En el triangulo de terreno comprendido entre los pueblos de Bezas, El Campillo y Rubiales se encuentra esta pequeña aldea perteneciente al extenso término municipal de Albarracin.
A 1185 metros de altitud en un pequeño montículo sobre la rambla del Cabello, nueve viviendas dieron forma a este lugar.
Estructurado de forma casi circular dejando un amplio espacio central, sus edificaciones se adaptaban al terreno a veces formando pequeñas agrupaciones de dos o tres casas. Casi todas tenían un patio que las protegía de la intimidad del exterior, en algunos casos dos viviendas compartían un mismo patio de entrada.
En 1958 se hizo a concejadas la pista que comunicaba con la carretera a pico y pala.
Nunca llegó la luz eléctrica hasta Las Casillas. Los candiles de aceite y carburo fueron sus fuentes de iluminación.
Para consumo de agua se abastecían de un pozo situado a cien metros.
"Las mujeres lavaban en las ramblas que se nutrían del agua de lluvia. Si estas estaban secas sacaban pozales del pozo para realizar la tarea del lavado de ropa". MARCIAL MARTÍNEZ.
Leña de pino era lo que utilizaban para calentar la lumbre de las casas y así combatir los rigores invernales que por estas latitudes se solía manifestar con crudeza dejando nevadas de un metro mas de una vez.
Había cuatro hornos para hacer el pan, uno era comunitario y los restantes particulares.
"Se hacía pan cada semana. Luego en determinadas fechas se elaboraban tortas dormidas, magdalenas y tortas de manteca". MARCIAL MARTÍNEZ.
Sus tierras de cultivo estaban sembradas de trigo, cebada y pipirigallo principalmente.
Iban a moler el grano al molino del Mas de la Cabrera, barrio perteneciente al municipio de Tramacastiel. En otras ocasiones se desplazaban hasta el Molinanco en término de San Blas.
"En Las Casillas solo el tío Juan tenía maquina aventadora, los demás aventaban de manera manual, con la horca". MARCIAL MARTÍNEZ.
Las ovejas y las cabras se repartían el volumen ganadero.
"Todas las casas tenían su rebaño de ovejas, variaba desde las setenta u ochenta hasta uno que tenía trescientas. Un carnicero de Teruel solía venir a comprar los corderos". MARCIAL MARTÍNEZ.
Liebres, conejos y tordejas eran los animales que cazaban los aficionados a la caza y que suponía un aporte alimenticio extra en las cocinas.
El tío Rillo de Teruel compraba la lana de las ovejas y las pieles de los animales.
Alto Pelao
Cabeza Martín
Corrales del Collao
Cueva Ahumada
El Estrello
El Francisquillo
El Pradillo
Fuente de Las Tabernillas
Fuente del Saltillo
Hoya del Collao
Hoya Quemada
La Hoyola
La Losa
La Pedrera
La Rasada
Las Fuentecillas
Las Lapizas
Los Casares
Pozo de Las Azaderas
Pozo del Collado
Pozo Piñero
Puntales del Collao
Sendero a Bezas
**Son algunos topónimos de lugares comunes de Las Casillas de Bezas que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**
Para todo tipo de oficios religiosos como eran la misa dominical, las bodas o los bautizos acudían a El Campillo o a Bezas.
No había escuela en Las Casillas y así los niños en edad escolar tenían que hacer el desplazamiento diario hasta el pueblo de El Campillo, trayecto en el que tardaban una hora. Alrededor de una quincena de niños acudían en los años 50 a recibir enseñanza desde Las Casillas.
Don Ramón el medico acudía desde Bezas cuando la situación lo requería. Había que llevar una caballería para que se pudiera desplazar a visitar al enfermo. Con el paso de los años se compró un coche y hacía los desplazamientos en su vehículo.
El cartero residía en El Campillo pero no aparecía nunca por la aldea. Era cualquier vecino que se desplazaba hasta El Campillo por algún asunto el que recogía la correspondencia.
San Antón era el patrón de la aldea, al que le dedicaban fiesta el 17 de enero.
Una comida más especial que otros días, el baile en la replaceta amenizado con guitarra, laúd y acordeón y las partidas de guiñote era lo que daba de sí el día festivo.
La gente joven acudía en buen numero a las fiestas de Rubiales para la Virgen de agosto y a las fiestas de Bezas el ocho de septiembre.
Mucha celebración eran los días de la matanza (aquí llamado matapuerco). Noviembre y diciembre eran las fechas utilizadas para el ritual. Días de gran armonía y ayuda entre familiares y vecinos.
