Quantcast
Channel: Los pueblos deshabitados
Viewing all articles
Browse latest Browse all 202

Rocamora (Tarragona)

$
0
0

A 765 metros de altitud, en lo más profundo de la sierra de Brufaganya se sitúa el pequeño despoblado de Rocamora.
Sobre una minúscula altiplanicie por encima del Barranc de la Fou dos viviendas y una iglesia daban vida a este recóndito lugar.
El origen del lugar parece ser que estuvo en un primitivo castillo (del que nada queda). A su vera se fue conformando el pueblo.
Hay constancia documentada de manera escrita que en siglos anteriores Rocamora llegó a tener veinticuatro casas, contando las masías dispersas por los alrededores.
Todo eso lo fue perdiendo con el paso de los años, debido a que la gente se fue trasladando a vivir a lugares más asequibles y más cercanos al santuario de Sant Magí de Brufaganya que fue el que tomó el relevo a nivel de parroquia a Rocamora y su iglesia.

En las últimas décadas de vida del pueblo fue habitado por diversas familias de masoveros, siendo la familia de Pilar Segura la última en dar vida a Rocamora.
A través de unas extraordinarias conversaciones mantenidas entre Pilar y la historiadora Montse Rumbau plagadas de recuerdos emotivos y sentimentales se puede saber como era la vida en este escondido caserío en los confines de la Brufaganya.

Con la autorización de Montse Rumbau (autora de un libro sobre la comarca de reciente publicación: "500 anys de vida rural a Sant Magí de la Brufaganya i entorns") utilizo unos cuantos extractos de su texto publicado en la página web: Tribus de la Segarra- Els escrits de la Montse Rumbau. La vida a Rocamora.


En los años 50 vivía en Rocamora de masoveros el matrimonio formado por Josep Segura y Pilar Mercader (natural de la masía Cal Tronc de Querol), con sus dos hijas Pilar y Pepita.
Además los abuelos Josep Segura (natural de La Llacuna) y Francesca Junyent (natural de la masía Cal Bruno de Querol). Ellos fueron los que dieron comienzo a la vida de la familia Segura en Rocamora, anteriormente habían estado de masoveros en la masía dels Frares, cercana al santuario.
Vivía también una hermana del cabeza de familia, Marcela que se había quedado viuda.
Asimismo estaban dos mozos y dos pastores.
A ellos habría que añadir la maestra de la escuela de Valldeperes cuando la tocaba por turno rotatorio (La maestra vivía tres meses en cada casa que tuviera algún alumno en edad escolar).

Tuvieron luz eléctrica en Rocamora.
Para consumo de agua tenían una cisterna en la que almacenaban agua de lluvia y cuando escaseaba iban a por ella a un pozo situado a diez minutos.
Había horno para hacer el pan, el cual se hacía cada quince días. Alrededor de quince o veinte panes de un kilo.
Más tarde llevaban el grano del trigo a moler a Santa Coloma de Queralt y allí les daban el equivalente en pan.
Tenían un rebaño de ovejas y algunas cabras.
Contaban con un buen número de gallinas, conejos de cría y un colmenar donde fabricaban miel.
Tenían un burro, un macho y una mula para los trabajos de carga.
Cazaban conejos y perdices.
Tenían el huerto un poco retirado, cercano a las fonts de Sant Magí. En él cultivaban habas, garbanzos, judías, tomates, coles...

Iban los lunes al mercado de Santa Coloma de Queralt. Llevaban a vender huevos y algún conejo. De paso compraban bacalao, sardinas y congrio.
Para abastecerse de vino iban hasta el pueblo de Miralles.

