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Valdemoro de San Pedro (Soria)

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En las estribaciones de la sierra de la Alcarama, a 1150 metros de altitud se sitúa el pueblo de Valdemoro.
Al pie del barranco de la Media Aldea y recostado en la ladera de la Peña el Contrero, unas treinta casas componían la población (a principios de siglo XX casi duplicaba el número de viviendas). A mediados de los años 40 eran diecinueve las casas habitadas, quedando reducidas a ocho en 1960.
Como correspondía a la zona el invierno era duradero y frío en extremo.
Abundantes nevadas con las consiguientes heladas paralizaban la vida cotidiana del pueblo.
La leña de estepa y los troncos de roble era lo más utilizado en la combustión de la lumbre en las cocinas valdemoreñas para combatir los rigores invernales.
El mes de febrero del año 1956 pasará a la historia como el más frío que se recuerda en Valdemoro. Las temperaturas nocturnas llegaron a situarse entre 25º y 30º bajo cero. Se heló toda la cosecha de cereal.
 El agua para consumo y aseo personal se traía desde el cercano riachuelo que pasaba por el barranco de La Media Aldea. Se transportaba en cántaros y pozales y una vez en casa se metía en tinajas de las que se iba sacando según las necesidades.
La luz eléctrica llegó a Valdemoro en el año 1954.
 Tierra de secano mayormente por lo que sus campos estaban cultivados de trigo, cebada, avena y centeno, no faltaban tampoco las lentejas, los yeros y los cucos.
El trigo se empleaba para hacer el pan y se llevaba a los molinos del río Linares, entre San Pedro Manrique y Vea. Se llevaba a lomos de caballería por caminos de herradura. El resto del cereal se utilizaba como pienso para los animales.
Las ovejas y las cabras conformaban la ganadería en Valdemoro. Los cabritos y los corderos venían a comprarlos tratantes de Arnedo y de Enciso.
Las cabras se ordeñaban para consumir la leche y para hacer quesos, las ovejas no eran ordeñadas pues de ellas se amamantaban los corderos. Las cabras se llevaban a pastar todas juntas, en lo que se denominaba la "cabrada" las sacaban por turnos rotatorios entre los vecinos según las que tuvieran cada uno mientras que las ovejas era cada familia la que se ocupaba de sacar a pastar las suyas, generalmente iban de pastores los más jóvenes de cada casa a partir de los doce o trece años.

"Mi hermana Esperanza y yo fuimos de pastoras con nueve y once años respectivamente. Con días de frio y de ventiscas. ¡¡Las ovejas eran más grandes que mi hermana!! Llevábamos una taleguilla con un trozo de pan, una tortillita y algo de labor para pasar el día. En días de lluvia y tormenta no se oían los cencerros ni se veían las ovejas pero al caer la tarde todas regresaban a los corrales".
IGNACIA JIMÉNEZ.


"Cierto día las ovejas llegaron solas a los corrales al atardecer pero yo no regresé con ellas. Avisaron a mi padre y en compañía de algunos vecinos con candiles y luces empezaron a buscarme porque ya había anochecido. Al llegar ellos a Los Abriguillos empiezo a oír voces que me llamaban: ¡Esperanza...! ¡Esperanza....! A lo cual contesté: ¡Aquí estoy! y es que..... ¡me había quedado dormida! ¡Menudo susto les hice pasar a todos! ESPERANZA JIMÉNEZ.

La matanza era un ritual muy celebrado. Se hacía en familia y se decía "estar de cachuela" o "moraga". Días de mucho ajetreo en el cual participaban todos, con muy buena armonía. A los vecinos de más confianza se les obsequiaba con una morcilla y un trozo de tocino.
                                                         
                             Todos preparados
                             para la matanza
                             con alegría y contento
                             y los chicos en algarabía
                             y amigos venidos de lejos.

                            Toda la familia reunida
                            hermanos, tíos y abuelos
                            para atacar por sorpresa
                            a este animal indefenso.

                            La dueña... delantal blanco,
                            peinada con buen pañuelo,
                            lo guardaba muy planchado
                            para el último adiós al puerco.
                                      BASILIO JIMÉNEZ.


