Fue Valtablado una de las siete aldeas que hasta mediados del siglo XIX formó parte del Señorío de Beteta (Beteta y sus siete aldeas).
A partir de esas fechas fue municipio independiente hasta su desaparición como pueblo.
Valtablado fue la única de todas las pedanías beteteñas que no consiguió sobrevivir a la despoblación.
Enclavado en la Serranía Alta conquense, se situaba a media ladera del Barranco Navareja, a mitad de camino entre los pueblos de Valsalobre y Cueva del Hierro.
"La Diputación construyó una pista entre Valsalobre y Valtablado pero de ahí no pasó. La pista desde Valtablado a Cueva del Hierro la hicieron conjuntamente los vecinos de los dos pueblos con pico y pala, a peonadas".
MIGUEL ÁNGEL MORAL.
Algo más de una veintena de casas conformaron Valtablado en sus mejores tiempos distribuidas en varias calles: Calle de la Fuente, de la Iglesia, del Solano, la Real, la Alta, Casarazo.
En 1950 tenía 117 habitantes, habiéndose reducido en 1970 a menos de la mitad, quedando solo una decena de casas abiertas.
Su término municipal era pequeño por lo que tenían pocas tierras cultivables y de floja calidad, las cuales estaban sembradas de trigo, cebada y centeno en menor medida.
Iban a moler el grano al molino de Los Raneros en el paraje de Huerta Bellida en Beteta.
La oveja era el animal fundamental sobre el que se sustentaba la ganadería valtableña.
En cada casa tenían rebaño que iba desde las cincuenta cabezas hasta el centenar en algunos casos.
Como quiera que la zona de pasto era pequeña y los inviernos en Valtablado eran muy duros con frecuentes nevadas la gente practicaba la trashumancia con el ganado hasta Andalucia, a la zona de Andújar y La Carolina en Jaén.
Tardaban entre quince y veinte días en realizar el trayecto. Se iban para primeros de octubre y volvían a Valtablado para junio.
Venían carniceros de Beteta y Molina de Aragón a comprar los corderos.
En cada casa se solía matar un cerdo al año y en los últimos tiempos dos.
Con leña de chaparro calentaban la lumbre de los hogares y así poder combatir el rigor invernal que por estas tierras se manifestaba con crudeza.
"Contaba mi padre que en los años 40 cayó una nevada memorable, durante tres meses. Apenas se podía salir a la calle, había que abrir camino con palas. Se acababa el pienso para el ganado y los animales no podían salir a beber, hasta que ya se fue aliviando la cosa". MIGUEL ÁNGEL MORAL.
A últimos de los cincuenta y primeros de los sesenta algunos hombres de Valtabaldo iban a trabajar a la mina de la Cueva del Hierro hasta que esta dejó de funcionar.
Aunque había una pequeña tienda en el pueblo para lo más básico, la gente se desplazaba a Beteta a realizar compras.
Bajaban a los pueblos de La Frontera y Villaconejos de Trabaque donde hacían intercambio de patatas por aceite.
El cura, don Marcelino venía desde Beteta a oficiar los actos religiosos.
También de Beteta llegaba el médico y el practicante.
Como también lo hacía desde el mismo pueblo Basilio el cartero. Llegaba hasta Valtablado en moto para repartir la correspondencia.
Celebraban sus fiestas patronales en honor a la Virgen del Rosario el siete de octubre.
Se oficiaba una misa y la correspondiente procesión. El baile se realizaba en el salón del ayuntamiento amenizado por músicos de Valsalobre o de Carrascosa.
Acudía la juventud de Valsalobre, Cueva del Hierro y Beteta.
Para el 23 de abril hacían fiesta honrando a su patrón: San Jorge. Ese día se hacía la Caridad. Cada año tres o cuatro familias se encargaban de ello. Elaboraban las borreguillas (dulce hecho con harina, sal y huevo) y la zurra (bebida hecha con vino, gaseosa, azúcar y trozos de fruta). Se repartía al salir de misa.