Las dos niñas (Pilar y Pepita) iban a la escuela de Valldeperes, aunque primeramente fueron a la de Pontils porque en Valldeperes hubo un tiempo que no hubo maestra. Una hora y medía tardaban andando a Pontils, se llevaban la comida en una tartera y comían en el café del pueblo. Por el camino se juntaban con niños de otras masías y con los de Valldeperes y hacían el trayecto todos juntos. Cuando hubo escuela en Valldeperes tardaban una hora y comían en Cal Macià.
En verano asistían a la misa dominical que se hacía en la capilla de las Fonts de Sant Magí, la cual formaba parte del santuario del mismo nombre.
Las gentes de Rocamora hacían alguna escapada para asistir a las dos festividades de Sant Magí, en agosto y en septiembre, así como a la festa major de los pueblos cercanos de Valldeperes y Viladeperdius, incluso a la de pueblos más alejados como Pontils y Bellprat.
Cerca de Rocamora pasaba una carrerada (vía pecuaria) de gran tránsito de los rebaños de ovejas que hacían la trashumancia en primavera desde las tierras del Penedès hasta los altos pastos del Pirineo.
Días de mucho ajetreo, hasta tres o cuatro rebaños de más de cien ovejas cada uno se podían llegar a juntar en Rocamora y alrededores para pernoctar.

La familia Segura puso punto y final a la vida en Rocamora a mediados de los 60 cuando se fueron a vivir a Santa Coloma de Queralt. Desde entonces este pequeño pueblo de la Brufaganya quedó deshabitado.

Fuente de información: Página web: Tribus de la Segarra. Els escrits de la Montse Rumbau. La vida a Rocamora (Conversaciones de la autora con Pilar Segura, antigua vecina de Rocamora).
Autorización de Montse Rumbau para extraer toda la información requerida.


PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

Visita realizada en julio de 2017.

Punto y aparte. A través de los escritos de la Montse Rumbau tengo conocimiento del pequeño lugar de Rocamora, así que aprovechando unos días de vacaciones en la zona costera de Tarragona me voy a conocer este pueblo. Llego una tarde calurosa del mes de julio con mi coche junto a la explanada de la Capilla de las Fonts de Sant Magí.
No hay indicación ninguna para llegar a Rocamora, aunque llevo un pequeño plano, observo que unos metros más arriba en otra pequeña explanada hay una persona sentada en una silla de camping con una cámara fotográfica a sus pies. Está ensimismado en sus pensamientos y no me siente llegar hasta que no estoy encima. Es Martí un catalán/alemán. Le pregunto por Rocamora y por la manera de llegar hasta él. Ni conoce Rocamora ni mucho menos el camino que me habrá de llevar hasta allí. A cambio recibo una lección magistral sobre el mundo de las mariposas de la cual es fanático. Me empieza hablar con gran entusiasmo de este insecto de corta vida, a la vez que me muestra algunas imagenes en su cámara.
Viene a menudo a este rincón de la Brufaganya porque es un lugar de asentamiento de mariposas. Me comenta que hoy está él solo, pero que otros días se puede llegar a juntar aquí un buen número de personas aficionadas al mismo hobby. La inmovilidad es su seña de identidad, pues tiene que hacer espera de unas cuantas horas para conseguir el objetivo de fotografiar a la mariposa deseada. Así que le toca estar mucho tiempo en permanente espera. Lleva desde la mañana temprano y ha conseguido hacer solamente una fotografía con zoom de una mariposa largo tiempo perseguida. Le compensa el tiempo pasado allí, está esperando a que nuevos insectos hagan su aparición para tratar de inmortalizarlos. En mi ignorancia le digo de algunas mariposas que están quietas en alguna flor o dando cortos vuelos, pero me dice que esas ya no tienen especial interés para él porque ya las tiene muy vistas. Está esperando otros ejemplares más dífícil de ver.
Me despido de él y busco el camino que me llevará a mi destino. A pesar de alguna duda inicial por una bifurcación de caminos pronto cojo el sendero que en media hora me llevará hasta Rocamora.
Al principio entre tierras de cultivo y más tarde entre bosque de boj, romero y encinas.
En pleno bosque un ejército de moscas se me arrima a la altura de la cabeza y hacen que el trayecto sea un martirio. Siempre he contado con las molestias de este ingrato insecto en verano, pero lo vivido en ese sendero de Rocamora supera los límites de lo normal. Por suerte cuando llego al alto del terreno sobrepasando el bosque, las moscas desaparecen como por arte de magia.
Estoy en la era de trillar de Rocamora. En diez minutos llegaré hasta el pueblo. Paso junto a una antigua balsa que se llenaba con agua de lluvia y que ahora está completamente seca. El sendero es llano y pronto avisto las edificaciones de Rocamora. El acceso a las viviendas es por un portal que flanqueado por sendos muros hacen del lugar un recinto cerrado. Han puesto una verja movible para acceder a su interior.
Dentro el patio y las dos viviendas, una más entera que la otra aunque ya en estado ruinoso las dos.
No puedo acceder al interior de ninguna de ellas. Observo algunos detalles todavía visibles. Salgo al exterior y contorneo las casas, una cisterna se hace visible. A unos cincuenta metros se ve una edificación de buena piedra sillar de forma casi cuadrada que más parece un castillo, pero no, es la antigua iglesia parroquial de Rocamora, de trazas románicas, bajo la advocación de Sant Jaume.
Entro a su interior, es lóbrego a pesar de que por la puerta de entrada y algún boquete del techo entra algo de iluminación. Ni un pequeño detalle ornamental ni eclesiástico de ningún tipo. Desnuda de todo símbolo religioso. La bóveda de crucería del techo habla de reformas en siglos posteriores.
Salgo al exterior, contemplo desde aquí las dos viviendas del pueblo por su parte trasera con algunas edificaciones auxiliares.
Diviso también una buena vista del territorio de la Brufaganya con el santuario de Sant Magí presente.
No puedo explorar más de Rocamora por el otro lado. Cuesta creer que este lugar llegara a tener veinticuatro casas como dicen los escritos medievales. Pero si está reflejados así sería.
Me voy de Rocamora, desandando el camino de ida: la balsa, la era, el bosque (sin la compañía de las moscas) y la capilla de las Fonts. Allí sigue Martí, está de pie, parece que hay movimiento de mariposas. Le hago una seña de despedida con la mano. No me acerco para no importunar su terreno y su inmovilidad, no sea que le vaya a trastocar su trabajo. Me devuelve el saludo con la mano y se agazapa junto a un matojo.
Cada uno con su tema. Uno apasionado de las mariposas y otro de los despoblados. Dos mundos completamente opuestos, dispares, pero que las circunstancias nos han hecho compartir unos minutos.


