En las alturas de la sierra de Guara sobre una planicie a 1190 metros de altitud se encuentra este despoblado de Nasarre en la comarca del Somontano de Barbastro.
Con excelentes vistas hacia los cuatro puntos cardinales se ubica entre los barrancos del Alcanadre y el Mascún, a mitad de camino entre los pueblos de Bara y Otín.
Tres casas (Campo, Español y Laliena) conformaron el lugar distribuidas en una única calle que vertebraba el pueblo de norte a sur.
Nunca llegó la luz eléctrica a Nasarre. Los candiles de aceite y de carburo eran sus fuentes de iluminación.
De agua para consumo se servían de varios pozos y para lavar la ropa las mujeres utilizaban las balsas cercanas. Casa Laliena contó en los últimos tiempos con lavadero.
Las tres casas tenían horno para hacer el pan.
Sus tierras de cultivo estaban sembradas de trigo, ordio y patatas.
Se desplazaban al molino de Bara a moler el grano.
La oveja era el animal sobre el que se basaba la ganadería.
Cada casa sacaba su rebaño a pastar salvo el día de la fiesta que se contrataba algún pastor en Rodellar para que realizara tal cometido.
Tratantes de Rodellar y Adahuesca acudían periódicamente por el pueblo para comprar los corderos.
Se cazaban perdices, codornices y conejos que una vez condimentados servían para ampliar la gastronomía casera.
A Paúl
A Valle
Barranco de las Picarizas
Barranco Solano
Camino a dolmen de Losa Mora.
Camino a Letosa.
Campo Español
Campo O Pozo
Cruz d´Asoma
El Cardón
Huerto Nasarre
O Paco
O Pozallón
O Reposte d´o Campo a Valle
Pallar
**Son algunos topónimos de lugares comunes de Nasarre que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**.
Se desplazaban a Rodellar para comprar todo tipo de productos de los que carecían en el pueblo. Trayecto en el que empleaban dos horas.
Al pueblo de Huerta de Vero acudían para comprar vino. En ocasiones no se realizaba tal compra sino que se hacía intercambio por patatas.
Para comprar aceite llegaban hasta el pueblo de Yaso. Alguna casa tenía olivos y acudían a Bierge a moler las aceitunas.
Era costumbre bajar a la capital comarcal (Barbastro) para la feria de la Candelera en febrero. Allí se abastecían de ropa, calzado y diversos utensilios.
El cura subía a oficiar misa solamente en fiestas y en alguna celebración especial. Lo hacía primeramente desde Otín (antes de la guerra) y más tarde desde Rodellar.
El médico residía en Bierge y pasaba consulta en Rodellar. Había que bajar a este pueblo para ser visto por el doctor.
Se recurría mayormente al practicante de Rodellar para ser tratado de cualquier dolencia y sino pues se utilizaban remedios caseros.
Los partos eran las abuelas las que ejercían de comadronas.
El cartero llegaba desde Rodellar a repartir la correspondencia. Saturnino Sierra fue el que realizó tal cometido durante años. A este le sustituyó Mariano Nasarre.
Pedro, el herrero de Letosa venía dos o tres veces al año a realizar tareas de forja o herraje.
Gentes de oficios diversos como barbero, sastre, carpintero o albañil subían desde Rodellar cuando eran requeridos.
La pareja de la Guardia Civil del puesto de Adahuesca aparecía por Nasarre una vez al mes haciendo la ronda. Se les daba alojamiento por turno rotatorio en cada casa.
Celebraban su fiesta patronal el 30 de noviembre en honor a San Andrés con una duración de tres días.
Se hacía pasacalle con orquesta y baile de vermut. En cada casa se mataba un cordero para agasajar a familiares y allegados.
El baile se realizaba en el exterior o en uno de los salones de las casas si el tiempo no acompañaba. Estaba amenizado por los músicos llegados desde el pueblo de Burceat.
De Bara, Otín, Miz y Letosa acudía la gente joven a participar de la fiesta.
