A 655 metros de altitud se encuentra San Adriano, perteneciendo al concejo de Grado.
Unas treinta y cinco casas componían la población en sus mejores tiempos, aunque solo la mitad aproximadamente han llegado en relativo buen estado hasta la época actual. Las demás, entre las que se encuentran casa Pacho, Silvino, Fero, José el Castro, Hilario, Bautista, Frutos o la vieja de Justa son ya solo un recuerdo del pasado, apenas unos muros indican donde estuvo la vivienda.
Contaron con luz eléctrica en las casas desde 1948 por una línea proveniente de San Pedro de los Burros. Era de 125 voltios y los postes tuvieron que pagarlos los vecinos.
Hasta entonces los candiles de aceite o de carburo eran sus fuentes de iluminación.
Buena leña de roble y haya tenían para calentar las cocinas de las casas y sobrellevar mejor los duros inviernos que aquí se daban, donde era frecuente encontrarse con días de nieve de un metro de alto que duraban más de veinte días. Si alguien enfermaba de gravedad en esas fechas tenían que llevar al enfermo en una escalera a modo de parihuelas.
Sus tierras de cultivo estaban dedicadas al cultivo del maíz, escanda, patatas o alubias principalmente. Contaban también con un buen número de avellanos.
Llegó a contar con cuatro molinos para moler el grano junto al río Las Varas (La Torera, Molinos del Medio y La Carrizal).
Hacían pan de boroña, de maíz o de escanda cada ocho días.
Las vacas y las yeguas conformaban el grueso de la ganadería. Para ello contaban con buenas zonas de pasto común en el monte de San Adriano.
Los terneros se vendían a tratantes de Grado, Proaza y Tameza que posteriormente lo llevaban hasta Madrid y Barcelona.
Hasta cincuenta y ocho brañas llegaron a contarse en las zonas de pasto en sus buenos tiempos.
Pescaban truchas del río y había abundante caza en sus montes, sobretodo conejos, liebres o perdices aunque las gentes del pueblo no eran muy aficionadas a la caza, lo cual era aprovechado por cazadores que venían de fuera.
Los miércoles y los domingos que eran días de mercado en Grado era cuando aprovechaban los vecinos para desplazarse a caballo hasta la capital del concejo.
Llevaban a vender diversos productos (huevos, pollos, conejos) y en otoño buenos sacos de avellanas. Unas veces se llevaban hasta Bayo donde las recogía un camión para llevarlas hasta Grado y otras veces eran los vecinos las que los llevaban directamente.
Aprovechaban el desplazamiento para comprar productos de primera necesidad que no tuvieran en el pueblo.
Algunos vendedores ambulantes gallegos se dejaban ver por San Adriano vendiendo ropa, calzado, paños, hilos, agujas...
El cura venía a dar misa cada quince días o una vez al mes según la ocasión.
De variada procedencia fueron los sacerdotes que llegaban hasta el pueblo a impartir el acto religioso.
Don Pedro venía de Proaza y acostumbraba a comer en casa Julián.
Don Vitor venía de Linares. De Salceo lo hacía don Juan mientras que don Alejandro venía desde Sama y se quedaba a comer en casa Dolfo.
El médico venía desde Proaza, había que ir a buscarle con una caballería para que pudiera desplazarse a visitar al enfermo.
Gran recuerdo dejó entre las gentes del pueblo, don Francisco González, médico de Grado que en los años 60 y 70 subía a San Adriano a caballo a visitar a algún enfermo, incluso en los días más desapacibles del invierno habiendo nevado.
El cartero (Artemio) venía andando desde Bayo. En ocasiones los vecinos le evitaban el desplazamiento si alguno iba por aquel pueblo con lo que aprovechaba para traerse la correspondencia para San Adriano.
El veterinario venía desde Rañeces.
Para cosas de fragua iban a la de Arellanes si era para afilar o reparar aperos de labranza o a la de Verdillés si era para herrar las yeguas.
En el verano aparecían por el pueblo los tejeros de Llanes, aprovechando el buen barro que había por la zona para hacer tejas y ladrillos.
Celebraban las fiestas patronales el día 8 de septiembre en honor su patrona: la Virgen de Covadonga.
Se hacía misa cantada y en ocasiones acompañada de gaitas. Una procesión posterior con la santina daba fin a los actos religiosos de la fiesta.
El baile se hacía junto a la iglesia o en unos prados. Amenizado con gaita, tambor, acordeón o clarinete, los músicos venían de Cañeo o de Proaza.
Se hacía una rifa de una ternera. En cada casa se acostumbraba a matar un carnero o dos para compartir con familiares y allegados.
