". LUIS GARCÍA.

"Jugábamos chicos y chicas mezclados, éramos pocos ya en el pueblo y si estábamos por separados no hacíamos un grupo. Tan pronto saltaban los chicos a la comba como nosotros al burro". MARI CARMEN FRÍAS.

Para abastecerse de vino hacían el desplazamiento hasta Alcubilla del Marqués y años después era el propio bodeguero con un camión el que llevaba el vino a Velasco.
El hijo del Ricardo de Torralba venía por Velasco vendiendo aceite, naranjas, sardinas, chicharros, azúcar...
Para hacer compras se desplazaban a El Burgo de Osma, preferentemente los sábados que era día de mercado. Se hacían los desplazamientos andando, con alguna caballería o en bicicleta. Allí se pasaba el día, se compraba todo lo que se necesitaba y se mantenía el contacto con las gentes de los pueblos de la comarca. Era un día de ebullición social. Dos horas aproximadamente se tardaba en hacer el trayecto.

"Mi madre llevaba níscalos, caracoles, cangrejos, huevos los sábados a vender en el mercado de El Burgo. Compraba arroz, azúcar. En verano íbamos algún día mi hermana y yo al Burgo con mis padres, mi madre nos compraba una gaseosa nada más llegar al pueblo, montábamos en los caballitos, comíamos un bocadillo de chicharros en escabeche, pasábamos un día muy entretenido, para nosotros era otro mundo ir al Burgo. Algunos sábados mis padres iban solos al mercado de El Burgo y nosotras nos quedábamos atendiendo los animales. Luego nos traían cualquier cosa, unas naranjas pequeñas y con eso éramos tan felices". MARI CARMEN FRÍAS.

"En la feria de El Burgo el 12 de octubre se juntaba muchísima gente. Me despertaba la curiosidad moverme entre tanta gente y ver tanto ganado, me llamaban la atención los tratantes que se veían mucho por allí así como también se dejaban ver para la ocasión los gitanos". AGUSTIN GARCÍA.

"Mis padres llevaban a vender lechones al mercado, unas veces íbamos nosotros también y otras veces ellos solos, andando o en bicicleta. Me llamaba mucho la atención ver tanta gente, iba entre asustado y emocionado". LUIS GARCÍA.

Las fiestas religiosas de final de año no destacaban por nada en especial en Velasco. Se celebraban esas noches como en cualquier otro sitio.
"En Nochebuena y en Nochevieja nos juntábamos con la familia de mis tíos Juan y María. Una noche íbamos nosotros a su casa y la siguiente noche venían ellos a la nuestra. Los mayores jugaban a las cartas y los niños viendo como jugaban". AGUSTÍN GARCÍA.

"Los familiares de Madrid nos mandaban dulces y turrones y nosotros les mandábamos algún chorizo, un pollo, un conejo... MARI CARMEN FRÍAS.

Tampoco los Reyes Magos se mostraban esplendidos al llegar a Velasco.

"Poníamos en una lata cebada y en otra agua para los camellos, mi padre se levantaba antes y las vaciaba. Nosotros en nuestra inocencia comprobábamos que si era cierto que habían venido los Reyes porque se habían comido el grano y bebido el agua. Recuerdo algún año de tener como Reyes una anguila de mazapán (una especie de roscón) o algunos dulces o fruta, nunca juguetes". AGUSTÍN GARCÍA.

"Algún año recuerdo que los Reyes me dejaron una cartera de madera llamada cabás que servía para guardar libros y diverso material escolar, en otra ocasión fue una cajita con agujas, hilo y dedal en su interior para aprender a coser". MARÍ CARMEN FRÍAS.

En los años 50 y primeros años 60 se produjo el descenso vertiginoso a nivel poblacional de Velasco viendo como poco a poco se fueron cerrando todas las casas porque el progreso no aparecía por allí. Era una vida de mucho sacrificio y poco rendimiento. Los velasqueños querían buscar una mejor calidad de vida que la que les ofrecía el pueblo.
A Madrid se fue el grueso de la población yéndose también alguna familia a Barcelona.
Casimira García fue la última de Velasco. Era natural de Santiuste y estuvo durante muchos años como ama de llaves de un cura de la comarca. Al dejar de realizar esta función se vino cerca de su pueblo y echó raíces en Velasco. Estuvo un año viviendo en soledad hasta que en 1965 cerró la casa y puso fin a siglos de presencia humana ininterrumpida en Velasco.

