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Channel: Los pueblos deshabitados
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Vellosillo (Soria)

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A 1140 metros de altitud y situado en una suave ladera por encima del río Ostaza cuando este va ensanchando el terreno y ha dejado atrás la angostura de Camporredondo y Diustes, se encuentra este pueblo antaño perteneciente a la Comunidad de Villa y Tierra de Yanguas.
Conformado por una calle principal que lo atraviesa de norte a sur y algunas calles laterales, alrededor de veinticinco viviendas en sus buenos tiempos dieron presencia a Vellosillo.
Cada casa tenía su horno para hacer el pan.
Contaron con luz eléctrica en el pueblo desde el año 1959.
Tenían buena leña de roble, de haya y de carrasca para calentar la lumbre de las cocinas y así combatir las bajas temperaturas que por aquí se daban con frecuencia en los días invernales.
Sus tierras de cultivo estaban sembradas de trigo, centeno, avena y cebada.
Llevaban el grano a moler a Yanguas o a Camporredondo.
Las ovejas y las cabras conformaban el grueso de la ganadería del pueblo.
Mientras que el ganado ovino cada casa sacaba su rebaño a pastar en lo referente al ganado caprino salían todas juntas y cada semana era un vecino el encargado de ir de pastor según el número de cabras que tuviera.
Tratantes de Arnedo y Logroño aparecían periódicamente por el pueblo para comprar los corderos.

Para hacer compras se desplazaban a Yanguas o a Villar del Río.
Los lunes acudían al mercado semanal de San Pedro Manrique y los domingos lo hacían al del pueblo riojano de Enciso.
Era costumbre llevar lechones a vender a estos mercados.
Por Vellosillo aparecía un vendedor ambulante con una furgoneta procedente de Arnedo. Vendía un poco de todo tipo de comestibles, desde fruta hasta pan.
Tampoco faltaba el pescadero de Villar del Río.
De Almarza llegaba otro vendedor en furgoneta ofreciendo telas, ropa y toallas.
De Yanguas venía también alguno vendiendo un poco de todo.
De pueblos riojanos llegaban vendedores que traían vino.

El cura venía desde Diustes a realizar los oficios religiosos. Don Luis, don Alistanco o don Julio son algunos de los que se recuerdan. Unos hacían el desplazamiento andando y otros en coche.
El médico residía en Yanguas, don Pedro o don Paco fueron en aquellos años los que acudían a Vellosillo a visitar a algún enfermo cuando la situación lo demandaba. Se desplazaban andando o iban a buscarlos con alguna caballería. También a don Diego, el médico de Villar del Río le tocó en ocasiones venir a Vellosillo cuando se le requirió.
La correspondencia unos años la traía el cartero de Diustes (José) y otro tiempo fue Agustín, el cartero de Camporredondo el que realizó tal cometido.
El barbero venía de Yanguas los sábados para cortar el pelo al que lo solicitara.
Vicente, el herrero venía desde Villar del Río para realizar trabajos de forja o de herraje.

Celebraban su fiesta patronal el 25 de julio en honor a Santiago. Solamente duraba un día.
Se hacía la misa mayor y una procesión hasta la ermita donde se rezaban unas salves y a continuación regreso al pueblo.
La procedencia de los músicos variaba de un año a otro. Así aparecían por el pueblo los gaiteros de Diustes (el tío Galo y su hijo Galito), los músicos de Yanguas (Félix al clarinete y Amador con la bandurria), otros años venían de Villar del Río y también algún año vinieron músicos de San Pedro Manrique.
El baile se realizaba en una era.
Acudía la juventud de La Mata, Camporredondo, Diustes y Yanguas a participar de la fiesta.
El 20 de enero tenían otro día festivo dedicado a San Sebastián.

La gente joven los domingos se entretenía jugando a pelota o se iban a Diustes donde había baile a nivel local.
En los albores de 1960 el pueblo compró una televisión y fue todo un acontecimiento. Se llenaba la sala para ver la programación. Acudía gente de Yanguas cuando retransmitían futbol, toros o boxeo.

A últimos de los 50 comenzó el declive poblacional que se acentuó en la década de los 60 cuando Vellosillo perdió a casi toda su población.
La falta de servicios, la dureza del clima y las ganas de buscar una mejora en la calidad de vida, así como el cierre de la escuela cuando ya quedaban pocos niños fueron los motivos principales de la marcha de los vellosillanos.
Logroño, Barcelona y Calahorra fueron los principales destinos elegidos para iniciar una nueva vida.
Vellosillo se mantuvo con vida hasta el año 1972 en que se fueron las dos últimas familias que habitaban el pueblo.
Por un lado el matrimonio formado por Alberto y Lucia con los tres hijos que tuvieron, más los abuelos por parte materna, Jesús y Sotera. La familia se marchó a Arnedo.
La otra casa que cerró sus puertas fue la del matrimonio que formaba Andrés y Juana con la hija que tuvieron, Aurora. Emigraron a Ólvega.

Informante: Antigua vecina de Vellosillo (Conversación personal mantenida por vía telefónica).

Visitas realizadas en junio de 1994 y diciembre de 2018.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

Punto y aparte. Nada ha cambiado en veinticuatro años en Vellosillo, el tiempo transcurrido entre mis dos visitas a este pueblo. Alguna edificación caída y algo más de vegetación en determinados rincones pero poco más.
El tiempo permanece inalterable en este lugar (para lo bueno y para lo malo). No agoniza pero tampoco levanta el vuelo. Es otro pueblo más de los que se da la circunstancia de que teniendo actualmente buen acceso para llegar no hay señales que animen a volver a los que un día se fueron y sus descendientes (aunque sea para temporadas).

