Deliciosa aldea turolense enclavada en un ensanche del terreno que forma el valle por donde discurre el río Turia.
Oculto por una frondosa arboleda y dispuesto en forma de media luna, este barrio de Villel llegó a contar con unas quince viviendas alineadas a lo largo de una sola calle. Sus características fachadas de color naranja mimetizan a la perfección con el terreno de la sierra a cuyos pies se asienta.
El trigo, la cebada, las remolachas y las manzanas fueron los principales productos agrícolas que obtenían en sus cultivos, mientras que la oveja era el animal básico que conformaba su ganadería.
Varios de sus vecinos iban a trabajar a las minas de arena y de caolín de Villel.
Celebraban sus fiestas patronales el 23 de abril en honor a su patrón: San Jorge.
El cura venia de Libros a oficiar misa dos o tres veces al año.
De Libros también venia todos los días una maestra que impartió clase durante varios años, era natural de aquel pueblo y por eso prefería ir y venir en vez de residir en El Campo.
El médico acudía desde Villel cuando la ocasión lo requería, sino era el enfermo el que se desplazaba hasta la cabecera del municipio.
También el veterinario venía de Villel.
Para moler el grano iban indistintamente a los molinos que había en Villel y en Libros.
A Villel se desplazaban a menudo pues allí había tiendas, farmacia, estanco y los jóvenes acudían los domingos al salón de baile o al cine.
Si llegaron a contar con luz eléctrica, no así con agua, para lo cual se suministraban del río Turia, río a donde acudían las mujeres a lavar.
La lejanía de Villel, el problema del agua y la búsqueda de una mejora en el modo de vida hizo empujar a los camperos rumbo a la emigración.
Se fueron para Zaragoza, Teruel o el Puerto de Sagunto entre otros lugares.
El matrimonio formado por Román y Dolores fueron los últimos de El Campo, estuvieron viviendo allí hasta últimos de los 70 o primeros de los 80.
Los camperos que un día se fueron y sus descendientes no olvidan el lugar que les vio nacer y siguen acudiendo para San Jorge todos los años para continuar la tradición de la fiesta y que no se pierda la memoria de la bonita aldea que fue El Campo.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Visita realizada en mayo de 2013 en compañía de Carlos Campillos y José Fragua.
(Tarde primaveral. Temperatura fresca. El sol sale y se esconde varias veces. Mientras espero a los amigos que están por llegar voy dando un paseo. Enseguida llama la atención el edificio de la escuela por su volumen y su hermosura. La ermita con su minúscula espadaña resalta de blancura. Se nota que el edificio esta bien cuidado por los vecinos. La calle tiene forma de arco y al doblar es donde se asoman la mayoría de viviendas. Es preciosa. Algunas fachadas se han venido abajo y taponan la calle. Hay viviendas en buen estado. Muy gratas sensaciones las que me ha dejado esta aldea).
Otra panorámica de El Campo. Por medio de la arboleda que hay detrás discurre el río Turia.
Entrando a El Campo.
Precioso edificio de la escuela. La planta de arriba estaba destinada a vivienda de la maestra.
Interior de la escuela. Acudían también niños de las masías cercanas. Aquí dentro se realizaba en ocasiones el baile del día de la fiesta.
Hacía la ermita.
El blanco de la ermita de San Jorge resalta al lado del color anaranjado de las fachadas.
Calle de El Campo.
Escombros por el suelo. Fachadas enseñando su interior. Puertas abiertas. Lenta agonía para la hermosa aldea ribereña.
Las viviendas también muestran su tristeza por la parte de atrás.
Calle de El Campo.
Escombros, vigas, cañizos. Algunas viviendas no aguantaron los embistes de las inclemencias meteorológicas y se fueron al suelo.
Calle de El Campo.
Vivienda con patio delantero.
Viviendas por su parte trasera.
Hacia la escuela (al fondo).