Muy celebrados eran también los mayos. Los mozos iban cantando los mayos casa por casa y las gentes les obsequiaban con algún presente (chorizo, huevos...), con lo obtenido hacían una merienda al día siguiente.
Existía la costumbre en esa fecha de hacer un sorteo para emparentar de manera ficticia a los mozos y mozas del pueblo (tocar el mayo).
A las gentes de Valtablado se las conocía en la comarca con el apodo de abogados.
Sanz, Moral, Moreno, Segovia, Cuenca, Puerta, Luengo, Calvo... así hasta una docena eran los apellidos comunes a las gentes del pueblo.
La última boda en Valtablado se ofició sobre el año 70. Isidoro del pueblo de Poveda de la Sierra y Rosario Moral fueron los contrayentes.
Trinidad Puerta fue la última persona que nació en el pueblo.
Isabel Sanz quedará en el recuerdo como la partera que ayudó a muchos niños a venir al mundo.
Había una taberna en el pueblo que regentaba el tío Epifanio. También era tienda, donde se podía comprar bacalao y sardinas entre otras cosas y asimismo funcionaba como zapatería.
El teléfono fue el primer signo de progreso que llegó a Valtablado. Se puso en la casa del tío Paco y la tía Fidela. Después llegaría las ablentadoras para la trilla, la luz eléctrica, la televisión que se instaló en el salón del ayuntamiento...
"Las gentes del pueblo eran como una gran familia. Había buena armonía y mucha unión entre los vecinos en las faenas del campo o en la matanza. En las bodas o bautizos asistía casi todo el pueblo. La gente salía en las tardes de verano y al anochecer a sentarse a las puertas de las casas y se formaban animados corrillos y tertulias". MIGUEL ÁNGEL MORAL.
En los años 60 comenzó la emigración masiva de las gentes del pueblo. Se marchaba primero la gente joven buscando otros alicientes de vida, llevándose después a los padres. El campo ya no tenía futuro. La vida era muy esclava con el ganado trashumante, los malos accesos, la lejanía del médico, el acarrear agua desde la fuente que quedaba un poco retirada.
Pero fue la llegada de ICONA en los primeros años 70 con una oferta de compra por todos los bienes del pueblo bajo el amparo de una expropiación forzosa a efectos de realizar una repoblación forestal la que llevó a los últimos moradores de Valtablado a emigrar del pueblo.
Desde 1972 a 1974 fueron marchando las pocas familias que quedaban y el pueblo quedó incorporado al término municipal de Beteta, aún con la oposición de los vecinos que preferían la agregación al de Valsalobre.
Los valtableños se fueron en buen número al barrio del Cristo en Valencia, en un efecto dominó en el que las primeras familias en llegar fueron arrastrando a otras. Algunos optaron por irse a Barcelona y otros se quedaron en el cercano Beteta.
En el año 2009 un grupo de hijos del pueblo y descendientes crearon la asociación EL Rinconcillo de Valtablado con la idea de mantener el vinculo con el pueblo y volver a poner el nombre de Valtablado en el mapa. Luchan sin descanso y tocan a todas las puertas para tratar de devolver la dignidad al pueblo donde nacieron sus antepasados.
Hacen una reunión anual de confraternización y se han encargado de desenmalezar las calles y el camino de acceso al cementerio, así como el entorno de la fuente, además de otras actividades socioculturales como la publicación de un libro dedicado a salvaguardar la memoria del pueblo y sobre todo con la presencia humana durante unas fechas determinadas que hacen que Valtablado no sea un pueblo caído en el pozo del olvido.
Informante: Miguel Ángel Moral Moreno.
Otras fuentes de información:
-Camino de vuelta, cuaderno de viaje. Libro editado por la asociación el Rinconcillo de Valtablado.
-Valtablado: El último despoblamiento despoblamiento de la sierra de Cuenca. Articulo escrito por Joaquin Esteban Cava para la revista Mansiegona.