"Tenía un hermano en Barcelona en Telefónica. Aguanté más por no dejar a mi madre sola pero yo me quería haber ido antes. Pocos días antes de traernos a mi madre a Barcelona falleció". ANTONINO FERNÁNDEZ.

"Mis padres ya estaban cansados de esa vida y mi padre consiguió trabajo en la gasolinera de El Burgo de Osma. Mi hermano y yo nos hacíamos mayores y allí ya no teníamos condiciones para seguir estudiando. Mi madre la que más disfrutó en El Burgo pues aquí tenía de todo". AGUSTÍN GARCÍA.

"Mi madre empezó a vivir cuando nos bajamos al Burgo". LUIS GARCÍA.

"Nos fuimos a Madrid porque tenía tres tías trabajando allí y mis padres ya veían que el panorama en Velasco no pintaba bien y les dijeron que les buscaran trabajo allí. Mi madre siempre decía que quería emigrar porque en el pueblo no había porvenir para sus hijas. Se quedaron cuatro casas abiertas cuando nosotros nos marchamos". MARI CARMEN FRÍAS.

Una vez que todos se hubieron marchado aparecieron por allí los amigos de lo ajeno para llevarse todo lo que pudieran.

"El expolio en Velasco fue tremendo. Se llevaron todo, tejas, vigas, aperos de labranza, herramientas... AGUSTÍN GARCÍA.

"Mi padre siempre decía que teníamos que tener la casa bien guardada por si algún día teníamos que volver, pero forzaron la puerta y se llevaron todo lo que pudieron: herramientas, aperos, arcones, hasta unas calderas de cobre que utilizábamos para cocer las morcillas que mi padre tenía escondidas detrás de un tabique". MARI CARMEN FRÍAS.

"En mi casa se llevaron hasta la claraboya que había en la cocina". LUIS GARCÍA.

------------------------------------------------------------------------------- Informantes:
Antonino Fernández
Agustín García
Luis García
Mari Carmen Frías
(Conversación personal mantenida con todos ellos en Velasco y en posteriores contactos por vía telefónica).


Visitas realizadas en noviembre de 2003 y junio de 2022.

Punto y aparte. El día 25 de junio de 2022 Velasco irradiaba luminosidad, alegría y lucia su mejor cara. Habían vuelto los que un día se fueron y sus descendientes. Marcharon pero no olvidaron. Sus gentes estaban en deuda con el pueblo que les vio nacer. Se celebra el primer encuentro de antiguos vecinos de Velasco, al cual he sido invitado por Laura, descendiente de Velasco por parte paterna y una de las organizadoras del evento. Desde primera hora de la mañana empiezan a llegar vehículos y a transitar por sus calles personas que hace años que no se veían. Alegría por el encuentro, saludos de rigor, preguntas y respuestas sobre los ausentes, sobre el rumbo que tomó cada uno. Los que somos forasteros enseguida nos damos a conocer, los nativos del lugar tienen curiosidad por saber quien son los foráneos y que vínculos tienen con el pueblo. Nos dedicamos a estar en un segundo plano, a observar, a escuchar, a saludar al que se cruza con nosotros y a irnos metiendo en el ambiente, mientras voy observando todas las edificaciones. Se ve la cara de alegría entre las gentes por estar en su pueblo y por verse con familiares y allegados que llevaban tiempo sin verse. El exterior de la iglesia es lugar de concentración y de hacerse fotos grupales. Entro con precaución al interior del templo, sin ningún ornamento religioso de interés, carente de tejado, la vegetación y las vigas caídas son las dueñas del espacio. Vamos recorriendo lo que queda de las diferentes casas, donde los que en ella vivieron van dando detalles de sus recuerdos y vivencias a la vez que se van haciendo fotos familiares. Alrededor de una treintena de personas estamos en esta mañana del verano recién comenzado. Todos estamos pasando un gran día de una manera sencilla, simplemente paseando de manera conjunta por Velasco. Un grupo nos acercamos hasta una de las joyas escondidas de Velasco: un colmenar. Allí ante las sabías explicaciones de Antonino aprendemos un poco más sobre el mundo de la miel. Tan a gusto estamos todos que enseguida nos llega la hora de irnos. Toca continuar con la segunda parte. Una comida de confraternización de todos los asistentes en un restaurante en El Burgo de Osma. Allí continua el buen ambiente. Algunas personas han traído unas carpetas con fotografías antiguas de Velasco. Unos las miramos con mucha curiosidad mientras otros se dedican a desgranar y tratar de acertar quien son los que salen en cada imagen. La comida se hace muy amena, siguen las conversaciones distendidas. Aún da tiempo a pasear un rato por el siempre interesante casco antiguo de El Burgo de Osma. Pero todo tiene su fin, toca marchar. La gente se va despidiendo. Unos han venido de Barcelona, de Madrid la mayoría, de Baleares algún otro y también de Huesca. No puedo decir más que la gente de Velasco nos hicieron sentir muy a gusto y nos sentimos muy bien acogidos.
Una vez las despedidas finalizaron y cada uno toma su rumbo decido volver a acercarme hasta Velasco aprovechando que todavía queda un poco de luz solar. Quiero ver el Velasco de siempre, el que permanece silencioso y solitario durante casi todo el año. Enseguida me adentro entre su ya inexistente trazado urbano. Visité por primera vez este despoblado en 2003 y tengo el mismo recuerdo que ahora, el de un lugar derrotado, yermo, desangrado y agonizante. El expolio aquí tuvo que ser tremendo, unido a la fragilidad de las construcciones basadas en el adobe y a los fenómenos meteorológicos que aquí se ensañarían con fuerza pues todo ello da como resultado el Velasco demacrado que tiene ocasión de ver el que se acerca por allí. Aún así es un pueblo que se visita con agrado, sus construcciones dejan entrever que tuvo que ser un pueblo coqueto, pintoresco, donde la vida iba a un ritmo pausado, sin sobresaltos. Subo hasta la parte alta y vuelvo a bajar, me sitúo frente a la iglesia, me acerco hasta la única casa que todavía se mantiene en pie, entro a su interior aunque apenas hay nada que llame la atención. Bajo al camino, imagino donde estaba la escuela de la cual ya nada queda. Quiero tener una visión panorámica de conjunto del pueblo así que me voy al otro lado del barranquillo que pasa por debajo del pueblo. Tengo que darme prisa porque la noche ya está a punto de iniciar su jornada laboral. En poco tiempo me encaramo a un promontorio desde donde tengo una buena visión de conjunto de lo que queda de Velasco. Ya sí que el tiempo no da para más, una última visión de Velasco y en mi imaginación me parece entrever que hoy el pueblo tiene mejor cara y que dormirá más contento. Hoy el pueblo soñará con sus gentes y en como le hicieron ser feliz durante unas horas. Al igual que los velasqueños y descendientes estarán cada uno yendo a su lugar de destino y rememorando el bonito día que han pasado en Velasco.


