Recostado suavemente en el declinar de una loma sobre el barranco El Valle se sitúa el precioso pueblo de Garranzo. Fue pedania del ayuntamiento de Poyales junto con El Villar y Navalsaz hasta que en el último cuarto de siglo se incorporaron al de Enciso.
Unas treinta y cinco viviendas componían el pueblo, algunas de ellas de gran volumen y con magnificas muestras de arquitectura popular en base a la mampostería.
Duros inviernos los que padecían en este elevado pueblo (el más alto de la comarca) donde la ganadería era su punto fuerte con la presencia de buenos rebaños de ovejas. Ovejas que se utilizaban para la cría de corderos que eran vendidos en Arnedo. Su lana se bajaba a Enciso donde era aprovechada en sus fabricas textiles.
Trigo y cebada eran sus principales producciones agrícolas.
Mucho árbol de carrasca tenían en su termino, cuya leña se vendía en Enciso para los hornos de las fabricas textiles y para los de las panaderías.
Fabricas de paños y de zapatillas a las que bajaban varios garranceños a trabajar para aportar un complemento a la economía de la casa.
A moler el grano acudían al molino Gil en Las Ruedas o al molino Los Ruices en Enciso indistintamente.
Los domingos bajaban al mercado que se celebraba en Enciso a vender quesos, gallinas y conejos entre otros productos y de paso realizar algunas compras.
Los lunes era el turno de acudir al mercado de San Pedro Manrique (Soria).
A Enciso bajaban la juventud los domingos puesto que alli habia baile y cine.
Llegaron a tener luz eléctrica en las casas proveniente del molino Gil de Las Ruedas pero en años posteriores los vecinos prescindieron de ese adelanto porque les resultaba muy costoso, por lo que tuvieron que volver a los candiles de carburo como fuente de iluminación.
Tenían cura residente en el pueblo, don Valentin, que llevaba también el pueblo de Las Ruedas, a su fallecimiento subía el cura de Enciso.
También el cartero residía en Garranzo: Santos, que con el macho recogía la correspondencia en Enciso y la repartía por su pueblo, El Villar, Poyales, Navalsaz y Ambasaguas.
El médico subía en caballería desde Enciso (don Blas).
Del pueblo soriano de La Vega venia Agapito, el herrero.
Santa Marina era la patrona de Garranzo en cuyo honor celebraban las fiestas patronales el día 14 de septiembre. Realizaban una misa, una procesión y había costumbre de matar un cordero en cada casa para degustar con familiares y allegados. Por supuesto que no faltaba durante toda la fiesta el zurracapote (bebida típica de la zona, consistente en mezclar vino con diversas frutas como podían ser el melocotón, la naranja y el limón, aderezado con azúcar). Zurracapote que era sufragado por el ayuntamiento.
Se realizaba el baile en una era y después de cenar en la casa concejo. La música corría a cargo de músicos del pueblo : Santos con el clarinete y Demetrio con el tambor, años más tarde a este le sustituyó José.
Pero había un personaje que ponía bien la nota en la fiesta y este no era otro que Esteban, apodado Fu Manchu. Se tiznaba la cara de negro, se ponía una cornamenta en la cabeza y una piel de chivo en la espalda y recorría todo el pueblo asustando a los presentes, incluso llevaba una vejiga de cerdo entre las piernas llena de agua que vaciaba sobre todo aquel que pillaba distraído. Gran recuerdo se tiene de este personaje que ponía un toque extra de animación. Una caracterización muy lograda al decir de quienes lo conocieron.
Era costumbre de realizar campeonato de juego de bolos en la fiesta.
El 2 de febrero celebraban Las Candelas donde era costumbre La Tajada que se llevaba a cargo por los mozos, estos iban pidiendo casa por casa y con lo obtenido (tocino, chorizo, morcilla, etc) lo degustaban preparándolo en una hoguera o en alguna casa.
El domingo de Pascua había tradición de la quema del Judas. Lo hacían los jóvenes rellenando de paja ropa vieja y se colgaba de una pared a otra y se quemaba después de misa.
En junio tenían un día festivo dedicado a San Antonio con una misa en la ermita que lleva su nombre.
Acudían en mayo a la romería de la ermita de San Sebastian de El Villar, donde se juntaban varios pueblos cada uno portando su pendón correspondiente, donde se hacia una misa y una comida campestre regresando después a Garranzo.
A Enciso, Arnedo y Logroño fueron marchando los garranceños en los años 50 y 60 debido al cierre de las fabricas textiles que había en Enciso, al aislamiento que padecían, la falta de servicios y la búsqueda de un mejor medio de vida.
Fueron Santos (el cartero y gaitero) y su mujer Felisa los últimos de Garranzo. Su marcha se produjo hacia 1975. A partir de entonces este bonito pueblo fue pasto de los expoliadores y saqueadores.
Entrando a Garranzo por la calle Mayor.
Calle Mayor.
La última casa que se cerró en Garranzo.
La casa del tío José. Arquitectura de la piedra. Amplitud. Preciosa.
Confluencia de la calle Mayor con la calle Corta.
Plaza Mayor de Garranzo. La casa del tío Nicasio asomando a ella.
Apenas quedan restos de la escuela. El suelo se ha hundido. Como supervivientes quedan las huellas de las pizarras que habia en los dos muros. Debajo se encontraba situada la fragua.
La casa concejo, situada en la planta baja, la de arriba era la vivienda de la maestra.
Calle de la Iglesia. Voluminosas viviendas.
Calle de la Iglesia. La casa del cura a la izquierda.
La casa del tío Roque.
San Pedro de Garranzo. Belleza en su sencillez. Del siglo XVI. Pórtico de tres arcos.
Interior de la iglesia. Irreconocible de lo que un día fue.
Interior de la iglesia.
Ermita de San Antonio. Del siglo XVII.
A unos centenares de metros quedan los escasos restos del barrio Chiquito de Garranzo. Unas cinco o seis viviendas lo componían. Abandonado mucho antes de que lo fuera el pueblo.
La fuente de Garranzo.
Año 1951
Se construyo esta fuente
siendo alcalde de Garranzo
Gabriel Ochoa.
Asi reza una inscripción en su pared.
La fuente vieja y abrevadero.