Visita realizada en octubre de 2019 en compañía de Miguel Ángel Moral Moreno.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. Entre bosques de pino y encinas por un camino en deficiente estado proveniente de Cueva del Hierro voy al encuentro de Valtablado en esta mañana otoñal de temperatura fresca que amenaza lluvia pero que al final se quedará en unas gotas.
Lo hago en compañía de Miguel Ángel quien hará de anfitrión y me ensañará a la vez que me contará los pormenores del pueblo. Aún cuando él era un niño cuando le tocó salir del pueblo tiene muchas cosas frescas en su memoría así como otras que ha oído contar a los mayores.
Las primeras edificaciones que divisamos son las pequeñas casetas donde se guardaban los aperos para la trilla y es que hemos llegado por la parte alta, donde están las eras de trillar, las hay en buen número, se encuentran en lo alto de la ladera donde se ubica el pueblo por lo que los vientos por aquí debían batir con fuerza.
Seguimos por la pista y enlazamos con la que viene de Valsalobre. Por aquí entraremos al pueblo. La iglesia en ruinas ya es un anticipo de lo que vamos a ver.
Valtablado es un pueblo en estado ruinoso, ya no hay apenas casas en pie, solo los que en ella vivieron y sus descendientes podrán reconocer todavía cual es cada una, como va haciendo mi interlocutor, me va mostrando lo que fue la fragua, el horno, la casa de Epifanío, la del tío Paco y la tía Fidela, la de Isabel y Antolín... donde yo hago esfuerzos por imaginar, él rememora y recuerda. El edificio de la escuela y el ayuntamiento sorprende por su ubicación en la parte más alta y por su relativo buen estado en comparación con las demás edificaciones del pueblo. No se puede entrar al interior.
Nos acercamos a la iglesia, tampoco podemos acceder al interior. No tiene tejado. La espadaña resiste.
Bajamos hasta el cuidado cementerio y volvemos a subir para el pueblo, pasamos nuevamente por un costado de la iglesia y nos adentramos en el entramado urbano. Situados estratégicamente en varias fachadas del pueblo hay una serie de paneles acristalados con una pequeña reseña de las memorias del pueblo recogidas en el libro de Camino de Vuelta. Queda muy bonito y hace al visitante trabajar la imaginación.
Bajamos hacia la fuente por un precioso sendero escalonado que en su día estuvo empedrado. El paraje del agua es precioso con el cercano lavadero. ¡¡Cuanta vida social aquí!!
Subimos nuevamente para el pueblo. Mi acompañante se despide. Tiene que volver a Beteta por un compromiso. Me quedo solo en compañía del más absoluto de los silencios. Vuelvo a transitar por los mismos lugares que hice en compañía de Miguel Ángel unos minutos antes. Aprovecho para sacar fotografías con más detenimiento. Veo pequeños detalles, la boca del horno ya colmatada de tierra, algún poste con los anclajes de la luz, nuevos paneles explicativos, algún apero por el suelo...
La visita a Valtablado toca a su fin. Quisiera haber bajado al barranco y haber subido por la ladera de enfrente para tener una buena vista panorámica del pueblo y hacer la correspondiente fotografía pero desisto de ello por la premura de tiempo. Tengo una cita en Cueva del Hierro y no me puedo demorar más. Empiezo a buscar la salida del pueblo pasando por algunas edificaciones que aún mantienen el enfoscado en la fachada. El expolio tuvo que ser tremendo. Subo nuevamente a las eras. Tengo el pueblo a mis pies. Imagino lo dura que tuvo que ser la vida aquí. No en vano estoy en un terreno abrupto a más de 1300 metros de altitud.
Cojo el camino de Cueva del Hierro y me voy con una sensación agridulce por haber llegado tarde a conocer este pueblo. Me reprocho a mi mismo mentalmente que llevando treinta años visitando deshabitados no haya sido hasta el tardío año de 2019 cuando he hecho mi primera visita a este despoblado que no me pillaba demasiado lejos en comparación a otros. Quizá la explicación de mi demora haya que buscarla en la ausencia de más deshabitados por la zona que me hizo ir posponiendo la visita a Valtablado. Unos cuantos años antes y lo habría conocido vacío igualmente pero en bastante mejor estado y con un trazado urbano muy sugerente.
