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Bagüeste (Huesca)

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Sobre una atalaya a 1200 metros de altura en las estribaciones de la sierra de Balcez con impresionantes vistas hacía todos los puntos cardinales se sitúa el despoblado de Bagüeste.
Nueve casas (alguna de ellas de considerable volumen) dieron vida a esta recóndita población sobrarbense.
Duros inviernos los que soportaban en este elevado lugar. Había que abrir camino con pala en muchas ocasiones, tal era el nivel de nieve acumulado en sus calles. Combatían el rigor invernal con leña de cajigos y carrasca.
Sembraban trigo, ordio y patatas.
Iban a moler el grano  a la harinera de Boltaña o al molino de Letosa.
Varias casas tenían horno para hacer el pan. Las que no lo tenían usaban prestado el de las vecinas. En ellos aparte del pan se hacían unos deliciosos empanadicos de calabaza.
En los últimos años ya se dejó de hacer pan en casa y se iba a comprarlo a Rodellar. Se traían diez o doce panes a la semana.
El agua para beber lo cogían de los pozos que tenían algunas casas.
Media hora empleaban las mujeres en el trayecto para ir a lavar la ropa hasta el río.
Nunca llegó la luz eléctrica hasta Bagüeste. Los candiles de aceite y de carburo fueron sus fuentes de iluminación.
Se acostumbraba a matar un par de cerdos al año.
Las ovejas conformaban el grueso principal de la ganadería de Bagüeste.
Cada casa se encargaba de sacar su rebaño a pastar. Como era zona de buenos pastos subían ganado desde otros pueblos como era el caso de Bierge.
Tratantes de Nocito o de Sarsa de Surta venían a comprar los corderos. También venía Bolero desde el pueblo de Naval a comprarlos.

El 29 de septiembre para San Miguel era la fiesta grande de Bagüeste con una duración de tres días.
El primer día se hacía una ronda mañanera con los músicos por las casas del pueblo. Se obsequiaba a la comitiva con porrón y torta.
Se hacía misa y procesión hasta la ermita de San Miguel.
Se mataba un cordero, un pollo, se hacían chiretas, huevos rellenos, entremeses o paellas de carne para agasajar a todos los invitados en cada casa.
Pasodobles, rumbas o valses se bailaba en el interior de la escuela en estas fechas señaladas. Los músicos de Labuerda eran los encargados de amenizar el baile. En otras ocasiones eran Los Berroy del pueblo de Santa María de Buil los que ponían la nota musical.
Venía la juventud de Las Bellostas, de Letosa, de Pueyo de Morcat, de Otin, de Sarsa de Surta, de Matidero, de Paules.... a participar de las fiestas.

"Hasta veinte personas se juntaban en algunas casas como era el caso de la mía. La comida se hacía en una gran mesa que había en la sala y para dormir nos apañábamos todos en los tres dormitorios que había o también se tiraban colchones en el suelo". FELI SÁNCHEZ.

La fiesta pequeña era el 29 de abril en honor a San Pedro. Tenía una duración de dos días.
Iban en romería el 18 de julio hasta la ermita de Santa Marina. Se hacía una misa, una comida campestre y se finalizaba con un poco de baile en el pueblo.

Hubo cura residente en Bagüeste hasta la guerra civil, en los años posteriores venía desde Las Bellostas a oficiar los actos religiosos. Don Victoriano o don Vicente fueron algunos de los que realizaron dicho cometido.
El médico residía en Arcusa. Cuando se le solicitaba había que llevar una caballería para que pudiera desplazarse hasta Bagüeste a visitar al enfermo.
El practicante vivía en Rodellar.
El cartero venía desde Sarsa de Surta andando a traer la correspondencia. Primero Paco y luego Feliciano realizaron tal función.
El herrero venía desde Letosa.

Se iba a hacer compras a Rodellar o a Sarsa de Surta. Se compraba pan, azúcar, arroz y otros comestibles que no se daban en el pueblo.

"Una noche volviendo de Rodellar nos tuvimos que refugiar un tío mio y yo en una cueva del barranco de Mascún por el aguacero que caía". FELI SÁNCHEZ.

Hasta Bierge y Abiego se desplazaban a comprar aceite y vino.
Con gentes de Bierge hacían intercambio de patatas por aceite.
En ocasiones realizaban el trayecto hasta Ainsa y Boltaña para hacer compras de más envergadura (ropa, calzado) o asistir a las ferias que allí se daban.

"Una vez al año íbamos todas las mozas a arreglarnos el pelo a Boltaña. Una tarde volviendo se puso a llover con tanta intensidad que tuvimos que refugiarnos en una casa de Morcat a esperar a que escampara para que no se nos dañara el peinado". FELI SÁNCHEZ.

