En la cola del embalse del Porma languidecen las ruinas de lo que fuera el hermosisimo pueblo de Camposolillo. Junto a Utrero fueron los dos únicos pueblos que no quedaron anegados por las devastadoras aguas del pantano. Pero para el caso...
Expropiadas sus casas y sus tierras a cambio de una compensación económica muy exigua que ni mucho menos reparó el daño tan tremendo que se hizo a un pueblo y a sus gentes.
Camposolillo es otro ejemplo más del: ni se hace nada, ni se deja hacer nada.
La Confederación Hidrográfica del Duero propietaria del pueblo después de cuarenta años no ha hecho nada por intentar rescatar el pueblo de su agonía, con lo fácil que hubiera sido la reversión de las casas a sus antiguos propietarios que son los más capacitados y los que hubieran puesto más ilusión en que Camposolillo volviera a resurgir.
A día de hoy después de un expolio tremendo y lamentable de piedras, tejas y mobiliario más de la mitad de las casas ya no existen.
Conocido popularmente como El Campo, característico pueblo de la montaña leonesa, situado en la comarca del Alto Porma en una hermosa vega, unas veinticinco viviendas aproximadamente dieron vida a este pueblo situado por encima de los 1.100 metros de altitud que padecía unos inviernos muy rigurosos, con abundantes nevadas antiguamente, en algunas se llegaban a acumular hasta dos metros de altura lo que hacía que sus vecinos tuvieran que hacer túneles para llegar de unas casas a otras o hasta los corrales donde estaba el ganado.
Articulado en torno a una calle principal (la antigua carretera de Boñar) adonde daban la mayoría de las casas, contaba además con iglesia, escuela, molino de agua y dos cantinas.
Entre todas las casas llegó a destacar La Casona, situada a la entrada del pueblo, construida en los años 20 por Baldomero García, un ¨indiano¨ que hizo fortuna durante su estancia en Cuba y que a su vuelta levantó esta amplisima mansión de aire señorial con gran lujo que sobresalía sobre el resto de las viviendas. Durante la guerra civil hizo las veces de hospital por estar situado el frente en el cercano pueblo de Lillo.
Nada queda ya de esta suntuosa edificación de la época. Se llevaron sus piedras para otras construcciones recientes en pueblos cercanos.
Tenían luz eléctrica y agua corriente en las casas. El teléfono nunca llegó a Camposolillo y solo una televisión en casa de un particular, aunque con una visión muy deficiente, fue todo lo que los camposolillenses pudieron disfrutar de las modernidades que se iban dando en aquellos años.
Trigo, cebada, centeno, patatas y maíz principalmente era lo que tenían sembrado las gentes en sus tierras, mientras que vacas y ovejas componían principalmente la ganadería existente en el pueblo que se mantenían en los buenos pastos que había.
La fiesta grande de Camposolillo era el 21 de diciembre en honor a Santo Tomás.
Se celebraba el baile en el portal de la Casona. Unas veces Los Veleros del pueblo de Boñar y otras la orquesta La Losilla del pueblo del mismo nombre eran los encargados de amenizar el baile.
El día 15 de agosto se celebraban las fiestas de verano en honor a Nuestra Señora, fiestas que comenzaban la víspera con el baile por la noche en un prado y que continuaban al día siguiente, día grande, donde no faltaba la misa solemne y la procesión. Tampoco podía faltar el campeonato de bolos. Esos días el coche de linea era esperado con expectación por la llegada de familiares y allegados que acudían de pueblos cercanos y desde la capital.
En verano también hacían una romería a Nuestra Señora de Barbadillo conjuntamente con los pueblos de Utrero y Armada. Aunque la ermita estaba en ruinas improvisaban allí un altar para celebrar misa y acto seguido hacían una comida campestre.
El ya mencionado juego de bolos era muy arraigado en el pueblo y servía de entretenimiento a los jóvenes. Jóvenes que si querían diversión en modo de baile se desplazaban los domingos a Las Cuevas de Armada.