En junio acudían a la romería de San Urbez de Nocito.
Los niños en edad escolar bajaban a la escuela de Otín (algo menos de una hora de camino). Con el cierre de la escuela en aquel pueblo los niños de Nasarre asistieron a la de Bara y en los últimos años se habilitó una dependencia en casa Laliena para impartir docencia a los pocos niños que quedaban.
Había una gran armonía entre las tres casas lo que se reflejaba en la participación de tareas comunes o de ayuda como era el esquileo, la matacía, la trilla o los trabajos comunales de acondicionamiento de caminos y fuentes. Para esto último contaban también con la estrecha colaboración de las gentes de los pueblos cercanos como Bara, Otín o la pardina Villanuga.
Las gentes en los ratos libres jugaban a las cartas o se sentaban a las puertas de la casa en las tardes de verano.
En el anecdotario del pueblo hay que hacer constar que la última boda en Nasarre se celebró en los años 50 en casa Laliena.
De la misma casa fue la última persona nacida en Nasarre: Cristina Laliena Palacio. Tal hecho aconteció en 1961.
La emigración como no podía ser menos en un lugar abrupto y aislado apareció en la década de los 60 dejando el pueblo completamente vacío en tres años. Los de Casa Campo iniciaron el éxodo, les siguieron los de Casa Español y en 1964 los de Casa Laliena ponían el punto y final al ciclo de vida en Nasarre ininterrumpido durante siglos.
Barbastro fue el lugar que acogió a las gentes de Nasarre para empezar una nueva vida.
La falta de servicios básicos, la dureza del clima, el cierre de la escuela, las malas comunicaciones y las ganas de buscar una mejor calidad de vida fueron los factores primordiales que llevaron a las gentes a marchar de Nasarre.
Visita realizada en junio de 2021.
Fuente de información:
-Articulo: Nasarre, atalaya solitaria del Somontano, de Alberto Gracia Trell
(Basado en conversaciónes del autor con Blasa Palacio de casa Laliena). Revista Ronda Somontano.
Alberto: Gracias por tu colaboración.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. Nunca había estado en Nasarre. Lo había rondado cerca por el norte, por el este y por el oeste, pero no ha sido hasta este año de 2021 cuando he hecho mi primera vista a este aéreo lugar.
Estando allí entiendes sobremanera porque sus gentes se marcharon en cuanto tuvieron ocasión.
Nasarre estaba lejos de todo y cerca de nada.
La vida tuvo que ser extremadamente dura en este lugar.
La subida por el camino de Bara ya es una muestra de lo agreste del terreno. En constante subida, con vueltas y revueltas y tramos con bastante desnivel.
Transcurrida una hora de caminar desde el inicio llego hasta el pueblo de Nasarre. Sus edificaciones no se ven hasta que no estás prácticamente encima.
Una borda a las afueras se muestra en relativo buen estado de conservación.
La calle penetra entre edificaciones a medio caer, las paredes de dos casas flanquean el paso, una especie de plazoleta o ensanchamiento del vial haría las veces de lugar de centro neurálgico del pueblo.
Una calleja se dirige hacía las eras. Me voy para allá. Mucha vegetación. Veo una borda pero no me puedo acercar hasta su puerta. Buenas vistas por aquí de las crestas más elevadas de la sierra.
Deshago el camino y vuelvo a la plazuela. Allí estaba la herrería. Al estar hundido el tejado y en ruinas los interiores no logro saber exactamente cual edificio era el que servía para poner en práctica las buenas artes de Pedro, el herrero de Letosa.
Aquí en la plaza observo las tres viviendas de Nasarre, una está taponada por la vegetación, las otras dos mantienen en pie a duras penas sus fachadas principales, sobre todo una de ellas es cuestión de poco tiempo que se venga abajo. Todavía presentes las portadas de acceso, con inscripciones en ellas. No se puede entrar al interior de ninguna casa, ni tampoco se pueden ver por detrás.