Manuel desde Alquezar con un par de caballerías aparecía periódicamente por Bagüeste vendiendo aceite, vinagre, anís...
De Rodellar venía Lorenzo con una caballería vendiendo hilos, paños, agujas...
De Binueste llegaba otro vendedor que ofrecía hilos, paños y diversos objetos de quincalla y a su vez compraba huevos.
Ramón desde Pueyo de Morcat venía vendiendo tomates y cebollas.

En los pocos ratos para el entretenimiento se jugaba a pelota y a las cartas (guiñote).
Los mozos acostumbraban a ir de caza y por la tarde hacían una merienda en casa Bara.
Los jóvenes hacían baile, casi siempre en casa Villanueva. Domingo de casa Bara tocaba la guitarra. Se juntaban hasta dieciocho o veinte jóvenes a bailar.
Había una mujer en Rodellar llamada Filomena que enseñó a coser a todas las niñas de los pueblos cercanos.

Las duras condiciones de vida, el aislamiento, la falta de servicios básicos y las ganas de mejorar fueron empujando a los habitantes de Bagüeste camino de la emigración.
Sus gentes se establecieron en diversos lugares: Lleida, Binéfar, Barbastro, Cantalobos, Madrid...
El matrimonio formado por Eufronio y Cristina (natural de casa Giménez de Letosa) fueron los últimos de Bagüeste. Sobre 1967 cerraron la puerta de casa Javierre y se marcharon al pueblo de colonización de Cantalobos.

Fuente de información:
Feli Sánchez de casa Nasarre de Bagüeste. Agradabilísima tarde la pasada en su casa de Huesca escuchando anécdotas, recuerdos y vivencias de su pueblo. Conversación compartida con varias personas de su familia y que se incrementó con la grata presencia posterior de su esposo Ismael Otin, natural de Torrolluela de Obico. Lo que en principio iba a ser una conversación sobre el pueblo deshabitado de Bagüeste se compaginó con los recuerdos valiosísimos que aportaba Ismael sobre su pueblo natal. Cuatro horas de escuchar lo que los anfitriones iban contando y que supieron a poco. Habría dado para otras cuatro horas más.
Agradecimiento a Eva Otin (hija de los anteriores) por su hospitalidad y su labor como intermediaria para llevar a cabo la realización de este reportaje.
Agradecimiento a MF (descendiente de Bagüeste por parte materna) por la aportación de magníficos datos y recuerdos de Bagüeste recogidos de familiares y allegados.


Visita realizada en noviembre de 2017.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

Punto y aparte. Después de una agradable conversación con Alejandro de casa Molinero de Las Bellostas dejo este pueblo y enfilo el sendero que en poco más de una hora me llevara hasta el despoblado de Bagüeste.
El camino desciende suavemente hasta cruzar el río Balcez que baja con poca agua. Se puede vadear sin problemas. Desde aquí empieza el ascenso por un sendero señalizado entre pinos, matas de boj y monte bajo. No entraña mucha dificultad. Al llegar arriba ya diviso la ermita de San Miguel en un marco incomparable. Dejo su visita para después, primero quiero acercarme a Bagüeste (manifiesto error porque la vuelta no la haré por el mismo lugar con lo cual me quedaré sin visitar la ermita).
Al poco de continuar ya se ven algunas edificaciones del pueblo que sobresalen entre el abundante arbolado.
Al llegar junto a sus muros me da la bienvenida un panel explicativo que aporta algunos datos de interés y otros un poco confusos sobre Bagüeste.
Me adentro en su calle de entrada y me salen al paso viviendas en estado ruinoso, no se puede acceder hasta su interior, continuo y llego hasta una era de trillar. Las vistas desde aquí son magnificas. Se divisa entre un mar de pinos el pueblecito de San Póliz y la pardina Ballabriga.
Hago un alto para ojear el maravilloso libro de Arturo González: "Despoblados del Alto Alcanadre" y hacerme una composición de lugar de lo que voy a ver en este pueblo, detalles que si no es por las detalladas explicaciones de Arturo se podrían escapar a los ojos de cualquier visitante.
Continuo contorneando el pueblo por su lado sur y pronto llego hasta la parte más alta de Bagüeste: la iglesia en su incomparable ubicación. Sobre un peñasco rocoso, su visión impresiona a primera vista. Edificio muy fotogénico desde cualquier punto que se la divise.
Llego hasta su desmochado atrio y me introduzco en su interior. El lugar sobrecoge. La imaginación invita a meditar sobre lo que un día fue y el culto que aquí se rindió. Observo con interés: lo que queda del coro, la pila bautismal, las capillas laterales, el altar mayor, el fuste que todavía se conserva sobre él y en especial esa especie de hornacina por encima donde se encuentran dos figuras talladas en la piedra representando un hombre y una mujer.
Subo hasta el campanario con mucha precaución y aquí las vistas son el no va más: la sierra de Guara, las quebradas del Mascún, la Peña Montañesa, las Tres Marías, Cotiella....
Salgo del templo y decido que es hora de dar cuenta de mis vituallas. En una piedra exterior me dispongo a hacerlo y a la vez que voy devorando el bocadillo continuo hojeando este inigualable libro, indispensable para aprender a moverse por los senderos de la comarca y conocer con más detalle sus despoblados.
Una vez saciado el apetito continuo visitando el pueblo, bajo de las alturas eclesiásticas y me dirijo a otro grupo de casas. La primera en aparecer mira de frente al templo y tiene un pozo de agua anexo a la vivienda. Presenta buena factura y por su parte trasera es igualmente de buen porte.
Continuo bajando por la calle y otra vivienda de buenas hechuras aparece ante mis ojos. Diviso también la construcción del ya arruinado retrete (de largo recorrido) ubicado en la trasera de una vivienda (casa de la maestra). Pronto aparece la inconfundible presencia de la escuela con su blanquecina fachada. La contorneo pero no se puede acceder a su interior.
Otro gran caserón aparece ante mis ojos con una excelente portada dovelada y balcones en la planta superior. Para contemplar sin prisas. Tiene mucho encanto esta parte del pueblo. La imaginación se desborda y me lleva hasta los años en que Bagüeste todavía rezumaba vida.
En ninguna vivienda he podido acceder a su interior pero la vista que presentan al exterior lo recompensa.
Intento seguir por aquí pero la vegetación y los escombros lo hacen imposible. Hasta algunas casas del pueblo ya es imposible acercarse.
La visita a Bagüeste va tocando a su fin. Doy por terminado mi paseo por este recóndito y aislado pueblo y me encaminaré hacía Letosa.