Para hacer compras hacían los desplazamientos a San Pedro y a Enciso. Al primero iban los lunes que era día de mercado, donde se juntaban gentes de toda la comarca en una jornada plena de ebullición de personas y animales. Se compraba y vendía de todo.
También se acudía a las ferias que se celebraban el catorce de junio (la de San Antonio) y el primer domingo de octubre (la del Rosario).
Todo lo que se llevaba a vender y posteriormente las compras se realizaban a lomos de los machos. Unas tres horas suponía el trayecto a San Pedro.
Los domingos pero con menos asiduidad se acercaban hasta el mercado del pueblo riojano de Enciso, distante otras tres horas de recorrido.
Los cochinos de siete semanas llamados tetones se llevaban a vender al mercado de San Pedro Manrique, en menor medida al de Enciso.
Vendedores ambulantes aparecían también con cierta frecuencia por Valdemoro a vender su mercancía. Tal era el caso del ¨Puay¨ que venía desde Enciso a vender baratijas y poco más.
De Valdeprado llegaba otro vendiendo cosas de quincalla.
De San Pedro venía Mario que vendía telas, géneros de punto, agujas, alfileres, carretes y bobinas de hilo. En casa de Arcadio Jiménez dejaba para vender cervezas, galletas o chocolate entre otros productos. En ocasiones traía sardinas frescas. Venía a caballo y llevaba dos burros para el transporte de la mercancía. Acostumbraba a pernoctar en casa de Arcadio, con el cual mantenía una buena amistad.
Del pueblo riojano de Igea venía Leandro " el Sastre", compraba huevos y pieles de oveja, cabra o conejo.
Todos estos vendedores estaban obligados a pagar un impuesto llamado la "Alcabala".

Cada mes un vecino estaba obligado a tener vino a disposición de quien lo solicitara. Apenas se hacía uso de esta norma porque en cada casa solía haber vino para consumo, solamente los mozos en alguna ocasión especial utilizaban esta taberna rotatoria para alguna celebración.
Para comprar el vino se desplazaban al pueblo riojano de Prejano.

Las fiestas patronales se celebraban en honor a San Juan Bautista. En principio eran el 29 de agosto pero debido a que en esas fechas los vecinos estaban en plena faena de la trilla se trasladaron al veintisiete de septiembre con una duración de dos días.
El primer día la música la pagaba el ayuntamiento y el segundo los mozos, hubo algún año en que se alargó un día más por deseo de los jóvenes que sufragaban los gastos de los músicos.
Las mozas solían ir a esperar a los músicos a la entrada del pueblo, los cuales llegaban la víspera por la tarde y nada más hacer su aparición daban una vuelta por las calles tocando. Después de cenar se hacía baile en la plaza Vieja.
Al día siguiente, 27, fiesta mayor. Primeramente se hacía la procesión por las calles con los estandartes, pendones y cruces correspondientes, además del volteo de campanas. Finalizado este acto se realizaba una misa solemne cantada por Valentin y Salustiano (hijos del pueblo).
El baile se hacía indistintamente en las dos plazas, la Nueva y la Vieja, o en el frontón, en alguna ocasión también en una era (la de Arcadio Jiménez). Si el tiempo no acompañaba se celebraba el baile en el salón del ayuntamiento.
Era costumbre en las fiestas hacer alguna rifa como podían ser rosquillas o alguna prenda. Se preparaban unos boletos numerados que compraban los forasteros y la gente del pueblo.
Los músicos que venían eran el Santos del pueblo riojano de Garranzo que tocaba el clarinete y el Indalecio del pueblo de Leria que tocaba el tambor.
Años más tarde venían músicos de San Pedro Manrique: Juan José al violín y Beni con la trompeta. Otros años venían tres hermanos del pueblo riojano de Muro de Aguas: Pepe que tocaba el violín, Guillermo que tocaba la guitarra y otro más tocando la trompeta.
Los músicos se alojaban un año en cada casa por orden correlativo entre el vecindario.
Venía la juventud de Buimanco, Vea, Armejún, Peñazcurna, Valdeperillo....
A todos se les invitaba a comer y a cenar. Se mataba una oveja vieja para la ocasión, se hacían rosquillas, magdalenas y dulces en el horno comunal, se compraban botellas de licor para la ocasión y los jóvenes hacían el zurracapote.
En primavera, los domingos por la noche los mozos hacían rondas por el pueblo tocando la guitarra y cantando canciones a las puertas de las casas donde había mozas.
Los domingos y días de fiesta los jóvenes acostumbraban a jugar a la pelota en el frontón, se jugaba al mus o se hacía baile en el salón del ayuntamiento con música de guitarra. Las mujeres se reunían a contar historias y jugar a la brisca.

