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Cabezuelo (Ávila)

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A 1165 metros de altitud sobre un promontorio del terreno en las estribaciones de la sierra de Béjar por la parte abulense se encuentra esta derrotada aldea del municipio de La Carrera en la comarca de El Barco de Ávila- Piedrahita.
Veinte viviendas la conformaron en sus buenos tiempos, de las cuales ya poco queda visible.
Cada casa tenía su horno para hacer el pan.
Tenían una fuente a diez minutos del pueblo para abastecerse de agua para consumo.
Las mujeres iban a lavar la ropa al arroyo Cabezuelo a quince minutos de camino.
Tenían abundante leña de roble para calentar la lumbre del hogar y así combatir el rigor invernal que por aquí se manifestaba con mucha crudeza.
Sus tierras de cultivo estaban sembradas de trigo, cebada, patatas y judías.
Iban a moler el grano al molino de La Canaleja, anejo de Umbrías. En otras ocasiones se desplazaban a El Barco de Ávila.
Tenían dos eras comunales para trillar.
La ganadería se repartía entre vacas y ovejas.
Había un pastor comunal para sacar a pastar las ovejas. Era natural de Las Cabezas, anejo de Navatejares.
Los terneros se llevaban a vender al mercado de El Barco, mientras que los corderos venían tratantes de Ávila y Salamanca a comprarlos.

Los lunes era el día que aprovechaban para bajar a El Barco debido a que se celebraba el mercado semanal. Llevaban a vender patatas y judías y de paso aprovechaban para comprar productos de primera necesidad de los que carecían en la aldea.
En otros días de la semana bajaban a La Carrera donde había comercios para hacer compras.
Para cualquier cosa de forja o de herrar bajaban a la fragua de La Carrera.

"La llegada de los primeros aparatos de radio fue todo un acontecimiento en Cabezuelo. La gente se iba por las tardes a escuchar la programación a las casas donde hubiera algún aparato". A.V.C.

Los jóvenes acudían en gran número a La Carrera el 26 de julio para participar de las fiestas de Santa Ana.
Muy celebrados también eran los Carnavales.
Los domingos se hacía baile a nivel local en La Carrera y no faltaba la juventud de todos los anejos, entre ellos los de Cabezuelo.

Los niños en edad escolar (alrededor de una decena) bajaban andando hasta la escuela de La Carrera.
En menos de media hora recorrían los poco más de dos kilómetros que les separaban de la cabecera municipal.
Don Antonino el médico de La Carrera subía andando hasta Cabezuelo cuando había algún enfermo de gravedad.
También andando se desplazaba Florencio el cartero de La Carrera para repartir la correspondencia.

"El cartero cuando había pocas cartas se acercaba a la escuela en La Carrera y se las daba a alguno de los niños mayores para que las subiera al Cabezuelo". A.V.C.

El problema del agua (la fuente y las pozas para lavar estaban un poco retiradas), la posibilidad de vivir en La Carrera donde había mejores servicios e infraestructuras y de paso se podían seguir trabajando las tierras en Cabezuelo y un efecto dominó en el que unas familias fueron arrastrando a otras para marchar fueron los factores fundamentales de que la aldea se quedase vacía a principios de los años 70.
La emigración repartió a las gentes de Cabezuelo entre La Carrera y Madrid.

Informantes: Antiguo vecino de Cabezuelo y vecinos de Cereceda.

Visita realizada en julio de 2019.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