Había cura residente en el pueblo aunque a principios de los 50 pasó a residir en Solle.
Sobre las diez de la mañana daba comienzo la misa a la que asistía gran parte del pueblo y en la que al finalizar se organizaba una breve tertulia en la puerta para acto seguido los hombres acudir a la cantina a echar unos vinos y la partida o participar en las animadas partidas de bolos.
A la escuela asistían también los niños de San Cibrian. Doña Obdulia que ejerció de maestra durante más de treinta años dejó un gratisimo recuerdo entre los niños que participaron de sus enseñanzas.
Había cartero residente en el pueblo (Isidro) que recogía la correspondencia en el coche de linea.
Para cosas simples se podían abastecer en las dos cantinas que había en el pueblo que hacían las veces de tienda, para compras de más envergadura se desplazaban bien a Lillo o bien a Boñar sobre todo en días de feria, para lo cual se desplazaban en el coche de linea, conocido popularmente como ¨la linea¨.
Pero hay que decir que al haber carretera en El Campo eran numerosos los vendedores ambulantes que por allí se dejaban ver, como era el caso del panadero de Lillo que venía dos veces por semana, Pepe del pueblo de Redipollos que con su furgoneta vendía un poco de todo, Fidenciano de Boñar con una DKW también abastecía de todo, Cancelo de Candanedo de Boñar que vendía fruta y a la vez compraba otros productos que le vendían los vecinos, otro vendedor de fruta era Teófilo que venía desde Vegamian (se desplazaba en un carro tirado por un caballo) o Varela que desde Lillo venía con una camioneta y vendía ultramarinos y embutidos por citar algunos casos.
El invierno y el verano eran el contrapunto en la vida cotidiana de El Campo, mientras que en el invierno había poca actividad, muchos días de lluvia y mal tiempo, la gente se juntaba en las casas a contar sucesos, historias o jugar a las cartas, la llegada del verano suponía la plena actividad para las gentes con las tareas del campo, el desplazamiento de los jóvenes a las fiestas veraniegas de los diversos pueblos de la comarca o la llegada de veraneantes que daban un aire innovador al pueblo con la llegada de nuevos vehículos, otra vestimenta y otras costumbres traídas de la ciudad. Veraneantes que al disponer de tiempo libre se movían con total libertad por los diferentes ámbitos del pueblo como era participar de las faenas agrícolas, disfrutar de los baños en el río o pasar más tiempo en las cantinas.
Pero estaba claro que lo que podía ser una vida placentera y sosegada se tenía que ver truncada de algún modo. Y esto no fue otro que la construcción del pantano del Porma, que si bien trajo a Camposolillo a familias foráneas para trabajar en las obras supuso el principio del fin para El Campo.
Llegó la tan controvertida expropiación en el año 68 puesto que en principio las aguas iban a llegar hasta las casas más bajas del pueblo, las mejores fincas de pasto iban a quedar cubiertas y la comunicación con Boñar y León se iban a hacer más difíciles al quedar cortada la carretera por el pantano.
Así que los camposolillenses optaron por ir emigrando escalonadamente. León, Mieres, Avilés y Madrid fueron los destinos principales para empezar una nueva vida.
En 1969 llegó la inauguración del pantano y aun cuando había gente que todavía mantenía la vivienda en determinadas épocas del año, el corte del suministro de luz y los continuos robos de material y de mobiliario desanimaron a los pocos que quedaban y optaron por dejar definitivamente su casa de El Campo.
En esos años 70 y 80 era frecuente la llegada de turistas de fin de semana que procedentes de Asturias hacían acampadas a la orilla del pantano.
En los años 90 Comisiones Obreras logró la cesión de Camposolillo para realizar allí un ambicioso proyecto en base a jornadas de trabajo con jóvenes llegados de diversos puntos de España para rehabilitar diversas casas, la iglesia y convertir la calle Real en peatonal.