Llegando a Velasco.




La primera edificación en aparecer fue la última casa que se cerró en Velasco. Casimira García fue su inquilina.
"Casimira era una mujer muy apañada, lo mismo ponía inyecciones que curaba heridas. Recuerdo que el primer día que fui a segar me corté un dedo. Ella se encargó de curarme la herida que se me había infectado y me la iba cubriendo con una venda". MARI CARMEN FRÍAS.



Otra imagen de la misma casa.




Estampa urbana de Velasco. Son las dos únicas viviendas que mantienen parte de su estructura en pie.



De camino hacia la iglesia. A la derecha las ruinas de la casa de Juan y María.



La iglesia parroquial de Santa María. Tenía un pórtico antecediendo la entrada al templo.



Interior del recinto parroquial.




Antonino Fernández delante de lo que fue la casa familiar. Vivió en ella el matrimonio formado por Isidoro Fernández y Agueda Gañán. Tuvieron seis hijos: Rosario, Rufina, Felisa, Santiago, Ángel y Antonino. Los padres fallecieron en el pueblo y los hijos emigraron a Barcelona y Tarragona.
"Teníamos una parra grande en la entrada y un jardín precioso. Había un gallinero en el lateral con cuarenta o cincuenta gallinas. Horno a la izquierda.
La corte a la izquierda, tres cerdos.
Cuadra al fondo, teníamos dos machos.
Tuvimos setenta u ochenta ovejas.
A la derecha había una fragua porque en tiempos la casa tuvo que ser de algún herrero.
Dos cuartos donde se guardaban las patatas.
Dos cocinas.
Sala comedor con una cama.
Arriba: tres camas con una buena sala que tenía balcón.
Cámara: Atrojes para guardar el grano". ANTONINO FERNÁNDEZ.


"Antonino compró el primer transistor que hubo en el pueblo y mi hermana y yo veníamos aquí a escuchar Radio Andorra porque echaban canciones dedicadas y seriales de la época". MARI CARMEN FRÍAS.