Punto y aparte. Suele pasar que de las varias aldeas que forman un municipio la que está a mayor altitud y más alejada de la cabecera municipal es la que acabe sufriendo los azotes de la despoblación con mayor virulencia.
Se repite a menudo en esta parte sur de la provincia de Ávila y en el municipio de La Carrera no podía ser una excepción. Cereceda, Lancharejo y Navalmoro vieron marchar a gran parte de su población pero aguantaron, solo un anejo sucumbió y no se volvió a levantar: Cabezuelo.
Una mañana veraniega del mes de julio llego hasta Cereceda y desde aquí me dispongo a subir el camino que me llevará hasta mi objetivo. Es poco más de un kilómetro así que en quince minutos escasos me planto ante los primeros edificios de Cabezuelo.
Hay que aprovechar las primeras horas de la mañana porque luego el calor hará acto de aparición.
De momento hay bastantes nubes (no para soltar agua pero si para esconder un poco el sol).
Son apenas las nueve de la mañana cuando llego a esta aldea que pese a estar en alto no se ve hasta que no estas a pocos metros de ella. Arbolado y vegetación impiden su visión.
El camino no es muy empinado por lo que el caminar es suave.
Nada más llegar entro por una calle donde se ven edificaciones con desigual fin, mientras que unas todavía protegen su intimidad del exterior otras apenas son un esqueleto de lo que un día fueron. Sin tejado, ni puertas ni ventanas. Alguna señal orientativa de senderismo indica que debe ser ruta frecuentada por los amantes de las caminatas (aunque durante mi estancia allí no veré a nadie).
Dejo atrás el primer grupo de casas y llego hasta otro donde es imposible entrar, las edificaciones están completamente arruinadas y la vegetación se ha hecho fuerte. Seguramente hubo calles y callejas pero ya imposible, así que me limito a continuar por el vial principal que me llevaría de seguirlo a las entrañas de la sierra.
Por una calle lateral llego hasta otro grupo de edificaciones, alguna todavía en relativo buen estado, aunque no es la tónica general. Lo que predomina es la ruina. Sin tejados las edificaciones se desmoronan pronto.
Sigo caminando y salgo de la aldea, por un camino bajo hasta el arroyo, camino junto a su cauce y doy con un pequeño azud que seguramente hace muchos años que dejó de tener uso y que mantiene agua represada y sucia.
Vuelvo hacia Cabezuelo, algunas fincas se mantienen para pasto, una era de trilla con restos de maquinaria agrícola aparece ante mis ojos.
Me adentro otra vez en el corazón de la aldea, intento ver nuevos rincones pero la vegetación no me lo permite, a duras penas puedo distinguir los restos de algunos muros de fachadas. Desisto y vuelvo al camino que vertebra el lugar y que poco a poco me va encaminando hacia la salida por el mismo camino que llegué. Me paro a contemplar algunos edificios e imaginar la vida que hubo tras ellos.
La visita a Cabezuelo no da más de si. Enfilo la bajada que me llevará hasta Cereceda. Allí entablo conversación con algunas personas mayores que están en una especie de plazoleta. Ellos me indican por la manera de llegar hasta la fuente de Cabezuelo. Sin sus indicaciones no habría dado con ella.
Así que después de un rato de variada conversación donde tiene cabida tiempos pasados, actuales y presagios del futuro vuelvo otra vez por el camino de Cabezuelo y cojo el desvío que me llevará sin perdida hasta la fuente si he entendido bien las explicaciones. No es fácil llegar a ella sin ser conocedor del terreno pero consigo encontrarla. ¡No me podía ir de esta aldea serrana sin ver su fuente!


Llegando a Cabezuelo.




Entrada por su calle principal.




Edificaciones a ambos lados del camino con desigual estado de conservación.



Vivienda con un pequeño patio interior antecediendo a la casa. Tiene la particularidad de tener tejas vueltas pegadas en la fachada para proteger de la humedad. Curiosidad arquitectónica que se repite en más edificaciones serranas de la comarca.




Fueron viviendas y pajares.




Calle de Cabezuelo.




Alguna edificación en relativo buen estado sorprende entre la ruina generalizada.



Vivienda engullida por la vegetación.




Sin tejado el proceso de descomposición es muy acelerado.



Edificaciones netamente serranas devoradas por el abandono y el olvido.




La calle principal. La sierra de Gredos como telón de fondo.




Estampa serrana.




Corral para el ganado y pajar.




Hacia la salida de Cabezuelo. Abajo el pueblo de Cereceda y de fondo la sierra de Gredos.




Era de trillar.




La fuente de la mora. A diez minutos del pueblo. Hasta aquí venían los vecinos a por agua con las caballerías que transportaban cuatro aguaderas de esparto donde iban los cántaros. 




Torre del transformador de la luz de Cabezuelo. Curiosamente está situado más cerca de Cereceda (a 200 metros) que de Cabezuelo (a 900 metros).

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