La iglesia parroquial de Valtablado. La talla de San Jorge y el retablo se llevaron a la iglesia de Beteta.
"La campana era la mejor que había, se oía en todo el contorno".
MIGUEL ÁNGEL MORAL.
Escuela de Valtablado. En la planta baja quedaba el ayuntamiento y en la de arriba el aula y la vivienda de la maestra.
Diez o doce niños asistían en los últimos años a la escuela. Cada niño tenía que traerse unas astillas pequeñas de leña para calentar la estufa del aula.
Doña Victoria, doña Luisa, doña Marisol, doña Humildad, doña Amparo y doña Manoli (que fue la última en ejercer enseñanza aquí) son alguna de las maestras que se recuerdan.
Horno comunal. Las familias se iban rotando semanalmente para usar el horno.
"Aparte del pan se hacían magdalenas y unos tortos que estaban riquísimos". MIGUEL ÁNGEL MORAL.
Panel nostálgico aportando breves pinceladas por antiguos vecinos de como era la vida en el pueblo. Hay varios distribuidos por diversos rincones del pueblo.
La fragua. Venía el herrero de Carrascosa o el de Beteta a realizar trabajos de forja o herraje.
La fuente del pueblo y abrevadero para los animales.
A la izquierda en el muro se sitúa la fuente vieja con inscripción en sus dovelas: Año 1900. Alcalde Cayetano Cuenca.
Los quinientos metros que separaba la fuente del pueblo se hacían por un camino formado por una preciosa rampa escalonada que servía para suavizar el desnivel existente a personas y caballerías. Toda ella estuvo empedrada en tiempos pasados pero ya el suelo se encuentra muy deteriorado.
A partir de esas fechas fue municipio independiente hasta su desaparición como pueblo.
Valtablado fue la única de todas las pedanías beteteñas que no consiguió sobrevivir a la despoblación.
Enclavado en la Serranía Alta conquense, se situaba a media ladera del Barranco Navareja, a mitad de camino entre los pueblos de Valsalobre y Cueva del Hierro.
"La Diputación construyó una pista entre Valsalobre y Valtablado pero de ahí no pasó. La pista desde Valtablado a Cueva del Hierro la hicieron conjuntamente los vecinos de los dos pueblos con pico y pala, a peonadas".
MIGUEL ÁNGEL MORAL.
Algo más de una veintena de casas conformaron Valtablado en sus mejores tiempos distribuidas en varias calles: Calle de la Fuente, de la Iglesia, del Solano, la Real, la Alta, Casarazo.
En 1950 tenía 117 habitantes, habiéndose reducido en 1970 a menos de la mitad, quedando solo una decena de casas abiertas.
Su término municipal era pequeño por lo que tenían pocas tierras cultivables y de floja calidad, las cuales estaban sembradas de trigo, cebada y centeno en menor medida.
Iban a moler el grano al molino de Los Raneros en el paraje de Huerta Bellida en Beteta.
La oveja era el animal fundamental sobre el que se sustentaba la ganadería valtableña.
En cada casa tenían rebaño que iba desde las cincuenta cabezas hasta el centenar en algunos casos.
Como quiera que la zona de pasto era pequeña y los inviernos en Valtablado eran muy duros con frecuentes nevadas la gente practicaba la trashumancia con el ganado hasta Andalucia, a la zona de Andújar y La Carolina en Jaén.
Tardaban entre quince y veinte días en realizar el trayecto. Se iban para primeros de octubre y volvían a Valtablado para junio.
Venían carniceros de Beteta y Molina de Aragón a comprar los corderos.
En cada casa se solía matar un cerdo al año y en los últimos tiempos dos.
Con leña de chaparro calentaban la lumbre de los hogares y así poder combatir el rigor invernal que por estas tierras se manifestaba con crudeza.
