Varios de sus vecinos eran medieros, no eran dueños de las casas ni las tierras.
El trigo y la cebada era lo que se sembraba principalmente en el terreno agrícola.
Casi todas las casas tenían un pequeño rebaño de ovejas.
Se mataba un cerdo o dos al año en cada casa.
Conejos y perdices era lo que más abundaba en los montes. Algunos eran para consumo y otros se llevaban a vender a Vilaplana o Reus.
Había algunas familias que se dedicaban a la fabricación del carbón y lo llevaban a Reus a vender.
Sobre 1919 llegó la luz eléctrica a La Mussara. Atrás quedaron los candiles de petroleo, de aceite o las teas.
Sin embargo el agua corriente nunca llegó hasta las casas mussarencs con el añadido de que tenían que ir a buscarla a una fuente situada a veinte minutos del pueblo y que en ocasiones manaba poca agua.
Bajaban a Vilaplana a comprar productos alimenticios que no se dieran en La Mussara como era el pan, bacalao, arengadas (sardinas)...
Cuando el desplazamiento era a Reus aprovechando los días de mercado a la vez que llevaban huevos, leña, conejos u otros productos a vender hacían también compra de alimentos como los que podían hacer en Vilaplana.
Había dos tabernas en el pueblo (Cal Cassoles y ca L´Estudiant).
Hubo mosén residente en La Mussara hasta la guerra civil. Posteriormente venía desde La Febró en alguna caballería.
El médico llegaba desde el pueblo de Alforja y más tarde subía el de Vilaplana.
Alrededor de una quincena de niños asistían en los años cuarenta a la escuela de La Mussara situada en la abadía. Algunos niños tenían que hacer un recorrido diario cercano a la hora de trayecto desde las masías más alejadas.
Doña Florentina, doña Pura o doña Rosa son algunas de las maestras que impartieron enseñanza a los niños mussarencs.
La festa major hasta los primeros años del siglo XX era el 6 de agosto en honor a Sant Salvador pero como quiera que les pillaba en plena faena de la trilla la cambiaron al 15 de mayo para Sant Isidre al cual le tenían mucha devoción los mussarencs, no en vano había dos imágenes de éste santo en el interior del recinto parroquial.
Hasta la guerra civil fueron unas fiestas muy renombradas en la comarca, en los años posteriores ya fue perdiendo mucho protagonismo. De hecho acabó por no celebrarse procesión.
Se acostumbraba a matar un cordero en cada casa y de postre no faltaban los orelletes o los flanes.
Acudía la juventud de La Febró, Arbolí, Gallicant, Capafonts,
L´Albiol...
Había costumbre de plantar un pino bien grande en la plaza y tenerlo allí todo el mes de mayo. Una vez pasado el mes se arrancaba, se vendía a alguna empresa maderera y se repartían los beneficios.
El baile se hacía en la plaza amenizado por un acordeonista.
Se daba la curiosa circunstancia de que en el pueblo había dos bandos políticos bien diferenciados (el equivalente a lo que sería ahora la derecha y la izquierda) lo que se traducía en las diferencias sociales y que tenía también trascendencia en las fiestas. Así cada partido solía organizar su propio baile en la fiesta, así como los bailes que se hacían a nivel local los domingos (cada uno lo hacía para los suyos en las dos tabernas que había en el pueblo, Cassoles y L´Estudiant).
Sant Salvador como patrón del pueblo se siguió celebrando en agosto pero con menor intensidad que la de Sant Isidre.
Otras fiestas celebradas en La Mussara era el 17 de enero para San Antoní. Ese día se bendecían los animales y no se los podía ensillar ni hacerlos trabajar. Festividad que dejó de celebrarse en los años cuarenta.