Proyecto que al final quedó en nada por falta de fondos y que solo alcanzó para la rehabilitación de una casa y parte de otra.
Hay que hacer mención a un personaje que formará parte de la historia de Camposolillo como el último vecino que habitó el pueblo si bien no de manera continua, se trata de Antonio el hojalatero, que aunque marchó de El Campo como todos los vecinos decidió volver a últimos de los 70 e instalarse allí viviendo en precario, aun cuando el resto de su familia residía en Asturias. Vivió en el pueblo hasta los primeros años del presente siglo cuando su familia se lo llevó otra vez para Gijón por lo avanzado de su edad y su precaria salud.
Desde hace unos años la Asociación de Oriundos de Camposolillo trata de mantener viva la memoria del pueblo, hacen una reunión anual en el mes de agosto donde realizan una serie de actividades pasando un día de confraternización y de acercar vínculos que un día se separaron.
Para conocer toda la historia al completo de Camposolillo es de obligada visita la pagina web: Memoria de Camposolillo.
(Pincha aquí) http://camposolillo.awardspace.com/index.html
De esta pagina están extraídos los datos publicados en este reportaje sobre Camposolillo.
Agradecimiento para Angel Espin creador de dicha pagina por su colaboración y facilidades para elaborar este reportaje.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Visita realizada en solitario en octubre de 2013.
(Tarde otoñal, día gris, lluvia permanente a mi llegada que me obliga a permanecer en el interior del coche, cuando para de llover el delicioso olor a tierra mojada se ha apoderado del ambiente, sorpresa a raudales según comienzo a caminar por la calle Real, tristeza y asombro por el relativo buen estado de algunas edificaciones, en cualquier momento parece que va a aparecer alguien, la iglesia esta en ruina total y es muy difícil acceder al interior, vuelve a llover por lo que tengo que acelerar mi visita por el pueblo, tenía conocimiento de este lugar desde hace muchos años pero es la primera vez que visito Camposolillo en mis 25 años de recorrer deshabitados, me voy pensando si un pueblo tan bonito como este no podía haber tenido otro final).
La casa de Emilia y Tomás en primer plano y la casa de Alfredo a la derecha. Se construyeron en fechas más recientes, como denotan los materiales de construcción empleados. Fueron las dos casas que una vez vacío el pueblo con la llegada de Comisiones Obreras fueron rehabilitadas. Esta primera casa era la sede donde el sindicato tenía montado su centro de operaciones.
La cantina de Heraclio. Estaba casado con doña Obdulia, la maestra. Arriba quedaba la vivienda. Heraclio era buen recolector de setas que convenientemente envasadas en cestas las llevaba a vender a León o Bilbao donde se pagaban muy bien. A su izquierda la casa de Isidro y más a la izquierda asoman las ruinas de la parroquial.
La iglesia parroquial de Santo Tomás. Aquí delante estaba la casa rectoral ya escombrada.
Interior de la iglesia. Vegetación. Arco fajón. Espadaña con nido de cigüeña.
A menos de un kilómetro del pueblo en el paraje de Valdelayosa se encuentra la mina de carbón ¨La Abandonada¨. Abierta en los años 20 por una empresa vasca. El día 2 de septiembre de 1948 una explosión de grisú tuvo unas consecuencias trágicas: la muerte de 11 mineros, casi todos de pueblos cercanos, lo que fue una autentica conmoción en la comarca. La empresa la cerró en 1950 volviendo a reabrirla años después otra empresa vasca que la cerraría definitivamente unos años más tarde por no ser rentable. El pozo y las bocaminas quedaron sepultadas y solo son visibles la caseta del transformador y las escombreras.
Expropiadas sus casas y sus tierras a cambio de una compensación económica muy exigua que ni mucho menos reparó el daño tan tremendo que se hizo a un pueblo y a sus gentes.
