Bajo la denominada Cuerda de Huertezuelas se sitúan las diferentes aldeas que englobarían Huertas Chicas.
Alrededor de unas treinta y cinco viviendas conformarían estos núcleos (Los Coloraos, Huertas Chicas, Casas del Castillo y Huerta de la Rosala).
Estas alcanzan su mayor altitud en Las Casas del Castillo a 775 metros.
Nunca llegó la luz eléctrica a ninguna de ellas, siendo los candiles de aceite primero y los de carburo después sus fuentes de iluminación.
Las ovejas y las cabras se repartían casi por igual en su ganadería. Marchantes de El Viso del Marqués y Calzada de Calatrava acudían periódicamente por allí para comprar corderos y cabritos.
Trigo, cebada, avena, centeno, melocotones, olivos y granados eran algunos de los cereales y arboles que ocupaban sus tierras de cultivo.
Llevaban a moler el grano al molino de Huertezuelas. Al pueblo también llevaban a vender las aceitunas que recogían de los olivos.
Para los amantes de la caza, los conejos, liebres y perdices suponían un aporte extra en la dieta alimenticia, lo mismo que los barbos que pescaban en el arroyo.
En los años 40 y 50 varios de sus vecinos iban a trabajar a las minas de plomo de El Centenillo (Jáen), en cuyo trayecto empleaban algo más de dos horas de caminata atravesando la sierra.
A Huertezuelas acudían a realizar compras de productos básicos que no obtuvieran de la tierra o los animales.
Fabiana desde Huertezuelas aparecía periódicamente por Huertas Chicas con una caballería vendiendo sardinas y diversos productos alimenticios.
Desde Aldea del Rey llegaba el tío Pablillo con un carro tirado por un burro ofreciendo su mercancía: tomates, garbanzos, arroz...
En ocasiones la compra se convertía en trueque: un kilo de garbanzos o de arroz a cambio de un manojo de orégano, planta relativamente frecuente en amplias zonas de la sierra.
Para todo tipo de oficios religiosos (misa dominical, bodas, bautizos, entierros) acudían a la iglesia de Huertezuelas.
Al pueblo tenían que acudir también los niños en edad escolar por no haber escuela en Huertas Chicas.
El médico (don Ignacio), acudía en casos muy graves desde San Lorenzo de Calatrava, había que ir a buscarle con una caballería para que pudiera desplazarse a visitar al enfermo.
No había servicio de cartería especifico para las aldeas, y era cualquier vecino que se desplazara al pueblo el que traía/llevaba la correspondencia.
Participaban activamente de las fiestas de Huertezuelas (la Inmaculada Concepción en diciembre y la Virgen del Carmen en julio).
Como principal celebración festiva en Huertas Chicas estaban los Carnavales. La gente joven acostumbraba a disfrazarse de la manera más variopinta y a realizar animados jolgorios.
Había costumbre de que alguna casa que dispusiera de un salón un poco amplio se encargara de celebrar el baile (casa de baile de Carnaval). Contrataba a algún músico y se hacía la rifa de los conejos. Animal que preparaba la dueña de la casa en la cocina para que lo consumiera el ganador del sorteo y sus allegados.
Algunos domingos o festivos se acostumbraba a hacer baile a nivel local (para todas las aldeas) con músicos venidos de Huertezuelas con guitarra, laúd y bandurria.
En los años 50 y 60 la emigración fue golpeando a Huertezuelas y con más tesón a sus aldeas ya que estas carecían de todo tipo de servicios básicos a lo que se unía los deseos de buscar una mejora en la calidad de vida.
Si bien Huertezuelas aguantó con población estable siempre por tener mejores servicios y comunicaciones, Huertas Chicas y el resto de aldeas vio como marchaban sus gentes por un efecto dominó en el que unas familias fueron arrastrando a otras.
Algunas familias se quedaron en Huertezuelas pero el resto se marcharon a Barcelona, Madrid o La Carolina (Jaén) entre otros lugares.
Para últimos de los 60 y primeros de los 70 Huertas Chicas se quedó vacío.
Visitas realizadas en junio de 2016 y octubre de 2016.
Fuentes de información: Antiguos vecinos de Huertas Chicas y vecinos de Huertezuelas.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. Para los que somos foráneos siempre hemos asociado Ciudad Real a llanuras, a la Mancha propiamente dicha. Se hace raro creer que tiene zona de sierra, pero la tiene, y más raro se hace creer que tenga despoblados, pocos pero los tiene. Este conjunto de aldeas de Huertas Chicas es el mejor ejemplo de ello, aldeas serranas, donde el invierno no era riguroso en extremo pero se hacía notar.
Por medio de una persona de Puertollano que me escribió hace un par de años un correo electrónico tengo conocimiento de este lugar, desconocido hasta entonces para mi y muy poco tratado en internet.
Cuando se presenta la ocasión hago mi primera visita a esta zona situada en las estribaciones de Sierra Morena.
El verano acaba de comenzar y llego a Huertezuelas de buena mañana cuando apenas los más madrugadores han salido a dar su paseo matutino.