Cada domingo se celebraba misa en la iglesia parroquial de Valdemoro. El cura primeramente venía de Vea en la persona de don José. Posteriormente el cura venía desde Buimanco, don Pedro Nolasco, don José Luis Eguizabal (natural de Prejano en La Rioja) o don José Soto (natural de Albelda en La Rioja) eran algunos de los que acudían a oficiar los actos religiosos. Siempre solían hacer el trayecto entre Buimanco y Valdemoro andando.
El médico residía en San Pedro Manrique. Don Epifanio primero y luego don Manuel (era dentista también) fueron algunos de los que se desplazaban a visitar a los enfermos por los pueblos de la comarca. Iba montado a caballo aunque en ocasiones había que ir a buscarlo con un macho.

"En una ocasión que contaba yo con unos cuatro años de edad me caí desde el balcón situado en la primera planta hasta el suelo y a pesar de que el vestido que llevaba puesto hizo de "paracaídas" y amortiguó la caída mi padre se asustó por las consecuencias que pudieran derivarse del golpe e hizo llamar al médico de San Pedro.
Una vez que llegó don Manuel y en vista de que el golpe no era mayor cosa refunfuñó malhumorado dirigiéndose a mi madre: ¡¡Y para esto me han hecho venir!! ARACELI JIMÉNEZ.


El cartero recogía la correspondencia en San Pedro Manrique y posteriormente la repartía en los pueblos que tuviera asignados. Primeramente venía de Vea, posteriormente lo hacía Florentino de Villarijo, a este le sucedió Isidro que era de Buimanco, siendo el último Vicente Pastor, residía en Valdemoro y todos los días se hacía el trayecto de seis horas entre ida y vuelta a San Pedro a por la correspondencia y la repartía en su pueblo y en Buimanco.

En septiembre se cortaban lotes de robles en la dehesa y se sorteaban. El ayuntamiento daba un litro de vino por vecino y día para la ocasión.
Se arreglaban los caminos una vez al año y se decía "ir de vereda".
Tanto para las juntas de ayuntamiento como cuando venía el tío Joaquin, el herrero de Ambasaguas se acudía al toque de campana.
En septiembre una vez recogida la cosecha, los mozos celebraban "las machorras". Se compraba una oveja gorda y a ser posible machorra. Se mataba para consumirla, a lo cual se invitaba a las mozas, mientras que duraba la fiesta se bailaba al son de guitarras. Unos días de mucho alborozo entre la juventud.
El día de Todos los Santos, por la noche y después de cenar los mozos rezaban y cantaban el rosario por la calle. Iban a la iglesia, cogían dos farolas que se encendían y con una cruz y una campanilla una comitiva de jóvenes iba por el pueblo entonando una tonada un poco quejumbrosa durante el rosario. Al mismo tiempo dos mozos subían al campanario y en cada vano de las campanas ponían una luz y tocaban a muerto. Como todo el pueblo estaba a oscuras (aún no había llegado la luz eléctrica), el conjunto de la iluminación y el sonido recreaba en el ambiente una atmósfera patética y lúgubre.

"En invierno las mujeres se juntaban a pasar la velada nocturna en algún lugar que no hiciera mucho frío y se hacía el "trasnocho". Cosían, jugaban a cartas o se contaban historias. También los mozos acudíamos, se hacían bromas y chistes y se pasaba bien. Una de las bromas consistía en poner en un recipiente lumbre y guindilla picada, se llamaba "pimentonada". Irritaba los ojos y la garganta y no se podía estar allí, había que salirse. Cosas de entonces". PABLO JIMÉNEZ.

Las Pozas, el Arenal, el Pozo Mingarro, la Redondilla, la Peña Belio, las Arrañes, el Huerto de las Tronzas, la era de Las Campanas o el Chorrón entre otros nombres quedaran para siempre como parte de la toponimia local en el recuerdo de las gentes que habitaron Valdemoro.

