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Channel: Los pueblos deshabitados
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Los Sardineros (Valencia)

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En una llanura a los pies de un cerro se encuentra esta aldea de Requena en la subcomarca de La Albosa.
Alrededor de una quincena de casas llegaron a conformar Los Sardineros en las últimas décadas, aunque el nomenclátor comarcal habla de treinta y cinco viviendas y un censo poblacional de ciento treinta personas en 1930, habiendo descendido a cincuenta y seis en 1950.
No conocieron nunca la luz eléctrica ni el agua en las casas.
Para abastecerse de agua tenían un pozo a cuatrocientos metros de la aldea.
Las mujeres iban a lavar a la rambla de Penén.
Cada casa tenía su horno para hacer el pan, donde además en fechas señaladas se elaboraban magdalenas, tortas de chichorritas y bollos de magra de cerdo.
A pesar de no estar a mucha altitud (algo más de 600 metros) solían padecer unos inviernos rigurosos donde no faltaban dos o tres nevadas cada año. Contaban con abundante leña de pino para calentar la lumbre de los hogares y poder combatir las bajas temperaturas.
Sus tierras de cultivo estaban sembradas de trigo y cebada principalmente, además de los olivos y las viñas.
Iban a moler el grano al molino de Las Ramblas, a más de una hora de camino, dentro del término de Los Sardineros. Posteriormente ya se llevaba a la harinera de Venta del Moro.
Para extraer el aceite había almazara en la aldea y más tarde se llevaba a la cooperativa de Los Isidros.
Tres casas tenían rebaños de ovejas.
Se mataban entre dos y tres cerdos al año según las posibilidades de cada casa.
Días de mucha actividad y celebración la matanza del chino (cerdo). Mientras se realizaban las faenas se comía una torrá (asado de oreja y rabo), se bebía vino y mistela, se hacían sartenadas de patatas fritas y huevos, tomate frito, hígado cocido, se degustaban mantecados y sequillos. Momentos de gran ambiente social donde se chismorreaba de todo y se contaban chistes.
El conejo y la perdiz abundaban en el monte lo que suponía un aliciente para los cazadores.

Barranco Albosa
Barranco Alcantarilla
Barranco Caballero
Barranco del Manglano
Barranco Morenos
Calderón
Camino de Casas de Caballero
Cerro Pendón
Collado de la Regalicia
Collado de Los Sardineros
Cueva de don Fausto
El Batán
El Majo
Fuentes Agrias
Los Calderones
Los Hermanillos
Matarromana
Parada Manueles
Pico Sardinero
Rincón Grande
Rocho del Periquito

**Son algunos topónimos de lugares comunes de Los Sardineros que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**


Para todo tipo de oficios religiosos iban a la iglesia de Los Isidros.
La enseñanza fue muy deficiente por estas latitudes en los años de la posguerra pues no había escuela ni en Los Sardineros ni en Penén, por lo que los niños aprendían algo cuando algún maestro rural de aquellos que iban recorriendo los caminos ofrecía sus conocimientos.
En los años 60 mejoró el asunto y ya los tres últimos niños de la aldea los recogía un autobús escolar y los llevaba a Requena.
El médico, don Pedro residía en Los Isidros aunque tenía que ser un caso excepcional para que fuera por Los Sardineros a hacer alguna visita médica.
Mario, el cartero desde Los Isidros iba en bicicleta repartiendo la correspondencia por las aldeas.

Para hacer compras había una tienda pequeña en Los Isidros.
Los sábados era día de mercado en Requena y hasta allí se desplazaban las gentes de Los Sardineros empleando tres horas en hacer el trayecto.

Pese a no tener fiesta propia si eran muy celebradas en Los Sardineros algunas festividades comunes a toda la comarca como era San Antón en enero. Se hacia una gran hoguera y se daba comienzo al sacrificio del gorrinico de San Antón que servía de cena comunitaria para todos los presentes asando a la lumbre las diversas piezas del animal. Hoguera que se repetía para San Blas en febrero (pero sin sacrificio de animal).
Antes del comienzo de la Cuaresma se celebraban los Carnavales en todas las aldeas, aquí llamadas Las máscaras o marcaritas. Ello consistía en que los hombres se disfrazaban de mujeres poniéndose faldas y tetas postizas y viceversa las mujeres poniéndose pantalones con una mazorca desgranada en la entrepierna.
Una festividad que se celebraba en Los Sardineros era el baile de la Oliva a mediados de diciembre. Comenzaba los últimos días antes de acabar el vareado de la oliva para recoger el fruto. Se hacia una hoguera en una explanada y a su vera se celebraba baile con música de acordeón.
La juventud de Los Sardineros no faltaba a las fiestas de la Virgen del Carmen en Los Isidros en el mes de julio.
Algunos domingos se hacía baile a nivel local en el interior de una casa amenizado por las melodías que tocaba Domingo, el tío Cuquilla con su acordeón.

La falta de servicios básicos como el agua y la luz (estuvo proyectada pero no llegó), las ganas de mejorar en calidad de vida e instalarse en pueblos grandes donde había mejores infraestructuras motivó que la gente de Los Sardineros fuera emigrando. Los Isidros, Requena, Utiel y Valencia fueron los destinos escogidos para iniciar una nueva etapa en sus vidas.
Aunque hay que decir que Los Sardineros entró al siglo XXI con todavía un habitante residiendo en la aldea. Esta persona fue Maximiliano Torres que vivió en soledad durante muchos años. En los albores del año 2000 se fue a vivir a Penén de Albosa desde donde continuaba acudiendo diariamente a su aldea natal hasta que su fallecimiento en 2014 acabó con la presencia humana de el último de Los Sardineros.

