Alrededor de una decena de casas dieron vida a esta población ya derrotada y vencida al paso del tiempo y los años de abandono.
No conocieron nunca la luz eléctrica. Los candiles de carburo y de aceite fueron sus fuentes de iluminación. Utilizaban la linterna para ir a la cuadra y a los corrales.
Para consumo de agua tenían una fuente a cinco minutos del pueblo.
Para combatir el rigor invernal y calentar la lumbre de las cocinas utilizaban leña de roble y encina.
Sus tierras de cultivo estaban dedicadas mayormente al cereal: trigo, cebada y centeno.
Iban a moler el grano a la harinera de Puente de Montañana.
La oveja era el animal principal sobre el que se sustentaba la ganadería.
Molí, Coscolla y Riba eran las tres casas que tenían ganado, alrededor de cien cabezas de ovino cada una.
Los corderos se vendían a un tratante que venía desde el Mas de Ribera.
En verano se llevaban las ovejas a Tavascan, en el Pirineo de Lleida donde permanecían hasta mediados de septiembre.
"El día que volvían de la montaña era de mucho ajetreo porque venían todas mezcladas y había que separar las de cada casa". JOSEP PUY.
Conejos, perdices y palomas torcaces eran los animales que se cazaban en los montes del pueblo.
Perdices que se llevaban a vender a Puente de Montañana o a Arén.
"Mi tío cazaba conejos con la modalidad del hurón". JOSEP PUY.
San Pedro era el patrón de Colls pero celebraban sus fiestas patronales el tercer domingo de septiembre.
Tres músicos de Arén eran los encargados de amenizar el baile, el cual se hacía en la era Molí.
En otras ocasiones los músicos venían del Pallars Jussà (Lleida) como era Ramiro Lampurdanés, acordeonista del pueblo de Alsamora o bien Joan Boixet acordeonista del pueblo de Eroles.
Se acostumbraba a matar un cordero en cada casa para la ocasión en estos días festivos.
De quince a veinte personas se llegaban a juntar a cenar en cada casa.
"Mi padre en una ocasión me dijo que me asomara a la era por si había alguien que no tenía donde ir a cenar". JOSEP PUY.
Venía gente de Soliveta, de Soliva, de Puigfell y de las masías de Montañana a participar de las fiestas.
La fiesta pequeña era para la Ascensión (en mayo normalmente). Este día se hacía una misa y se repartía pan bendecido.
En Carnavales los niños se vestían con ropa vieja e iban pidiendo por las casas.
El cura (mosén David) venía de Arén a oficiar los actos religiosos.
"Venía el sábado por la tarde porque era cazador, salía a cazar con mi padre y se quedaba a dormir en nuestra casa.
Llegaba en bicicleta por la carretera hasta casa Ivars y desde allí subía andando hasta Colls". JOSEP PUY.
El médico venía desde Puente de Montañana, se desplazaba en moto hasta el cruce de la carretera y aquí bajaban a buscarlo con un macho.
Miguel el cartero venía desde Puente de Montañana.
Arén (algo más de dos horas andando) y Puente de Montañana (una hora y media andando) eran sus dos salidas naturales al valle.
Al primero se desplazaban para comprar ropa o utensilios de cocina mientras que al Puente lo hacían para comprar alimentos normalmente, arroz, azúcar, conservas...
Para cosas de forja visitaban al herrero de Puente de Montañana.
La guardia civil de Arén aparecía una vez al mes por Colls haciendo la ronda.
La Sira de Casa Cemelí de Montañana pasaba periódicamente por Colls con un burro vendiendo hilos y paños de cocina y de paso compraba chatarra.
No faltaban tampoco los gitanos que restauraban pucheros y todo tipo de vasijas.
Había prensa en cada casa con la cual los vecinos elaboraban vino para consumo casero.
"Nosotros hacíamos vino para casa y también vendíamos, casi siempre a un almacenista de Pont de Suert (Lleida) que se lo llevaba para luego venderlo en los pueblos de la montaña". JOSEP PUY.
Colls llegó a los años sesenta con solo dos casas abiertas en el núcleo principal, la "defunción" del pueblo era algo anunciado.
Los factores que hizo que se llegara a esta situación habría que buscarlo en las malas comunicaciones, la falta de servicios básicos (luz, agua), el escaso rendimiento que se le sacaba a unas tierras poco productivas y de pequeña extensión, las ganas de mejorar y buscar un cambio de vida.
Sus gentes se repartieron por diversos pueblos de la provincia de Lleida.
Josep Puy Adillón y Dolores Palacin Garuz con el resto de la familia cerraron casa Coscolla en 1965 y se marcharon a Balaguer (Lleida).