Contemplo y observo. Buenas viviendas tuvieron que ser a tenor de la envergadura que se las presupone. Apropiadas para combatir el rigor invernal que aquí se manifestaría con toda su crudeza.
Salgo del sencillo entramado urbano y encamino mis pasos hacia la iglesia. A un centenar de metros de las casas.
La contemplo. La cosa ya cambia en relación al resto de edificaciones del pueblo. Ha sido restaurada y se nota su excelente estado de conservación. Bien hermosa. Entro al recinto eclesiástico compuesto por el templo y el cementerio por una puerta con tejadillo y allí veo que no estoy solo en Nasarre. Un caminante está haciendo un descanso en el poyete del atrio. Es italiano y me comenta que es un enamorado de estos lugares de la sierra de Guara y que su gran pasión son los anfibios acuáticos. Está recorriendo el Mascún para localizar en su cauce alguno de estos animales que tanto le apasionan. Ameno conversador en un más que aceptable español, después de unos minutos se despide y se dirige hacía Bara según me explica.
Entro al interior de la iglesia. Blanqueada en todas sus paredes. Algunos elementos arquitectónicos religiosos presentes como la mesa de altar, la pila bautismal o la pila de agua bendita. El acceso a la sacristía presenta en su parte superior unas pinturas y una inscripción ya apenas legible.
Aunque austero es bonito el interior del templo. Entra luz por la puerta y por un ventanuco. El suelo formado por grandes losas de piedra contribuye a realzar la armonía del sitio.
Salgo al exterior, subo la escalinata por la que se accede al campanario. Las vistas desde allí son fabulosas de todo el contorno.
Estando arriba veo que dos hombres entran en el patio exterior de la iglesia. Bajo de la torre y entablo una breve conversación con ellos. Son franceses y están alojados en Nocito. Uno de ellos habla medianamente bien el castellano, el otro no. Enamorados del Pirineo por su vertiente española. Tenían muchas ganas de conocer la iglesia de San Andrés de Nasarre por las referencias que tenían por libros y paginas web. Nos despedimos después de unos minutos de conversación. Ellos entran al interior de la iglesia y yo me dispongo a contornear el templo. Contemplo su bellísimo ábside. Veo la iglesia por detrás. Miro los parajes de esta sierra agreste. Una vez más pienso en la dureza de la vida en este lugar. Vuelvo otra vez a la parte delantera de la iglesia y ya no hay rastro de los franceses. No les ha llevado mucho tiempo la visita a San Andrés de Nasarre. En el poyo del atrio decido dar cuenta de mis vituallas: bocadillo, refresco y fruta. Una vez terminado de comer mi frugal almuerzo campestre salgo del templo no sin antes observar alguna cruz funeraria con nombre incluido que pervive todavía en el cementerio.
Salgo por el camino de Otín por un camino delimitado por muros de piedra seca bien realizados, aunque en algunos tramos se ha venido abajo parcialmente. Volviendo la vista atrás la visión que se tiene de la iglesia es muy bonita. Unos centenares de metros más adelante un letrero me indica el camino para llegar a la fuente de Nasarre. Hacia allí que me dirijo. En cinco minutos me encuentro frente a ella. Unos metros antes una pareja joven esta dando cuenta de sus provisiones a la sombra de un árbol. Un escueto saludo es todo lo que intercambiamos. Abro la portezuela que protege la fuente. Unas escaleras bajan hasta donde reposa el agua. Bonito lugar.
Vuelvo a coger el camino de Otín y me dirijo hacía ese pueblo de fantástico nombre.
Cuatro horas después volveré a pasar junto a la iglesia de San Andrés de Nasarre y el entramado urbano del pueblo en mi camino de vuelta a Bara. Contemplo otra vez sin detenerme sus casas y enseguida enfilo el sendero esta vez de bajada que me llevara al lugar de donde partí por la mañana.
Hago la bajada ensimismado en mis pensamientos y reflexiones sobre Nasarre: ¡que bonito lugar tuviste que ser pero que duro debió ser vivir aquí! Tan lejos de todo y tan cerca de nada.
