Agradecimiento para Felix Mateo, inolvidable mañana invernal recorriendo en su compañia las calles de Amunartia, a sus 86 años conserva una memoria prodigiosa y ha sido un excelente y entretenido informante de su pueblo.
La bonita aldea de Amunartia formaba parte de la Cuadrilla de Arrupia (la otra cuadrilla es la de Garay y en ellas se agrupaban las aldeas de Ojacastro según estuvieran en el margen izquierdo o en el margen derecho del río Oja).
Situado en la solana de un estrecho vallejo que forma el río Masoga, Amunartia llegó a contar con catorce viviendas, iglesia, escuela, ayuntamiento, horno y fragua.
El centeno era la principal producción de este pueblo, con numerosos arboles frutales como eran los manzanos y los cerezos.
Las vacas y las ovejas conformaban la mayor parte del ganado amunartiense. Los corderos machos no se vendían al poco de nacer, sino que se esperaba a que tuvieran tres años y se hicieran carneros para venderlos a carniceros de Ojacastro.
Eran buenos productores de miel, producto que llevaban a vender junto con manzanas a pueblos como Quintanar de Rioja, Villarta, Viloria de Rioja o Grañon.
Algunas familias más necesitadas recogían leña de haya y bajaban a Ezcaray diariamente a venderla.
Desde finales de los años 30 tuvieron luz eléctrica en las casas proveniente de Ojacastro.
Sin embargo el agua no llegó nunca a las viviendas amunartienses y tenían que ir a buscarla a una fuente que había en el barranco Tunturriego.
El grano tenían que llevarlo a moler a Ojacastro o a Ezcaray indistintamente, y a Ezcaray acudían todos los domingos pues allí había mercado y feria de ganado muy concurrida por gentes de toda la comarca. Se aprovechaba para comprar o vender corderos o cabritos, y comprar productos de primera necesidad que no tenían en la aldea como podía ser ropa, jabón, aceite o vino.
Y sino también se abastecían de lo que les traían vendedores ambulantes provenientes de Ezcaray y Ojacastro, como era el tío Teodomiro que con una burra iba vendiendo telas, hilos y paños o el tío Ratifa de Santo Domingo de la Calzada que acudía en tren hasta Ojacastro y desde allí se recorría andando todas las aldeas vendiendo cinturones, cordones y otros productos textiles o bien una mujer que venia desde Ojacastro montada a caballo vendiendo pescado.
El 25 de julio tenían la fiesta grande de Amunartia honrando a Santiago, su patrón.
La víspera se limpiaban bien todas las calles por donde iba a pasar la procesión. Este acto y una misa eran las ceremonias principales en el apartado religioso.
Venia muchísima gente de todos los pueblos, hasta de los más alejados como eran Anguta o Avellanosa, este de la provincia de Burgos, la gente aprovechaba para degustar las cerezas ese día debido a la abundancia de este fruto que había en Amunartia.
En la comida era costumbre sacrificar una oveja machorra en cada casa para agasajar a todos los invitados.
Ese día se ponía una taberna en la casa concejo y el baile se realizaba en una era o en una cuadra bien acondicionada si llovía.
En los tiempos más antiguos eran los gaiteros de Fresneda o de Eterna los encargados de la música y en Amunartia existían los danzantes, que iban bailando delante del santo en la procesión.
´´ Yo fui danzante en mis años mozos, pero luego esta costumbre se fue perdiendo poco a poco al ir emigrando los jóvenes ´´
recuerda Felix Mateo.
Cuando no había danzantes ya venia otro tipo de música con orquestas de Ezcaray y Ojacastro que con saxofón, clarinete, bombo y trompeta ya ejecutaban unos bailes más modernos.
En septiembre realizaban la fiesta de Gracias, cuando ya se había recogido la cosecha, se hacia dos días de fiesta, uno pagaba el ayuntamiento y otro los mozos.
Pero si Felix Mateo tiene buen recuerdo de las fiestas de Amunartia, hay unas que de niño se le quedaron grabadas en su memoria:´´ Tengo unos recuerdos imborrables de ir con mi abuelo a las fiestas de Anguta (él era natural de allí),íbamos montados a caballo monte a través, había tres horas de trayecto, pero para un niño era algo mágico aparecer en un lugar apartado del que tu vivías, era una sensación especial estar tan lejos de tu casa, puesto que de niño apenas habías salido de Amunartia´´.