Enfilo el camino hacía las aldeas que previamente había visto desde las alturas de la carretera que viene de El Viso del Marqués. En un corto trayecto llego al primer núcleo de población: Los Coloraos, nombre por el que es conocido por la gente mayor, siendo conocido también por el Primer Callejón de Huertas Chicas. Se sitúa sobre un pequeño altozano en forma alargada. Una calle perpendicular al camino de llegada es lo que conforma este caserío. Calle de pintoresca belleza. Viviendas en hilera sin separación a ambos lados de la calle. En ruinas la gran mayoría, algunas han sufrido una pequeña reforma para evitar su derrumbe. Casas de una gran sencillez, ejemplo de la vida austera en estos pequeños núcleos serranos.
Me dirijo hasta el segundo núcleo poblacional: Huertas Chicas, conocido como el Segundo Callejón, epicentro de estas aldeas situadas al este de Huertezuelas. El paseo entre una aldea y otra es un disfrute visual, un vergel para los amantes de la vegetación: castaños, robles, encinas, olivos, granados, jaras... todos tienen presencia allí.
Un enorme castaño quemado expone sus entrañas negruzcas a los ojos del visitante. Igual que las ruinas son bonitas, un árbol muerto también irradia belleza. Se come todo el protagonismo. Sobre otro altozano se encuentra Huertas Chicas, aquí ya no hay trazado urbano definido, se ven edificios de mejor nivel que en Los Coloraos pero la maleza se ha hecho fuerte en las zonas más altas de la aldea y es imposible moverse por allí.
Intento ir hasta Las Casas del Castillo, pero debido a que la vegetación esta alta pierdo el sendero que me llevaría hasta allí y no consigo volver a encontrarlo. Por problemas de tiempo decido dejar la visita al tercer núcleo para otra ocasión. A la salida de Los Coloraos y de camino a Huertezuelas me encuentro a un pastor (aunque no al uso de los de toda la vida) que tiene por allí unas cuantas cabras. Un poco de conversación trivial y vuelta para el pueblo.
Ocasión de volver que se produce en una mañana otoñal del mes de octubre. Día lluvioso y grisáceo. Es asombroso el cambio que han pegado las aldeas a nivel paisajistico. Si en la primera visita estaba todo seco, agostado como diría Labordeta, ahora es un manto verde como puedo apreciar en el suelo de la calle de Los Coloraos o en las laderas del altozano donde se ubica Huertas Chicas. Ello unido al color marrón oscuro que tienen las edificaciones por haber recibido agua de lluvia da una tonalidad muy diferente a la del mes de junio. Sin lugar a dudas prefiero esta postal otoñal.
De pasada hacía mi objetivo vuelvo a saborear la bonita calle de Los Coloraos y el trazado urbano de Huertas Chicas y esta vez ya sin perdida posible llego hasta los dos barrios que conforman Las Casas del Castillo.
Puedo decir que me han sorprendido muy gratamente estas aldeas de Huertas Chicas.
Los Coloraos (Primer Callejón)
Los Coloraos. Vista desde la sierra.
Disposición urbanística de Los Coloraos. Calle ligeramente arqueada con viviendas en hilera a ambos lados.
Calle de Los Coloraos en sentido descendente (otoño). Belleza manifiesta. Las paredes rezuman humedad de lluvia. El suelo es una alfombra verde.
Nada que ver con la tonalidad de colores que presenta la misma calle en verano.
Hacía mitad de calle.
Calle en sentido ascendente.
Hacía mitad de calle. Alguna vivienda constaba de tres pisos, algo que no era muy normal, puesto que solían ser de dos.
Vivienda. Sencillez en su máxima expresión. Constaban de planta baja y cámara. Por detrás se divisa el pueblo de Huertezuelas y el cerro de la Utrera al fondo.
Tramo final de calle en sentido ascendente. La Cuerda de Huertezuelas al fondo.
Vivienda esquinera. Fachada en piedra vista sin revocar. Mampuesto en piedra de arenisca de pequeño tamaño formando hileras regulares en su parte baja y de forma irregular en la parte más alta de la fachada. Ausencia de vanos en este lateral. Conserva parte de la chimenea. Huertezuelas al fondo y detrás el cerro de la Utrera.
Adosadas a las traseras de las casas quedaban las cuadras y los pajares.
Huertas Chicas (Segundo Callejón)
Huertas Chicas visto desde la sierra.
Entrando a Huertas Chicas por el camino de Huertezuelas.
Entrando a Huertas Chicas por el camino de las Casas del Castillo.
Huertas Chicas. Bonita estampa urbana.
Huertas Chicas. Vista parcial de su trazado urbano.
Huertas Chicas. Rincón urbano. Una pintada en la puerta prohíbe el paso... y la vegetación también. Por arriba la Cuerda de Huertezuelas.
Las Casas del Castillo.
Llegando a Las Casas del Castillo por el camino de Huertezuelas.
Las Casas del Castillo. Vivienda.
Las Casas del Castillo. Calle.
Los dos barrios que conforman Las Casas del Castillo.
Las Casas del Castillo. Horno