De Baselgas, de Coalla, de Sograndio, de Proaza, de Yernes, de Tameza venía la juventud a participar de la fiesta. Tampoco faltaban los familiares que venían de Oviedo, Madrid o Barcelona.
"La fiesta tenía la asistencia casi obligatoria de ir a misa. Durante la procesión sonaba la gaita y algún tambor y se tiraban voladores (cohetes). Después la gente se iba a comer a sus casas y el cura elegía la que más le apetecía. Por la tarde se hacía el baile al lado de la iglesia, en los últimos años en la escuela. La música era de gaita y tambor y se cantaban tonadas. En los últimos años ya se hizo con un tocadiscos o un acordeón".
NICANOR GONZÁLEZ Y MARÍA DEL CARMEN GONZÁLEZ de casa Justa y JOSÉ FRANCISCO FERNÁNDEZ Y MAGDALENA FERNÁNDEZ de casa Braulio.
Tenían otros días festivos para el Corpus en junio y para San Antonio en enero.
Los sábados se hacía baile a nivel local en alguna casa al reclamo de las casadiellas (postre típico) que allí se elaboraban. Se hacía una tarta además para ser rifada. La música corría a cargo de un acordeonista o un gaitero.
Los domingos se acostumbraba a jugar a la cuatrea en la bolera junto a la iglesia y también se jugaba al subastado y al siete y medio en la taberna o debajo de algún hórreo.
En el recuerdo quedan como personajes de vital importancia por sus labores de parteras Faustina de casa Fructuoso y María de casa Ignacio.
Una carretera que nunca llegó, el cierre de la escuela y las ganas de buscar una mejora en el nivel de vida fueron los motivos que empujaron a los vecinos a emigrar. Se repartieron por Avilés, Gijón, Oviedo o Grado principalmente.
Joselin de casa Rafael fue el último de San Adriano. Marchó sobre el 1981 aproximadamente.
En la actualidad los vecinos tienen pendiente la escisión del pueblo del concejo de Santo Adriano donde están actualmente para pasar a pertenecer al concejo de Grado, con el cual siempre han tenido más afinidad y relación laboral y familiar y con el que se sienten más unidos porque es el que ha realizado inversiones en las mejoras para el pueblo. Ha sido el alcalde actual de Grado (José Luis Trabanco) el que se ha implicado más en el asunto para que el pueblo pase a pertenecer a su concejo. Es un pleito que viene ya del lejano año de 1927, sin haber llegado a un acuerdo, lo cual retrasa también otros asuntos pendientes como es la construcción de una carretera ya planificada hasta el pueblo o la dotación de diversas infraestructuras como la luz y el agua o la rehabilitación del edificio de la escuela como centro social.
Las gentes esperan como agua de mayo que todo se solucione pronto y pasen a pertenecer al concejo de Grado como es su deseo por unanimidad y así poder ponerse manos a la obra en recuperar el esplendor que éste bellísimo pueblo de San Adriano tuvo antaño.
Agradecimiento a José Emilio González, a Graciano Fernández y a la Asociación Cultural San Adriano del Monte.
Visita realizada en noviembre de 2015.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. Si me preguntaran cual es el deshabitado más bonito de España no sabría dar el nombre de uno en concreto, pero si me pidieran una lista con los cinco más bonitos estaría sin lugar a dudas este delicioso pueblo.
Después de conversar con el único habitante del hermoso pueblo de Baselgas encamino mis pasos por el sendero que de allí sale hasta llegar a San Adriano.
Camino suave a ratos, áspero e inclinado en tramos, vuelvo la vista atrás para ver el paisaje que voy dejando atrás, según voy ganando altura infinidad de pueblos (los cuales desconozco) se ofrecen ante mis ojos. Por delante ni rastro de población alguna, solo monte. Alguna caseta rehabilitada para estancias temporales y poco más. Al coronar un collado el camino ya inicia un descenso y ya intuyo que queda poco para llegar. Avisto ya los primeros edificios del pueblo entre una masa de vegetación. Hora y media después de mi salida de Baselgas entro en San Adriano por su parte alta. Las casas están a mis pies. El paisaje es grandioso. Irradia belleza y soledad, mucha soledad. En vertiginoso descenso y pasando junto a viviendas en mejor o peor grado de conservación llego al núcleo central del pueblo. Mirando a derecha e izquierda todo es bonito. La fuente y el abrevadero a un lado. En las escaleras exteriores de una casa me siento un rato, es la hora de comer. Lo hago sin prisas. El silencio una vez más indispensable compañía. Retomo mi paseo por el pueblo. Viviendas cuidadas con verdadero primor aparecen por esta zona del pueblo. A pesar de las dificultades para llegar sus gentes no olvidan a San Adriano. Mucha vegetación en otras partes del pueblo, complicado moverse por algunos tramos. Voy bajando, paso junto a una panera que tiene debajo un potro de madera para herrar las vacas, observo la escuela, a duras penas logro acceder a su interior, nada de interés queda, solamente imaginar aquí a los niños recibiendo la enseñanza. Me planto ante la iglesia, reluciente de blancura, preciosa. Vuelvo a subir para arriba, una casa llama mi atención, de tres plantas, es amplia, tuvo que ser fuerte, destaca sobre las demás, me acerco otra vez a la plaza. Multitud de rincones, calles, edificios, para deleitarse visualmente. Me toca marchar, es noviembre y los días son cortos. Me queda una buena caminata hasta Baselgas donde tengo el coche. En vez de ir por el camino de venida lo voy a hacer por el otro lado, bajar hasta el río y ver las desperdigadas casas de la aldea de La Condesa. Para lo cual hago el descenso a paso vertiginoso para llegar a ese lugar antes de que sea de noche, pero... no lo consigo. Cuando llego a La Condesa solo me queda el tiempo para ver la vivienda que hay junto al camino, las demás ya no es posible. Ha oscurecido y ya no puedo ver nada. La noche ésta encima y una hora de camino por delante hasta Baselgas.