"Contaba mi padre que en los años 40 cayó una nevada memorable, durante tres meses. Apenas se podía salir a la calle, había que abrir camino con palas. Se acababa el pienso para el ganado y los animales no podían salir a beber, hasta que ya se fue aliviando la cosa". MIGUEL ÁNGEL MORAL.
A últimos de los cincuenta y primeros de los sesenta algunos hombres de Valtabaldo iban a trabajar a la mina de la Cueva del Hierro hasta que esta dejó de funcionar.
Aunque había una pequeña tienda en el pueblo para lo más básico, la gente se desplazaba a Beteta a realizar compras.
Bajaban a los pueblos de La Frontera y Villaconejos de Trabaque donde hacían intercambio de patatas por aceite.
El cura, don Marcelino venía desde Beteta a oficiar los actos religiosos.
También de Beteta llegaba el médico y el practicante.
Como también lo hacía desde el mismo pueblo Basilio el cartero. Llegaba hasta Valtablado en moto para repartir la correspondencia.
Celebraban sus fiestas patronales en honor a la Virgen del Rosario el siete de octubre.
Se oficiaba una misa y la correspondiente procesión. El baile se realizaba en el salón del ayuntamiento amenizado por músicos de Valsalobre o de Carrascosa.
Acudía la juventud de Valsalobre, Cueva del Hierro y Beteta.
Para el 23 de abril hacían fiesta honrando a su patrón: San Jorge. Ese día se hacía la Caridad. Cada año tres o cuatro familias se encargaban de ello. Elaboraban las borreguillas (dulce hecho con harina, sal y huevo) y la zurra (bebida hecha con vino, gaseosa, azúcar y trozos de fruta). Se repartía al salir de misa.
Muy celebrados eran también los mayos. Los mozos iban cantando los mayos casa por casa y las gentes les obsequiaban con algún presente (chorizo, huevos...), con lo obtenido hacían una merienda al día siguiente.
Existía la costumbre en esa fecha de hacer un sorteo para emparentar de manera ficticia a los mozos y mozas del pueblo (tocar el mayo).
A las gentes de Valtablado se las conocía en la comarca con el apodo de abogados.
Sanz, Moral, Moreno, Segovia, Cuenca, Puerta, Luengo, Calvo... así hasta una docena eran los apellidos comunes a las gentes del pueblo.
La última boda en Valtablado se ofició sobre el año 70. Isidoro del pueblo de Poveda de la Sierra y Rosario Moral fueron los contrayentes.
Trinidad Puerta fue la última persona que nació en el pueblo.
Isabel Sanz quedará en el recuerdo como la partera que ayudó a muchos niños a venir al mundo.
Había una taberna en el pueblo que regentaba el tío Epifanio. También era tienda, donde se podía comprar bacalao y sardinas entre otras cosas y asimismo funcionaba como zapatería.
El teléfono fue el primer signo de progreso que llegó a Valtablado. Se puso en la casa del tío Paco y la tía Fidela. Después llegaría las ablentadoras para la trilla, la luz eléctrica, la televisión que se instaló en el salón del ayuntamiento...
"Las gentes del pueblo eran como una gran familia. Había buena armonía y mucha unión entre los vecinos en las faenas del campo o en la matanza. En las bodas o bautizos asistía casi todo el pueblo. La gente salía en las tardes de verano y al anochecer a sentarse a las puertas de las casas y se formaban animados corrillos y tertulias". MIGUEL ÁNGEL MORAL.
En los años 60 comenzó la emigración masiva de las gentes del pueblo. Se marchaba primero la gente joven buscando otros alicientes de vida, llevándose después a los padres. El campo ya no tenía futuro. La vida era muy esclava con el ganado trashumante, los malos accesos, la lejanía del médico, el acarrear agua desde la fuente que quedaba un poco retirada.
Pero fue la llegada de ICONA en los primeros años 70 con una oferta de compra por todos los bienes del pueblo bajo el amparo de una expropiación forzosa a efectos de realizar una repoblación forestal la que llevó a los últimos moradores de Valtablado a emigrar del pueblo.
