Fantástico pueblo perteneciente al municipio del Alt Àneu en la comarca del Pallars Sobirà.
Situado a 1250 metros de altitud, diez viviendas conformaban el pueblo de Àrreu situado en la falda del monte La Solau (Rectoría, Tomasa, Llirvat, Tomeló, Nadal, Cabalet, Joan, Flocat, Golet y Florentina).
Tuvieron luz en el pueblo desde los años 40 por medio de una linea proveniente de Esterri d´ Àneu.
Para hacer el pan había dos hornos: uno era comunitario y el otro de Casa Nadal.
Leña de fresno y de roble era la que utilizaban para calentar la lumbre de los hogares y así poder combatir los rigurosos inviernos que por aquí se daban.
Sus tierras de cultivo estaban sembradas principalmente de centeno, de cebada en menor producción y también de judías, patatas y alfalfa.
Iban a moler el grano al molino de Isil.
La ganadería estaba un poco repartida pero las vacas y las yeguas eran su punto fuerte.
Los terneros se llevaban a vender a la feria de ganado de Esterri que se celebraba en torno al 15 de octubre.
Las yeguas se utilizaban para la cría del mulo, el cual se llevaba a vender a la feria de Salas de Pallars.
Alguna familia tenía un pequeño rebaño de ovejas y cabras.
Dos, tres y hasta cuatro cerdos se mataban al año según la casa.
Los aficionados a la caza tenían en la liebre su principal objetivo.
El río d´Àrreu que pasa junto al pueblo les proporcionaba truchas con las cuales variaban un poco la dieta alimenticia.
En poco menos de dos horas completaban el trayecto hasta Esterri d´Àneu donde se abastecían de productos que no había en el pueblo como era el vino, aceite, arroz, fideos, arengadas (sardinas), bacalao...
Unos hacían el recorrido en caballeria, los más jóvenes utilizaban la bicicleta e incluso en los últimos años había un taxi en Esterri que transportaba a todo aquel que lo solicitara.
Al no haber escuela en Àrreu los niños en edad escolar bajaban a la de Borén. Alrededor de media docena asistían en los años 50, tardaban unos veinte minutos en hacer el trayecto hasta aquel pueblo.
De Borén subía el mosén a oficiar los actos religiosos. Don Fernando Llovet, nacido en Esterri fue el que realizó tal cometido durante varios años. Se daba misa en la iglesia de Àrreu una vez al mes o cada tres semanas.
El médico subía desde Esterri d´Àneu cuando la situación era de gravedad y se le requería.
Serrano era el cartero de Esterri que llevaba la correspondencia hasta Àrreu. En los últimos tiempos iba en moto.
La festa Major era el 7 de octubre en honor a la Mare de Déu del Roser.
Se hacía misa mayor y baile en la plaza por la tarde y por la noche amenizado por Lalón, acordeonista del pueblo de Eroles.
En cada casa se acostumbraba a matar una oveja vieja para abastecer a familiares y allegados venidos ese día.
Acudía la juventud de Borén, de Isil, de Sorpe y de Isavarri principalmente.
El 5 de agosto subían en romería a la ermita de la Mare de Déu de les Neus, situada a unos ochocientos metros del pueblo.
Algunos jóvenes de Àrreu se desplazaban los domingos al pueblo de Isil, donde en casa Ignacio se realizaba baile a nivel local con música de tocadiscos.
Aún con la dureza del clima y los inconvenientes del terreno, la vida transcurría de manera pausada y apacible pero el progreso no apareció por Àrreu en forma de una carretera (que estuvo proyectada) que hubiera sacado a las gentes de su aislamiento y de la incomodidad de tener que hacer todos los desplazamientos andando o en caballería, entre ellos el tener que bajar diariamente la leche a la carretera para que la recogiera el camión del transporte, o el traslado a Esterri para todo tipo de gestiones o la llegada del médico con vehículo hasta el mismo pueblo.