Para San Blas, el 3 de febrero, se llevaban a la iglesia diversos alimentos (pan, galletas, frutas) para que fueran bendecidos y una vez comidos libraran a las gentes de todos los males. Se tenía la creencia de que éstos alimentos producían beneficios a las personas que los ingerían. Se comían todos los alimentos en los días próximos a la fiesta excepto una manzana que se dejaba hasta el día veinticinco de marzo, día de La Anunciación. En algunas casas se reservaba también una naranja hasta el Domingo de Ramos.
Después de la guerra al no haber ya mosén en La Mussara el que quería bendecir tenía que ir a La Febró o a Vilaplana.
El Domingo de Ramos se llevaba a la iglesia un ramo a bendecir que luego se colgaba detrás de la puerta para que protegiera la casa durante todo el año. El ramo solía ser de laurel pero también se hacía de arce, una planta que se utilizaba para adornar las calles el día de la procesión.
Otra costumbre muy extendida era el salispàs que se hacía durante la Semana Santa. Era un ritual de purificación que se hacía en todas las casas, usando el agua y la sal como elementos.
Debido a la amplitud del término y la cantidad de masías dispersas éste acto se hacía en tres días, dos para las masías y uno para las casas del pueblo.
En cada casa se esperaba al mosén y a los monaguillos con una mesa puesta donde había un recipiente con agua y un plato con sal. El mosén lo bendecía y después de juntar el agua con la sal la masa resultante era derramada sobre la fachada de la vivienda. Una vez finalizado, el ama de la casa le daba a la comitiva unos huevos, una parte eran para el mosén y otra para beneficio de la iglesia.
El Jueves Santo se hacía una procesión nocturna por las calles del pueblo, la misma se repetía al día siguiente por la mañana.
Si en el siglo XIX su índice poblacional llegaba a los trescientos habitantes, terminada la guerra civil se contaban unos ciento diez el número de personas que vivían en el pueblo, mermando en 1950 hasta los sesenta para quedarse vacío pocos años después.
Los motivos de la emigración acelerada habría que buscarlos en la dureza del clima, la falta de agua, las malas comunicaciones con Vilaplana y los pueblos del llano, la lejanía del médico y las ganas de vivir en otros lugares donde hubiera más comodidades.
Así la mayoría de mussarencs se repartieron entre Vilaplana y Reus.
La familia del mas de Abelló fueron los últimos en marchar de La Mussara, hecho que sucedió sobre 1960, año arriba, año abajo.
Posteriormente hubo algún intento de dar vida a La Mussara pero las iniciativas quedaron en nada.
En la actualidad es muy frecuentado por escaladores, senderistas y aficionados a la naturaleza.
Fuentes de información:
LO PEDRIS (Boletín trimestral de información de Vilaplana).
Pagina web del ayuntamiento de Vilaplana.
Visita realizada en julio de 2016.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. Lo primero que uno se pregunta cuando llega a este elevado lugar es: ¿Donde están las casas de La Mussara?
Porque nada queda de ninguna de ellas, solo algunos muros desperdigados entre una masa de tierra escombrada y vegetación es lo que queda de las que un día fueron viviendas. Acertadamente han puesto un poste clavado en el suelo con el nombre de cada casa delante de donde estuvo cada una. Ni haciendo trabajar mucho la imaginación se puede reconstruir mentalmente las viviendas. Solamente por algunas fotos que circulan por la red se puede ver cómo eran las que estaban más cercanas a la iglesia. Supongo que los años de abandono, el expolio y la dureza del clima habrán trabajado conjuntamente para que La Mussara presente éste estado tan sumamente agonizante.
Porque es un pueblo situado sobre una cornisa, el viento se tiene que hacer notar aquí, además de la lluvia, la nieve o el hielo. Pueblo también de nieblas permanentes.
Nada de esto se da durante mi visita en una mañana calurosa veraniega, pero es fácil imaginar la misma estampa en un día invernal desapacible.
