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Channel: Los pueblos deshabitados
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Adansa (Navarra)

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En una terraza sobre un meandro que forma el río Salazar se encuentra el pequeño pero interesante caserío de Adansa perteneciente al valle del Romanzado.
Propiedad de la familia Cabodevilla, cuatro casas componían la población. Aunque solo la referida familia y la del pastor eran las que habitaban el pueblo desde que acabó la guerra civil.
La luz eléctrica llegó a mediados de los años veinte.
El agua corriente en cambio nunca llegó hasta las casas. Para consumo lo cogían directamente del río y lo almacenaban en cantaros y tinajas.
Contaba con doscientas cincuenta hectáreas de terreno donde cultivaban principalmente trigo y cebada. Para moler el grano iban a la Harinera de Lumbier.
En época de cosecha venían trabajadores desde Domeño.
El número de ovejas rondaba las cuatrocientas, contando con un pastor para dedicarse al cuidado de ellas. Graciano Esquiroz, natural de Ustarroz fue el último que realizó tal cometido. Vivía en la casa del pastor con su mujer y seis hijos.
Tratantes de Urroz y de Sangüesa son los que compraban periódicamente los corderos.
Los bueyes y las caballerías eran los animales empleados para las faenas del campo.
Los potros se llevaban a vender a las ferias de Lumbier en mayo y en octubre.
Celebraban sus fiestas patronales el 27 de diciembre en honor a San Juan Evangelista (después de la guerra ya no se celebraron fiestas en Adansa).

Para hacer compras se desplazaban hasta Lumbier. En ocasiones alargaban más el viaje yendo hasta Aibar a comprar vino y aceite principalmente.
Pocos vendedores ambulantes se dejaban ver por Adansa, entre ellos había uno que venía de Lumbier con una caballería vendiendo sardinas y abadejos.
Cada tres o cuatro días iban a Domeño a comprar el pan.

No había escuela en Adansa por lo cual los niños en edad escolar acudían a la de Domeño donde se juntaban alrededor de veinticinco alumnos.

"De Adansa íbamos seis: mi hermana María Jesús y yo de nuestra casa y cuatro de la del pastor. Nosotros comíamos en casa Albisu en Domeño. El primer plato nos lo daban ellos y el segundo lo llevábamos nosotros, debido al acuerdo que tenía mi padre con los de ésta casa. Cuando era día de traer el pan nos llevábamos el burro hasta la escuela para traerlo en las alforjas.
Cuando no había escuela nos entreteníamos de cualquier manera, jugábamos a tirar piedras al río a ver quien llegaba más lejos o nos íbamos a Domeño a ver pasar coches por la carretera, en aquellos años eran muy contados los coches que circulaban y nos emocionaba verlos pasar". ALFREDO CABODEVILLA.


El médico venía desde Lumbier (doctor Valencia), llegaba hasta Domeño en coche y después hasta Adansa andando o en caballería. Se le pagaba por el sistema de iguala.
El cartero (Pedro Laplaza) venía andando desde Usún, previamente había recogido la correspondencia en Domeño y de paso para su pueblo repartía la que hubiera en Adansa (además del diario de Navarra que recibía diariamente el amo de casa Irigoyen).
Para asistir a misa dominical se desplazaban a Domeño o Arboniés.
A los asuntos relacionados con la fragua tenían que acudir a las buenas artes de Martín el herrero de Domeño.

El año 1959 supuso el fin del ciclo de vida en Adansa. Unos años antes ya se había ido la familia del pastor.

"Nos fuimos a Lumbier y desde allí podíamos seguir viniendo a Adansa a trabajar las tierras. Mi abuela y mi madre si querían marchar pero mi padre no. Era más apegado a la casa y a la tierra. En Lumbier teníamos frigorífico, televisión, agua, servicios... pero eso a él no le llamaba la atención. Era muy austero y no le importaba vivir en precario. Prácticamente tenía que subir todos los días hasta Adansa para dar una vuelta y estar entretenido". ALFREDO CABODEVILLA.

El matrimonio formado por Pedro Cabodevilla Orduna y Pilar Munarriz Eslava, natural de Salinas de Pamplona, además de sus cuatro hijos (José Tomás, Pedro, María Jesús y Alfredo) y la abuela paterna, Eduvigis Orduna fueron los últimos de Adansa. El abuelo Tomás Cabodevilla Redín había fallecido antes de la guerra.

Agradecimiento para Alfredo Cabodevilla de casa Irigoyen y a Patxi de Usún.

