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La Junquera (Murcia)

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A 1105 metros de altitud se sitúa la pedanía caravaqueña de La Junquera. A 42 km. de Caravaca de la Cruz y casi en los limites con la provincia de Almeria.
Es una finca de propiedad privada. Desde hace 200 años es propiedad de dos familias: los Melgarejo dueños de nueve partes y la familia Chico de Guzmán propietarios de tres partes.
A partir del año 1943 el conde de Peñalva (Joaquin Febrel) pasó a administrar la parte de la finca de la familia Melgarejo al casarse con María Elena Melgarejo.
Algo más de quince viviendas tenía La Junquera. Ocupadas por labradores (en numero de 10), guarda y algunos pastores, más las dos viviendas de las familias propietarias. De sesenta a setenta personas según el año llegaron a vivir en el pueblo.
Tenía iglesia, escuela, posada, molino y dos hornos comunales (uno por cada familia).
No hubo luz eléctrica en La Junquera hasta el año 1972.
Para el consumo de agua se abastecían de la fuente de la Cimbra situada a cinco minutos del pueblo.
Sus habitantes eran renteros. No pagaban nada por la casa y de renta entregaban a los dueños una cuarta parte del producto en el cultivo de secano y una tercera parte en el cultivo de regadío. Cada casa solía tener uno o dos muleros y un pastor.
Buenas tierras para la agricultura, en ella sembraban maíz, patatas, trigo, cebada, hortalizas entre otros productos). En época de siega venían cuadrillas de Moratalla, Aledo, La Paca y otros lugares para trabajar.
Las ovejas era el animal predominante en la ganadería. En principio cada casa tenía su rebaño de ovino, pero a mediados de los 40 el conde decidió quedarse con la zona de pastos y llevar él por su cuenta la ganadería. Venían marchantes de Caravaca o del Campo de Cartagena a comprar los corderos.

Había escuela en La Junquera. Estaba situada en la sacristía de la iglesia. Variaba dependiendo del año, pero alrededor de una quincena de alumnos asistían a ella. Venían niños de algunos cortijos cercanos como la Casa de Selvalejo o la Casa de la Venta.
Casi veinte años estuvo ejerciendo el mismo maestro, desde el año 41 hasta finales de los 50 cuando se quedó La Junquera sin población. Grato recuerdo dejó esta persona entre sus gentes como apunta Juan Navarro:
"Se llamaba don Martin Martinez Rodriguez. Era natural de Velez-Blanco (Almeria). Manco del brazo derecho y con problemas de movilidad en las piernas, ello no era obstáculo para que fuera una persona muy mañosa y muy dispuesta para todo. Sabía arreglar cantaros que tuvieran algún desperfecto y el mismo se hacía su propio calzado. En el armario de la sacristía se hizo un catre y allí dormía. Comía cada día en una casa establecida por turnos según los niños escolares que hubiera en cada casa. Asimismo se encargaban de lavarle la ropa.
Fue una persona muy querida en La Junquera y los niños de aquellos años lo poco que aprendimos a leer y a escribir fue gracias a él. Tenía muy pocos medios para impartir enseñanza pero muchísima voluntad".


El cura primeramente venia de Singla y más tarde de Los Royos en la persona de don Julián Chicano Peñaranda. Había que ir a buscarle todos los domingos con el macho hasta la ermita de los Poyos de Celda en La Capellanía donde le tocaba previamente oficiar la misa. Acabado el acto se le llevaba hasta Los Royos. Posteriormente se compró una moto y ya hacía los desplazamientos por su cuenta.
El médico residía en Topares (Almeria). Se llamaba don Juan García y hacía los desplazamientos en un citroën, salvo cuando se encontraban los caminos en mal estado para vehículos y recurría al caballo. Se le pagaba por la modalidad de iguala (una vez al año y en dinero o en especies, según lo que hubieran acordado).
El cartero residía en El Moralejo, andando salía hasta la carretera general y allí recogía la correspondencia. Tenía un recadero que se encargaba de repartirla por La Junquera y algunas cortijadas.