Rocamora a la vista, por encima del bosque.




A punto de llegar a Rocamora. Camino de acceso.




Portada de acceso en arco de medio punto al patio donde se encuentran las dos casas de Rocamora. El muro delimita el espacio interior a modo de recinto cerrado.



Las dos casas de Rocamora. La familia Segura habitaba la de la derecha aunque hacía uso de las dos. En mal estado ambas.



Patio interior y puerta de acceso al recinto urbano de las casas de Rocamora.



Fachada exterior de las dos viviendas. Cisterna situada en el medio que se llenaba con agua de lluvia.



La iglesia románica de Sant Jaume.




Portada de acceso al templo.




Interior del templo.




La iglesia y las casas.




Vista trasera de las dos casas.




Vistas desde Rocamora de una parte del territorio de la Brufaganya. El Santuario de Sant Magí bien visible.



Balsa de agua (hoy seca) que se llenaba con agua de lluvia. Aqui venían las mujeres de Rocamora a lavar.
Habia otra balsa más pequeña en las inmediaciones que era la que utilizaban los animales para beber.



Era de trillar, pajar y corral. Aquí se guardaban las ovejas de Rocamora.
A finales de 1944 se produjo aquí un trágico enfrentamiento nocturno entre la guardia civil y los maquis con el resultado de un muerto por cada lado, además de tres guerrilleros detenidos.
Una delación llevó a los guardias hasta aquí donde se encontraban durmiendo los huidos en uno de los cobertizos.

Viewing all articles
Browse latest Browse all 202

Trending Articles