Las gentes además con el empeño de buscar una mejora en la calidad de vida empezaron a coger el camino de la emigración en los años 60 y 70. Unos se quedaron en los pueblos cercanos como Borén o Esterri, otros pusieron rumbo a Barcelona y los demás se fueron a lugares como Andorra o Francia.
El pueblo terminó su ciclo de presencia humana cuando los de Casa Golet cerraron la puerta para siempre. Hecho que sucedió en 1980.
En los años 90 un grupo de neo rurales se instaló en el pueblo, estuvieron unos años pero acabaron por marcharse.
Informante: Vecino de Esterri d´Àneu (Conversación personal mantenida a la puerta de su explotación ganadera)
Visita realizada en mayo de 2019.
Punto y aparte. Si hay un despoblado que tenía sumo interés en conocer desde hace muchos años era este de Àrreu. En años anteriores estuve cerca, llegué hasta Llavorsí pero el tiempo ya no me daba para más. La visita se tenía que posponer. Las ganas de conocerlo iban en aumento. Todo eran buenas opiniones sobre este pequeño pueblo del pirineo leridano situado a unos pocos kilómetros de la frontera francesa. Las fotos que publicaba la gente que ya lo había visitado no hacían más que ponerme los dientes largos. Pero por fin llegó la ocasión. Una mañana primaveral, gris y fresca me acompaña en el día elegido para visitar este pueblo. En esa fecha ya estaban acondicionando una pista de tierra para poder subir hasta el pueblo de manera más directa pero aún así prefiero subir por el camino de siempre, el de herradura, el que utilizaron las gentes durante años. Dejo el coche en Borén y enseguida aparece ante mis ojos la visión del puente d´Àrreu el cual salva el cauce del Noguera Pallaresa y del que parte el sendero que me llevara en poco menos de media hora hasta mi objetivo. El camino es delicioso, va un rato paralelo al río, cuyas aguas bajan con buen ímpetu. Luego ya empieza a empinarse, a ratos empedrado y otras no. El pueblo ya se divisa al poco tiempo, el sendero se junta con la pista de nuevo diseño, ya son los últimos metros. Voy expectante a más no poder, tengo muchas ganas de visualizar lo que tantos años llevo esperando. Una fina llovizna ha hecho su aparición y así seguirá durante casi toda mi estancia en la zona. Veo ya la parte alta de algunas viviendas que sobresalen entre la vegetación, llego a la altura de las primeras edificaciones. Subo un pequeño repecho que pasa junto a una vivienda y enseguida aparece ante mis ojos una visión que me deja anonadado, ensimismado: el carrer Major de Àrreu. Gigantescas viviendas en buen estado de conservación se muestran ante mi. Todas en formación lineal, la calle se arquea ligeramente terminando en la iglesia. Lo que tantas veces había visto en fotografías se queda en nada viéndolo in situ. Impresionante. La maquina no para de fotografiar. Multitud de detalles arquitectónicos se muestran en las fachadas. Contemplo, avanzo, retrocedo, miro para adelante, para atrás. Estoy en un lugar maravillosamente fotogénico. No tendría palabras para describir lo que tengo ante mis ojos. Después de llevar visto más de mil despoblados pensaba que ya nada iba a sorprenderme, pero veo que si. Àrreu me embriaga de sensaciones, de emociones y de tristeza también por ver como languidece un lugar tan hermoso. Me acerco al final de la calle hasta su coqueta iglesia. Entro al interior, muy sugerente y con muchos detalles de interés. La huella de los que vinieron después también se deja notar en su interior. Contemplo e imagino. Salgo al exterior. La calle es igual de hermosa y atractiva viéndola desde este lado. Puedo entrar a una de las viviendas, su interior todavía con algo de mobiliario y también con la huella de los que vinieron después. Por una ventana veo la calle al exterior. Qué más puedo decir, desde arriba se ve igual de asombroso el panorama. Salgo al exterior, veo la ruina del horno comunal, sigo transitando con calma, despacio, la