Quantcast
Channel: Los pueblos deshabitados
Viewing all articles
Browse latest Browse all 202

Valdearnedo (Burgos)

$
0
0
En un estrecho valle que forma el río Fuentemonte se encuentra este despoblado de Valdearnedo en lo más recóndito de la comarca de La Bureba.
En un paraje singular, áspero y arcilloso conocido como Las Torcas, quince casas ya entrado el siglo XX en la que convivieron alrededor de cincuenta personas es lo que dio de sí este pueblo en las últimas décadas que estuvo habitado.
"Yo conocí once casas habitadas". CELIANO GARCÍA.

Su trazado urbano estaba configurado en torno a tres calles: Real, Encimera y Bajera.
Estaba comunicado por diferentes caminos con Quintanarruz, Arconada, Carcedo, Rublacedo y Melgosa.
Nunca conocieron la luz eléctrica en el pueblo. Llegó hasta los pueblos limítrofes como Arconada y Carcedo pero en Valdearnedo no hubo unanimidad, unos querían y otros no, y como tenían que estar todos los vecinos de acuerdo al final este gran invento pasó de largo y los candiles de aceite, de carburo y en los últimos años de camping gas siguieron alumbrando las casas de Valdearnedo hasta el fin de sus días.
Conseguían variar la dieta alimenticia en las casas con las truchas, barbos, loinas y cangrejos que cogían del río.
Los aficionados a la caza tenían en las liebres, conejos y perdices el objetivo con el que afinar su puntería.
"En mi casa teníamos dos galgos que se compenetraban muy bien y siempre que salían al campo cogían algún conejo". CELIANO GARCÍA.

Trigo, cebada y yeros eran sus principales producciones agrícolas.
Manzanos y nogales eran los árboles que más abundaban en el pueblo, en menor medida perales y ciruelos.
"Mi abuelo iba a vender manzanas a Melgosa". CELIANO GARCÍA.

Iban a moler el grano al molino de Lermilla.
"Los chicos solíamos llevar el burro al molino, llevaba talegas de ochenta kilos. Tenías que ir con cuidado de que no se cayera la carga. El molinero cobraba por el sistema de maquila". CELIANO GARCÍA.

Leña de chopo, olmo y enebro era la que utilizaban para calentar la lumbre de las cocinas.

"En invierno nevaba mucho, había que abrir camino de puerta a puerta con una pala. Se acumulaba hasta un metro de nieve. La torca se helaba y había que picar con una azada para que pudieran beber los animales". CELIANO GARCÍA".

La oveja era el animal de referencia en la ganadería.
Pedro, de Burgos o Vicente, de Rublacedo fueron los pastores encargados de sacarlas a pastorear.
Tratantes de Burgos y Briviesca venían periódicamente a comprar los corderos.
"Venía un quesero de Burgos con una furgoneta a comprar los quesos. La leche se llevaba hasta Carcedo y allí la recogían en un camión.". CELIANO GARCÍA.

Había en Valdearnedo una importante dula de ganado mular.
"Nosotros teníamos un burro, un caballo, un muleto y un macho. Se criaban muletos para vender en la feria de Poza". CELIANO GARCÍA.

Se acostumbraba a matar un cerdo al año en cada casa. Ritual que se organizaba en el mes de diciembre.

Alto de las Carrihuelas
Alto de las Liebres
Alto de los Cerrillos
Alto del Cerezo
Alto del Collado
Cerro Blanco
Cerro de la Horca
Cerro Mojón
Cuesta Amarilla
El Campo
El Molinillo
El Torcón
El Zarzalón
Elabar
Fuente Escudilla
Fuente Mojapán
Fuenteán
La Majada
La Mancha
Las Aleras
Las Coronas
Las Raposeras
Llano Burgos
Los Cascajos
Los Corrales
Los Linares
Los Llanos
Los Picones
Majadillas
Malapasada
Mantralaloma
Mojapán
Pico de la Madera
Praoredondo
San Martín
Torca Cerro Blanco
Torca de la Canal
Torca Honda
Torco de Valdelogón
Torco de Vallejo
Valcorvillo
Valdebragas
Valdecilla
Valdelabuelo
Valdepolo
Valderruz
Valdizán
Valtriqueja