Grandísima impresión la que me llevo de éste lugar deshabitado (no abandonado).
Por el camino de Baselgas. Se avista el pueblo de San Adriano en la ladera.
Por el camino de Baselgas. Primeras construcciones, casa el Juvitu y a continuación casa Justa.
Casa Justa.
Foto cedida por la Asociación Cultural San Adriano del Monte.
Casa Justa. Años 60. Salomé y Pepe con Raquel la hija de ambos.
Foto cedida por la Asociación Cultural San Adriano del Monte.
Años 60. Canor de casa Justa sujetando una vaca.
Tejados de San Adriano. Al fondo las dispersas casas de La Condesa.
"La panera nueva es mitad de mi familia (José Benito) y mitad de casa Rafael. Era típico compartir estas edificaciones. Se llama la panera nueva, porque se hizo nuevecita por los años 60 y es la última que se construyó en el pueblo. En la parte de abajo de ella (lo de piedra) se guardaban los carros de las vacas o carros del país. El techo de la parte baja, es de ramas de avellano trenzadas y encima se guardaban los aperos de labranza, el arado, que era de madera, el "rastru" o "ramu" que era una especie carro de madera y ramas pero con dos especies de esquís en vez de ruedas y se usaba para traer del monte el "mulliu" o lo que es lo mismo, arguimas, folechus, artos y yerba para poner en el suelo de las cuadras para que se pudiesen limpiar con más facilidad También se guardaba debajo, mejor que encima, la "grade", un artilugio formado por un esqueleto de madera, atravesado por picas de hierro que se pasaba por la tierra después de arar para dejarla lisa y sin grandes terrones, los cestos y cestas mas grandes también se guardaba allí.
En la parte de arriba, en lo que es la panera se guardaba el maíz que cuando se recogía se tejía en coletas y se dejaba colgando de la barandilla de la panera. También había una esquina donde teníamos un nido de abejas que nos producía una cantidad de miel nada desdeñable. Todo lo que se cultivaba para comer se almacenaba en la panera.
A veces servía de habitación de invitados, cuando no había sitio bastante en la casa, (en fiestas o entierros)". JOSÉ EMILIO GONZÁLEZ.
Casa Rafael, la última que se cerró en San Adriano.
Casa José Benito.
"Nosotros nos fuimos en fases, primero mis padres y yo, por el tema de estudios, después mi hermana segunda y más tarde mi abuela y mi hermana mayor. Yo me fui el 8 de marzo de 1977, con siete años, y en el resto de meses los demás de la familia. A mediados de junio habíamos reunido la familia. Tuvimos que bajar las cosas hasta Yernes y Vendillés en caballerías y desde allí, en Landrover y Jeep hasta La Mata, Cerca de Grado. Solo bajamos una habitación ya que íbamos de caseros para una casona con fincas y muchas propiedades y tenía vivienda de sirvientes amueblada. También nos llevamos los enseres domésticos y el ganado, aunque lo subíamos de vez en cuando, para aprovechar los pastos. Vendimos los caballos.
Mis hermanas se fueron contentas, para ellas era dejar atrás el sufrimiento y el trabajo durísimo y se les habría una nueva vida, ya que eran mayores de edad. Para mí, fue una sensación rara. Muy triste por dejar amigos y amigas atrás, y a la vez contento, porque me quitaba de los largos viajes de fin de semana para ir y volver a Yernes a la escuela.