"En el pueblo ya se habían ido todos, a la gente le iba bien en sus nuevos lugares de residencia, la maestra se fue porque se cerró la escuela, nosotros nos hacíamos mayores y teníamos que seguir estudiando, así que mis padres ya decidieron que era mejor que nos fuéramos". JOSEP PUY.
Visita realizada en mayo de 2018.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. El camino desde la carretera se presenta áspero, sinuoso y en constante subida. Una hora me llevará mi caminar hasta este despoblado ribagorzano. A mitad de recorrido se divisa ya el pueblo subido en un promontorio y envuelto en una tupida capa de pinos de repoblación.
La pista en algunos tramos mejora y cuando llego hasta los muros de Colls unas gotas de lluvia fina empiezan a caer (aunque no pasará de ahí la cosa). Enseguida veo en una explanada frente al pueblo el antiguo vertedero de residuos urbanos de la Ribagorza. Aquí me sitúo frente al pueblo y veo el mal estado generalizado de sus edificaciones que a duras penas sobresalen entre la vegetación.
Una placa de hierro sobre una roca llama mi atención. En ella hay una inscripción dando cuenta de un encuentro de vecinos de Colls y descendientes que hicieron en el año 94. Seguro que fue un gran día de reencuentros de gente que haría más de cuarenta años que no se verían.
Busco la manera de adentrarme en el trazado urbano pero no hay un camino que me facilite el acceso, así que tengo que buscar algún resquicio por donde subir a las primeras edificaciones. Llego hasta las escuálidas ruinas de lo que fue su iglesia. Prácticamente pasaría desapercibida sino es por los escasos restos de pintura que quedan en el enyesado de sus paredes. Detrás de ella una voluminosa vivienda que hizo las veces de abadía y escuela. No se puede acceder a su interior. Desde allí me sitúo frente a dos gigantescas viviendas en estado ruinoso, subo hasta sus muros, no se puede entrar a ellas. El tejado ha cedido y ha arrastrado las vigas y el suelo de los pisos superiores taponando la entrada.
Una calle me permite transitar unos pocos metros hacía el exterior del pueblo pero enseguida toca volver por el mismo sitio. Un buzón de correos (sin puerta) se deja ver en una fachada. Intento seguir viendo más rincones del pueblo. No va a ser tarea fácil. Las calles ya no existen como tal y en la parte alta la ruina es generalizada. Toca trepar como buenamente se pueda entre piedras, vigas y vegetación. Con dificultades llego hasta la parte más alta. Una casa todavía mantiene la fachada exterior en aceptable estado. Un pararrayos llama mi atención. Desde aquí diviso el resto del pueblo a mis pies. El panorama es desolador. Apenas edificios reconocibles, el mal estado es común. A cambio unas buenas vistas del valle del Noguera Ribagorzana y la sempiterna visión de la entrada del Congosto de Montrebei (la vista del Congosto en Ribagorza es como la de la Peña Montañesa en Sobrarbe, se ve desde multitud de lugares de su territorio).
Desciendo hasta la parte baja del pueblo y me acerco hasta la ermita cercana. En ruina pero todavía en aceptable estado si se compara con la iglesia. Nada de mobiliario ni ornamento en su interior. Anexo a ella el cementerio.
Por el mismo camino me voy a visitar las dos casas que hay separadas del pueblo (Agustí y Riba). Media hora de caminar. A mitad de trayecto una gigantesca roca ha caído debido a la erosión del terreno donde se asentaba debido a las últimas lluvias y se ha quedado en medio del camino. Si algún vehículo todo terreno se aventura a llegar hasta aquí no podrá pasar. El pedrusco no deja espacio suficiente.
Continuo el camino y veo a lo lejos el pueblo de Soliva y por encima de este el de Claravalls sobre una colina.
Llego hasta la altura de las dos viviendas que eran objetivo de mi visita pero no hay un sendero claro que me lleve hasta ellas, así que entre matorral y pinos llego hasta una de ellas. En buen estado al exterior con sus correspondientes edificios auxiliares en torno a ella formando un pequeño patio. Bonito y solitario lugar. La vivienda no se puede acceder a su interior pero es bonita su fachada.
Pese a estar cerca no consigo dar con la otra vivienda (luego me enteraré de que está prácticamente en el suelo).
Toca volver para Colls. Vuelvo a pasar por la mole de roca que se plantó en medio del camino (como sería cuando bajara rodando desde su anterior ubicación inalterada desde siglos, apenas unos cinco metros por encima del camino, el desplazamiento fue corto, pero causaría impresión el momento de verla rodar).
