Pedanía de Albarracin situada en las estribaciones de la sierra de Javalón. Formando parte de la comarca de la sierra de Albarracin, un kilómetro es lo que separa de ser aragonés a ser castellano-manchego, pues esa es la distancia que hay desde El Cañigral al limite con la provincia de Cuenca.
Trece viviendas llegó a contar en sus buenos tiempos El Cañigral ubicadas junto al barranco del mismo nombre.
Cada casa tenía su horno para hacer el pan.
Nunca llegó el agua corriente ni la luz eléctrica a las viviendas cañigraleras. Los candiles y la luz de camping gas en los últimos tiempos fueron su fuente de iluminación.
Por estar aquí situado el frente de Teruel durante la pasada guerra civil quedó en muy mal estado al terminar la contienda. Tanto que algunas viviendas quedaron reducidas a escombros y varías familias ya no volvieron al pueblo.
Enclavado a 1425 metros de altitud, su considerable altura da una idea de los inviernos tan rigurosos que soportaban. Hasta un metro de nieve se amontonaban durante varios días en sus calles. Bajas temperaturas que combatían con la leña de pino y aliagas que se utilizaban en la lumbre de las cocinas.
Pueblo de vocación ganadera, eran las ovejas su punto fuerte. Hasta en numero de 3000 llegó a haber en sus mejores tiempos en El Cañigral. Tres familias que eran las que más ganado tenían, hacían la trashumancia en los meses de invierno hasta la zona del campo de Cartagena en Murcia.
El resto de casas al tener menos rebaño mantenían las ovejas todo el año en el pueblo.
Trigo, cebada, centeno, yeros y alfalfa eran los productos que sembraban principalmente en sus tierras de cultivo.
Iban a moler el grano al molino de La Herrería situado en termino del pueblo conquense de Salvacañete.
Abundaban en el monte las setas, rebollones, espliego, gayubas, ontinas y piñones de pino entre otras plantas silvestres. Recolección que efectuaban las gentes de El Cañigral y una vez seleccionadas se vendían a compradores que acudían expresamente al pueblo para ello.
Varios vendedores ambulantes aparecían por el pueblo como eran los de Salinas del Manzano que con una furgoneta vendían ropa, zapatos, telas, agujas, etc.
Como también lo hacía Antón el Campillero, proveniente de El Campillo que con un carro vendía todo tipo de productos, desde albarcas hasta aceitunas. Practicaba el trueque con algunos vecinos ofreciendo diez kilos de tocino a cambio de un kilo de jamón.
Desde el pueblo valenciano de Cheste venía un vendedor con un camión ofreciendo vino, anís, moscatel y otros tipos de bebidas.
En ocasiones se dejaban ver arrieros de Vallanca y Ademuz vendiendo botijos, cantaros, pucheros y diferentes tipos de objetos de cerámica.
El cura venía a oficiar misa desde Terriente. Mosén Felix de Gracia fue uno de los últimos que se recuerda, se desplazaba en coche.
En los últimos años de vida de El Cañigral cuando ya apenas quedaban dos o tres casas abiertas ya no se celebraba misa y el que quería asistir a este oficio religioso acudía a la de Arroyofrio, adonde tuvieron que ir los últimos niños cañigraleros a tomar la comunión.
El médico también acudía desde Terriente.
El cartero (David Murciano), lo hacía desde Toril montado en bicicleta, aunque en los siguientes años fijó su residencia en El Cañigral al casarse con una nativa del pueblo.
El herrero se encontraba en el pueblo de Terriente.
Celebraban sus fiestas patronales para San Antonio, el 13 de junio. Duraban dos días y a ella acudía la gente joven de El Masegarejo, de la Fuente de la Sabina, de Alobras y de Arroyofrío.
Como actos principales realizaban una misa, una procesión con el santo y el baile en el interior de la escuela amenizado por un acordeonista.
El 17 de enero tenían otro día festivo cuyo acto principal era la quema de una enorme pila de aliagas, en torno a dicha hoguera se juntaban todos los concurrentes y degustaban tortas dormidas y patatas asadas. Los jóvenes se ponían esquilas al cuello e iban formando buen alboroto y ruido por las calles del pueblo y por los cerros aledaños.
Entre las curiosidades de la vida cotidiana se encontraban los preparativos y realización del matacerdo. Días de gran armonía y ayuda entre familiares y allegados.
No faltaba tampoco el trasnocho en las largas noches de invierno. Se juntaban varias personas en una casa y al calor de la lumbre salían a relucir historias y leyendas de tiempos pasados.
En tiempos más recientes y como quiera que la luz eléctrica no apareció nunca por El Cañigral no pudieron disfrutar de la llegada de las primeras televisiones que si supuso una pequeña revolución en otros pueblos. Así lo manifiesta María Isabel Gómez:
"Cuando en Arroyofrio pusieron la primera televisión en el tele-club fue todo un acontecimiento. Los domingos solíamos recorrer andando los cinco kilómetros que separan ambos pueblos para ver la programación que daban. A mi me gustaba mucho ver las corridas de toros, me llamaban mucho la atención, sin embargo ahora no me gustan, pero de niña si".