lluvia no coge intensidad. El día sigue gris y no parece que se vaya a abrir en todo el día. Siempre me ha gustado esta climatología para visitar los despoblados y en especial los que tienen las edificaciones de color oscuro. Tristeza llama a tristeza. No es lo mismo con un sol radiante. Sigo rebuscando detalles interesantes en estas gigantescas y ciclópeas construcciones. Veo la fuente con alguna inscripción en piedra prácticamente ilegible. Salgo por esta parte del pueblo, paso junto a casa Joan con su inconfundible color rosa en la fachada, dejo atrás también las ruinas de casa Golet que curiosamente y pese a ser la última en cerrarse es la única que está totalmente caída. Me dirijo hasta la ermita. El rumoroso río d´Arreu me acompaña un rato aunque llevamos caminos opuestos, el baja y yo subo. En pocos minutos llego hasta un conjunto de edificaciones en ruinas, son las conocidas como bordas d´Àrreu y que son los restos de donde estuvo situado el antiguo pueblo hasta que un alud se lo llevó por delante. Se siguieron utilizando como cuadras y corrales para los animales. Después de pasar un rustico puentecillo llego hasta la ermita de la Mare de Déu de les Neus (Virgen de las Nieves). Restaurada y en buen estado. Se puede ver el interior a través de una reja y junto a ella han colocado un panel con fotografías antiguas de la propia ermita y del pueblo de Árreu. La sensación de soledad aquí es impresionante. Las vistas primorosas. Otro grupo de ruinas pertenecientes al antiguo pueblo se concentran a unos metros del templo. Después de unos minutos deshago el camino y vuelvo otra vez hasta el pueblo que me ha dejado boquiabierto. Vuelvo otra vez a transitar por su carrer major. Hago más fotografías, muchas son repetidas pero es que mis ojos no ven más que belleza y por ello enfoco el objetivo y disparo continuamente. Llego hasta el final de la calle, me siento en el poyo de una casa, dejo que el tiempo transcurra lentamente. Estoy muy a gusto, no quiero que esto termine, la lluvia me está respetando. Nadie enturbia mi abrazo con la soledad que siento en estos momentos. No se oye un ruido fuera de los que proporciona la naturaleza. Aunque se que llega un momento en que ya toca marchar. Ya va para tres horas que llegué aquí. Deshago el camino, voy saliendo del pueblo, mirando continuamente para atrás, sigo haciendo fotografías porque cada vez que miro pienso que tengo un encuadre diferente, no me importa que se repitan muchas veces las fotografías. Me alejo del pueblo cada vez más, ya solo se ve la parte alta de algunas viviendas. Bajo nuevamente por el camino de herradura, pronto me pongo a la altura del Noguera Pallaresa y vuelvo a atravesar el precioso puente.
Después de comer en Esterri he quedado por la tarde con mi informante cuando termine de hacer sus tareas ganaderas. Como quiera que dispongo de un par de horas decido subir por el camino de Borén que lleva hasta la ermita de las Nieves sin pasar por Àrreu. El sendero es duro, con bastante desnivel, pero tiene su recompensa a mitad de camino: las vistas inigualables de Àrreu en la lejanía. Veo el pueblo de frente a mí, al otro lado del barranco, a un nivel más bajo. Otro buen rato para la contemplación. Tengo tiempo. No podía tener mejor colofón mi visita a este mágico pueblo de Àrreu que la vista panorámica que tengo en estos momentos.
Vista panorámica de Àrreu en su ubicación sobre el terreno.
El embalse de Borén en el río Noguera Pallaresa, el pueblo de Borén y por encima el pueblo de Àrreu.
Puente que permite salvar el cauce del Noguera Pallaresa y desde el que da comienzo el sendero que lleva hasta Àrreu.
Entrando al pueblo, edificaciones de Casa Florentina, a la izquierda quedaba el lavadero del pueblo, con las obras de ensanchamiento de la pista una pala se lo llevó por delante.
Casa Florentina y de fondo casa Joan. Por aquí se accede a la parte central del pueblo.