El sendero proveniente de Las Bellostas cruza el río Balcez para a continuación enfilar el ascenso hasta Bagüeste.




Llegando a las primeras edificaciones de Bagüeste.




Casas Urbez (izquierda) y Martín (derecha).




Casa Nasarre.
"En los bajos estaba el patio, en él estaba el horno, además estaba la cuadra, los corrales, la bodega. Por una escalera se accedía al primer piso donde estaba la cocina (en la cual estaba el pozo de agua) una gran sala y tres dormitorios o alcobas. Y por último en la planta de arriba estaba la falsa donde se guardaban trastos y enseres que ya no se utilizaban". FELI SÁNCHEZ.




Casa Nasarre. La privilegiada ubicación de Bagüeste permite contemplar maravillosas vistas de toda la cadena montañosa del Pirineo Central.




La escuela y la casa de la maestra por detrás. Las maestras unas se alojaban en la casa destinada para ellas y otras estaban de patrona en alguna casa, normalmente en la de Martín o en la de Tejedor.




La escuela de Bagüeste. La última maestra que impartió enseñanza aquí era de Madrid y la llamaban To. Anteriormente a ella estuvieron Carmen, Trinidad, Clara (natural de Almeria) o un maestro valenciano al que llamaban Che. Alrededor de diez o doce niños (según el año) asistían a clase en los años 40 y 50.




Casa Allué (de origen infanzón). A la izquierda la casa de la maestra.




Casa Bara.




Casa Bara a la derecha. La trasera de la casa de la maestra a la izquierda y asomando tímidamente la fachada blanqueada de la escuela.




Subiendo hacía la parte alta del pueblo. Casa Javierre y la iglesia.




Casa Javierre, fachada orientada al norte. La parte de la izquierda en su origen fue una torre fuerte de carácter defensivo construida en el siglo XVI. Posteriormente se adosó a ella la vivienda. 




Casa Javierre. Fachada principal, orientada al sur. Pozo delantero. Fue la última vivienda que se cerró en Bagüeste.




La iglesia parroquial de San Salvador




Interior del templo. Altar mayor y capillas laterales.




Interior del templo. Lo que queda del coro. Debajo la pila bautismal.




San Salvador de Bagüeste desde otra perspectiva.




Vistas desde el campanario. Diversos edificios del pueblo y de fondo la cadena montañosa de los Pirineos.




Eras de trilla, bordas, pajares. En el medio promontorio cónico donde parecer ser que pudo haber existido un castillo.




Era de trillar. Al fondo a la derecha entre un mar de pinos se atisban las siluetas de San Póliz y la Pardina Ballabriga.




Foto cedida por Eva Otin

En la era de casa Nasarre, preparando los bueyes para las faenas de la trilla. En el centro de la imagen el amo de la casa, José Sánchez Nasarre. Años 50.




La ermita de San Miguel, situada a quince minutos del pueblo.
"Mi abuela me decía muchas tardes que la acompañara hasta la ermita porque en su interior había una lámpara que tenía que estar siempre encendida y había que rellenarla de aceite". FELI SÁNCHEZ.




La silueta de Bagüeste vista desde las llanuras de Letosa. La torre de la iglesia de San Salvador es como un faro que marca la ubicación del pueblo

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