Cada quince días se oficiaba misa en Amunartia, el cura venia desde Ojacastro (don Felicisimo), había que bajar a buscarle con caballería, primeramente venia don Saturnino montado en bicicleta desde Zorraquin.
´´ De niños ibamos a ver la bicicleta del cura al salir de misa que la tenia apoyada en la pared, nunca habíamos visto una bicicleta en Amunartia y nos llamaba la atención´´.
El médico (don Eliseo) venia dos veces al mes a pasar consulta, había que ir a buscarle y llevarle una caballería para que pudiera subir al pueblo.
El veterinario venia desde Ojacastro, lo mismo que el cartero.
El capador llegaba desde Anguta y el herrero lo hacia desde Ezcaray.
Entre las costumbres típicas de Amunartia, unas cuantas le vienen a la memoria a Felix Mateo :
´´Había unas fincas de centeno que eran comunales, de todo el pueblo y con lo que se obtenía de la cosecha y posterior venta se sacaba para arreglar los desperfectos que pudiera haber en la iglesia, la escuela o el horno, y si sobraba algo se utilizaba para comprar vino para beber el martes de carnaval.
Cuando alguien se moría, después del entierro se reunían en la casa concejo y los familiares del difunto obsequiaban con pan y vino.
Cada mes estaba obligado un vecino a tener vino en la casa, se hacia por rotación y era para la gente que venia de paso o para algún acto que se hiciera en el pueblo, como si fuera una especie de taberna, incluso los jóvenes algún domingo o festivo si les apetecía echar unos tragos pues se dirigían a la casa en cuestión´´.
A pesar de la tranquila vida en el pueblo, la emigración ya estaba haciendo estragos en Amunartia, con la marcha primero de los jóvenes y después de los mayores, que se fueron buscando un mejor futuro de vida, principalmente a Logroño y a Bilbao.
El corazón de Amunartia dejó de latir en el año 1968 con la marcha de Juan Ortega y su familia, los últimos en marchar.
Años más tarde hubo un intento de compra del pueblo por parte de un hacendado de San Sebastian que tenia pensado montar allí una vaqueria aprovechando los buenos pastos que se habían quedado tras el despoblamiento del pueblo, pero el proyecto no fraguó porque hubo dos o tres vecinos que no quisieron vender, y como esta persona quería comprar todo el pueblo y sus tierras al completo, se fue al traste la operación.
Llegando a Amunartia.
Bonita perspectiva de los primeros edificios.
La casa de la maestra. fue la última vivienda que se construyó en Amunartia, como delata el material empleado en su construcción
(ladrillo revestido de yeso). No se usó mucho como vivienda puesto que las maestras que solían ser chicas jóvenes preferían estar de patrona en alguna casa.
La última casa que se cerró en Amunartia.
La casa del tío Domingo, era la más pudiente del pueblo.
La casa del tío Isidoro.
Casas de Amunartia en la parte baja del pueblo (la del tío Pablo y la del tío Eusebio).
Calle de Amunartia.
Ningún elemento exterior identifica a este edificio como la iglesia parroquial de Santa Maria. En contra de lo normal esta iglesia ha llevado un proceso muy acelerado de destrucción. Se consiguieron poner a buen recaudo casi todas las cosas de valor de su interior como explica Felix Mateo :
´´ Cuando el pueblo se quedó vacío se llevaron a Ojacastro los objetos de la iglesia, como eran las dos campanas, los santos, imágenes, ropa sacerdotal y un mantel para el altar que había sido donado por un emigrante. Pero si eché a faltar dos cajas de muertos que había siempre en un rincón de la sacristía y que según le oí contar a mi abuelo antiguamente cuando no había ataúdes servían para transportar a los fallecidos al cementerio y allí se les enterraba envueltos en sabanas, nunca se supo a donde fueron a parar´´.
La fachada de la escuela sobrevive no por mucho tiempo entre un ejercito de zarzas y enredaderas que luchan por recuperar el terreno que un dia fue suyo.
La casa concejo, camino de su disolución definitiva como edificio. Antiguamente en la planta de arriba estaba la primitiva escuela de Amunartia.
En peor situación se encuentra la fragua, que compartía edificio con el horno.