"Los días del matapuerco todo el mundo participaba, había faena para todos. Lo normal era matar entre dos y tres cerdos por cada casa, pero había alguna que llegaba a matar hasta cuatro cerdos, según las necesidades y las posibilidades. Se mataba una oveja vieja para mezclarla con la del cerdo y así tener más carne para los embutidos. Cuando ya se terminaba la faena se degustaban productos del animal, se bebía y se tocaba música con guitarra y acordeón".
MARCIAL MARTÍNEZ.
Para hacer compras se desplazaban a Bezas y a Teruel. También a Rubiales y El Campillo donde había comercios pequeños.
"Había gente que llevaba cargas de leña a vender a la capital, así como piñas de los pinos que se utilizaban para encender el fuego". MARCIAL MARTÍNEZ.
Iban hasta Caudé a comprar vino y de paso vendían cargas de leña.
Los jueves era día de mercado en Teruel lo que atraía a gentes de todos los pueblos cercanos. Los de Las Casillas tenían que salir a la carretera a las nueve de la mañana para coger el coche de línea que hacía el trayecto Frías- Teruel.
Por Las Casillas aparecían diversos vendedores ambulantes como uno que venía desde el Mas de la Cabrera vendiendo fruta, de El Campillo venía otro ofreciendo sardinas, olivas y aceite y desde pueblos como Valdecuenca y Jabaloyas venían para vender lechones.
El futuro de Las Casillas estaba echado al llegar los años 60. Con la ausencia total de servicios básicos y la búsqueda de una mejor calidad de vida fueron los factores determinantes para que la gente emigrara. Por si ello fuera poco los ingenieros forestales prohibieron sacar a pastar las cabras debido a la repoblación forestal de pinos que se hizo en toda la comarca. Muchos inconvenientes para seguir viviendo en la aldea. Alguna familia se quedó en Rubiales y El Campillo y los demás optaron por iniciar una nueva vida en las ciudades: Barcelona, Zaragoza y Teruel.
Aún así hasta el tardío año de 1982 hubo presencia humana en Las Casillas. Fecha hasta la que resistieron Apolinar y Valentina, además del hijo que tenían: Joaquín. El matrimonio se marchó a Teruel y el hijo se quedó de pastor en Valdecuenca.
Informante: Marcial Martínez, nacido en las Casas de La Laguna de Bezas. (Conversación personal mantenida en su casa y continuada posteriormente en Las Casillas).
Visitas realizadas en mayo de 2009 y mayo de 2021.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. Son ya las siete de la tarde cuando accedo a Las Casillas de Bezas en esta mi segunda visita a esta perdida aldea turolense. Si en la primera vez lo hice andando y por el camino que viene de Rubiales en esta ocasión lo hago por el camino que llega desde El Campillo en todo-terreno. Vamos en la grata compañía de Marcial y su mujer María. Él nacido en la cercana aldea de las Casas de La Laguna y ella descendiente de Las Casillas por parte materna. Marcial, buen conocedor del terreno maneja con maestría el vehículo a la vez que me va señalando y nombrando diversos parajes que van saliendo al paso. El terreno es áspero y pedregoso. A los pocos kilómetros ya avistamos Las Casillas. Enfilamos la suave bajada para adentrarnos en el corazón de la aldea pero antes hacemos una pequeña parada para que Marcial me muestre el pozo de donde se surtían los vecinos de agua.
Una vez entramos en el trazado urbano observo que poco ha cambiado de mi primera visita a ahora. Los edificios se mantienen igual. Algún pequeño muro derrumbado pero poco más. Hay presencia ganadera en la aldea y eso hace que la aldea no haya caído en los abismos del olvido. Las casas están prácticamente igual. Marcial me va resaltando pormenores de cada edificio. Llegamos hasta la ermita, sin tejado, uno de sus muros caídos y vegetación en su interior. Mi interlocutor me comenta que la conoció en mejor estado pero ya en ruina y sin oficiarse culto alguno en su interior. Seguimos paseando por los rincones de la aldea, me muestra la casa donde nació su suegra. Me enseña la casa de Apolinar, el último de Las Casillas, llegamos hasta el horno comunal, utilizado actualmente como comedero para el ganado. Casi todas las casas mantienen aún el tejado, en alguna todavía se puede acceder al interior para ver vestigios de una vida austera, sencilla, alejada de grandes lujos. Nos situamos en el amplio espacio central de la aldea donde se forma una especie de plaza de trazado irregular. Mucha vida social aquí, me comenta Marcial, era donde se juntaba la gente al caer la tarde, en la fresca de verano.