Fantástica visión del carrer Major de Àrreu. Las tres voluminosas viviendas del pueblo: Nadal, Tomeló y Llirvat. En el ensanchamiento de la calle se situaba la plaza.
El carrer Major de Àrreu recubierto de una alfombra blanca. El invierno se ha instalado en el pueblo. Nadal, Tomeló y Llirvat presidiendo la calle.
Casa Nadal. Profusión de vanos. De cuatro plantas. Tejado a dos aguas. En los bajos de la casa tenían el horno.
Parte superior de la fachada de Casa Tomeló. Detalles. Balcón, balconcillo, ventanas, alero prominente, fecha inscrita bajo el mismo. La madera bien presente.
Tramo final de la calle. Casa Tomasa a la izquierda, la rectoría en el medio y adosada a ella la iglesia parroquial de Sant Serní (también llamada Sant Sadurní)
Interior del templo. Presbiterio. Puerta de la sacristía. Altar Mayor. Capilla lateral. Suelo de madera. Pinturas decorativas en las paredes.
Casa Llirvat. Balcones en la tercera planta. Un gran balcón corrido ocupaba toda la segunda planta. A la izquierda Casa Tomeló.
Carrer Major en sentido opuesto al de entrada. Tomeló, Nadal, la fuente, Cabalet y Joan.
La misma imagen de la fotografía anterior pero con la belleza manifiesta de los colores del invierno.
La fuente de Àrreu, situada a la vera de Casa Cabalet. De fondo Casa Joan.
Trescientos metros más arriba están las ruinas de lo que fue el primitivo pueblo de Àrreu. En 1803 un gigantesco alud de nieve sepultó diez casas y fallecieron diecisiete personas. La avalancha les pilló durmiendo. Posteriormente se edificó el pueblo en su emplazamiento actual.
La ermita en un día invernal, rodeada de una espesa capa de nieve.
Situado a 1250 metros de altitud, diez viviendas conformaban el pueblo de Àrreu situado en la falda del monte La Solau (Rectoría, Tomasa, Llirvat, Tomeló, Nadal, Cabalet, Joan, Flocat, Golet y Florentina).
Tuvieron luz en el pueblo desde los años 40 por medio de una linea proveniente de Esterri d´ Àneu.
Para hacer el pan había dos hornos: uno era comunitario y el otro de Casa Nadal.
Leña de fresno y de roble era la que utilizaban para calentar la lumbre de los hogares y así poder combatir los rigurosos inviernos que por aquí se daban.
Sus tierras de cultivo estaban sembradas principalmente de centeno, de cebada en menor producción y también de judías, patatas y alfalfa.
Iban a moler el grano al molino de Isil.
La ganadería estaba un poco repartida pero las vacas y las yeguas eran su punto fuerte.
Los terneros se llevaban a vender a la feria de ganado de Esterri que se celebraba en torno al 15 de octubre.
Las yeguas se utilizaban para la cría del mulo, el cual se llevaba a vender a la feria de Salas de Pallars.
Alguna familia tenía un pequeño rebaño de ovejas y cabras.
Dos, tres y hasta cuatro cerdos se mataban al año según la casa.
Los aficionados a la caza tenían en la liebre su principal objetivo.
El río d´Àrreu que pasa junto al pueblo les proporcionaba truchas con las cuales variaban un poco la dieta alimenticia.
En poco menos de dos horas completaban el trayecto hasta Esterri d´Àneu donde se abastecían de productos que no había en el pueblo como era el vino, aceite, arroz, fideos, arengadas (sardinas), bacalao...
Unos hacían el recorrido en caballeria, los más jóvenes utilizaban la bicicleta e incluso en los últimos años había un taxi en Esterri que transportaba a todo aquel que lo solicitara.
Al no haber escuela en Àrreu los niños en edad escolar bajaban a la de Borén. Alrededor de media docena asistían en los años 50, tardaban unos veinte minutos en hacer el trayecto hasta aquel pueblo.
