Sobre un altozano en las alturas del barranco de Sieste se asienta esta minúscula aldea de San Velián.
Dos casas es lo que daba de sí este lugar situado en un terreno escabroso, de difícil acceso y mal comunicado.
Mal terreno para la agricultura por lo abrupto de su situación, nunca pudo entrar maquinaria que hubiera hecho el trabajo un poco más fácil. Cultivaban trigo, patatas y judías principalmente.
Tenían en las ovejas el referente en la ganadería y en menor medida las cabras.
Corderos que venían desde Ainsa, Boltaña y Barbastro a comprarlos.
Celebraban la fiesta el día 20 de septiembre.
Ese día se oficiaba una misa en la ermita y para la comida era costumbre de matar un cordero para compartir con familiares y allegados.
Músicos de muy variada procedencia eran los encargados de amenizar el baile. Entre otros subían los Solano de Tierrantona, los Berroy de Santa María de Buil o músicos de Boltaña, Guaso o Jánovas.
Durante varios años las dos casas de San Velíán no mantuvieron buenas relaciones llegando al extremo de que cada casa contrataba a los músicos por separado. En un año sin precisar llegado el día de la fiesta se arreglaron las desavenencias que mantenían las dos casas pero como quiera que los músicos que habían contratado las dos familias ya estaban en San Velián acordaron realizar el baile todos juntos en el salón de Casa Broto juntando las dos orquestas (los Solano de Tierrantona y los músicos de Boltaña con Roberto a la cabeza).
El cura subía a oficiar la misa ese día desde el pueblo de Las Bellostas andando.
El día 8 de septiembre acudían a la romería de la ermita de la Virgen de la Sierra en termino de Latorrecilla. Se juntaban con gentes de Morcat, Pueyo de Morcat, Campodarbe, Luparuelo, San Martin, Sieste, La Valle, Gabardilla, Latorrecilla y numerosas aldeas de Santa María de Buil.
Para asistir a la escuela los niños tenían que desplazarse hasta la de Morcat.
El médico subía desde Boltaña en casos muy extremos. Había que llevar una caballería para que se desplazara en ella hasta San Velián.
El cartero también venía desde Boltaña.
Dos horas andando tenían hasta Boltaña adonde se desplazaban para realizar compras o para llevar el grano a moler a la Harinera.
Este bonito lugar no podía tener otro final que el de quedarse despoblado aún cuando llegó a tener luz eléctrica proveniente de la central de Boltaña. Pero eso no fue suficiente para retener a las gentes, mal acceso para llegar, mal terreno para trabajar y falto de servicios básicos no quedaba otro camino que marchar.
Primero lo hicieron los de Casa Broto que se fueron para Lleida y en el año 1962 aproximadamente el matrimonio formado por Martin y Ramona y el hijo de ambos Martin, cerraron la puerta de Casa Salinas y se marcharon para Ainsa.
Visita realizada en compañia de Cecilia Gómez en junio de 2014.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. Tarde muy desapacible, con nubarrones en lontananza (me encantan estos días grises para visitar despoblados aunque sea muy incómodo si llueve). Dejamos el coche junto a una de las casas de La Valle y enfilamos la subida hacía San Velián, camino llano que pronto empieza a ascender y a zigzaguear pero no es pesado porque las vueltas y revueltas del camino son espaciosas, no son empinadas. Superando varias cancelas para que no entre el ganado llegamos al cerro donde se asientan las casas, que hay que decir que no se ven hasta que no estas casi en ellas.
El lugar es maravilloso, ¡cuanta soledad!, las vistas son excepcionales. El sitio es para relajarte y dejar pasar el tiempo tranquilamente. Las dos casas se encuentran separadas por unos cien metros, una arreglada y la otra no, pero las dos son hermosas en su sencillez.
En pocos lugares como en San Velián se comprende mejor que nada la emigración. Tan lejos de todo y tan cerca de nada. La vida aquí tuvo que ser especialmente dura. Es fácil imaginarse los inviernos tan rigurosos que aquí padecerían antiguamente, con malos caminos si uno enfermaba o las dificultades de los niños muchos días para llegar a la escuela de Morcat. El terreno es áspero y montuoso, puede ser una delicia para los senderistas de ahora pero muy incomodo para los habitantes de antaño.