**Son algunos topónimos de lugares comunes de Valdearnedo que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**


Se daba misa dominical con una frecuencia aproximada de una vez al mes.
El cura de Carcedo, don Bernardo que venía montado a caballo y el cura de Lences, don Germán que llegaba montado en moto fueron los que oficiaron los actos religiosos en los últimos años.
No permitían a los vecinos trabajar en domingo porque tenían que asistir a misa.
El médico venía desde Lences montado en una caballería.
"Se le pagaba en fanegas de trigo, con ello teníamos asistencia sanitaria todo el año.
Un día siendo niño un macho me dio dos coces. Fue mi madre hasta Lences a buscar al doctor pero no estaba, se encontraba en Rojas, hasta allí fue mi madre a avisarle de mi percance. Transcurrieron unas seis horas hasta que el médico llegó a mi casa, mientras tanto yo tenía el cuerpo magullado y con muchos dolores". CELIANO GARCÍA.


El cartero venía desde Lermilla una vez a la semana. Valentin (Tin) fue el que realizó tal cometido durante años.
"Mi abuelo estaba suscrito al diario de Burgos y al venir el cartero con tan poca frecuencia le suponía que le llegaban varios periódicos de una vez y con retraso. Traía todo tipo de encargos y vendía también sardinas y chicharros, aunque más bien era un trueque a cambio de huevos o algún pollo, también vendía tomates, pimientos y naranjas". CELIANO GARCÍA.

La fiesta patronal se celebraba el primer domingo de octubre en honor a la virgen del Rosario. Antiguamente eran dos días de fiesta. Se celebraba misa, juego de bolos y baile. Los músicos de Poza de la Sal, Patricio y Martín eran los encargados de amenizar el baile, el cual se celebraba en la calle junto al horno o en la casa concejo si hacia mal tiempo. Era costumbre de matar una machorra para dar de comer a todos los familiares y allegados que ese día aumentaban la presencia humana en el pueblo. Venía mucha gente de Arconada, Quintanarruz, Lences, Tobes, Carcedo, Melgosa, Lermilla y Los Rublacedos.
"Yo ya no conocí baile en la fiesta, solo la misa y la comida con los familiares que venían de los pueblos cercanos". CELIANO GARCÍA.

Santa Casilda era la patrona de la Bureba y hasta el santuario acudían en romería las gentes de la comarca.
"En mi familia solíamos ir una vez al año, a principios de verano. Pasábamos por Carcedo y Quintana- Urria donde teníamos familiares y todos juntos íbamos hasta el santuario. Asistíamos a misa, visitábamos las cuevas y hacíamos una comida campestre con tortillas, cangrejos, postres... Por la tarde haciendo el camino a la inversa vuelta para el pueblo". CELIANO GARCÍA.

Los aros de madera, los pinchos o los tirachinas eran algunas de las herramientas que utilizaban los niños en los juegos infantiles.
"Mis tíos de Burgos me trajeron una vez un balón de plástico pero no me duró nada porque se pinchó con los cardos. Con la vejiga del cerdo también se hacía una pelota. Todos los niños teníamos una navaja, era primordial, se usaba para cualquier cosa o apaño". CELIANO GARCÍA.

El Jueves Santo se reunían los hombres en la Casa de la Villa. Se hacía una merienda comunitaria. Bebían vino y comían huevo cocido.
El paso de los Reyes Magos era muy esperado por los niños en Valdearnedo.
"Nos dejaban higos secos, castañas, naranjas, un duro, nunca juguetes. Poníamos el calzado en casa de mi abuela para ver lo que nos dejaban allí. Cuando le preguntábamos a mi abuela que porque a Valdearnedo no llegaban juguetes ella nos respondía que porque en Burgos había muchos niños y allí se les acababan los juguetes a los Reyes, que a los pueblos más alejados ya no llegaba nada". CELIANO GARCÍA.

Poza de la Sal era como la capital para todos los pueblos de alrededor. Las visitas a aquel pueblo eran frecuentes. Para compras, para cosas de forja o herraje, en ferias, a la farmacia. Tres horas se tardaba andando. Allí se compraba de todo, desde sal hasta caparrones o garbanzos.
Cuatro horas se empleaban cuando la visita era a Briviesca.
"Se llevaba en un carro el trigo a vender a la comarcal de Poza, alrededor de mil kilos. Ese día se aprovechaba para comprar de todo". CELIANO GARCÍA.

