Algunos lectores del blog me han llamado la atención sobre el hecho de que no saco fotografías de interiores de las casas, que si es que no entro en ellas, me preguntaban.
Claro que me gusta entrar, siempre que no entrañe riesgo alguno y con las debidas precauciones por el mal estado generalizado de las diferentes estancias de una vivienda.
Me gusta entrar, ver, admirar e imaginar la vida entre esas cuatro paredes plenas de sencillez, con lo mínimo y necesario para vivir. Mentalmente imagino a los moradores de la casa en su trajinar diario, en como la austeridad predominaba sobre los lujos y caprichos de hoy día.
Como ¨los lujos y comodidades¨ iban llegando con cuentagotas e iban haciendo la vida un poco más apacible o menos dura si se quiere en las viviendas.
No suelo mostrarlas en los reportajes de cada pueblo porque considero que forman parte del ámbito privado de cada casa y de las familias que allí vivían y que no aportan mayor trascendencia al cometido esencial del blog, que es mostrar una pequeña parte de la historia del pueblo a modo colectivo, siempre vista desde el lado humano.
Aun así en esta entrada voy a mostrar una serie de fotografías de interiores que me han llamado la atención por algún hecho determinado para mostrar como la sencillez en su máxima expresión puede ser enormemente bella.
Retazos de un pasado perdido.
Zaguán de entrada en una casa. Se accede a él nada más entrar por la puerta y desde aquí estaba el acceso al resto de la vivienda. Laborioso suelo de cantos rodados. Poyo para sentarse y depositar utensilios. Cuernos de madera clavados en la pared para colgar los aparejos de los animales y aperos de labranza. Acceso a la cuadra.
Zaguán de entrada mucho más humilde. Tras pasar la puerta de la calle queda la cuadra a la derecha y el acceso a la vivienda a la izquierda tras atravesar un pequeño patio. Silla sin patas para sentarse a la fresca o para realizar algunas labores. Capazo, saco de piensos, chaqueta y alforja colgados de la pared.
¿Encontrarían los saqueadores el tesoro que estaban buscando? Baúles, cajones, maletas, todo revolcado y desvalijado en su interior en esta espaciosa sala de estar. Suelo de baldosa de barro cocido. Silla reclinatorio en un rincón. La puerta de cuarterones de doble hoja da paso a otra estancia con luminoso ventanal y donde entre otros muebles hay una mesa de picar carne.
Amplisimo salón de una vivienda pudiente. Tanto que en él se celebraban los bailes de las fiestas patronales del lugar. Veinticinco parejas bailando, los músicos y los que miraban. Buena iluminación. Baldosa de cerámica. Viguería del techo pintada de azulete.
Platos puestos para la comida sobre la mesa camilla. Sillas de madera con el respaldo curvo. Aparador y armario ropero con espejo al fondo.
Salón con mesa camilla, sillas de madera y sencillo escaño o cadiera. La mesa se cubría con un faldón de tela gruesa y en el orificio circular se ponía un brasero con los rescoldos de la lumbre para calentarse las piernas.
Aunque para calentarse nada mejor que hacerlo a la lumbre. Estancia donde se situaba la chimenea y separada del resto de la cocina por un tabique. Bancos de madera contorneando la pared.
La tradición oral a pleno rendimiento en las largas noches de invierno con toda la familia reunida en torno al fuego. Tiempo para escuchar las historias de los abuelos.
La cocina económica o bilbaina (llamada así por estar fabricadas en el Pais Vasco) supuso una gran novedad a la hora de cocinar en el mundo rural. Hechas de hierro, tenían su horno y se alimentaban de leña o carbón. Humero para la salida de humos entre el alicatado de la pared. Encimera corrida con compartimento para pila (aunque no había agua corriente) se llenaba para lavar cacharros y desaguaba por el tubo inferior. Ventana de iluminación de madera.
Estancia de la casa con la chimenea ocupando el espacio central, con la curiosidad de tener el horno de pan en su interior. Alacenas simétricas laterales con puertas de madera para guardar botellas y vasijas. Pared en tono rosa suave.
Si no bastaba con las sillas de enea se improvisaba un banco con dos troncos de leña y un tablón, se añadía una mesa adicional y todo el mundo a comer. Cocina de gas butano.
Alacena empotrada en la pared con diversas repisas y puertas cristaleras. En ella tenían cabida todo tipo de vasijas, pucheros, vasos, botellas, frascos para la sal, azúcar, vinagre, el tabaco e incluso pequeños regalos que traían los familiares.
La cocina se sitúa a un nivel inferior al resto de la casa y se salva mediante escalones. Nicho horizontal en la pared con cantareras en su parte media. Sempiterno azulete en las paredes.