El tiempo va pasando, el sol ya ha traspuesto, la temperatura es fresca. La soledad es manifiesta. Y uno no puede por menos de imaginarse a los que aquí vivieron. No fue fácil la vida por estos lares. Lejos de todo y cerca de nada. Inviernos muy crudos. Malas comunicaciones. Una hora para desplazarse al pueblo más cercano. El problema cuando alguien enfermaba de gravedad. Y los niños caminando todos los días a la escuela. Y... por eso en cuanto tuvieron ocasión se fueron para no volver.
En ese ensimismamiento ando mientras hago fotografías y escucho a mi ameno acompañante cuando el preludio de la noche está al caer. Marcial y María quieren que nos acerquemos a visitar la masía de Ligros así que toca salir ligero de Las Casillas para poder ver en condiciones la masía mencionada.
Año 2021. Entrando a Las Casillas de Bezas. El horno comunal a la izquierda.
Año 2021. La casa de Telesforo y Victoria. Tuvieron seis hijos. Se marcharon a la masada de Las Monjas en término municipal de Villastar.
Año 2009. La casa de Juan y Victoriana (a la derecha de la imagen). Compartía patio de entrada con la casa de Telesforo y Victoria. Tuvieron ocho hijos. Emigraron a Teruel.
Año 2021. Ambas casas vistas por su parte trasera. La de Juan y Victoriana a la izquierda y la de Telesforo y Victoria a la derecha.
Año 2021. La casa de Marco y Amparo. Tuvieron tres hijos: Inés, Irene y Casimiro. Los padres fallecieron en Las Casillas. Portón y patio antecediendo a la vivienda situada al fondo. Dos casas dan por su fachada trasera a este patio.
Año 2009. La casa de Valero y María. Tuvieron cuatro hijos. Se marcharon a Rubiales.
Año 2009. La casa de Casto y María. Tuvieron seis hijos. A Rubiales emigraron. Portón para entrar al patio.
Año 2021. La casa de Juan e Inés. Tuvieron dos hijos. Se fueron para El Campillo.
Año 2021. La casa de Apolinar y Valentina. La última que se cerró en Las Casillas. Cuadra y pajar anexo.
A 1185 metros de altitud en un pequeño montículo sobre la rambla del Cabello, nueve viviendas dieron forma a este lugar.
Estructurado de forma casi circular dejando un amplio espacio central, sus edificaciones se adaptaban al terreno a veces formando pequeñas agrupaciones de dos o tres casas. Casi todas tenían un patio que las protegía de la intimidad del exterior, en algunos casos dos viviendas compartían un mismo patio de entrada.
En 1958 se hizo a concejadas la pista que comunicaba con la carretera a pico y pala.
Nunca llegó la luz eléctrica hasta Las Casillas. Los candiles de aceite y carburo fueron sus fuentes de iluminación.
Para consumo de agua se abastecían de un pozo situado a cien metros.
"Las mujeres lavaban en las ramblas que se nutrían del agua de lluvia. Si estas estaban secas sacaban pozales del pozo para realizar la tarea del lavado de ropa". MARCIAL MARTÍNEZ.
Leña de pino era lo que utilizaban para calentar la lumbre de las casas y así combatir los rigores invernales que por estas latitudes se solía manifestar con crudeza dejando nevadas de un metro mas de una vez.
Había cuatro hornos para hacer el pan, uno era comunitario y los restantes particulares.
"Se hacía pan cada semana. Luego en determinadas fechas se elaboraban tortas dormidas, magdalenas y tortas de manteca". MARCIAL MARTÍNEZ.
Sus tierras de cultivo estaban sembradas de trigo, cebada y pipirigallo principalmente.
Iban a moler el grano al molino del Mas de la Cabrera, barrio perteneciente al municipio de Tramacastiel. En otras ocasiones se desplazaban hasta el Molinanco en término de San Blas.
"En Las Casillas solo el tío Juan tenía maquina aventadora, los demás aventaban de manera manual, con la horca". MARCIAL MARTÍNEZ.
Las ovejas y las cabras se repartían el volumen ganadero.
"Todas las casas tenían su rebaño de ovejas, variaba desde las setenta u ochenta hasta uno que tenía trescientas. Un carnicero de Teruel solía venir a comprar los corderos". MARCIAL MARTÍNEZ.
Liebres, conejos y tordejas eran los animales que cazaban los aficionados a la caza y que suponía un aporte alimenticio extra en las cocinas.
El tío Rillo de Teruel compraba la lana de las ovejas y las pieles de los animales.
