¿Que habría sido de Ainielle de no haber existido el fenómeno literario de La lluvia amarilla?
Pues que habría sido un pueblecito más de los cientos que se despoblaron en la segunda mitad de siglo XX en toda la geografía española. Sin nada en que destacara, sumido en la soledad y el silencio y muy poco visitado por cualquier transeúnte por encontrarse muy a trasmano de cualquier ruta senderista.
La novela de Julio Llamazares le cambió por completo la vida a las ruinas de este pueblo. Y de estar completamente olvidado pasó a ser lugar de peregrinación de multitud de personas en busca del escenario donde se había situado la novela más maravillosa que ha existido sobre la despoblación.
Pero después del Ainielle literario tenía que darse el contrapunto de aparecer el Ainielle real.
Eso llegó con este magnifico libro escrito por quien mejor podía hacerlo: Enrique Satué, descendiente por parte materna de Ainielle y grandisimo conocedor del pueblo y de todo su termino.
Ya desde adolescente sintió esa inquietud de subir hasta el pueblo donde estaban sus raices y acompañado de una cámara fotográfica escudriñaba cualquier rincón del entonces todavía bastante entero Ainielle. Dejaba que las piedras le hablaran, le contaran lo que había acontecido en aquel lugar, de las penurias que pasaron para salir adelante, de los años oscuros del feudalismo medieval, de los comienzos del siglo XX, de la guerra civil y de la evacuación del pueblo, los años de amargura cuando ya la población había disminuido y se iba a realizar la venta del pueblo al Patrimonio Forestal del Estado.
A traves de los recuerdos de la gente mayor que Enrique muy acertadamente se encargó de recoger y almacenar podemos saber datos y recuerdos de la temprana emigración de las primeras casas, de los años escolares que pasaban sin pena ni gloria hasta que una maestra lo cambió todo, de la llegada de los milicianos al pueblo, de las fiestas patronales para el Pilar, de las creencias religiosas, de las supersticiones, de la agricultura, del ganado, hasta llegar a la incertidumbre de los últimos años de vida en el pueblo y en definitiva todos los hechos que conforman la vida cotidiana de un pueblo y que sirven para dar forma a la memoria de Ainielle.
Por el libro van desfilando personajes como Rebesindo de Juan, doña Leonor la maestra, el abuelo Domingo, Sardino el miliciano o José d´ O Rufo entre otros, todos ellos forman parte de la sencilla historia del pueblo.
Satúe entre los recuerdos de sus primeros años de infancia cuando pasaba temporadas en el pueblo, luego más tarde cuando subía en solitario a recorrer el pueblo y en los últimos años en la compañía de los antiguos vecinos y descendientes que celebraban un día de confraternización el día de la fiesta siempre ha sabido captar multitud de sensaciones y sentimientos en cada rincón, en cada piedra, en cada recodo del camino a la vez que ha ido viendo como entre el expolio humano y las inclemencias meteorológicas han dejado a Ainielle convertido en lo que es a día de hoy: un montón de ruinas.
Incluso la desaparición de la última chimenea que quedaba todavía altiva sobre los tejados le provoca un profundo lamento y desasosiego al autor que ve como poco a poco se desmoronan los escasos símbolos arquitectónicos que todavía quedaban en pie.
Él mismo se encargó de poner un libro de visitas primero en la escuela y luego en la iglesia para que la gente que visitara el pueblo dejara constancia de sus reflexiones.
El texto se complementa con una magnifica colección de fotografías, las más antiguas de recuerdos familiares, otras en que la despoblación del pueblo estaba recién empezada y Enrique empezaba a dar sus pinitos como fotógrafo y otra buena remesa de fotografías más recientes del estado agonizante de Ainielle.
En definitiva la memoria de Ainielle queda aquí perfectamente reflejada en este libro escrito como bien dice su autor abriendo ventanas al recuerdo emocional.