Camposolillo es otro ejemplo más del: ni se hace nada, ni se deja hacer nada.
La Confederación Hidrográfica del Duero propietaria del pueblo después de cuarenta años no ha hecho nada por intentar rescatar el pueblo de su agonía, con lo fácil que hubiera sido la reversión de las casas a sus antiguos propietarios que son los más capacitados y los que hubieran puesto más ilusión en que Camposolillo volviera a resurgir.
A día de hoy después de un expolio tremendo y lamentable de piedras, tejas y mobiliario más de la mitad de las casas ya no existen.
Conocido popularmente como El Campo, característico pueblo de la montaña leonesa, situado en la comarca del Alto Porma en una hermosa vega, unas veinticinco viviendas aproximadamente dieron vida a este pueblo situado por encima de los 1.100 metros de altitud que padecía unos inviernos muy rigurosos, con abundantes nevadas antiguamente, en algunas se llegaban a acumular hasta dos metros de altura lo que hacía que sus vecinos tuvieran que hacer túneles para llegar de unas casas a otras o hasta los corrales donde estaba el ganado.
Articulado en torno a una calle principal (la antigua carretera de Boñar) adonde daban la mayoría de las casas, contaba además con iglesia, escuela, molino de agua y dos cantinas.
Entre todas las casas llegó a destacar La Casona, situada a la entrada del pueblo, construida en los años 20 por Baldomero García, un ¨indiano¨ que hizo fortuna durante su estancia en Cuba y que a su vuelta levantó esta amplisima mansión de aire señorial con gran lujo que sobresalía sobre el resto de las viviendas. Durante la guerra civil hizo las veces de hospital por estar situado el frente en el cercano pueblo de Lillo.
Nada queda ya de esta suntuosa edificación de la época. Se llevaron sus piedras para otras construcciones recientes en pueblos cercanos.
Tenían luz eléctrica y agua corriente en las casas. El teléfono nunca llegó a Camposolillo y solo una televisión en casa de un particular, aunque con una visión muy deficiente, fue todo lo que los camposolillenses pudieron disfrutar de las modernidades que se iban dando en aquellos años.
Trigo, cebada, centeno, patatas y maíz principalmente era lo que tenían sembrado las gentes en sus tierras, mientras que vacas y ovejas componían principalmente la ganadería existente en el pueblo que se mantenían en los buenos pastos que había.
La fiesta grande de Camposolillo era el 21 de diciembre en honor a Santo Tomás.
Se celebraba el baile en el portal de la Casona. Unas veces Los Veleros del pueblo de Boñar y otras la orquesta La Losilla del pueblo del mismo nombre eran los encargados de amenizar el baile.
El día 15 de agosto se celebraban las fiestas de verano en honor a Nuestra Señora, fiestas que comenzaban la víspera con el baile por la noche en un prado y que continuaban al día siguiente, día grande, donde no faltaba la misa solemne y la procesión. Tampoco podía faltar el campeonato de bolos. Esos días el coche de linea era esperado con expectación por la llegada de familiares y allegados que acudían de pueblos cercanos y desde la capital.
En verano también hacían una romería a Nuestra Señora de Barbadillo conjuntamente con los pueblos de Utrero y Armada. Aunque la ermita estaba en ruinas improvisaban allí un altar para celebrar misa y acto seguido hacían una comida campestre.
El ya mencionado juego de bolos era muy arraigado en el pueblo y servía de entretenimiento a los jóvenes. Jóvenes que si querían diversión en modo de baile se desplazaban los domingos a Las Cuevas de Armada.
Había cura residente en el pueblo aunque a principios de los 50 pasó a residir en Solle.
Sobre las diez de la mañana daba comienzo la misa a la que asistía gran parte del pueblo y en la que al finalizar se organizaba una breve tertulia en la puerta para acto seguido los hombres acudir a la cantina a echar unos vinos y la partida o participar en las animadas partidas de bolos.