De Borén subía el mosén a oficiar los actos religiosos. Don Fernando Llovet, nacido en Esterri fue el que realizó tal cometido durante varios años. Se daba misa en la iglesia de Àrreu una vez al mes o cada tres semanas.
El médico subía desde Esterri d´Àneu cuando la situación era de gravedad y se le requería.
Serrano era el cartero de Esterri que llevaba la correspondencia hasta Àrreu. En los últimos tiempos iba en moto.
La festa Major era el 7 de octubre en honor a la Mare de Déu del Roser.
Se hacía misa mayor y baile en la plaza por la tarde y por la noche amenizado por Lalón, acordeonista del pueblo de Eroles.
En cada casa se acostumbraba a matar una oveja vieja para abastecer a familiares y allegados venidos ese día.
Acudía la juventud de Borén, de Isil, de Sorpe y de Isavarri principalmente.
El 5 de agosto subían en romería a la ermita de la Mare de Déu de les Neus, situada a unos ochocientos metros del pueblo.
Algunos jóvenes de Àrreu se desplazaban los domingos al pueblo de Isil, donde en casa Ignacio se realizaba baile a nivel local con música de tocadiscos.
Aún con la dureza del clima y los inconvenientes del terreno, la vida transcurría de manera pausada y apacible pero el progreso no apareció por Àrreu en forma de una carretera (que estuvo proyectada) que hubiera sacado a las gentes de su aislamiento y de la incomodidad de tener que hacer todos los desplazamientos andando o en caballería, entre ellos el tener que bajar diariamente la leche a la carretera para que la recogiera el camión del transporte, o el traslado a Esterri para todo tipo de gestiones o la llegada del médico con vehículo hasta el mismo pueblo.
Las gentes además con el empeño de buscar una mejora en la calidad de vida empezaron a coger el camino de la emigración en los años 60 y 70. Unos se quedaron en los pueblos cercanos como Borén o Esterri, otros pusieron rumbo a Barcelona y los demás se fueron a lugares como Andorra o Francia.
El pueblo terminó su ciclo de presencia humana cuando los de Casa Golet cerraron la puerta para siempre. Hecho que sucedió en 1980.
En los años 90 un grupo de neo rurales se instaló en el pueblo, estuvieron unos años pero acabaron por marcharse.
Informante: Vecino de Esterri d´Àneu (Conversación personal mantenida a la puerta de su explotación ganadera)
Visita realizada en mayo de 2019.
Punto y aparte. Si hay un despoblado que tenía sumo interés en conocer desde hace muchos años era este de Àrreu. En años anteriores estuve cerca, llegué hasta Llavorsí pero el tiempo ya no me daba para más. La visita se tenía que posponer. Las ganas de conocerlo iban en aumento. Todo eran buenas opiniones sobre este pequeño pueblo del pirineo leridano situado a unos pocos kilómetros de la frontera francesa. Las fotos que publicaba la gente que ya lo había visitado no hacían más que ponerme los dientes largos. Pero por fin llegó la ocasión. Una mañana primaveral, gris y fresca me acompaña en el día elegido para visitar este pueblo. En esa fecha ya estaban acondicionando una pista de tierra para poder subir hasta el pueblo de manera más directa pero aún así prefiero subir por el camino de siempre, el de herradura, el que utilizaron las gentes durante años. Dejo el coche en Borén y enseguida aparece ante mis ojos la visión del puente d´Àrreu el cual salva el cauce del Noguera Pallaresa y del que parte el sendero que me llevara en poco menos de media hora hasta mi objetivo. El camino es delicioso, va un rato paralelo al río, cuyas aguas bajan con buen ímpetu. Luego ya empieza a empinarse, a ratos empedrado y otras no. El pueblo ya se divisa al poco tiempo, el sendero se junta con la pista de nuevo diseño, ya son los últimos metros. Voy expectante a más no poder, tengo muchas ganas de visualizar lo que tantos años llevo esperando. Una fina llovizna ha hecho su aparición y así seguirá durante casi toda mi estancia en la zona. Veo ya la parte alta de algunas viviendas que sobresalen entre la vegetación, llego a la altura de las primeras edificaciones. Subo un pequeño repecho que pasa junto a una vivienda y enseguida aparece ante mis ojos una visión que me deja anonadado, ensimismado: el carrer Major de Àrreu. Gigantescas viviendas en buen estado de conservación se muestran ante mi. Todas en formación lineal, la calle se arquea ligeramente terminando en la iglesia. Lo que tantas veces había visto en fotografías se queda en nada viéndolo in situ. Impresionante. La maquina no para de fotografiar. Multitud de detalles arquitectónicos se muestran en las fachadas. Contemplo, avanzo, retrocedo, miro para adelante, para atrás. Estoy en un lugar maravillosamente fotogénico. No tendría palabras para describir lo que tengo ante mis ojos. Después de llevar visto más de mil despoblados pensaba que ya nada iba a sorprenderme, pero veo que si. Àrreu me embriaga de sensaciones, de emociones y de tristeza también por ver como languidece un lugar tan hermoso. Me acerco al final de la calle hasta su coqueta iglesia. Entro al interior, muy sugerente y con muchos detalles de interés. La huella de los que vinieron después también se deja notar en su interior. Contemplo e imagino. Salgo al exterior. La calle es igual de hermosa y atractiva viéndola desde este lado. Puedo entrar a una de las viviendas, su interior todavía con algo de mobiliario y también con la huella de los que vinieron después. Por una ventana veo la calle al exterior. Qué más puedo decir, desde arriba se ve igual de asombroso el panorama. Salgo al exterior, veo la ruina del horno comunal, sigo transitando con calma, despacio, la lluvia no coge intensidad. El día sigue gris y no parece que se vaya a abrir en todo el día. Siempre me ha gustado esta climatología para visitar los despoblados y en especial los que tienen las edificaciones de color oscuro. Tristeza llama a tristeza. No es lo mismo con un sol radiante. Sigo rebuscando detalles interesantes en estas gigantescas y ciclópeas construcciones. Veo la fuente con alguna inscripción en piedra prácticamente ilegible. Salgo por esta parte del pueblo, paso junto a casa Joan con su inconfundible color rosa en la fachada, dejo atrás también las ruinas de casa Golet que curiosamente y pese a ser la última en cerrarse es la única que está totalmente caída. Me dirijo hasta la ermita. El rumoroso río d´Arreu me acompaña un rato aunque llevamos caminos opuestos, el baja y yo subo. En pocos minutos llego hasta un conjunto de edificaciones en ruinas, son las conocidas como bordas d´Àrreu y que son los restos de donde estuvo situado el antiguo pueblo hasta que un alud se lo llevó por delante. Se siguieron utilizando como cuadras y corrales para los animales. Después de pasar un rustico puentecillo llego hasta la ermita de la Mare de Déu de les Neus (Virgen de las Nieves). Restaurada y en buen estado. Se puede ver el interior a través de una reja y junto a ella han colocado un panel con fotografías antiguas de la propia ermita y del pueblo de Árreu. La sensación de soledad aquí es impresionante. Las vistas primorosas. Otro grupo de ruinas pertenecientes al antiguo pueblo se concentran a unos metros del templo. Después de unos minutos deshago el camino y vuelvo otra vez hasta el pueblo que me ha dejado boquiabierto. Vuelvo otra vez a transitar por su carrer major. Hago más fotografías, muchas son repetidas pero es que mis ojos no ven más que belleza y por ello enfoco el objetivo y disparo continuamente. Llego hasta el final de la calle, me siento en el poyo de una casa, dejo que el tiempo transcurra lentamente. Estoy muy a gusto, no quiero que esto termine, la lluvia me está respetando. Nadie enturbia mi abrazo con la soledad que siento en estos momentos. No se oye un ruido fuera de los que proporciona la naturaleza. Aunque se que llega un momento en que ya toca marchar. Ya va para tres horas que llegué aquí. Deshago el camino, voy saliendo del pueblo, mirando continuamente para atrás, sigo haciendo fotografías porque cada vez que miro pienso que tengo un encuadre diferente, no me importa que se repitan muchas veces las fotografías. Me alejo del pueblo cada vez más, ya solo se ve la parte alta de algunas viviendas. Bajo nuevamente por el camino de herradura, pronto me pongo a la altura del Noguera Pallaresa y vuelvo a atravesar el precioso puente.