En los años 50 y 60 la gente se iba marchando de Valdemoro debido a que el progreso no aparecía por el pueblo. La productividad de la tierra era escasa, el pueblo tenía malos accesos, solo deficientes caminos de caballería. Los jóvenes no querían seguir viviendo en el campo y la gente mayor iba falleciendo.
Fueron buscando acomodo en pueblos industriales de La Rioja como Calahorra, Arnedo, Alfaro o en la propia capital riojana. Otras familias buscaron empezar una nueva vida en Zaragoza, en Soria o en Sevilla, y los más atrevidos dieron el salto cruzando "el charco" y se fueron hasta Argentina.
Patrimonio Forestal del Estado expropió todas las tierras para la repoblación forestal de pinos.

Qué me has dado Valdemoro?
pueblo siempre recordado
que aunque solitario estás
para mi serás siempre amado.

Qué me has dado Valdemoro?
que recordando el pasado
tanta nostalgia sentimos
y hoy solitario has quedado.

Que me has dado Valdemoro?
qué las gentes que tú has dado
a pesar de amarte tanto
te han entregado al Estado.
JOSÉ MARÍA JIMÉNEZ


Hacía el año 1962 se acabó para siempre el ciclo de vida en Valdemoro cuando cerraron la puerta de su casa Basilio Jiménez y Basilia Hernández (natural de Vea). Vivían también con ellos sus hijos: Manuel, Antonio, Nilda, Emilio, Juan Jesús y la abuela Francisca. Se marcharon a Logroño.

De los hombres que un día habitaron este pueblo
quiero rendir homenaje
a un hombre puro y sincero,
pequeño en estatura
 y agudo en el ingenio
que supo sacarle a la tierra
 el fruto con esmero.
Él se llamaba Basilio
y nos espera en el cielo,
él descansa en Logroño
ya muy lejos de su pueblo.
CÉSAR JIMÉNEZ


Visitas realizadas en junio de 1997 y diciembre de 2018.

Agradecimiento a Araceli Jiménez por su entusiasta colaboración para dar forma a este reportaje sobre su querido y añorado pueblo.

Han colaborado:
Pablo Jiménez
Aracelí Jiménez
Esperanza Jiménez
Ignacia Jiménez.
Otra fuente de información:
-Libro: Este es mi pueblo "Valdemoro" de Araceli Jiménez.


PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

Punto y aparte. Después de visitar el hermosísimo despoblado de Buimanco enfilo el camino que me llevará en algo más de una hora hasta Valdemoro.
Hace ya veintiún años de mi anterior visita. Tengo el recuerdo de verlo aparecer de repente al bajar por el camino metido en una hondonada. No pude entrar en aquella ocasión apenas por su interior, la maleza era la dueña, me imagino que ahora va a ser igual o peor.
El camino va sorteando los desniveles que producen los barrancos y sube y baja un par de veces. Algún corzo se me cruza por el camino pero se pierden pronto de vista entre los pinos.
Ambiente otoñal cien por cien. Temperatura fresquita, los árboles han soltado prácticamente toda la hoja. Mucha humedad de las últimas lluvias caídas. Hay que sortear numerosos charcos.
Diviso ya la silueta de Valdemoro. Allí están las casas recostadas contra un cerro. El transformador de la luz solitario a la derecha. El pueblo a la izquierda del camino. Contemplo las casas del barrio bajero, las que dan al camino, la vegetación está exultante, imposible buscar un resquicio para entrar. Continuo caminando por el exterior. Veo un regato que baja entre las casas y la iglesia, atisbo un puente que comunicaba los dos lugares pero la maleza no permite acercarse a él. Me dirijo hacía la iglesia. Mi primer intento es infructuoso, arañazos, enganchones en la ropa, a rastras literalmente puedo llegar a la parte alta de la iglesia. Diviso parte del pueblo. Las viviendas silenciosas y derrotadas al paso del tiempo miran con tristeza. Aquí sentado en una piedra doy cuenta de mis viandas.
Bajo hasta la puerta de la iglesia después de sortear zarzas y piedras. Entro en su interior. Desnuda de todo elemento religioso. Se puede intuir donde estaba el altar, el coro, el púlpito, la sacristía.
Salgo del templo y bajo otra vez hasta el camino, llegó hasta el transformador, buscó algún resquicio para adentrarme un poco en el interior del pueblo. Por fin doy con ello, un sendero estrecho entre las zarzas permite llegar hasta la plaza del pueblo. Viviendas a todos lados, la escuela en medio. La imaginación comienza a trabajar.
Busco alguna manera de seguir adentrándome por otras calles pero ya es misión imposible. Las zarzas no lo permiten. Me hubiera gustado subir hasta la parte alta del pueblo donde están los corrales y ver desde allí otra perspectiva de Valdemoro, pero no lo considero conveniente. Está a punto de caer la tarde y me quedan todavía diez kilómetros de camino hasta donde tengo el coche (en el camino entre Buimanco y Taniñe). El cansancio también juega en mi contra de intentar explorar más rincones, así que ni me lo planteo y abandono Valdemoro con un regusto amargo por no haber podido recorrer con deleite todas las calles y rincones del pueblo. Paso por Buimanco todavía con algo visibilidad pero será ya bien entrada la noche y después de una áspera y fatigosa caminata cuando llego al coche.