Llegando a Nasarre por el camino de Otín. La iglesia sobresale por encima de la vegetación. Preciosos muros delimitadores del camino.
La calle principal del pueblo. Paredes de casa Laliena (izquierda) y casa Español (derecha).
Casa Español. La habitó el matrimonio formado por Florencio Sierra y Rosario Sierra. Tuvieron cuatro hijos: Florentina, Prudencia, Modesto y Victor. A Barbastro se marcharon.
Casa Laliena. La última que se cerró en Nasarre. Román Laliena y Blasa Palacio fueron sus moradores. Cuando cerraron la puerta de la casa a Barbastro se encaminaron para empezar una nueva vida.
Portada de acceso a casa Laliena. Dintel monolítico. Inscripción: año 1897.
La calle principal de Nasarre viniendo de la iglesia. A ella asoman las tres casas. Casa Campo en primer término y al fondo las de Español y Laliena.
Casa Campo. Fue la primera que cerró su puerta en Nasarre. Pascual Campo y Miguela Salinas fueron sus propietarios. En Barbastro buscaron acomodo para empezar de nuevo.
Portada de Casa Campo. Detalle sobre la clave. Inscripción: Pedro Campo Año 1775 y adorno floral.
Plazoleta de Nasarre. Casa Laliena (izquierda) y casa Campo (derecha).
La iglesia parroquial de San Andrés. Construida en el siglo XI. Fue restaurada en 1999 cuando amenazaba ruina.
Pórtico de entrada al templo y escalera exterior de acceso al campanario.
Interior del templo. Capilla lateral. Presbiterio. Mesa del altar mayor. Entrada a la sacristía. Pila de agua bendita.
Interior del templo. Pila de agua bendita. Puerta de acceso. Ventana de iluminación. Losa de sepultura. Pila bautismal. Suelo enlosado.
La subterránea fuente de Nasarre. A quinientos metros del pueblo.
Con excelentes vistas hacia los cuatro puntos cardinales se ubica entre los barrancos del Alcanadre y el Mascún, a mitad de camino entre los pueblos de Bara y Otín.
Tres casas (Campo, Español y Laliena) conformaron el lugar distribuidas en una única calle que vertebraba el pueblo de norte a sur.
Nunca llegó la luz eléctrica a Nasarre. Los candiles de aceite y de carburo eran sus fuentes de iluminación.
De agua para consumo se servían de varios pozos y para lavar la ropa las mujeres utilizaban las balsas cercanas. Casa Laliena contó en los últimos tiempos con lavadero.
Las tres casas tenían horno para hacer el pan.
Sus tierras de cultivo estaban sembradas de trigo, ordio y patatas.
Se desplazaban al molino de Bara a moler el grano.
La oveja era el animal sobre el que se basaba la ganadería.
Cada casa sacaba su rebaño a pastar salvo el día de la fiesta que se contrataba algún pastor en Rodellar para que realizara tal cometido.
Tratantes de Rodellar y Adahuesca acudían periódicamente por el pueblo para comprar los corderos.
Se cazaban perdices, codornices y conejos que una vez condimentados servían para ampliar la gastronomía casera.
A Paúl
A Valle
Barranco de las Picarizas
Barranco Solano
Camino a dolmen de Losa Mora.
Camino a Letosa.
Campo Español
Campo O Pozo
Cruz d´Asoma
El Cardón
Huerto Nasarre
O Paco
O Pozallón
O Reposte d´o Campo a Valle
Pallar
**Son algunos topónimos de lugares comunes de Nasarre que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**.
Se desplazaban a Rodellar para comprar todo tipo de productos de los que carecían en el pueblo. Trayecto en el que empleaban dos horas.
Al pueblo de Huerta de Vero acudían para comprar vino. En ocasiones no se realizaba tal compra sino que se hacía intercambio por patatas.
Para comprar aceite llegaban hasta el pueblo de Yaso. Alguna casa tenía olivos y acudían a Bierge a moler las aceitunas.