Justo venía con un carro desde Hontomín vendiendo un poco de todo.
Joaquinillo con una mula venía desde Quintanarruz con mercancía variada.
Desde Extremadura venía un vendedor con un camión, lo dejaba en Arconada y desde allí venía con un burro ofreciendo su mercancía: aceitunas, pimentón, etc.
Desde Poza venían los vinateros vendiendo vino. Cuando se acababa había que ir a comprarlo a Carcedo.
"En cierta ocasión viniendo de Carcedo con el burro cargado con los garrafones de vino mis padres me tenían dicho que no montara el animal mientras fuera cuesta arriba para no cargarle más peso, que lo hiciera cuando llegara al alto, pero al coronar la cuesta el burro salió pitando y no pude alcanzarle hasta llegar a Valdearnedo". CELIANO GARCÍA.

Entre los pocos entretenimientos se podría destacar el juego de bolos. Todas las casas tenían un aparato de radio que les servía para estar informados de lo que acontecía en el mundo.
"Nos juntábamos en alguna casa a jugar a la brisca o al julepe. Nosotros solíamos reunirnos con los de Valeriano. Ellos tenían gloria en su casa (sistema de calefacción subterráneo que daba calor a la casa). Otras veces nos íbamos a la cuadra con mi abuela y allí pasábamos el rato charlando.
En mi juventud los domingos nos juntábamos con unos de Melgosa y nos íbamos en coche a Briviesca a la discoteca El Rombo". CELIANO GARCÍA.


A los pobres se les ofrecía alojamiento cuando les pillaba la noche en un pajar por turno rotatorio. Se les daba sopa y un huevo y por la mañana antes de irse un almuerzo.
"La torca de Vallejo y la torca de Valdelogón eran los limites para un niño. Nuestros padres nos decían que de ahí no pasaramos porque nos raptaría el hombre del saco o el sacamantecas si lo hacíamos.
Cuando veíamos a un pobre con la talega al hombro pensábamos que era el hombre del saco y nos asustábamos y salíamos corriendo". CELIANO GARCÍA.


Como anecdotario resaltar que Basilio Martínez fue el último torquino enterrado en el pueblo, hecho que sucedió en los años 70 y su nieto Cesar Martínez el último niño nacido en Valdearnedo, también en la misma década.
En los años 60 el pueblo ya quedó muy mermado de población. Algunas familias prolongaron durante unos años más la presencia humana en el pueblo (finales de los setenta y primeros de los ochenta) aún cuando ya era cuestión de tiempo que Valdearnedo pasaría a engrosar la larga lista de pueblos deshabitados en la provincia burgalesa.
El progreso no llegó al pueblo, el campo ya no daba para vivir, había ausencia de servicios básicos, se cerró la escuela y a todo ello habría que unir las ganas de los torquinos de buscar un mejor futuro.
A Bilbao emigraron la mayoría, alguna familia se fue a Burgos, a Briviesca o a Miranda de Ebro.
El matrimonio formado por Valeriano Martínez y Agripina García fueron los últimos de Valdearnedo. De los cuatro hijos que tuvieron solo una hija, Mari Luz vivía con ellos en el momento de cerrar la puerta de su casa. Hecho que aconteció en 1983. Se fueron a Briviesca.
Cuatro años antes (1979) se había marchado la otra familia que permanecía en el pueblo. El matrimonio formado por Rosarío García y Demetría Barriocanal (natural de Rublacedo) con los dos hijos que tuvieron: Celiano y Casilda. Briviesca fue también el lugar escogido para empezar una nueva vida.

Informante: Celiano García Barriocanal, antiguo vecino de Valdearnedo (Conversación personal mantenida en un parque publico de Alcobendas (Madrid).
Otra fuente de información: Libro- Los pueblos del silencio de Elías Rubio.


Visitas realizadas en junio de 1995 y noviembre de 2021.

Punto y aparte. Veintiséis años son muchos años en un lugar yermo, abandonado y olvidado para pensar que todo va a seguir igual. Ese es el tiempo que ha transcurrido entre mi primera visita a Valdearnedo y esta segunda en fecha más reciente. Sabía que no me iba a encontrar el pueblo como aquel día primaveral que aparecí por allí por primera vez. El desgaste que produce el paso del tiempo es inexorable.
Pero lo que no ha cambiado es el maravilloso camino que discurre entre Arconada y Valdearnedo. Se puede apreciar la erosión del terreno en su máximo esplendor. Una erosión labrada durante años y años por el río y por los fenómenos meteorológicos que han dado como resultado un paisaje árido, agreste. Una sucesión de cerros, lomas, pliegues del terreno, piedras erosionadas forman un paisaje singular que acompaña durante todo el camino. Un paraje lunar podría parecer en cierto modo, tal es el resultado producido por la erosión en un terreno arcilloso.