Visita realizada en enero de 2022.

Informantes: Vecinos de Penén de Albosa (Conversación personal mantenida en el Centro Social de Penén).
Otra fuente de información: Revista Oleana, Cuadernos de Cultura Comarcal editados por el Centro de estudios requenenses del ayuntamiento de Requena.


Punto y aparte. Hace poco que ha amanecido cuando transito por las calles adormiladas de Penén de Albosa, no hay movimiento humano apenas. Enfilo la flamante carretera que me lleva a mi destino: Los Sardineros. Carretera que muere bruscamente junto a los primeros muros de la aldea. La mañana es bastante fresca como corresponde a la época del año. La primera imagen del lugar ya me enseña una constante de lo que luego veré: alternancia de edificaciones en ruina con otras que todavía se mantienen en relativo buen estado. Contemplo una calle secundaria con algo de vegetación pero que se presenta armoniosa para la retina. Corta pero bonita. Se puede acceder al interior de alguna vivienda pero solo a la planta baja. Oigo ruido de motor, dos coches llegan hasta donde acaba la carretera y cogen un camino rural que les llevará hasta sus fincas. Una rápida mirada al visitante que está por allí y continúan su camino. Mientras tanto yo sigo deambulando por lo que un día fueron calles. Algunas viviendas no han podido resistir más tiempo ocultando su privacidad y muestran sus entrañas descarnadas. Asoma algún horno de pan, el hueco de la chimenea, alacenas y repisas. Llego hasta la parte más baja, aquí se amplia un poco más el espacio, viviendas con patio, una casa con valla y signos de presencia humana reciente, un pozo de nuevo diseño, una caseta para el perro, maquinaria...
Salgo por un camino en buen estado y subo al cerro de enfrente para tener una vista global de Los Sardineros. Bonita vista, la aldea en disposición alargada, todavía con buena presencia de tejados en sus edificaciones. Bajo otra vez para el núcleo urbano. Transito por su calle baja, algunos portones de nuevo diseño protegen la vivienda del exterior. No habitadas pero mantenidas. Llego hasta el amplio edificio que fue la almazara con su muelle de descarga todavía visible. Lugar de mucho trajín antaño. Otra furgoneta llega hasta la aldea y coge el mismo camino que los anteriores para dirigirse hacia donde tenga sus fincas de cultivo. Entro otra vez por la misma calle que la primera vez, el sol ya va cogiendo fuerza y le da una tonalidad diferente a las edificaciones. Decido subir hasta el cerro sobre el que se asienta la aldea. Aquí hubo un castillo al decir de los historiadores. Nada queda de él, si acaso algún cimiento. Si son más visibles las viviendas semi-rupestres que se adosaron al cantil rocoso donde se asentaba la fortaleza. Apenas los muros y poco más queda de ellas, algún horno de pan se entrevé entre las piedras. Los Sardineros a mis pies. Bonita panorámica con la aldea y los olivos en las tierras próximas.
Bajo de nuevo para abajo, voy por otro lado, sencillas viviendas salen al paso, una nueva furgoneta haciendo el mismo recorrido que las anteriores rompe el silencio que flota en el ambiente. La visita a Los Sardineros va tocando a su fin. Bonita impresión me llevo de esta aldea requenense. Me ha agradado. No tiene iglesia, ni escuela, ni edificios rimbombantes pero en su conjunto hacen un lugar pintoresco, todavía en aceptable estado buena parte de sus edificaciones.
Deshago el camino y vuelvo hasta Penén. El pueblo ya ha despertado y hay movimiento de personas y vehículos por sus calles. Después de entrevistarme con los informantes estos me cuentan donde se encuentra el pozo de agua de donde se abastecían las gentes de Los Sardineros, así como la manera de llegar al molino de Las Ramblas. Vuelvo a Los Sardineros y con las indicaciones precisas doy con el pozo de agua en un bonito paraje. Dudo entre si ir al molino o no y al final opto por no ir a verlo. La lejanía, la dificultad para llegar hasta sus muros y el estado casi ruinoso del edificio (según me comentaron) me echa para atrás.


Llegada a Los Sardineros por el camino de Las Casas de Caballero. De fondo el cerro donde se asentaba el castillo.



Entrando a Los Sardineros por el camino de Penén de Albosa.



Calle de Los Sardineros.




La misma calle vista en sentido inverso.




Vivienda.




Dos viviendas con desigual estado de conservación.




Sencillez de lo que un día fueron viviendas.




Ruinas. Un horno de pan visible.




Viviendas en hilera. El cañizo visible al venirse abajo el muro.



Vivienda.




Diferentes edificaciones en la parte baja de la aldea.




La última casa que se cerró en Los Sardineros.




Fachada lateral de una vivienda con el horno adosado.




La almazara de Los Sardineros.




Trullos donde se elaboraba el vino.




Viviendas en estado ruinoso en la parte alta de la aldea.




Cerro donde se situaba el castillo de Los Sardineros del que nada queda. A su vera se situaban varias viviendas que llegaron a estar habitadas hasta los años 60. Se apoyaban en la pared rocosa del cerro.



Vista parcial de Los Sardineros desde el cerro del Castillo.




Pozo de agua del que se abastecían las gentes para consumo. Situado a cuatrocientos metros de la aldea.

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