Desde 1972 a 1974 fueron marchando las pocas familias que quedaban y el pueblo quedó incorporado al término municipal de Beteta, aún con la oposición de los vecinos que preferían la agregación al de Valsalobre.
Los valtableños se fueron en buen número al barrio del Cristo en Valencia, en un efecto dominó en el que las primeras familias en llegar fueron arrastrando a otras. Algunos optaron por irse a Barcelona y otros se quedaron en el cercano Beteta.
En el año 2009 un grupo de hijos del pueblo y descendientes crearon la asociación EL Rinconcillo de Valtablado con la idea de mantener el vinculo con el pueblo y volver a poner el nombre de Valtablado en el mapa. Luchan sin descanso y tocan a todas las puertas para tratar de devolver la dignidad al pueblo donde nacieron sus antepasados.
Hacen una reunión anual de confraternización y se han encargado de desenmalezar las calles y el camino de acceso al cementerio, así como el entorno de la fuente, además de otras actividades socioculturales como la publicación de un libro dedicado a salvaguardar la memoria del pueblo y sobre todo con la presencia humana durante unas fechas determinadas que hacen que Valtablado no sea un pueblo caído en el pozo del olvido.
Informante: Miguel Ángel Moral Moreno.
Otras fuentes de información:
-Camino de vuelta, cuaderno de viaje. Libro editado por la asociación el Rinconcillo de Valtablado.
-Valtablado: El último despoblamiento despoblamiento de la sierra de Cuenca. Articulo escrito por Joaquin Esteban Cava para la revista Mansiegona.
Visita realizada en octubre de 2019 en compañía de Miguel Ángel Moral Moreno.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. Entre bosques de pino y encinas por un camino en deficiente estado proveniente de Cueva del Hierro voy al encuentro de Valtablado en esta mañana otoñal de temperatura fresca que amenaza lluvia pero que al final se quedará en unas gotas.
Lo hago en compañía de Miguel Ángel quien hará de anfitrión y me ensañará a la vez que me contará los pormenores del pueblo. Aún cuando él era un niño cuando le tocó salir del pueblo tiene muchas cosas frescas en su memoría así como otras que ha oído contar a los mayores.
Las primeras edificaciones que divisamos son las pequeñas casetas donde se guardaban los aperos para la trilla y es que hemos llegado por la parte alta, donde están las eras de trillar, las hay en buen número, se encuentran en lo alto de la ladera donde se ubica el pueblo por lo que los vientos por aquí debían batir con fuerza.
Seguimos por la pista y enlazamos con la que viene de Valsalobre. Por aquí entraremos al pueblo. La iglesia en ruinas ya es un anticipo de lo que vamos a ver.
Valtablado es un pueblo en estado ruinoso, ya no hay apenas casas en pie, solo los que en ella vivieron y sus descendientes podrán reconocer todavía cual es cada una, como va haciendo mi interlocutor, me va mostrando lo que fue la fragua, el horno, la casa de Epifanío, la del tío Paco y la tía Fidela, la de Isabel y Antolín... donde yo hago esfuerzos por imaginar, él rememora y recuerda. El edificio de la escuela y el ayuntamiento sorprende por su ubicación en la parte más alta y por su relativo buen estado en comparación con las demás edificaciones del pueblo. No se puede entrar al interior.
Nos acercamos a la iglesia, tampoco podemos acceder al interior. No tiene tejado. La espadaña resiste.
Bajamos hasta el cuidado cementerio y volvemos a subir para el pueblo, pasamos nuevamente por un costado de la iglesia y nos adentramos en el entramado urbano. Situados estratégicamente en varias fachadas del pueblo hay una serie de paneles acristalados con una pequeña reseña de las memorias del pueblo recogidas en el libro de Camino de Vuelta. Queda muy bonito y hace al visitante trabajar la imaginación.
Bajamos hacia la fuente por un precioso sendero escalonado que en su día estuvo empedrado. El paraje del agua es precioso con el cercano lavadero. ¡¡Cuanta vida social aquí!!