El calendario clavado en la pared puede ser un buen indicador del año en que emigraron los inquilinos de la casa. En este caso puede ser el tardío año de 1982, en los meses de verano. A partir de entonces ya no se arrancaron más hojas.
Dormitorio de matrimonio. Cama de hierro de buena altura con voluminoso somier. Cabecero y piecero de barrotes. Unos cuadros con motivos religiosos, unos clavos para colgar la ropa, una silla y un armario (no visible) era todo el mobiliario. Escalera de madera para acceder al desván.
Dormitorio doble con camas de madera separadas por una mesilla. Suelo de listones de madera. Silla de mimbre.
Sala y alcobas al fondo. Era la solución a las casas donde había muchos hijos. Eran estancias donde solo cabía la cama y una silla para dejar la ropa. No tenían puerta y se cerraban con cortinas.
El retrete en las casas fue uno de los últimos inventos en llegar. Era muy rústico. Un minúsculo habitáculo con poyete y orificio de evacuación en el medio. Desaguaba directamente a las cuadras, a un prado o un patio trasero. Solucionaba el problema de tener que salir a la calle por la noche. Generalmente lo tenían las casas que hacían reforma o las casas de las maestras.
En un momento determinado una familia decidía instalar una taberna en la casa. Se habilitaba una dependencia de la vivienda. Un sencillo mostrador, una repisa para las botellas de vino y los vasos y listo. Por detrás espacio para colocar unas cuantas mesas con sillas donde se acostumbraba a jugar a las cartas.
El noble arte de tejer o tricotar era realizado por algún miembro de la casa. Maquina tricotadora fabricada en Valencia. Armario empotrado y chaqueta colgada en la pared. Suelo de baldosas de barro. La parte superior de las paredes y las viguerias del techo pintadas de un verde azulado.
Estancia de la casa con el suelo horadado en forma de tinaja, sobresaliendo la boca. Se utilizaba para guardar el aceite. Una losa de piedra o un grueso tablón se ponía sobre ella para taparla.
Sobrao, falsa, desván, cámara. Se situaba en la parte alta de la casa. Allí se guardaba todo, desde el grano, hasta fruta, ropa vieja, muebles, aperos, útiles de labranza, cestos, etc. Todo lo que valía y no se utilizaba con frecuencia para allá se subía. Y lo que no valía también. Eran tiempos en que no se tiraba nada. A todo se le sacaba algún provecho.
Claro que me gusta entrar, siempre que no entrañe riesgo alguno y con las debidas precauciones por el mal estado generalizado de las diferentes estancias de una vivienda.
Me gusta entrar, ver, admirar e imaginar la vida entre esas cuatro paredes plenas de sencillez, con lo mínimo y necesario para vivir. Mentalmente imagino a los moradores de la casa en su trajinar diario, en como la austeridad predominaba sobre los lujos y caprichos de hoy día.
Como ¨los lujos y comodidades¨ iban llegando con cuentagotas e iban haciendo la vida un poco más apacible o menos dura si se quiere en las viviendas.
No suelo mostrarlas en los reportajes de cada pueblo porque considero que forman parte del ámbito privado de cada casa y de las familias que allí vivían y que no aportan mayor trascendencia al cometido esencial del blog, que es mostrar una pequeña parte de la historia del pueblo a modo colectivo, siempre vista desde el lado humano.
Aun así en esta entrada voy a mostrar una serie de fotografías de interiores que me han llamado la atención por algún hecho determinado para mostrar como la sencillez en su máxima expresión puede ser enormemente bella.
Retazos de un pasado perdido.
Zaguán de entrada en una casa. Se accede a él nada más entrar por la puerta y desde aquí estaba el acceso al resto de la vivienda. Laborioso suelo de cantos rodados. Poyo para sentarse y depositar utensilios. Cuernos de madera clavados en la pared para colgar los aparejos de los animales y aperos de labranza. Acceso a la cuadra.
Zaguán de entrada mucho más humilde. Tras pasar la puerta de la calle queda la cuadra a la derecha y el acceso a la vivienda a la izquierda tras atravesar un pequeño patio. Silla sin patas para sentarse a la fresca o para realizar algunas labores. Capazo, saco de piensos, chaqueta y alforja colgados de la pared.
¿Encontrarían los saqueadores el tesoro que estaban buscando? Baúles, cajones, maletas, todo revolcado y desvalijado en su interior en esta espaciosa sala de estar. Suelo de baldosa de barro cocido. Silla reclinatorio en un rincón. La puerta de cuarterones de doble hoja da paso a otra estancia con luminoso ventanal y donde entre otros muebles hay una mesa de picar carne.