Llego a Valdearnedo en esta mañana otoñal, fría y con nubosidad variable, tan pronto sale el sol como las nubes se vuelven oscuras y amenazan con descargar agua.
Ya diviso el pueblo unos centenares de metros antes de llegar a él. Observo que la panorámica no es la misma que tuve en mi primera excursión a este perdido pueblo burebano.
Los primeros edificios ya muestran su estado agonizante. La primera casa en aparecer junto al camino y que la anterior vez lucía un aceptable estado de conservación con su tejado intacto y sus ventanas encaladas ya va camino de su desintegración definitiva no tardando muchos años.
El rustico letrero en madera clavado en una pared con el nombre del pueblo que daba la bienvenida al visitante ya desapareció para siempre.
Su calle Mayor se abre paso entre edificios sin tejado y con la vegetación haciéndose fuerte. Las dos casas de buena fachada junto al camino y separadas unos metros una de otra allí siguen todavía manteniendo su altura con decoro pero ya cada vez con más muestras del "reuma" que las corroe. Mientras que aguante el tejado aguantaran. Una calle que subía hasta la escuela ya no se puede transitar por ella, la vegetación lo impide.
Me acerco hasta la iglesia, decadencia en estado puro. La espadaña ya es historia. Mutilada por el expolio y los fenómenos meteorológicos es una sombra de lo que fue. Me adentro en su interior. Allí siguen impertérritos los tirantes de hierro colocados entre los muros interiores del templo y que han servido para que el edificio no haya dado con sus piedras en el suelo. Boquetes, grietas, no augura muchos años de supervivencia. El interior sobrecoge (como casi todos los recintos eclesiásticos). Algún capitel sobrevive todavía milagrosamente. Por lo demás nada que resaltar, los vándalos y los expoliadores ya hicieron su trabajo. Salgo al exterior, dos casas que estaban situadas delante de la iglesia pasaron a "mejor vida". Subo a la parte alta del pueblo, donde estaban las eras. Desde aquí se divisa el pueblo desde otra perspectiva. La ruina es total. Edificios sin tejado, muros caídos, vegetación por todos lados. No puedo bajar por ningún sitio a adentrarme en esta parte del pueblo, me tengo que conformar con lo que veo desde aquí.
Vuelvo otra vez a la iglesia y bajo hasta el camino. Cojo el camino de Melgosa y subo al cerro desde donde "inmortalicé" Valdearnedo en mi primera visita y desde aquí también observo que ya nada es igual. Un pueblo que se muere, que agoniza irremediablemente. Hace años que se quedó sin población pero ahora se esta quedando sin alma. Sus edificios languidecen ante la indiferencia de todo el mundo. Contemplo unos minutos y me bajo otra vez para el pueblo. Nuevamente por la calle Mayor y ya buscando la salida. Poco más hay que ver ya. El horno comunal casi taponado por la vegetación y las piedras caídas, a duras penas se puede ver la boquera. Una última inspección ocular en esta parte del pueblo en busca de detalles de interés, como una ventana con fecha inscrita en el dintel, un corral en aceptable estado y poco más. La visita a Valdearnedo toca a su fin. Cojo el camino de Arconada, voy volviendo la vista atrás de cuando en cuando hasta que ya el pueblo desaparece de mi campo de visión.


Valdearnedo en 1995.




Valdearnedo a la vista. Ya queda poco para llegar.




Entrando a Valdearnedo.




Calle Real.




La última casa que se cerró en Valdearnedo. La vegetación impide acercarse a ella.
La habitó el matrimonio formado por Valeriano y Agripina. Tuvieron cuatro hijos. Vivían también en ella los abuelos: Basilio y Fermina.



Otra visión de la casa de Valeriano y Agripina por su parte alta (la que está más a la izquierda de la imagen).



Corral con pajar en la parte superior.