Subimos nuevamente para el pueblo. Mi acompañante se despide. Tiene que volver a Beteta por un compromiso. Me quedo solo en compañía del más absoluto de los silencios. Vuelvo a transitar por los mismos lugares que hice en compañía de Miguel Ángel unos minutos antes. Aprovecho para sacar fotografías con más detenimiento. Veo pequeños detalles, la boca del horno ya colmatada de tierra, algún poste con los anclajes de la luz, nuevos paneles explicativos, algún apero por el suelo...
La visita a Valtablado toca a su fin. Quisiera haber bajado al barranco y haber subido por la ladera de enfrente para tener una buena vista panorámica del pueblo y hacer la correspondiente fotografía pero desisto de ello por la premura de tiempo. Tengo una cita en Cueva del Hierro y no me puedo demorar más. Empiezo a buscar la salida del pueblo pasando por algunas edificaciones que aún mantienen el enfoscado en la fachada. El expolio tuvo que ser tremendo. Subo nuevamente a las eras. Tengo el pueblo a mis pies. Imagino lo dura que tuvo que ser la vida aquí. No en vano estoy en un terreno abrupto a más de 1300 metros de altitud.
Cojo el camino de Cueva del Hierro y me voy con una sensación agridulce por haber llegado tarde a conocer este pueblo. Me reprocho a mi mismo mentalmente que llevando treinta años visitando deshabitados no haya sido hasta el tardío año de 2019 cuando he hecho mi primera visita a este despoblado que no me pillaba demasiado lejos en comparación a otros. Quizá la explicación de mi demora haya que buscarla en la ausencia de más deshabitados por la zona que me hizo ir posponiendo la visita a Valtablado. Unos cuantos años antes y lo habría conocido vacío igualmente pero en bastante mejor estado y con un trazado urbano muy sugerente.
Vista del pueblo desde las eras.
Llegada al pueblo por el camino de Valsalobre.
Calle de Valtablado entrando por el camino de Cueva del Hierro.
Calle de la iglesia.
La iglesia parroquial de Valtablado. La talla de San Jorge y el retablo se llevaron a la iglesia de Beteta.
"La campana era la mejor que había, se oía en todo el contorno".
MIGUEL ÁNGEL MORAL.
Cementerio.
Calle de Valtablado.
Vivienda y escuela.
Escuela de Valtablado. En la planta baja quedaba el ayuntamiento y en la de arriba el aula y la vivienda de la maestra.
Diez o doce niños asistían en los últimos años a la escuela. Cada niño tenía que traerse unas astillas pequeñas de leña para calentar la estufa del aula.
Doña Victoria, doña Luisa, doña Marisol, doña Humildad, doña Amparo y doña Manoli (que fue la última en ejercer enseñanza aquí) son alguna de las maestras que se recuerdan.
Fachada lateral de la escuela y el ayuntamiento.
Horno comunal. Las familias se iban rotando semanalmente para usar el horno.
"Aparte del pan se hacían magdalenas y unos tortos que estaban riquísimos". MIGUEL ÁNGEL MORAL.
Calle de Valtablado.
Vivienda y calle.
Panel nostálgico aportando breves pinceladas por antiguos vecinos de como era la vida en el pueblo. Hay varios distribuidos por diversos rincones del pueblo.
Calle de Valtablado.
La fragua. Venía el herrero de Carrascosa o el de Beteta a realizar trabajos de forja o herraje.
Vivienda.
Confluencia de calles.
Ruina generalizada.
La fuente del pueblo y abrevadero para los animales.
A la izquierda en el muro se sitúa la fuente vieja con inscripción en sus dovelas: Año 1900. Alcalde Cayetano Cuenca.
Lavadero.
Los quinientos metros que separaba la fuente del pueblo se hacían por un camino formado por una preciosa rampa escalonada que servía para suavizar el desnivel existente a personas y caballerías. Toda ella estuvo empedrada en tiempos pasados pero ya el suelo se encuentra muy deteriorado.
Era de trillar.