Era costumbre bajar a la capital comarcal (Barbastro) para la feria de la Candelera en febrero. Allí se abastecían de ropa, calzado y diversos utensilios.
El cura subía a oficiar misa solamente en fiestas y en alguna celebración especial. Lo hacía primeramente desde Otín (antes de la guerra) y más tarde desde Rodellar.
El médico residía en Bierge y pasaba consulta en Rodellar. Había que bajar a este pueblo para ser visto por el doctor.
Se recurría mayormente al practicante de Rodellar para ser tratado de cualquier dolencia y sino pues se utilizaban remedios caseros.
Los partos eran las abuelas las que ejercían de comadronas.
El cartero llegaba desde Rodellar a repartir la correspondencia. Saturnino Sierra fue el que realizó tal cometido durante años. A este le sustituyó Mariano Nasarre.
Pedro, el herrero de Letosa venía dos o tres veces al año a realizar tareas de forja o herraje.
Gentes de oficios diversos como barbero, sastre, carpintero o albañil subían desde Rodellar cuando eran requeridos.
La pareja de la Guardia Civil del puesto de Adahuesca aparecía por Nasarre una vez al mes haciendo la ronda. Se les daba alojamiento por turno rotatorio en cada casa.
Celebraban su fiesta patronal el 30 de noviembre en honor a San Andrés con una duración de tres días.
Se hacía pasacalle con orquesta y baile de vermut. En cada casa se mataba un cordero para agasajar a familiares y allegados.
El baile se realizaba en el exterior o en uno de los salones de las casas si el tiempo no acompañaba. Estaba amenizado por los músicos llegados desde el pueblo de Burceat.
De Bara, Otín, Miz y Letosa acudía la gente joven a participar de la fiesta.
En junio acudían a la romería de San Urbez de Nocito.
Los niños en edad escolar bajaban a la escuela de Otín (algo menos de una hora de camino). Con el cierre de la escuela en aquel pueblo los niños de Nasarre asistieron a la de Bara y en los últimos años se habilitó una dependencia en casa Laliena para impartir docencia a los pocos niños que quedaban.
Había una gran armonía entre las tres casas lo que se reflejaba en la participación de tareas comunes o de ayuda como era el esquileo, la matacía, la trilla o los trabajos comunales de acondicionamiento de caminos y fuentes. Para esto último contaban también con la estrecha colaboración de las gentes de los pueblos cercanos como Bara, Otín o la pardina Villanuga.
Las gentes en los ratos libres jugaban a las cartas o se sentaban a las puertas de la casa en las tardes de verano.
En el anecdotario del pueblo hay que hacer constar que la última boda en Nasarre se celebró en los años 50 en casa Laliena.
De la misma casa fue la última persona nacida en Nasarre: Cristina Laliena Palacio. Tal hecho aconteció en 1961.
La emigración como no podía ser menos en un lugar abrupto y aislado apareció en la década de los 60 dejando el pueblo completamente vacío en tres años. Los de Casa Campo iniciaron el éxodo, les siguieron los de Casa Español y en 1964 los de Casa Laliena ponían el punto y final al ciclo de vida en Nasarre ininterrumpido durante siglos.
Barbastro fue el lugar que acogió a las gentes de Nasarre para empezar una nueva vida.
La falta de servicios básicos, la dureza del clima, el cierre de la escuela, las malas comunicaciones y las ganas de buscar una mejor calidad de vida fueron los factores primordiales que llevaron a las gentes a marchar de Nasarre.
Visita realizada en junio de 2021.
Fuente de información:
-Articulo: Nasarre, atalaya solitaria del Somontano, de Alberto Gracia Trell
(Basado en conversaciónes del autor con Blasa Palacio de casa Laliena). Revista Ronda Somontano.
Alberto: Gracias por tu colaboración.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. Nunca había estado en Nasarre. Lo había rondado cerca por el norte, por el este y por el oeste, pero no ha sido hasta este año de 2021 cuando he hecho mi primera vista a este aéreo lugar.