Buen ejemplar de arquitectura popular. De cuatro plantas. La casa fue pasando por varios propietarios conforme la emigración iba haciendo marchar a las gentes. Fue durante años residencia de una maestra que se casó con uno del pueblo. Joaquin y después Leandro fueron otros inquilinos de la vivienda.



La casa de Juan e Isabel. Sin tejado y cercada por la vegetación.



La casa de Florentín. Se marcharon a Burgos.




Delante de la iglesia habia dos casas de las que ya solo quedan algunos muros.
La de la izquierda la habitaron los hermanos Saturnina y Anselmo. Se fueron a Miranda de Ebro. En la de la derecha vivió el matrimonio formado por Pascual y Elvira.



La iglesia parroquial de la Natividad de Nuestra Señora. Del siglo XII, de origen románico.



Interior del templo. Capillas laterales. Arcos fajones. Altar mayor. Tirantes de hierro sujetando la estructura del edificio.



Interior del templo. La pila bautismal se trasladó al convento de Santa Clara en Lences y el retablo al hogar de la tercera edad de Medina de Pomar.



La iglesia por su lado este. Ábside. La espadaña se vino abajo.
Ejemplo de la lenta agonía de un edificio religioso.



Vista parcial de Valdearnedo. La vegetación ha taponado las calles.



Diversas edificaciones de Valdearnedo. La situada más a la izquierda y mirando de frente a las otras era la escuela, que compartía edificio con la casa concejo.
Alrededor de ocho o diez niños asistían a clase en los años 60. Se llevaba leña por turnos para calentar el aula.
A principios del siglo XX hubo una maestra riojana que estuvo impartiendo enseñanza durante muchos años, se casó con uno del pueblo y estuvo hasta su jubilación.
Otras maestras que se recuerdan de su paso por Valdearnedo fueron doña Benilde que era de Bilbao, doña Margarita, natural de Lences, doña Pergentina o doña Elisa, de La Rioja, la cual fue la última en dar clase en esta escuela.
Se alojaban de patrona en casa de Valeriano, Leandro o Simón.
"Al salir de la escuela al mediodía teníamos que llevar la comida al padre al huerto y por la tarde traer leña, ir a por agua a la fuente, llevar paja a las cuadras...
Se dieron ocasiones que en octubre y ya empezado el curso escolar no había llegado ninguna maestra. La gente se reunía y consideraba seriamente la opción de ir a Burgos a solicitar alguna maestra.
Las maestras jóvenes no querían venir a Valdearnedo. Había que ir a buscarlas a Arconada, cuando montaban en la mula para llegar al pueblo ya se desanimaban porque veían el panorama que les esperaba.
Algunas eran tan jóvenes que pasaban por una chica adolescente, jugaban con nosotros al escondite o se venían a buscar setas.
Otro chico y yo tirábamos piedras a la ventana para que nos castigara la maestra, era lo que queríamos porque nos ponía a leer. A mi me gustaba mucho la lectura.
La escuela se cerró en el año 65 y fue un mazazo para el pueblo. Aún había siete niños en edad escolar. Yo me fui interno a Tardajos y los demás a Villadiego". CELIANO GARCÍA.




Eras de trillar en la parte alta del pueblo. Al estar en terreno alto era incomodo porque no se podía subir ningún carro para el transporte del cereal por lo que se fueron dejando de usar y se ubicaron las nuevas eras en terreno llano junto al río.



Bajando desde la iglesia.




Calle Real.




Calle Real.




Horno comunitario. En ruina y cercado por la vegetación.

"Se hacía un sorteo para ver quien cocía primero. Nadie quería ir de primero porque tenían que gastar más leña. Se amasaba cada quince días. Se hacían doce hogazas de pan en cada ocasión. También se hacían tortas de chicharro y tortas de chorizo.
Con el tiempo dejó de hacerse el pan en el horno y se compraba por encargo al panadero de Poza. Traían el pan hasta Arconada en el tren y allí íbamos alguien del pueblo a recogerlo y lo traíamos todo junto". CELIANO GARCÍA.




Foto cedida por Celiano García.

Años 70. La calleja, la única calle que estaba empedrada de todo el pueblo.
Rosario García sacando el rebaño del corral para que se lo llevara el pastor.



Foto cedida por Celiano García.

Años 70. Pedro, el último pastor de Valdearnedo en la calle Real. A la derecha se ve el horno comunitario y la casa de Juan e Isabel.

Viewing all articles
Browse latest Browse all 202

Trending Articles