Alto Pelao
Cabeza Martín
Corrales del Collao
Cueva Ahumada
El Estrello
El Francisquillo
El Pradillo
Fuente de Las Tabernillas
Fuente del Saltillo
Hoya del Collao
Hoya Quemada
La Hoyola
La Losa
La Pedrera
La Rasada
Las Fuentecillas
Las Lapizas
Los Casares
Pozo de Las Azaderas
Pozo del Collado
Pozo Piñero
Puntales del Collao
Sendero a Bezas
**Son algunos topónimos de lugares comunes de Las Casillas de Bezas que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**
Para todo tipo de oficios religiosos como eran la misa dominical, las bodas o los bautizos acudían a El Campillo o a Bezas.
No había escuela en Las Casillas y así los niños en edad escolar tenían que hacer el desplazamiento diario hasta el pueblo de El Campillo, trayecto en el que tardaban una hora. Alrededor de una quincena de niños acudían en los años 50 a recibir enseñanza desde Las Casillas.
Don Ramón el medico acudía desde Bezas cuando la situación lo requería. Había que llevar una caballería para que se pudiera desplazar a visitar al enfermo. Con el paso de los años se compró un coche y hacía los desplazamientos en su vehículo.
El cartero residía en El Campillo pero no aparecía nunca por la aldea. Era cualquier vecino que se desplazaba hasta El Campillo por algún asunto el que recogía la correspondencia.
San Antón era el patrón de la aldea, al que le dedicaban fiesta el 17 de enero.
Una comida más especial que otros días, el baile en la replaceta amenizado con guitarra, laúd y acordeón y las partidas de guiñote era lo que daba de sí el día festivo.
La gente joven acudía en buen numero a las fiestas de Rubiales para la Virgen de agosto y a las fiestas de Bezas el ocho de septiembre.
Mucha celebración eran los días de la matanza (aquí llamado matapuerco). Noviembre y diciembre eran las fechas utilizadas para el ritual. Días de gran armonía y ayuda entre familiares y vecinos.
"Los días del matapuerco todo el mundo participaba, había faena para todos. Lo normal era matar entre dos y tres cerdos por cada casa, pero había alguna que llegaba a matar hasta cuatro cerdos, según las necesidades y las posibilidades. Se mataba una oveja vieja para mezclarla con la del cerdo y así tener más carne para los embutidos. Cuando ya se terminaba la faena se degustaban productos del animal, se bebía y se tocaba música con guitarra y acordeón".
MARCIAL MARTÍNEZ.
Para hacer compras se desplazaban a Bezas y a Teruel. También a Rubiales y El Campillo donde había comercios pequeños.
"Había gente que llevaba cargas de leña a vender a la capital, así como piñas de los pinos que se utilizaban para encender el fuego". MARCIAL MARTÍNEZ.
Iban hasta Caudé a comprar vino y de paso vendían cargas de leña.
Los jueves era día de mercado en Teruel lo que atraía a gentes de todos los pueblos cercanos. Los de Las Casillas tenían que salir a la carretera a las nueve de la mañana para coger el coche de línea que hacía el trayecto Frías- Teruel.
Por Las Casillas aparecían diversos vendedores ambulantes como uno que venía desde el Mas de la Cabrera vendiendo fruta, de El Campillo venía otro ofreciendo sardinas, olivas y aceite y desde pueblos como Valdecuenca y Jabaloyas venían para vender lechones.
El futuro de Las Casillas estaba echado al llegar los años 60. Con la ausencia total de servicios básicos y la búsqueda de una mejor calidad de vida fueron los factores determinantes para que la gente emigrara. Por si ello fuera poco los ingenieros forestales prohibieron sacar a pastar las cabras debido a la repoblación forestal de pinos que se hizo en toda la comarca. Muchos inconvenientes para seguir viviendo en la aldea. Alguna familia se quedó en Rubiales y El Campillo y los demás optaron por iniciar una nueva vida en las ciudades: Barcelona, Zaragoza y Teruel.
Aún así hasta el tardío año de 1982 hubo presencia humana en Las Casillas. Fecha hasta la que resistieron Apolinar y Valentina, además del hijo que tenían: Joaquín. El matrimonio se marchó a Teruel y el hijo se quedó de pastor en Valdecuenca.
Informante: Marcial Martínez, nacido en las Casas de La Laguna de Bezas. (Conversación personal mantenida en su casa y continuada posteriormente en Las Casillas).