Después de comer en Esterri he quedado por la tarde con mi informante cuando termine de hacer sus tareas ganaderas. Como quiera que dispongo de un par de horas decido subir por el camino de Borén que lleva hasta la ermita de las Nieves sin pasar por Àrreu. El sendero es duro, con bastante desnivel, pero tiene su recompensa a mitad de camino: las vistas inigualables de Àrreu en la lejanía. Veo el pueblo de frente a mí, al otro lado del barranco, a un nivel más bajo. Otro buen rato para la contemplación. Tengo tiempo. No podía tener mejor colofón mi visita a este mágico pueblo de Àrreu que la vista panorámica que tengo en estos momentos.
Vista panorámica de Àrreu en su ubicación sobre el terreno.
El embalse de Borén en el río Noguera Pallaresa, el pueblo de Borén y por encima el pueblo de Àrreu.
Puente que permite salvar el cauce del Noguera Pallaresa y desde el que da comienzo el sendero que lleva hasta Àrreu.
Ya queda poco para llegar a Àrreu.
Entrando al pueblo, edificaciones de Casa Florentina, a la izquierda quedaba el lavadero del pueblo, con las obras de ensanchamiento de la pista una pala se lo llevó por delante.
Casa Florentina y de fondo casa Joan. Por aquí se accede a la parte central del pueblo.
Fantástica visión del carrer Major de Àrreu. Las tres voluminosas viviendas del pueblo: Nadal, Tomeló y Llirvat. En el ensanchamiento de la calle se situaba la plaza.
Foto cedida por David Montserrat.
El carrer Major de Àrreu recubierto de una alfombra blanca. El invierno se ha instalado en el pueblo. Nadal, Tomeló y Llirvat presidiendo la calle.
Casa Nadal. Profusión de vanos. De cuatro plantas. Tejado a dos aguas. En los bajos de la casa tenían el horno.
Casas Tomeló y Llirvat.
Casa Tomeló.
Parte superior de la fachada de Casa Tomeló. Detalles. Balcón, balconcillo, ventanas, alero prominente, fecha inscrita bajo el mismo. La madera bien presente.
Tramo final de la calle. Casa Tomasa a la izquierda, la rectoría en el medio y adosada a ella la iglesia parroquial de Sant Serní (también llamada Sant Sadurní)
Interior del templo. Presbiterio. Puerta de la sacristía. Altar Mayor. Capilla lateral. Suelo de madera. Pinturas decorativas en las paredes.
Pila bautismal.
Casa Llirvat. Balcones en la tercera planta. Un gran balcón corrido ocupaba toda la segunda planta. A la izquierda Casa Tomeló.
Carrer Major en sentido opuesto al de entrada. Tomeló, Nadal, la fuente, Cabalet y Joan.
Foto cedida por David Montserrat.
La misma imagen de la fotografía anterior pero con la belleza manifiesta de los colores del invierno.
La fuente de Àrreu, situada a la vera de Casa Cabalet. De fondo Casa Joan.
Casa Joan.
Trescientos metros más arriba están las ruinas de lo que fue el primitivo pueblo de Àrreu. En 1803 un gigantesco alud de nieve sepultó diez casas y fallecieron diecisiete personas. La avalancha les pilló durmiendo. Posteriormente se edificó el pueblo en su emplazamiento actual.
La ermita de la Mare de Déu de les Neus d´Àrreu.
Foto cedida por David Montserrat.
La ermita en un día invernal, rodeada de una espesa capa de nieve.