Las hermanas Julia y Mari Carmen Frías delante de lo que fue la casa familiar. La habitó el matrimonio formado por Juan Frías y María Gañán. Tuvieron dos hijas: Julia y Mari Carmen. La emigración llevó a la familia a Madrid.
"Lo primero al entrar el portal, cocina a la derecha con una despensa. A la izquierda una sala, dos alcobas y un saloncito.
Los músicos se quedaban a comer y dormir en nuestra casa porque mi padre era el alcalde pedáneo.
También el cura se quedaba a comer el día de la fiesta.
Mi madre hacía una paella con conejo y pollo. De postre mantecados, magdalenas, tortas rojas.
Alrededor de quince personas nos juntábamos esos días en casa.
En la cámara dos habitaciones, luego había una escalera de tres o cuatro peldaños donde se guardaba el grano en los atrojes, así como los trastos viejos.
Al fondo de la casa la cuadra. Dos machos. A un lado de la casa el gallinero con veinte gallinas y la corte con dos cerdos.
Teníamos conejos en otra casa de unos familiares que ya habían emigrado, y el horno para hacer el pan en otra casa.
Tuvimos quince ovejas, nos deshicimos pronto de ellas. Una cabra para leche". MARI CARMEN FRÍAS.




La casa de Agustín García e Isabel Gañán. Tuvieron dos hijos: Agustín y Luis. Vivía también a temporadas el abuelo Cándido. En 1964 cerraron la casa y se fueron a El Burgo de Osma.
"Al entrar en medio estaba el portal, al fondo la cuadra con los dos machos.
A mano derecha dos habitaciones. A la izquierda una habitación y la cocina. Aquí había un habitáculo dedicado a despensa.
Anexo tenía un pajar. Al fondo por una escalera se subía a la cámara donde se guardaba el grano y todo tipo de trastos viejos. En contadísimas ocasiones se ponía una cama provisional en la cámara para algún familiar si no cabíamos todos en la planta baja.
Al exterior un gallinero con veinte gallinas y la corte con dos cerdos.
Horno adosado en el lado izquierdo de la casa, para acceder a la boquera del horno se hacia por la cocina.
Puerta trasera para acceder al pajar.
Teníamos una chimenea pinariega que se sustituyó por otra más pequeña cuando mis padres hicieron reforma en la casa porque esta era muy grande y entraba mucho frio por ella además de agua cuando llovía". AGUSTÍN GARCÍA.




Foto cedida por Laura García.

Los hermanos Luis y Agustín Garcia en las ruinas de lo que fue la casa familiar.
"Como no había agua en las casas mi madre calentaba agua y en un barreño nos lavaba a mi hermano y a mí. Recuerdo que cada vez que tenía que subir a la cámara me daba mucho miedo porque estaba oscuro y sentía el movimiento de los ratones que por allí merodeaban.
Mi padre una vez que nos habíamos ido seguía cultivando aquí un pequeño huerto donde sembraba cebada. Yo subía los sábados por la tarde en bicicleta con un saquito para recoger grano que guardábamos aquí y dárselo de comer a las gallinas que teníamos en El Burgo". LUIS GARCÍA.




La casa del tío Justo. Vivió en ella el matrimonio formado por Justo Frías y Leonarda (natural de Valdelinares). Tuvieron seis hijos: Simona, Narcisa, Emiliano, Tomás, Antonio y María. Justo falleció en Velasco y Leonarda se fue con los hijos a Madrid.



Foto cedida por Montse Gañán.

Baile en las fiestas de Velasco. Los músicos de espaldas. Década de los 50.



Foto cedida por Montse Gañán.

Bailando la jota en las fiestas de Velasco. Alegría y buen ambiente. Década de los 50.



Foto cedida por Montse Gañán.

Calor humano en Velasco. Década de los 50.




Foto cedida por Montse Gañán.

El bando femenino de Velasco. Década de los 50.



Foto cedida por Montse Gañán.

Mozos de Velasco con sus trajes de gala. Y con la escopeta de caza colgada del hombro y otro con la cámara de fotografiar colgada del cuello. Década de los 50.



Foto cedida por Montse Gañán.

Mozas y mozos de Velasco. Ellas bien alegres y ellos portando las escopetas de caza. Los niños miran con curiosidad a alguno de los componentes del grupo. Década de los 50.



Las eras de trillar se situaban en la parte alta del pueblo.
"Las eras se sorteaban cada año porque las había mejores y peores". ANTONINO FERNÁNDEZ.



Transformador de la luz.




Cementerio.




El colmenar del tío Justo. Hasta ocho colmenas de horno llegó a haber en el pueblo.



Foto de grupo de los asistentes al encuentro de antiguos vecinos de Velasco.

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