Amplisimo salón de una vivienda pudiente. Tanto que en él se celebraban los bailes de las fiestas patronales del lugar. Veinticinco parejas bailando, los músicos y los que miraban. Buena iluminación. Baldosa de cerámica. Viguería del techo pintada de azulete.
Platos puestos para la comida sobre la mesa camilla. Sillas de madera con el respaldo curvo. Aparador y armario ropero con espejo al fondo.
Salón con mesa camilla, sillas de madera y sencillo escaño o cadiera. La mesa se cubría con un faldón de tela gruesa y en el orificio circular se ponía un brasero con los rescoldos de la lumbre para calentarse las piernas.
Aunque para calentarse nada mejor que hacerlo a la lumbre. Estancia donde se situaba la chimenea y separada del resto de la cocina por un tabique. Bancos de madera contorneando la pared.
La tradición oral a pleno rendimiento en las largas noches de invierno con toda la familia reunida en torno al fuego. Tiempo para escuchar las historias de los abuelos.
La cocina económica o bilbaina (llamada así por estar fabricadas en el Pais Vasco) supuso una gran novedad a la hora de cocinar en el mundo rural. Hechas de hierro, tenían su horno y se alimentaban de leña o carbón. Humero para la salida de humos entre el alicatado de la pared. Encimera corrida con compartimento para pila (aunque no había agua corriente) se llenaba para lavar cacharros y desaguaba por el tubo inferior. Ventana de iluminación de madera.
Estancia de la casa con la chimenea ocupando el espacio central, con la curiosidad de tener el horno de pan en su interior. Alacenas simétricas laterales con puertas de madera para guardar botellas y vasijas. Pared en tono rosa suave.
Si no bastaba con las sillas de enea se improvisaba un banco con dos troncos de leña y un tablón, se añadía una mesa adicional y todo el mundo a comer. Cocina de gas butano.
Alacena empotrada en la pared con diversas repisas y puertas cristaleras. En ella tenían cabida todo tipo de vasijas, pucheros, vasos, botellas, frascos para la sal, azúcar, vinagre, el tabaco e incluso pequeños regalos que traían los familiares.
La cocina se sitúa a un nivel inferior al resto de la casa y se salva mediante escalones. Nicho horizontal en la pared con cantareras en su parte media. Sempiterno azulete en las paredes.
El calendario clavado en la pared puede ser un buen indicador del año en que emigraron los inquilinos de la casa. En este caso puede ser el tardío año de 1982, en los meses de verano. A partir de entonces ya no se arrancaron más hojas.
Dormitorio de matrimonio. Cama de hierro de buena altura con voluminoso somier. Cabecero y piecero de barrotes. Unos cuadros con motivos religiosos, unos clavos para colgar la ropa, una silla y un armario (no visible) era todo el mobiliario. Escalera de madera para acceder al desván.
Dormitorio doble con camas de madera separadas por una mesilla. Suelo de listones de madera. Silla de mimbre.
Sala y alcobas al fondo. Era la solución a las casas donde había muchos hijos. Eran estancias donde solo cabía la cama y una silla para dejar la ropa. No tenían puerta y se cerraban con cortinas.
El retrete en las casas fue uno de los últimos inventos en llegar. Era muy rústico. Un minúsculo habitáculo con poyete y orificio de evacuación en el medio. Desaguaba directamente a las cuadras, a un prado o un patio trasero. Solucionaba el problema de tener que salir a la calle por la noche. Generalmente lo tenían las casas que hacían reforma o las casas de las maestras.
En un momento determinado una familia decidía instalar una taberna en la casa. Se habilitaba una dependencia de la vivienda. Un sencillo mostrador, una repisa para las botellas de vino y los vasos y listo. Por detrás espacio para colocar unas cuantas mesas con sillas donde se acostumbraba a jugar a las cartas.
El noble arte de tejer o tricotar era realizado por algún miembro de la casa. Maquina tricotadora fabricada en Valencia. Armario empotrado y chaqueta colgada en la pared. Suelo de baldosas de barro. La parte superior de las paredes y las viguerias del techo pintadas de un verde azulado.
Estancia de la casa con el suelo horadado en forma de tinaja, sobresaliendo la boca. Se utilizaba para guardar el aceite. Una losa de piedra o un grueso tablón se ponía sobre ella para taparla.
Sobrao, falsa, desván, cámara. Se situaba en la parte alta de la casa. Allí se guardaba todo, desde el grano, hasta fruta, ropa vieja, muebles, aperos, útiles de labranza, cestos, etc. Todo lo que valía y no se utilizaba con frecuencia para allá se subía. Y lo que no valía también. Eran tiempos en que no se tiraba nada. A todo se le sacaba algún provecho.