En la segunda mitad de los años 50 y primeros de los 60 se produjo la marcha masiva de los cañigraleros. Solo quedaron tres casas abiertas a partir de entonces.
La dureza de la vida en el lugar, la falta de servicios básicos y el efecto dominó en que unas familias iban arrastrando a otras camino de la emigración hizo que El Cañigral terminara por formar parte de la larga nómina de pueblos deshabitados que se daba en aquellos años en toda España.
Barcelona en su mayoría fue el lugar elegido para iniciar una nueva vida. Algunas familias se quedaron en el cercano pueblo de Toril y otras pusieron rumbo a Novelda (Alicante).
Aproximadamente en el año 1977 se cerró la última casa que quedaba abierta en el pueblo.
El matrimonio formado por Doroteo Gómez Jiménez y Cecilia Jiménez Sanchez, con dos hijos que vivían con ellos (Valentín y Teodoro) fueron los últimos de El Cañigral. Se marcharon al cercano pueblo de Valdecuenca.
María Isabel Gómez como integrante de la familia da algunos detalles al respecto:
"Mis padres ya se querían ir del pueblo porque ya se habían ido todos. No había luz en las casas ni teléfono para llamar por si había cualquier emergencia y ya no estaban cómodos. Vendieron el ganado y se vinieron a vivir a Valdecuenca. Aquí mi padre pudo seguir ejerciendo el trabajo que más le gustaba: arrastrador de pinos".
Agradecimiento a María Isabel Gómez Jímenez, cañigralera de nacimiento, donde residió hasta los catorce años. Agradabilisima y cordial informante sobre todo lo relativo a su pueblo.
Visitas realizadas en marzo de 1993, marzo de 1999 y mayo de 2009.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
El Cañigral. Año 1999.
Vista parcial del caserío.
Ermita de San Antonio. De planta rectangular y tejado a dos vertientes. Portada de arco de medio punto. Esta fechada en 1768 según reza una inscripción en la dovela central. Sendos ventanucos enrejados en los laterales con poyos bajo ellas. Espadaña coronada por cruz de hierro. Tenía un campanillo bien sonoro como puntualiza María Isabel Gómez:
"Cuando se hacía sonar se oía hasta en Arroyofrio que esta a cinco kilómetros de distancia".
A la izquierda de la ermita se encuentra la penúltima casa que se cerró en El Cañigral. Vivían en ella el matrimonio formado por Teodoro Domingo y María Rodilla. Tuvieron tres hijos. Cuando cerraron la puerta de su casa se fueron para Terriente. Alguna de las maestras se alojaba aquí de patrona.
Fachada trasera de la ermita y de la vivienda de Teodoro y María.
La escuela de El Cañigral (derecha) y la vivienda de la maestra (izquierda). Fue construida en 1956 por el ayuntamiento de Albarracin y contó con un presupuesto de doscientas mil pesetas.
De tamaño desmesurado para lo exiguo de la población. María Isabel Gómez así lo señala:
"Apenas eramos ocho o nueve niños en aquellos años.Tan grande era el aula que hacía un frío terrible en el invierno. Cada niño traía una brazada de leña para calentar la estufa, pero ni con esas.
Así que solo dábamos clase en esta sala en verano, en el invierno lo hacíamos en una sala adyacente más pequeña".
Entrada a la escuela.
La casa de la maestra. Contaba ya con algunos adelantos propios de la época como era cocina, estufa, deposito de agua caliente o retrete que desaguaba a un pozo ciego.
Doña Pilar, natural del cercano pueblo de Jabaloyas fue la última maestra que impartió enseñanza en El Cañigral. Estuvo tres años. Anteriormente a ella estuvo doña María Belencoso, natural del pueblo conquense de Arguisuelas. Algunas docentes utilizaban esta vivienda y otras preferían estar de patrona en alguna casa.
Vista de la ermita a través de los ventanales de la escuela.
Vivienda situada sobre un minúsculo cantil rocoso. Construida en mampostería irregular de las piedras excepto la esquina que se utiliza piedra escuadrada en sillarejo para reforzar la unión de los muros. Horno incrustado en el lateral de la casa. Vivió en ella el matrimonio formado por David y Joaquina. Él era natural de Toril donde ejercía de cartero y se trasladó aquí a vivir al contraer matrimonio con la heredera de la casa. Estuvieron aquí durante un tiempo y más tarde se trasladaron a vivir a El Toril. Desde entonces la casa permaneció cerrada.
Calle situada entre la escuela y la casa de David y Joaquina. De aquí salía el camino que llevaba hasta el cementerio.
La última casa que se cerró en El Cañigral. Era la más grande del pueblo. Vivía en ella el matrimonio formado por Doroteo Gómez Jiménez y Cecilia Gómez Sánchez. Tuvieron tres hijos. Se marcharon a Valdecuenca.
Vivienda situada a un centenar de metros del núcleo urbano junto a una pintoresca cascada que forma el arroyo. Tejado a una sola vertiente y vanos simétricos de las ventanas flanqueando la puerta. Vivían en ella el matrimonio formado por Jerónimo Pérez y Juana Jímenez. Tuvieron siete hijos. La emigración los llevó a Teruel.