Visitas realizadas en diciembre de 2008 y mayo de 2017.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

Punto y aparte. Solitario lugar pese a encontrarse a poco más de un kilómetro de la carretera que pasa por Domeño. Trayecto suave que en escasos quince minutos se realiza. El lugar es precioso. Soledad y silencio a raudales. El pueblo tiene una ubicación inmejorable, en un cortado sobre el río Salazar. No exento de riesgo si no se toman precauciones de no arrimarse mucho al borde del precipicio. La iglesia situada sobre un montículo ya nos anuncia que hemos llegado a éste pequeño pueblo de bonito nombre. Las casas separadas a unos doscientos metros. El gris arcilloso del terreno se mezcla con el verde de la vegetación circundante al río. De fondo la sierra de Leyre. El lugar fantástico. Un remanso de paz, así disfruto de ello. Nueve años han transcurrido entre mi primera y segunda visita que lamentablemente han pasado factura a las viviendas, en especial a la casa fuerte. El tejado se ha venido abajo y con ello todo el interior. La iglesia es la que menos desgaste ha sufrido. Observo que algún desaprensivo ha arrancado una cruz funeraria de piedra del cementerio y la ha intentado arrojar al río rodando por el precipicio. No lo ha conseguido puesto que se ha quedado a la mitad. (Vaya en lo que se entretienen algunos). Las casas tienen una formación lineal orientadas al oeste. Llego hasta las eras y voy por detrás de las viviendas, por aquí poco que ver por estar en muy mal estado. En la lejanía diviso un grupo de jinetes a caballo que se van acercando por un camino próximo al río. Son alumnos de la escuela hípica de Usún que dirige Patxi. Cuando están próximos a llegar dan un giro por otro camino y se van alejando. Son los únicos seres vivos que veo durante mi estancia en Adansa, aunque habría que añadir que varias aves rapaces sobrevuelan el cielo. Me entretengo un poco más mirando el río a mis pies. Espectacular. La visita a éste despoblado toca a su fin. Vuelvo a pasar junto a la iglesia y enfilo el camino hacía Domeño.

Panorámica de Adansa desde el camino de Lumbier. Se aprecia con más nitidez la separación entre la iglesia y las viviendas y la disposición en hilera de éstas.




Llegando a Adansa por el camino de Domeño. La iglesia sobre un altozano indica que está próximo el pueblo.




San Juan de Adansa. Orientada al este. Contrafuertes reforzando la fachada. A la derecha el cementerio.
"Nunca conocí que se abriera para dar misa alguna, pero hubo un verano que estuvo aquí en Adansa un familiar de mi madre pasando unos días, José Gariz que era canónigo en Pamplona. Con ello todas las tardes oficiaba una pequeña misa en el templo". ALFREDO CABODEVILLA.




Espectacular imagen de la iglesia de Adansa asomada al precipicio por donde va el río Salazar. La erosión del terreno va haciendo que el terreno entre la iglesia y el borde se vaya acortando cada vez más.




La torre-campanario vigilando con sus cuatro ojos (los dos vanos de las campanas y por debajo la ventana geminada) a todo aquel que llega por el camino de Lumbier.




Portada de acceso al templo en arco apuntado. En la clave luce el anagrama IHS.




Interior de la iglesia. Presbiterio. Arcos fajones sustentando la bóveda . Altar mayor. La huella en la pared donde figuraba el retablo. Acceso a la sacristía a la izquierda.




Las casas de Adansa asomadas al cauce del río Salazar vistas desde la iglesia. Barbos y truchas se pescaban en el río que se metían en aceite para su conserva. La sierra de Leyre de fondo.
"Las madres siempre nos advertían de que tuviéramos cuidado de jugar muy cerca del borde por el peligro que suponía, por suerte no hubo que lamentar ninguna desgracia". ALFREDO CABODEVILLA.




Las casas de Adansa en hilera.




La misma fila de casas vistas desde el otro lado.




Casa Irigoyen (2008). Conservaba gran parte del tejado y se podía acceder al zaguán de la entrada.
"Después de que nos habíamos marchado, en verano seguíamos subiendo a Adansa cuando había más faena en el campo. Pasábamos aquí unos cuantos días. Se alojaban aquí algunos trabajadores, la pareja de la guardia civil cuando hacía ronda por aquí, el canónigo que era familia de mi madre, más los que éramos nosotros de casa por lo que nos juntábamos un buen número de personas, por lo cual había que tener bastante comida, lo que se solucionaba con la caza (conejos y perdices)". ALFREDO CABODEVILLA.




Casa Irigoyen (2017). Se ha venido abajo el tejado arrastrando las vigas y la parte izquierda de la vivienda. Imposible acceder a su interior.




Casa Irigoyen (2008). Fachada lateral de la vivienda.




Casa Irigoyen (2017). Nada queda de la fachada de la imagen anterior. La vegetación se ha hecho la dueña.




Casa Irigoyen. Enfrente había otra casa (casa del Oso) que se usaba como palomar y de la cual nada queda. A la derecha la casa del pastor.




Portada de acceso en arco de medio punto a casa Irigoyen. Bella factura. Doble anagrama IHS en la clave.




Vivienda que se usaba para guardar los cutos (cerdos).




Era de trilla. Pajar. Corral.

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