A la escuela asistían también los niños de San Cibrian. Doña Obdulia que ejerció de maestra durante más de treinta años dejó un gratisimo recuerdo entre los niños que participaron de sus enseñanzas.
Había cartero residente en el pueblo (Isidro) que recogía la correspondencia en el coche de linea.
Para cosas simples se podían abastecer en las dos cantinas que había en el pueblo que hacían las veces de tienda, para compras de más envergadura se desplazaban bien a Lillo o bien a Boñar sobre todo en días de feria, para lo cual se desplazaban en el coche de linea, conocido popularmente como ¨la linea¨.
Pero hay que decir que al haber carretera en El Campo eran numerosos los vendedores ambulantes que por allí se dejaban ver, como era el caso del panadero de Lillo que venía dos veces por semana, Pepe del pueblo de Redipollos que con su furgoneta vendía un poco de todo, Fidenciano de Boñar con una DKW también abastecía de todo, Cancelo de Candanedo de Boñar que vendía fruta y a la vez compraba otros productos que le vendían los vecinos, otro vendedor de fruta era Teófilo que venía desde Vegamian (se desplazaba en un carro tirado por un caballo) o Varela que desde Lillo venía con una camioneta y vendía ultramarinos y embutidos por citar algunos casos.
El invierno y el verano eran el contrapunto en la vida cotidiana de El Campo, mientras que en el invierno había poca actividad, muchos días de lluvia y mal tiempo, la gente se juntaba en las casas a contar sucesos, historias o jugar a las cartas, la llegada del verano suponía la plena actividad para las gentes con las tareas del campo, el desplazamiento de los jóvenes a las fiestas veraniegas de los diversos pueblos de la comarca o la llegada de veraneantes que daban un aire innovador al pueblo con la llegada de nuevos vehículos, otra vestimenta y otras costumbres traídas de la ciudad. Veraneantes que al disponer de tiempo libre se movían con total libertad por los diferentes ámbitos del pueblo como era participar de las faenas agrícolas, disfrutar de los baños en el río o pasar más tiempo en las cantinas.
Pero estaba claro que lo que podía ser una vida placentera y sosegada se tenía que ver truncada de algún modo. Y esto no fue otro que la construcción del pantano del Porma, que si bien trajo a Camposolillo a familias foráneas para trabajar en las obras supuso el principio del fin para El Campo.
Llegó la tan controvertida expropiación en el año 68 puesto que en principio las aguas iban a llegar hasta las casas más bajas del pueblo, las mejores fincas de pasto iban a quedar cubiertas y la comunicación con Boñar y León se iban a hacer más difíciles al quedar cortada la carretera por el pantano.
Así que los camposolillenses optaron por ir emigrando escalonadamente. León, Mieres, Avilés y Madrid fueron los destinos principales para empezar una nueva vida.
En 1969 llegó la inauguración del pantano y aun cuando había gente que todavía mantenía la vivienda en determinadas épocas del año, el corte del suministro de luz y los continuos robos de material y de mobiliario desanimaron a los pocos que quedaban y optaron por dejar definitivamente su casa de El Campo.
En esos años 70 y 80 era frecuente la llegada de turistas de fin de semana que procedentes de Asturias hacían acampadas a la orilla del pantano.
En los años 90 Comisiones Obreras logró la cesión de Camposolillo para realizar allí un ambicioso proyecto en base a jornadas de trabajo con jóvenes llegados de diversos puntos de España para rehabilitar diversas casas, la iglesia y convertir la calle Real en peatonal.
Proyecto que al final quedó en nada por falta de fondos y que solo alcanzó para la rehabilitación de una casa y parte de otra.