Había una posada en el pueblo que además hacía las veces de taberna. La regentaban Juan Parra y Tomasa Castillo. En ella se alojaba toda la gente que les pillaba de paso como el caso de vendedores ambulantes que por allí pasaban: un señor de Benablon que iba por las aldeas con un carro vendiendo arroz, garbanzos, sardinas, etc. En algunos casos era intercambio de productos y así este vendedor se llevaba de La Junquera pollos y huevos a cambio de lo que le solicitaran.
Otro vendedor al que apodaban "el Solo" llegaba desde Velez-Blanco con un burro vendiendo telas, agujas, hilos y otros productos de costura.
También los vecinos de La Junquera se desplazaban a El Moralejo donde había tres comercios a realizar algunas compras.
Para compras de mayor porte quedaban los desplazamientos a Caravaca de la Cruz aprovechando los lunes que era día de mercado. Al respecto Juan Navarro cuenta una divertida anécdota a cuenta de los desplazamientos a Caravaca los lunes:
"Durante un tiempo varios niños de mi generación nacíamos un día cualquiera pero oficialmente era otro distinto el que constaba en nuestra partida de nacimiento. Ello era debido a que cada vez que un niño venía al mundo se tenía que inscribir al recién nacido en el Registro de Caravaca antes de que se cumpliesen veinticuatro horas del nacimiento. Como quiera que a Caravaca no se podía estar yendo siempre porque quedaba lejos y había que ir andando diez kilómetros hasta el cortijo de Casablanca situado en la carretera general para coger el coche de linea que hacía el recorrido Huescar-Caravaca, la gente aprovechaba para desplazarse el lunes y siempre decían que el recién nacido había nacido en la noche del domingo al lunes, aunque llevase ya varios días con vida".

Celebraban las fiestas patronales para el Corpus en junio. Se hacía una misa, procesión y baile en alguna plazuela. Venían gentes de El Moralejo, La Capellania y de todos los cortijos cercanos.
Varios domingos y festivos se organizaban bailes locales (parrandas) entre la juventud amenizados por algunos mozos que sabían tocar la guitarra.
Acudían por mayo a la romería de San Isidro que se realizaba en la ermita de Los Poyos de Celda donde se juntaban gentes de toda la comarca.

Por estar a bastante altitud eran muy rigurosos los inviernos, lo combatían con abundante leña proveniente de chaparros y enebros.
Muy recordada fue la nevada acontecida a finales  del año 1944. Estuvo nevando sin parar desde el 25 de diciembre hasta el 30 del mismo mes, lo que dio lugar a que se acumulara metro y medio de nieve y estuvieran incomunicados varios días. Este hecho tuvo un final trágico para un vecino del pueblo que había ido a ver a una hija que vivía en el cortijo Espin ya en la provincia de Almeria.
Iba con un burro y se desorientó por lo que desaparejó el animal y se echó varias mantas encima pero las bajas temperaturas hicieron que falleciera congelado. Al cabo de varios días lo encontraron unos vecinos que previamente habían visto al burro solamente. En un principio pensaron que podía ser el maestro que acostumbraba a utilizar dicho animal prestado para desplazarse a Velez-Blanco, su pueblo, pero luego descubrieron que no, que era el dueño del animal el fallecido.

El final para los habitantes de La Junquera llegó cuando el conde de Peñalva decidió cambiar los métodos de trabajo, acabar con las rentas y hacerse él cargo de toda la producción. Rescindió el contrato de los labradores por lo que estos se tuvieron que marchar del pueblo. Apenas se quedaron un par de ellos y algún pastor pero ya como asalariados en vez de renteros. Trajo maquinaria agrícola (de los primeros tractores que hubo en la provincia fueron los que llegaron a La Junquera) con lo cual ya le sobraba mano de obra. Esto sucedió sobre el año 53 y pocos años más tarde la familia Chico de Guzman decidió utilizar el mismo sistema de trabajo (prescindir de los renteros y contratar trabajadores a sueldo), por lo que para últimos de los 50, primeros de los 60 ya no quedaban vecinos viviendo en el pueblo salvo las dos o tres familias que siguieron trabajando allí.
Así se acabó el ciclo de vida en La Junquera como pueblo pasando a ser una finca.
En la actualidad el pueblo sigue siendo de propiedad privada, esta vallado y se continua con la producción agrícola-ganadera, dos familias de origen extranjero residen en el pueblo.

Agradecimiento inestimable para Juan Navarro Fernandez, antiguo vecino de La Junquera. A sus 81 años cuenta con una memoria prodigiosa. Nombres, datos y fechas resaltados a la perfección, posibilitando con ello dar forma a un excelente reportaje sobre la memoria de La Junquera y de los que allí vivieron.

Visita realizada en julio de 2009.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.