Estando en estas reflexiones la niebla empieza a bajar y en cuestión de minutos todas las vistas que desde allí se divisaban desaparece. Ni rastro de San Martin, ni de Boltaña ni de la Peña Montañesa. Pero lo peor esta por llegar y es que los nubarrones que amenazaban la tarde descargan con furia sobre San Velián, pocos lugares hay para ponerse a resguardo. Lo hacemos en un pajar de Casa Salinas. Llueve con mucho ímpetu. Ha pasado media hora y seguimos igual, sin podernos mover de nuestra ¨guarida¨. El problema es que pronto empezara a oscurecer y no tiene visos de que vaya a parar. Menos mal que he podido ver San Velián al completo antes de que empezara la lluvia, aunque no con detenimiento como a mí me gusta para poder apreciar pequeños detalles que se escapan en una primera vista. Aprovechando que afloja un poco (llover con algo menos intensidad pero en ningún momento para), decidimos bajar hacía La Valle pues nos queda media hora andando y con la noche ya al caer no es cuestión de demorar más la bajada. Con poca protección para el agua y calados hasta los huesos llegamos sin novedad hasta donde teníamos el coche.
Puerta en arco escarzano de Casa Broto. Inscripción en el dintel: Año 1863 y en la clave central unas iniciales: JB. Pezuñas de jabalí clavadas en la puerta.
Fachada lateral de Casa Broto (izquierda), cuadra y pajar (derecha).
Crucero (sencilla cruz de hierro sobre monolito de piedra). Era y borda de Casa Broto.
Pequeña plazuela con la ermita y lateral de Casa Broto. Antigua puerta de acceso a la casa hoy día cegada.
Ermita de advocación desconocida. Del siglo XVIII. Sencilla puerta dovelada en arco de medio punto. Ventana aspillerada. Tejado a dos aguas. Era propiedad de Casa Broto. Solo se abría el día de la fiesta y en algún acontecimiento especial como podía ser una boda.
A vista de pájaro desde las alturas de San Velían. Dominando el barranco de Sieste. La casona de San Martin de Morcat en el centro. Explotación ganadera en la parte más baja.
Dos casas es lo que daba de sí este lugar situado en un terreno escabroso, de difícil acceso y mal comunicado.
Mal terreno para la agricultura por lo abrupto de su situación, nunca pudo entrar maquinaria que hubiera hecho el trabajo un poco más fácil. Cultivaban trigo, patatas y judías principalmente.
Tenían en las ovejas el referente en la ganadería y en menor medida las cabras.
Corderos que venían desde Ainsa, Boltaña y Barbastro a comprarlos.
Celebraban la fiesta el día 20 de septiembre.
Ese día se oficiaba una misa en la ermita y para la comida era costumbre de matar un cordero para compartir con familiares y allegados.
Músicos de muy variada procedencia eran los encargados de amenizar el baile. Entre otros subían los Solano de Tierrantona, los Berroy de Santa María de Buil o músicos de Boltaña, Guaso o Jánovas.
Durante varios años las dos casas de San Velíán no mantuvieron buenas relaciones llegando al extremo de que cada casa contrataba a los músicos por separado. En un año sin precisar llegado el día de la fiesta se arreglaron las desavenencias que mantenían las dos casas pero como quiera que los músicos que habían contratado las dos familias ya estaban en San Velián acordaron realizar el baile todos juntos en el salón de Casa Broto juntando las dos orquestas (los Solano de Tierrantona y los músicos de Boltaña con Roberto a la cabeza).
El cura subía a oficiar la misa ese día desde el pueblo de Las Bellostas andando.
El día 8 de septiembre acudían a la romería de la ermita de la Virgen de la Sierra en termino de Latorrecilla. Se juntaban con gentes de Morcat, Pueyo de Morcat, Campodarbe, Luparuelo, San Martin, Sieste, La Valle, Gabardilla, Latorrecilla y numerosas aldeas de Santa María de Buil.
Para asistir a la escuela los niños tenían que desplazarse hasta la de Morcat.
El médico subía desde Boltaña en casos muy extremos. Había que llevar una caballería para que se desplazara en ella hasta San Velián.
El cartero también venía desde Boltaña.
Dos horas andando tenían hasta Boltaña adonde se desplazaban para realizar compras o para llevar el grano a moler a la Harinera.