Valdemoro. Año 1997




A punto de llegar a Valdemoro




Aparecen las primeras edificaciones junto al camino que lleva a Armejún. El transformador de la luz a la derecha.




Calleja que daba a la plaza Vieja. A la izquierda la casa de "Los Manolones". La habitaba el matrimonio formado Tomás y María. Al fallecimiento de ambos continuaron viviendo allí sus hijos: Manuel, Primitiva, Andresa y Joaquin.
A la derecha la casa de Nicomedes y Engracia. Tuvieron seis hijos: José, Casimiro, Aurea, Isaac, Isidoro y Saturnino.




Entrando a la plaza




La plaza de Valdemoro. El edificio de la escuela y del ayuntamiento en medio. Las zarzas son las dueñas del lugar.




El ayuntamiento quedaba en la planta baja y la escuela en la planta de arriba. A mediados de los años 40 asistían a clase alrededor de veinticinco alumnos (catorce niños y once niñas), disminuyendo ya el número hasta su cierre a dos niños y seis niñas.
Entre los diversos maestros y maestras que impartieron enseñanza aquí se recuerda a doña Mercedes Obregón, natural de Teruel, estaba de patrona en casa de Salustiano.
Posteriormente estuvo don Santiago Calvo, natural de Palencia. Era soltero, vivía solo, en la antigua casa de los maestros, situada en la Callijuela. Era muy aficionado a tocar la guitarra.
El siguiente fue don Hipólito, natural de Castellón, vivía con su esposa María y con su hijo. Dejó buen recuerdo como maestro. Vivía en la casa que había sido de Dámaso, en la calle por encima de la escuela.
A continuación llegó don Manuel Alfaro, natural de La Rioja. Vivió en casa de Faustino y posteriormente se pasó a la casa de Arcadio y Marcelina.
Le sucedió doña María Barbero, natural del pueblo vallisoletano de Valdunquillo de Campos. Vivía con cuatro hijos en la casa que fue de Dámaso.
La última que dio clase en Valdemoro fue doña Angelines Hedo, natural del pueblo soriano de Morón de Almazán. Vivía de patrona en casa de Arcadio y Marcelina.

                      Humilde escuela rural
                      donde todos aprendimos
                      las normas gramaticales
                      la aritmética y sus signos
                      y tantas y tantas cosas
                      del maestro y de los libros
                      Y en días de frío invierno,
                       chicas y chicos llevamos
                       tarugos para la estufa
                       para poder calentarnos.
                       Jugábamos siendo críos
                       al escondrijo y al lazo,
                       al corroncho y a la patata,
                       a tres navíos y al marro.
                       Así pasaba la infancia
                       hasta cumplir doce años
                       y pasar a convertirte
                       en el pastor del ganado
                       de la mañana a la noche
                       en la soledad del campo.
                              PABLO JIMÉNEZ.

                                                             




Otra perspectiva de la plaza. La pared de la escuela a la izquierda.




Viviendas en la parte alta de la plaza. A la izquierda y ya caída la casa de la tía Fidela. En el centro la casa de Faustino y la de la derecha la casa del tío Dámaso, que posteriormente fue casa de los maestros.




Viviendas en la parte baja de la plaza.




Subiendo hacía el barrio Somero.
   
      Tus calles están desiertas
        y están tus casas cerradas,
                ya no hay mozos en las rondas,
              los que a las mozas cantaban,
     en noches de primavera
       al compás de la guitarra.
           Valdemoro.... ya se han ido
       tus hijos y te han dejado
solo con tu soledad.
PABLO JIMÉNEZ.