Estando allí entiendes sobremanera porque sus gentes se marcharon en cuanto tuvieron ocasión.
Nasarre estaba lejos de todo y cerca de nada.
La vida tuvo que ser extremadamente dura en este lugar.
La subida por el camino de Bara ya es una muestra de lo agreste del terreno. En constante subida, con vueltas y revueltas y tramos con bastante desnivel.
Transcurrida una hora de caminar desde el inicio llego hasta el pueblo de Nasarre. Sus edificaciones no se ven hasta que no estás prácticamente encima.
Una borda a las afueras se muestra en relativo buen estado de conservación.
La calle penetra entre edificaciones a medio caer, las paredes de dos casas flanquean el paso, una especie de plazoleta o ensanchamiento del vial haría las veces de lugar de centro neurálgico del pueblo.
Una calleja se dirige hacía las eras. Me voy para allá. Mucha vegetación. Veo una borda pero no me puedo acercar hasta su puerta. Buenas vistas por aquí de las crestas más elevadas de la sierra.
Deshago el camino y vuelvo a la plazuela. Allí estaba la herrería. Al estar hundido el tejado y en ruinas los interiores no logro saber exactamente cual edificio era el que servía para poner en práctica las buenas artes de Pedro, el herrero de Letosa.
Aquí en la plaza observo las tres viviendas de Nasarre, una está taponada por la vegetación, las otras dos mantienen en pie a duras penas sus fachadas principales, sobre todo una de ellas es cuestión de poco tiempo que se venga abajo. Todavía presentes las portadas de acceso, con inscripciones en ellas. No se puede entrar al interior de ninguna casa, ni tampoco se pueden ver por detrás.
Contemplo y observo. Buenas viviendas tuvieron que ser a tenor de la envergadura que se las presupone. Apropiadas para combatir el rigor invernal que aquí se manifestaría con toda su crudeza.
Salgo del sencillo entramado urbano y encamino mis pasos hacia la iglesia. A un centenar de metros de las casas.
La contemplo. La cosa ya cambia en relación al resto de edificaciones del pueblo. Ha sido restaurada y se nota su excelente estado de conservación. Bien hermosa. Entro al recinto eclesiástico compuesto por el templo y el cementerio por una puerta con tejadillo y allí veo que no estoy solo en Nasarre. Un caminante está haciendo un descanso en el poyete del atrio. Es italiano y me comenta que es un enamorado de estos lugares de la sierra de Guara y que su gran pasión son los anfibios acuáticos. Está recorriendo el Mascún para localizar en su cauce alguno de estos animales que tanto le apasionan. Ameno conversador en un más que aceptable español, después de unos minutos se despide y se dirige hacía Bara según me explica.
Entro al interior de la iglesia. Blanqueada en todas sus paredes. Algunos elementos arquitectónicos religiosos presentes como la mesa de altar, la pila bautismal o la pila de agua bendita. El acceso a la sacristía presenta en su parte superior unas pinturas y una inscripción ya apenas legible.
Aunque austero es bonito el interior del templo. Entra luz por la puerta y por un ventanuco. El suelo formado por grandes losas de piedra contribuye a realzar la armonía del sitio.
Salgo al exterior, subo la escalinata por la que se accede al campanario. Las vistas desde allí son fabulosas de todo el contorno.
Estando arriba veo que dos hombres entran en el patio exterior de la iglesia. Bajo de la torre y entablo una breve conversación con ellos. Son franceses y están alojados en Nocito. Uno de ellos habla medianamente bien el castellano, el otro no. Enamorados del Pirineo por su vertiente española. Tenían muchas ganas de conocer la iglesia de San Andrés de Nasarre por las referencias que tenían por libros y paginas web. Nos despedimos después de unos minutos de conversación. Ellos entran al interior de la iglesia y yo me dispongo a contornear el templo. Contemplo su bellísimo ábside. Veo la iglesia por detrás. Miro los parajes de esta sierra agreste. Una vez más pienso en la dureza de la vida en este lugar. Vuelvo otra vez a la parte delantera de la iglesia y ya no hay rastro de los franceses. No les ha llevado mucho tiempo la visita a San Andrés de Nasarre. En el poyo del atrio decido dar cuenta de mis vituallas: bocadillo, refresco y fruta. Una vez terminado de comer mi frugal almuerzo campestre salgo del templo no sin antes observar alguna cruz funeraria con nombre incluido que pervive todavía en el cementerio.