Poco queda de ver de lo que un día fue La Mussara, nada las casas y un poco mejor (pero no mucho) la iglesia de Sant Salvador. La han apuntalado al exterior para evitar su derrumbe, así que eso da una idea de su estado. Entro en ella y nada de especial para ver, la maleza se ha apoderado del interior. Tuvo que ser un buen templo. A su lado el cementerio donde alguien se ha preocupado de adecentarlo un poco y limpiarlo de maleza. La balsa de agua que hay cerca de la iglesia se come todo el protagonismo en la parte baja del pueblo. Fue parte muy importante cuando el pueblo estaba con vida pero ahora está descuidada. El agua está estancada y llena de juncos que han ido creciendo sin control.
Continuo viendo los restos de las casas, cada una con su nombre correspondiente. Están en tan mal estado que no produce ninguna sensación, son irreconocibles. Me voy hacía el otro edificio que se encuentra en condiciones mínimamente aceptables como es el chalet- refugio de Les Airasses situado al borde del precipicio. El edificio mantiene las cuatro paredes pero no el tejado y nada de interés en su interior. Desde aquí me asomo al cortado sobre el que está situado el pueblo, las vistas son de vértigo pero a la vez maravillosas, multitud de pueblos se divisan en el llano, incluso Reus en la lejanía. En días de viento tiene que ser temeroso asomarte al vacío, una imprudencia y...
Poco me queda ya por ver en La Mussara. Durante mi estancia allí pasan varios senderistas que bajan hacía Vilaplana o van a otros lugares que desconozco.
Restos de basura se ven por algunos rincones. Igual que lo traen se lo deberían llevar.
Por último reseñar que es otro de los pueblos que tiene la categoría de maldito, fantasma, sobrenatural, paraíso del misterio, etc.
Hay gente que supuestamente ven o sienten algo donde otros no lo vemos.
Cada uno en su terreno.
Sobresaliendo entre una tupida vegetación la torre octogonal de la iglesia indica que el pueblo ya está cerca.
"La postal de La Mussara"
Es quizá la imagen más difundida del pueblo. La balsa de agua y la iglesia. Esta balsa se llenaba con agua de lluvia y servía para beber el ganado. Detrás de ella y haciendo hilera con la iglesia había un grupo de seis casas de las cuales ya nada queda apenas.La iglesia de Sant Salvador
Interior de la iglesia. Altar mayor.
Interior de la iglesia. Vegetación, ruina, deterioro. Sin tejado. Puerta de acceso al fondo.
La abadía, pegada a la iglesia. Después de la guerra ya no hubo cura residente en La Mussara por lo que se usó la planta baja como escuela y la planta de arriba como vivienda de la maestra.
La casa de la Vila (ayuntamiento).
Cal Gendret
Ca L´Estevenet
Ca L´Estudiant. Aquí estaba una de las dos tabernas que había en el pueblo.
Cal Cassoles
Ca La Tiana
A cien metros del pueblo en situación elevada y al borde del abismo se encuentra el chalet- refugio de Les Airasses. Fachada trasera.
El Xalet-refugi de Les Airasses. Fue construido en 1926 con el patrocinio de don Ciriaco Bonet de Barcelona. Una vez terminado lo donó al Centro excursionista de Cataluña. Dentro había una mesa con capacidad para veinticinco o treinta personas con la cubertería correspondiente. Seis camas para el descanso y una cisterna que se llenaba con agua de lluvia.
En 1928 se celebró el segundo encuentro de excursionistas de las comarcas tarraconenses con asistencia de más de mil personas. Se hicieron charlas, concursos, sardanas, bailes, juegos infantiles. Fue todo un acontecimiento en la época.
Las vistas desde Les Airasses. A la vez que la construcción del refugio se proyectó poner unas barandillas para protección y seguridad de los excursionistas pero al final no se llevó a cabo, con lo cual el peligro era inmenso de caer al vacío.
Las serras de Llabería y de Pradell, más de una docena de pueblos dependiendo del día. Las vistas llegan hasta Reus e incluso dicen que en días muy claros se llega a ver la isla de Mallorca.
Esta era la visión que tenían las gentes de La Mussara cuando miraban al llano.