La iglesia parroquial de San Cosme y San Damián de La Junquera. Varios vecinos del pueblo compraron diversas imágenes religiosas para el interior. Así Genaro Martinez donó una imagen de la Virgen del Carmen, Santiago Moreno hizo lo propio con una de El Corazón de Jesús y Patrocinio Martinez una de San Juan con el Niño.
Para cualquier oficio religioso tenían que venir a ella las gentes de El Moralejo hasta el año 55 en que construyeron una iglesia en aquel pueblo.
De planta rectangular, tenía su entrada por el lado sur y en el lado norte este curioso edificio de planta cuadrangular que tenía la sacristía en la planta baja (puerta), parte de la casa del cura (balcón) en la segunda planta y palomar en la planta de arriba. Tenía una torre-campanario de cuatro ojos, en las cuales se situaban dos campanas. Nada queda de la torre puesto que se derribó en los años 80 por su aparente mal estado.
En los años de la guerra civil la iglesia sirvió como cobijo para las caballerías y en la actualidad al no tener uso religioso sus dueños decidieron transformarla en garaje para maquinaria agrícola.
La puerta que se ve era la entrada a la escuela que se situaba en la sacristía.



La iglesia tenía adosado por el lado oeste un edificio que se componía de dos viviendas: la casa del maestro y la casa del cura. Esta era la casa del maestro, orientada hacía el norte. Vivió en ella la viuda de un maestro y posteriormente un pastor.



Orientada hacía el sur estaba la casa del cura. Tenía comunicación interior con la sacristía. No se recuerda cura alguno viviendo en ella y era utilizada como vivienda por un pastor.



Hilera de viviendas en la parte central del pueblo. Casas propiedad de la familia Melgarejo. En primer plano la casa que habitaba el matrimonio formado por Genaro Martinez y Dolores Muñoz con sus cinco hijos. Emigraron a Bugéjar (Granada).



Buena y amplia vivienda de tres plantas con palomar en su parte más alta. Era la casa que utilizaba la familia Melgarejo cuando aparecían por La Junquera. Adyacente y con acceso por la escalera visible se situaba el granero donde acumulaban los productos agrícolas obtenidos de las rentas, tenía comunicación interior con la casa. A la izquierda la casa habitada por el matrimonio formado por Patrocinio Martinez y Gloria con sus dos hijos. Emigraron a Caravaca de la Cruz.



Calle de La Junquera. En el lado derecho, fachada trasera de la casa de Patrocinio y Gloria, más al fondo se divisan dos ventanas enrejadas de la casa de los Melgarejo quedando en la planta baja la vivienda de Matias el guarda y hombre de confianza del conde de Peñalva. Vivían en ella el matrimonio formado por Matias Navarro y María Fernandez con sus cuatro hijos. Matías falleció en La Junquera y su viuda continuo viviendo en el pueblo con uno de sus hijos.



Vivienda propiedad de la familia Melgarejo. Vivían en ella el matrimonio formado por Santiago Moreno y Josefa Muñoz con sus cuatro hijos. Emigraron a Alcantarilla.



Vivienda habitada por el matrimonio formado José Muñoz y Eufrasia Romero con sus siete hijos.



Vivienda utilizada por la familia Chico de Guzmán cuando visitaban el pueblo. En la actualidad un descendiente de la familia la ha rehabilitado instalándose en ella y poniendo una tienda de productos ecológicos de huerta que él mismo cultiva.



Viviendas propiedad de la familia Chico de Guzmán. La de la derecha era utilizada por un pastor y en la de la izquierda vivía el matrimonio formado por Angel Sanchez y Josefa Martinez con sus tres hijos. Emigraron al cercano cortijo de Macian ya en tierras almerienses.



Vivienda propiedad de la familia Chico de Guzmán. Vivían en ella el matrimonio formado por Tomás Marin e Isabel Cantero con sus siete hijos.



La balsa de agua, imprescindible para el riego. Se llenaba durante la noche con el agua proveniente de una fuente cercana.



A poco más de un kilómetro se encontraba el molino de La Junquera. Era molino de agua. Propiedad de la familia Melgarejo, en los años 40 lo vendieron a Isidro Lopez Torrecilla de El Moralejo y este lo puso a funcionar con un motor de gasógeno. Primeramente era cada labrador el que llevaba a moler allí el grano para años más tarde ser los empleados del molino los que iban por los pueblos y cortijos recogiendo el grano y lo devolvían hecho harina. Aquí vivían los caseros y un par de trabajadores. En fechas posteriores el dueño cerró el molino y se llevó la producción al cortijo de La Noria en las cercanías de El Moralejo.

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