Llego otra vez hasta el pueblo. Todo igual. Nadie aparece por allí. Ningún senderista, ni de todo terreno, ni de bicicleta. No veré a ningún ser humano hasta que llegue a la carretera.
Deshago el camino, ahora es bajada y en una hora estoy junto al coche.
Vista de Colls desde la lejanía en su ubicación sobre el terreno.
Iglesia y escuela.
Iglesia parroquial de San Pedro. De planta rectangular. Tenía portada de acceso en arco de medio punto y sobre ella una espadaña de dos vanos.
Escuela de Colls.
"A finales del siglo XIX las gentes del pueblo hicieron una petición al obispado de la Seo de Urgell para que les pusiera cura en el pueblo.
El obispo contestó que si querían tener sacerdote de manera permanente en el pueblo tenían que construirle una vivienda.
Es por ello que este edificio fue primeramente la abadía y residía en ella el mosén.
Años más tarde (en los años de la República) en época de elecciones la gente solicitó una escuela para el pueblo porque no había.
Les contestaron que si querían escuela tenían que construir un edificio destinado a tal uso. Las gentes de Colls contestaron que se podía utilizar la abadía como aula porque ya hacía años que no había cura residiendo en el pueblo". JOSEP PUY.
Así esta edificación pasó de abadía a escuela.
Doña Florentina Alonso Fernández, natural de Zamora fue la última maestra que estuvo impartiendo enseñanza durante varios años en el pueblo. Estaba de patrona en Casa Coscolla.
Alrededor de una docena de niños asistían a clase en los años 50.
"Venían niños de Casa Garreta de Puigfell (allí eran seis niños, aunque no coincidieron todos juntos en etapa escolar).
También venían tres niños del Mas de Castany y de Cal Serranet (masías de Montañana). Se quedaban a dormir en mi casa y se iban los fines de semana para las masías.
Un año vinieron también a escuela un niño y una niña que eran hijos de unos carboneros que estaban haciendo carbón en Casa Garreta de Puigfell".
JOSEP PUY
Fachada lateral y trasera de la escuela.
Casas Coscolla y Molí.
Casa Coscolla, fue la última que se cerró en Colls. La habitó el matrimonio formado por José Puy Adillón y Dolores Palacín Garuz (natural de Ribera de Cornudella). Vivía también un hermano soltero del amo de la casa (Francisco) y los tres hijos del matrimonio: Josep, Jesús y Consol.
Emigraron a Balaguer (Lleida).
En la fachada del pajar de casa Coscolla se encontraba el buzón de correos.
"El buzón nunca lo conocí en uso. El cartero siempre entregaba la correspondencia en cada casa y a su vez le daban alguna si hubiera para enviar y de paso le ofrecían algo de beber y alguna pasta". JOSEP PUY.
Puerta de acceso a Casa Coscolla y al fondo balcón de Casa Molí.
Casa Molí. La habitaba el matrimonio formado por Ramón Badía y María Baró.
Tuvieron dos hijos: Emilia y Bienvenido.
Se marcharon a Sucs (Lleida).
Callejón entre Casa Molí (izquierda) y Casa Coscolla (derecha).
La entrada a la vivienda de Molí no estaba en la fachada principal sobre la calle sino por aquí.
Casa Castell, en la parte más alta del pueblo.
Pajar.
Vista desde la parte alta del pueblo de algunos edificios. Ruina generalizada.
Panorámica parcial de la cuenca del Noguera Ribagorzana y de las tierras del Pallars Jussà en el lado catalán con la sierra del Montsec como telón de fondo.
A doscientos metros del pueblo se ubica la ermita de Nuestra Señora de Colls.
Interior del templo. Puerta de acceso. Altar mayor. Capilla lateral. Arcos fajones.
Cementerio.
A dos kilómetros del pueblo se encuentra Casa Riba. Vivió en ella el matrimonio formado por Joaquin Llerens y Julia Puy. Tuvieron un hijo: Fermín.
Emigraron a Tremp (Lleida).
Patio de Casa Riba. Portada de acceso en arco de medio punto. Sobre ella había un balcón (desaparecido). A la derecha entrada a la masaderia y al horno.
Era de trilla de Casa Riba
Casa Celleret de Pui. Algunas familias optaron por dejar la casa que tenían en el pueblo y construirse una nueva vivienda en los terrenos que tenían junto a la carretera, donde estaban mejor comunicados y más cerca de Puente de Montañana. Una de ellas fue esta de Celleret de Pui, previamente habían cerrado Casa Pui en el pueblo. Su propietario era Ramón Llebot.