Visitas realizadas en mayo de 2009 y mayo de 2021.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. Son ya las siete de la tarde cuando accedo a Las Casillas de Bezas en esta mi segunda visita a esta perdida aldea turolense. Si en la primera vez lo hice andando y por el camino que viene de Rubiales en esta ocasión lo hago por el camino que llega desde El Campillo en todo-terreno. Vamos en la grata compañía de Marcial y su mujer María. Él nacido en la cercana aldea de las Casas de La Laguna y ella descendiente de Las Casillas por parte materna. Marcial, buen conocedor del terreno maneja con maestría el vehículo a la vez que me va señalando y nombrando diversos parajes que van saliendo al paso. El terreno es áspero y pedregoso. A los pocos kilómetros ya avistamos Las Casillas. Enfilamos la suave bajada para adentrarnos en el corazón de la aldea pero antes hacemos una pequeña parada para que Marcial me muestre el pozo de donde se surtían los vecinos de agua.
Una vez entramos en el trazado urbano observo que poco ha cambiado de mi primera visita a ahora. Los edificios se mantienen igual. Algún pequeño muro derrumbado pero poco más. Hay presencia ganadera en la aldea y eso hace que la aldea no haya caído en los abismos del olvido. Las casas están prácticamente igual. Marcial me va resaltando pormenores de cada edificio. Llegamos hasta la ermita, sin tejado, uno de sus muros caídos y vegetación en su interior. Mi interlocutor me comenta que la conoció en mejor estado pero ya en ruina y sin oficiarse culto alguno en su interior. Seguimos paseando por los rincones de la aldea, me muestra la casa donde nació su suegra. Me enseña la casa de Apolinar, el último de Las Casillas, llegamos hasta el horno comunal, utilizado actualmente como comedero para el ganado. Casi todas las casas mantienen aún el tejado, en alguna todavía se puede acceder al interior para ver vestigios de una vida austera, sencilla, alejada de grandes lujos. Nos situamos en el amplio espacio central de la aldea donde se forma una especie de plaza de trazado irregular. Mucha vida social aquí, me comenta Marcial, era donde se juntaba la gente al caer la tarde, en la fresca de verano.
El tiempo va pasando, el sol ya ha traspuesto, la temperatura es fresca. La soledad es manifiesta. Y uno no puede por menos de imaginarse a los que aquí vivieron. No fue fácil la vida por estos lares. Lejos de todo y cerca de nada. Inviernos muy crudos. Malas comunicaciones. Una hora para desplazarse al pueblo más cercano. El problema cuando alguien enfermaba de gravedad. Y los niños caminando todos los días a la escuela. Y... por eso en cuanto tuvieron ocasión se fueron para no volver.
En ese ensimismamiento ando mientras hago fotografías y escucho a mi ameno acompañante cuando el preludio de la noche está al caer. Marcial y María quieren que nos acerquemos a visitar la masía de Ligros así que toca salir ligero de Las Casillas para poder ver en condiciones la masía mencionada.
Año 2009. Vista parcial de Las Casillas.
Año 2021. Entrando a Las Casillas de Bezas. El horno comunal a la izquierda.
Año 2021. La casa de Telesforo y Victoria. Tuvieron seis hijos. Se marcharon a la masada de Las Monjas en término municipal de Villastar.
Año 2009. La casa de Juan y Victoriana (a la derecha de la imagen). Compartía patio de entrada con la casa de Telesforo y Victoria. Tuvieron ocho hijos. Emigraron a Teruel.
Año 2021. Ambas casas vistas por su parte trasera. La de Juan y Victoriana a la izquierda y la de Telesforo y Victoria a la derecha.
Año 2021. La replaceta. Epicentro de la aldea.
Año 2021. La casa de Marco y Amparo. Tuvieron tres hijos: Inés, Irene y Casimiro. Los padres fallecieron en Las Casillas. Portón y patio antecediendo a la vivienda situada al fondo. Dos casas dan por su fachada trasera a este patio.
Año 2009. La casa de Valero y María. Tuvieron cuatro hijos. Se marcharon a Rubiales.
Año 2009. La casa de Casto y María. Tuvieron seis hijos. A Rubiales emigraron. Portón para entrar al patio.
Año 2021. La casa de Juan e Inés. Tuvieron dos hijos. Se fueron para El Campillo.
Año 2021. La casa de Apolinar y Valentina. La última que se cerró en Las Casillas. Cuadra y pajar anexo.
Año 2009. La casa de Fernando y Melchora. Tuvieron dos hijos.
Foto cedida por Roberto Tartaj.
Año 2016. La ermita de San Antón.
Año 2009. Saliendo de Las Casillas.
Año 2021. Parideras para el ganado.