Salgo por el camino de Otín por un camino delimitado por muros de piedra seca bien realizados, aunque en algunos tramos se ha venido abajo parcialmente. Volviendo la vista atrás la visión que se tiene de la iglesia es muy bonita. Unos centenares de metros más adelante un letrero me indica el camino para llegar a la fuente de Nasarre. Hacia allí que me dirijo. En cinco minutos me encuentro frente a ella. Unos metros antes una pareja joven esta dando cuenta de sus provisiones a la sombra de un árbol. Un escueto saludo es todo lo que intercambiamos. Abro la portezuela que protege la fuente. Unas escaleras bajan hasta donde reposa el agua. Bonito lugar.
Vuelvo a coger el camino de Otín y me dirijo hacía ese pueblo de fantástico nombre.
Cuatro horas después volveré a pasar junto a la iglesia de San Andrés de Nasarre y el entramado urbano del pueblo en mi camino de vuelta a Bara. Contemplo otra vez sin detenerme sus casas y enseguida enfilo el sendero esta vez de bajada que me llevara al lugar de donde partí por la mañana.
Hago la bajada ensimismado en mis pensamientos y reflexiones sobre Nasarre: ¡que bonito lugar tuviste que ser pero que duro debió ser vivir aquí! Tan lejos de todo y tan cerca de nada.
Llegando a Nasarre por el camino de Otín. La iglesia sobresale por encima de la vegetación. Preciosos muros delimitadores del camino.
Entrando a Nasarre por el camino de Bara.
La calle principal del pueblo. Paredes de casa Laliena (izquierda) y casa Español (derecha).
Casa Español (izquierda) y casa Laliena (derecha).
Casa Español. La habitó el matrimonio formado por Florencio Sierra y Rosario Sierra. Tuvieron cuatro hijos: Florentina, Prudencia, Modesto y Victor. A Barbastro se marcharon.
Casa Laliena. La última que se cerró en Nasarre. Román Laliena y Blasa Palacio fueron sus moradores. Cuando cerraron la puerta de la casa a Barbastro se encaminaron para empezar una nueva vida.
Portada de acceso a casa Laliena. Dintel monolítico. Inscripción: año 1897.
La calle principal de Nasarre viniendo de la iglesia. A ella asoman las tres casas. Casa Campo en primer término y al fondo las de Español y Laliena.
Casa Campo. Fue la primera que cerró su puerta en Nasarre. Pascual Campo y Miguela Salinas fueron sus propietarios. En Barbastro buscaron acomodo para empezar de nuevo.
Portada de Casa Campo. Detalle sobre la clave. Inscripción: Pedro Campo Año 1775 y adorno floral.
Calle lateral proveniente de las eras. Casa Campo de fondo.
Plazoleta de Nasarre. Casa Laliena (izquierda) y casa Campo (derecha).
La iglesia parroquial de San Andrés. Construida en el siglo XI. Fue restaurada en 1999 cuando amenazaba ruina.
La iglesia por su lado norte. Ábside. Contrafuertes.
Pórtico de entrada al templo y escalera exterior de acceso al campanario.
Interior del templo. Capilla lateral. Presbiterio. Mesa del altar mayor. Entrada a la sacristía. Pila de agua bendita.
Interior del templo. Pila de agua bendita. Puerta de acceso. Ventana de iluminación. Losa de sepultura. Pila bautismal. Suelo enlosado.
Vista de las casas de Nasarre desde la iglesia.
Borda.
La subterránea fuente de Nasarre. A quinientos metros del pueblo.