La casa de "Los Manolones" a la derecha y la casa de Nicomedes a la izquierda. Entre medias se divisa el transformador de la luz. La vegetación a sus anchas.




Viviendas en escalonada pendiente adaptándose al perfil del terreno. Arriba del todo la última casa que se cerró en Valdemoro.




La iglesia parroquial de San Juan Bautista.
     
                                                En Pamplona, SAN FERMIN
                                               En Zaragoza, EL PILAR 
                                               En Soria, SAN SATURIO      
                                              Y en Valdemoro, SAN JUAN




Portada de acceso al templo en arco de medio punto. Cruz latina tallada en la clave, la cual corre serio peligro de desprenderse.



Interior del templo. Ábside cuadrado con el altar mayor de fondo.




Interior del templo.
     
      Como olvidar a San Juan
        nuestro patrón venerado,
el del indice de yeso
    y el Cristo crucificado.
JOSÉ MARÍA JIMENEZ




La iglesia y el pueblo contemplándose mutuamente. Si los edificios tuvieran expresiones llevarían una profunda carga de tristeza en sus piedras viéndose lo que fueron y lo que son ahora.



Vista parcial de Valdemoro desde la iglesia. Estampa de la desolación. La casa situada a más altura fue la última que se cerró en el pueblo.
                    
                     Mirad hombres de Castilla
                     su silueta recortarse,
                     mirad como muere un pueblo
                     sin lagrimas, ni quejarse,
                     qué lo está haciendo en silencio,
                     sin pedir ayuda a nadie.
                         CÉSAR JIMÉNEZ.




Foto cedida por Araceli Jiménez

A la izquierda la casa de Amelia y Martín. La emigración se los llevó a Calahorra.
A la derecha la casa de Arcadio Jiménez y Marcelina Jiménez. Tuvieron seis hijos: Esperanza, José María, Ignacia, María Josefa, Teresa y Araceli. En 1959 cerraron la puerta de su casa y se marcharon a Argentina.
"Fue el 16 de enero. Ese día nevaba, el pueblo estaba blanco y hacia mucho frío. Recuerdo pasar junto al cementerio y dando la vista atrás... allá quedaba nuestra cuna.
Llevábamos pocas pertenencias, entre ellas una maquina de coser "Alfa", ropa y lana para los colchones, además de unas maletas que mi padre mandó hacer para la ocasión con madera de cerezo. Recuerdo escuchar a mi madre que se había hecho un pequeño bolso para esconder las pesetas y se lo puso dentro de la ropa.
El itinerario fue Arnedo-Corella-Tudela-Barcelona y allí en el vapor "Salta" a Buenos Aires.
Mi hermana Esperanza ya se había ido previamente puesto que allí vivían mis tíos Emilio y Antonia.
El desarraigo y el posterior proceso de adaptación fue difícil, nos ayudábamos entre todos y aunque hubo momentos duros, conseguimos el objetivo.
Argentina nos dio esperanza, trabajo y bienestar.
Y nuestro querido Valdemoro siempre en el recuerdo". ARACELI JIMÉNEZ.
 



Fachadas traseras de las casas de Germán y de Vicente.




Viniendo de Armejún se tiene esta panorámica de Valdemoro.




Casas del barrio Bajero y transformador de la luz. El camino lleva hasta Buimanco y posteriormente a Taniñe.



Torreta del transformador de la luz. La energía eléctrica llegó a Valdemoro en 1954 por medio de un tendido eléctrico proveniente de San Pedro Manrique.
El día 24 de diciembre fue un día histórico pues ese día se encendieron las bombillas en Valdemoro. Hubo fiesta, jolgorio y zurracapote.
"A todos nos produjo una inmensa satisfacción pero he de resaltar que si una persona se alegró infinito de la llegada de la electricidad fue mi abuelo paterno Francisco Jiménez, amante del progreso. Fue una de las mayores alegrías de su vida.
Como anécdota resaltar que a los pocos días los mozos requisaron todos los candiles y se les hizo "un juicio sumarísimo" siendo condenados a "morir en la horca". Se hincó un poste en la Plaza Vieja y allí fueron colgados todos los candiles. Durante mucho tiempo allí estuvieron expuestos como escarnio para toda "la raza candilera". ARACELI JIMÉNEZ.

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