Este bonito lugar no podía tener otro final que el de quedarse despoblado aún cuando llegó a tener luz eléctrica proveniente de la central de Boltaña. Pero eso no fue suficiente para retener a las gentes, mal acceso para llegar, mal terreno para trabajar y falto de servicios básicos no quedaba otro camino que marchar.
Primero lo hicieron los de Casa Broto que se fueron para Lleida y en el año 1962 aproximadamente el matrimonio formado por Martin y Ramona y el hijo de ambos Martin, cerraron la puerta de Casa Salinas y se marcharon para Ainsa.
Visita realizada en compañia de Cecilia Gómez en junio de 2014.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. Tarde muy desapacible, con nubarrones en lontananza (me encantan estos días grises para visitar despoblados aunque sea muy incómodo si llueve). Dejamos el coche junto a una de las casas de La Valle y enfilamos la subida hacía San Velián, camino llano que pronto empieza a ascender y a zigzaguear pero no es pesado porque las vueltas y revueltas del camino son espaciosas, no son empinadas. Superando varias cancelas para que no entre el ganado llegamos al cerro donde se asientan las casas, que hay que decir que no se ven hasta que no estas casi en ellas.
El lugar es maravilloso, ¡cuanta soledad!, las vistas son excepcionales. El sitio es para relajarte y dejar pasar el tiempo tranquilamente. Las dos casas se encuentran separadas por unos cien metros, una arreglada y la otra no, pero las dos son hermosas en su sencillez.
En pocos lugares como en San Velián se comprende mejor que nada la emigración. Tan lejos de todo y tan cerca de nada. La vida aquí tuvo que ser especialmente dura. Es fácil imaginarse los inviernos tan rigurosos que aquí padecerían antiguamente, con malos caminos si uno enfermaba o las dificultades de los niños muchos días para llegar a la escuela de Morcat. El terreno es áspero y montuoso, puede ser una delicia para los senderistas de ahora pero muy incomodo para los habitantes de antaño.
Estando en estas reflexiones la niebla empieza a bajar y en cuestión de minutos todas las vistas que desde allí se divisaban desaparece. Ni rastro de San Martin, ni de Boltaña ni de la Peña Montañesa. Pero lo peor esta por llegar y es que los nubarrones que amenazaban la tarde descargan con furia sobre San Velián, pocos lugares hay para ponerse a resguardo. Lo hacemos en un pajar de Casa Salinas. Llueve con mucho ímpetu. Ha pasado media hora y seguimos igual, sin podernos mover de nuestra ¨guarida¨. El problema es que pronto empezara a oscurecer y no tiene visos de que vaya a parar. Menos mal que he podido ver San Velián al completo antes de que empezara la lluvia, aunque no con detenimiento como a mí me gusta para poder apreciar pequeños detalles que se escapan en una primera vista. Aprovechando que afloja un poco (llover con algo menos intensidad pero en ningún momento para), decidimos bajar hacía La Valle pues nos queda media hora andando y con la noche ya al caer no es cuestión de demorar más la bajada. Con poca protección para el agua y calados hasta los huesos llegamos sin novedad hasta donde teníamos el coche.
Entrada a San Velián.
Placa en azulejo con el nombre del lugar.
Puerta en arco escarzano de Casa Broto. Inscripción en el dintel: Año 1863 y en la clave central unas iniciales: JB. Pezuñas de jabalí clavadas en la puerta.
Fachada lateral de Casa Broto (izquierda), cuadra y pajar (derecha).
Crucero (sencilla cruz de hierro sobre monolito de piedra). Era y borda de Casa Broto.
Pequeña plazuela con la ermita y lateral de Casa Broto. Antigua puerta de acceso a la casa hoy día cegada.
Ermita de advocación desconocida. Del siglo XVIII. Sencilla puerta dovelada en arco de medio punto. Ventana aspillerada. Tejado a dos aguas. Era propiedad de Casa Broto. Solo se abría el día de la fiesta y en algún acontecimiento especial como podía ser una boda.
Casa Salinas. Fue la última que se cerró en San Velián.
A vista de pájaro desde las alturas de San Velían. Dominando el barranco de Sieste. La casona de San Martin de Morcat en el centro. Explotación ganadera en la parte más baja.