Aparezco nuevamente por Vellosillo en esta tarde invernal del año que está próximo a terminar (2018).
La temperatura es baja pero no hace frío en exceso.
Desde lejos ya veo la silueta del pueblo y veo que todo sigue igual.
Me acerco por un corto camino hasta su pequeña y coqueta ermita. Mantiene el tejado y eso le garantiza una durabilidad todavía durante algunos años. Me asomo al interior. Su sencillo altar mayor es lo único de interés. El espacio no da para más.
Desde aquí puedo llegar hasta el pueblo pero prefiero hacerlo por la entrada que hay junto a la carretera. El pueblo queda ligeramente por debajo e íntegramente en el lado izquierdo según se va para Diustes.
Entro por la misma calle por la que entrarían años atrás las gentes que venían de Diustes o Camporredondo. La torre de la iglesia se hace ver rápidamente. Un par de gatos jóvenes advierten de mi presencia y salen a mi encuentro. Uno negro y otro blanquito con manchas marrones. Este último es más inquieto y corretea por todos los lados, trepando muros y metiéndose por recovecos. El de color negro es más calmado y opta por hacer de "guardaespaldas" mío y me sigue a corta distancia.
Llego hasta lo que un día fue la plaza. Entro al interior de la iglesia. Nada especial que resalte. El techo se ha hundido en su parte central por lo tanto hay vegetación en el suelo. Las paredes blanqueadas con el lógico desgaste del paso del tiempo. No hay ornamentación de interés. Salgo para fuera. Intuyo el espacio donde estaba ubicada la fuente y actualmente tapada por la maleza. La calle principal desciende hacía la parte baja. El curioso edificio de la escuela se queda a un lado. Casas con desigual suerte en cuanto a su conservación aparecen a ambos lados del vial.
Salgo al exterior del pueblo y decido bajar hasta el río. Un precioso puente lo vadea. Bonita panorámica de Vellosillo desde aquí. Mucha calma se respira.
Tras unos minutos vuelvo a encaminar mis pasos hacia el pueblo. Mis acompañantes gatunos que desaparecieron en cuanto salí del pueblo vuelven a advertir de mi presencia y me hacen compañía en mi deambular entre casas caídas y otras mantenidas para evitar que se vengan abajo. Ellos van jugueteando y a ratos el de color blanco se mete por entre piedras y desaparece de mi vista. El de color negro es más calmado y permanece cerca de mí. Si yo me pongo a fotografiar él se queda un par de metros atrás.
Salvo algunas callejas no hay más calle que la principal por esta parte baja del pueblo así que toca volver a subir por el mismo sitio. Otra vez aparece el edificio de la escuela y la plaza. Me doy cuenta que mis "acompañantes" ya no están conmigo (ya no los volveré a ver en el tiempo que aún me queda por estar en Vellosillo), seguramente les habrá salido algún plan mejor que estar "escoltando" a un tío que se toma las cosas con mucha calma y que no les ofrece ningún aliciente de pasar una tarde divertida.
Estoy observando la iglesia cuando oigo ruido de motos. Parece que se han parado a la entrada del pueblo. Por suerte en cuestión de un minuto siguen su camino y el ruido se va haciendo cada vez más lejano. No quiero que nada altere la placidez que siento. No he visto a ningún ser humano durante mi deambular por el pueblo y así quiero seguir. El silencio vuelve a hacerse presente. La visita a Vellosillo va tocando a su fin. Llego hasta la carretera, contemplo nuevamente el pueblo. Las nubes hacen un buen telón de fondo, lo que agradece la cámara fotográfica.
Me gustó Vellosillo en 1994 y me ha gustado en 2018 (y me seguirá gustando la próxima vez que lo visite).


Vellosillo en 1994.




Llegando a Vellosillo por el camino de Yanguas. La ermita a la derecha.




La ermita de la Virgen de los Dolores (La Dolorosa), a cien metros del pueblo. De planta rectangular y tejado a cuatro aguas. Porche de entrada y dos puertas para acceder al interior.



Entrando al pueblo por el camino de Diustes.




Calle Real.




Calle Real. Hacia la plaza.




La plaza de Vellosillo.




La iglesia parroquial de San Sebastián. Murete delantero (tapado por la vegetación) donde estaba la fuente del pueblo. Tenía una placa de mármol en el frontal con el nombre de los benefactores que sufragaron la traída del agua hasta aquí.



Interior del templo. Altar mayor.




Interior del templo.




Calle de la Iglesia.




Calle de la Iglesia. Ábside del templo.




Calle Real en sentido descendente.




Final de la calle Real. Parte baja del pueblo.




Edificaciones en el lado oeste del pueblo.




Vivienda.




Vivienda.




Calle Real en sentido ascendente.




Calle Real en sentido ascendente. La escuela de Vellosillo, situada en la planta de arriba. La planta baja era lugar de reunión de los vecinos.



Fachada lateral de la escuela. Escalera de subida y puerta de acceso al aula. Alrededor de una veintena de niños asistían a clase en los años 50. Doña Escolástica, natural del cercano pueblo de Camporredondo ejerció enseñanza aquí durante varios años.



Calle Real en sentido ascendente.




Calle Real. Saliendo del pueblo por el camino de Diustes.




Era de trillar.




Torre del transformador de la luz. La base hecha de piedra y la parte de arriba en ladrillo.



Cementerio.

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