Mis padres lo llevaron mejor pero mi abuela se fue con mucha tristeza, dejaba a sus difuntos (marido y padres) allí y todo lo que había sido su vida.
Después de irnos no hubo expolio, fue peor, robaron de todo, hasta el tubo de la chimenea y eso que aún quedaban vecinos. Se nos cayó el alma al suelo la primera vez que volvimos y no había mueble de aseo, un arca tallada preciosa, los armarios abiertos, sin chimenea, cristales rotos, piedras en el tejado para causar goteras..." JOSÉ EMILIO GONZÁLEZ.
Foto cedida por la Asociación Cultural San Adriano del Monte.
Las hermanas González Arias (Blancanieves y Argentina) delante de la puerta de su casa (José Benito). Años 60.
Preciosa estampa la que forman la casa de José Benito, con el horno a la izquierda y por encima casa Rafael.
Bajando hacía la plaza. Casa Candida a la izquierda.
Por encima de la plaza. Bonita panorámica.
Casas en la plaza. A la izquierda la cuadra de Mon de Adolfo y casa Asunción, a la derecha casa La Calea.
Casas en la plaza. Casa Calea a la izquierda y casa Donata a la derecha.
"En las escaleras de la Calea y en los bancos junto a ella era donde se celebraban las juntas vecinales los jueves. Se acordaba para ir a limpiar los caminos, las fuentes, limpiar el monte de rastrojos y malas hierbas. Aparte de eso era el epicentro del pueblo. Siempre había gente allí pasando el rato o hablando. Allí se juntaba la gente al caer la tarde". GRACIANO FERNÁNDEZ.
La fuente en medio flanqueada por el lavadero (inacabado) a la izquierda y el abrevadero a la derecha.
El agua venía desde el paraje conocido como las Siete Fuentes en la Peña Blanca, a cinco kilómetros del pueblo.
Otra panorámica de la plaza con las escaleras de La Calea a la derecha. A la izquierda abrevadero para el ganado y al fondo cuadras para los animales y por encima de ellas casa Casimiro.
Casa Sandalio. Aquí estaba el chigre (taberna). También tenía estanco y una desnatadora. Iban a comprar el vino con pellejos en las caballerias a casa Diego de Proaza. En otras ocasiones lo hacían a Grado.
Calle de San Adriano. Preciosa imagen.
Lo que queda del edificio del ayuntamiento. Cuando dejó de tener uso como tal se destinó a cuadras.
Radiante entrada a San Adriano por el camino de La Condesa.
Vista parcial del pueblo.
Casa Mon de Adolfo.
Casa El Teniente.
Calle de San Adriano. Panera de José Oliva a la izquierda. Al fondo la escuela.
Escuela de San Adriano. Alrededor de una treintena de niños asistían a ella en los años 40 y 50. Venían también los niños de El Fundil y algunos de La Condesa. Había cuatro bancos alargados en su interior y los menores se sentaban en sillas pequeñas.
Arriba quedaba la casa de la maestra, aunque no se usaba mucho como tal, puesto que se alojaban de patrona en alguna casa. En ocasiones dicha vivienda se utilizaba como velatorio cuando había algún entierro.
Doña Honorina, natural de Bustariega en el concejo de Somiedo, doña Domitila de Oviedo, doña Domitila de Lugones o doña Maruja de Oviedo son algunas de las que pasaron por aquí impartiendo enseñanza.
A ellas las pagaba el ayuntamiento de Grado.
La iglesia de la Virgen de Covadonga. De planta rectangular. Espadaña coronada por una cruz griega. La campana fue robada. Cementerio anexo a la izquierda.
Atrio de la iglesia. A un nivel más bajo que el de la calle. Suelo empedrado y bancos laterales. Puerta de madera de doble hoja enmarcada en un arco de medio punto apoyado en sendas pilastras.
Fachada lateral de la iglesia. Arcos del atrio y ventana de la iglesia. La sacristía adosada.
Foto cedida por la Asociación Cultural San Adriano del Monte.
Año 2003. Procesión con la virgen antigua, la cual fue quemada por unos desaprensivos en 2006.
Foto cedida por la Asociación Cultural San Adriano del Monte.
Año 2006. Reparación del tejado de la iglesia. Carmen, Divina de casa Donata, Paulino de casa La Fonte y José el Castro.
Foto cedida por la Asociación Cultural San Adriano del Monte.
Año 2006. Reparación de la iglesia. De izquierda a derecha: Carmen, Dora, Inocencio, José, Miguel, Livi, Ludi, Paco, Daniel, Manolo y Canor.
Casa Braulio.
Foto cedida por la Asociación Cultural San Adriano del Monte.
El único "medio de transporte" que había para llegar a San Adriano. En un lugar sin identificar.