Hay que hacer mención a un personaje que formará parte de la historia de Camposolillo como el último vecino que habitó el pueblo si bien no de manera continua, se trata de Antonio el hojalatero, que aunque marchó de El Campo como todos los vecinos decidió volver a últimos de los 70 e instalarse allí viviendo en precario, aun cuando el resto de su familia residía en Asturias. Vivió en el pueblo hasta los primeros años del presente siglo cuando su familia se lo llevó otra vez para Gijón por lo avanzado de su edad y su precaria salud.
Desde hace unos años la Asociación de Oriundos de Camposolillo trata de mantener viva la memoria del pueblo, hacen una reunión anual en el mes de agosto donde realizan una serie de actividades pasando un día de confraternización y de acercar vínculos que un día se separaron.
Para conocer toda la historia al completo de Camposolillo es de obligada visita la pagina web: Memoria de Camposolillo.
(Pincha aquí) http://camposolillo.awardspace.com/index.html
De esta pagina están extraídos los datos publicados en este reportaje sobre Camposolillo.
Agradecimiento para Angel Espin creador de dicha pagina por su colaboración y facilidades para elaborar este reportaje.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Visita realizada en solitario en octubre de 2013.
(Tarde otoñal, día gris, lluvia permanente a mi llegada que me obliga a permanecer en el interior del coche, cuando para de llover el delicioso olor a tierra mojada se ha apoderado del ambiente, sorpresa a raudales según comienzo a caminar por la calle Real, tristeza y asombro por el relativo buen estado de algunas edificaciones, en cualquier momento parece que va a aparecer alguien, la iglesia esta en ruina total y es muy difícil acceder al interior, vuelve a llover por lo que tengo que acelerar mi visita por el pueblo, tenía conocimiento de este lugar desde hace muchos años pero es la primera vez que visito Camposolillo en mis 25 años de recorrer deshabitados, me voy pensando si un pueblo tan bonito como este no podía haber tenido otro final).
Entrando a Camposolillo.
Calle Real. Parte central del pueblo.
La casa de Emilia y Tomás en primer plano y la casa de Alfredo a la derecha. Se construyeron en fechas más recientes, como denotan los materiales de construcción empleados. Fueron las dos casas que una vez vacío el pueblo con la llegada de Comisiones Obreras fueron rehabilitadas. Esta primera casa era la sede donde el sindicato tenía montado su centro de operaciones.
La cantina de Heraclio. Estaba casado con doña Obdulia, la maestra. Arriba quedaba la vivienda. Heraclio era buen recolector de setas que convenientemente envasadas en cestas las llevaba a vender a León o Bilbao donde se pagaban muy bien. A su izquierda la casa de Isidro y más a la izquierda asoman las ruinas de la parroquial.
La iglesia parroquial de Santo Tomás. Aquí delante estaba la casa rectoral ya escombrada.
Interior de la iglesia. Vegetación. Arco fajón. Espadaña con nido de cigüeña.
La casa de Jesús y Margarita, fuera de la calle Real.
La casa de Albino y Tina.
La parte alta del pueblo.
Bajando hacia la fuente y la calle Real. Los montes de San Cibrián al fondo.
La fuente de Camposolillo.
Calle Real. Deliciosa y a la vez triste visión.
Melancolía. Sinsabor. Belleza lateral y trasera.
Salida del pueblo hacía Lillo. Final de la calle Real.
A menos de un kilómetro del pueblo en el paraje de Valdelayosa se encuentra la mina de carbón ¨La Abandonada¨. Abierta en los años 20 por una empresa vasca. El día 2 de septiembre de 1948 una explosión de grisú tuvo unas consecuencias trágicas: la muerte de 11 mineros, casi todos de pueblos cercanos, lo que fue una autentica conmoción en la comarca. La empresa la cerró en 1950 volviendo a reabrirla años después otra empresa vasca que la cerraría definitivamente unos años más tarde por no ser rentable. El pozo y las bocaminas quedaron sepultadas y solo son visibles la caseta del transformador y las escombreras.