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Channel: Los pueblos deshabitados
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La Revilla de Calatañazor (Soria)

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Pueblo situado en la vertiente sur de la sierra de Inodejo, zona donde la despoblación ha golpeado con todas sus fuerzas, tierras ásperas y desoladas donde los pueblos se van muriendo lentamente.
Antiguamente llamado La Revilla a secas, de su notable pasado poco queda ya, era el segundo pueblo en importancia de los dieciocho que conformaban el señorío de Calatañazor, tenia tres anejos (La Barbolla, Fuentelaldea y Monasterio). Unas cuarenta casas conformaban el pueblo, contaba con cura residente (más tarde venia de Rioseco), secretario del ayuntamiento, maestro, cartero, herrero y taberna-tienda, en la que también se vendía el pan y solamente el médico venia de fuera (de Calatañazor). En su termino había un extenso monte de encina (varios vecinos llegaban hasta la capital y pueblos cercanos vendiendo leña) y buenas tierras para el cultivo de cereal (trigo, avena, cebada), grano que llevaban a moler al molino de Rioseco y una buena cabaña de ganado (ovejas y cabras), dedicadas a la cría del cordero que acababa siendo vendido para llevarlo a Cataluña.
Conocieron la luz eléctrica en las casas, no así el agua corriente.
Las fiestas patronales se celebraban el 8 de septiembre en honor a La Natividad de la Virgen. Después de la misa se hacia una ronda con los músicos por las casas de las autoridades (alcalde, cura, maestro, secretario  y juez de paz), se tomaba anís y roscas. Después de comer se celebraba el baile y se repetía por la noche.
El 20 de enero se celebraba a San Sebastian. Por la mañana los mozos cortaban leña en el monte, con la cual se hacia una hoguera en las eras. Había baile hasta la cena, a la cual se invitaba a parientes y amigos.
La víspera de la Ascensión se honraba a la Virgen del Roble. Fiestas que duraban dos días: miércoles y jueves. El miércoles había misa y procesión larga, que más tarde se acortó hasta la ermita de Santa Ana. De regreso, a la puerta de la iglesia se remataban los bandos (subasta para entrar a la virgen a la iglesia).
De las fiestas del Corpus da buenos detalles Juliana Isla :
´´ Íbamos al campo a coger cantueso, tomillo, romana, hierbabuena y flores. Todo esto se echaba al suelo en las calles por las que pasaba la procesión y se ponían algunos ¨altares¨ en el recorrido, en los que recostaban a algún niño pequeño. En la procesión el cura llevaba la Custodia bajo palio y detrás iban las autoridades con el pendón, la cruz de plata y los monaguillos con candelabros y velas.
Por la tarde el baile se hacia en las eras si el tiempo era bueno y de lo contrario, se hacia en la Casa Concejo´´.

En Cuaresma, las mozas iban cantando los domingos por las puertas de las casas, pidiendo donativos para comprar velas.
Acudían en romería junto a una treintena de pueblos a la ermita de la virgen de Inodejo en el termino municipal de Las Fraguas, el domingo de La Trinidad, que es variable.
Así la recuerda Juliana Isla :
´´ Íbamos atravesando el monte con las caballerías. Al llegar al término de Las Fraguas había un montón de piedras con una cruz encima, pedíamos una gracia y echábamos una piedra al montón. Algunas personas hacían promesa de ir descalzos una parte del camino.
Llegando a la ermita, dejábamos en la explanada la comida, en cestas o alforjas y la tapábamos con una manta. Después de la misa, tendíamos el mantel y comíamos en familia. Solían poner algún puesto de miel y fruta.
En la parte trasera de la ermita hay una hondonada adonde íbamos a buscar unas piedrecitas a las que llamábamos ¨piedras de la virgen¨ porque tenían unas muescas que parecían una cruz. Entonces no lo sabia, pero hoy sé que eran fósiles de pequeños erizos de mar de la época prehistórica, de cuando toda esa zona estaba invadida por el mar¨.

En las tardes de domingo, en la plaza, las mujeres jugaban a los bolos y a las cartas, mientras que los hombres lo hacían a la tanguilla.
Los lunes era día de mercado en Rioseco, Se solía ir a comprar alpargatas, congrio, bacalao salado, escabeche, olivas y en general productos que no había en el pueblo. Y además contaban con algún vendedor ambulante que aparecía de cuando en cuando por La Revilla como era el caso de Nilo, del comercio del tío Perico que venia con una caballería y unas alforjas vendiendo tejidos. También aparecía Luis ¨el manco¨ que venia con un carro vendiendo productos alimenticios.
Entre las costumbres de la Revilla se pueden citar :

- Las cenderas.
Los hombres se reunian de vez en cuando para arreglar las calles y caminos del pueblo, limpiar la fuente, etc. A esto se le llamaba ¨hacer cenderas¨. Al acabar los trabajos hacían una merienda.

- Los pobres.
Algunas veces venia al pueblo algún hombre sin recursos, que estaba de paso, pedía comida por las casas y a la hora de dormir se hacia turnos entre todas las casas para darle cobijo. Para ello habia una tablilla de madera a la que se llamaba ¨testigo¨. El alguacil recogía el ¨testigo¨ en la última casa y acompañaba al pobre a la siguiente, donde le daban cena y cama. Nunca dormía en la calle.

-Carboneras.
En invierno se hacia el carbón. Los hombres cortaban encinas en el monte y venían unos carboneros de Las Fraguas para hacer el carbón. Ponían la leña en un montón grande y lo tapaban con tierra, dejando un agujero para respirar, a modo de chimenea. Las carboneras estaban varios días quemando, había que vigilarlas día y noche. Cuando el carbón estaba hecho se vendía.

En 1962 se hizo la carretera hasta La Revilla.
Pero hay una fecha trágica en la historia de La Revilla escrita en mayúsculas : 21 de marzo de 1967.
En una noche desapacible y ventosa como corresponde a ese mes, unos rescoldos de un fuego mal apagado en el exterior de una vivienda dio paso a un trágico incendio que se llevó por delante casi una veintena de casas amén de otros edificios entre ellos la escuela. Los vecinos apenas si pudieron salvar lo más elemental pero las perdidas fueron cuantiosas (enseres, ropa, aperos, grano almacenado, etc). En ese año aún vivían en el pueblo casi 100 personas, pero la mayoría de estas gentes tuvieron que marchar del pueblo al haberlo perdido todo.
La Revilla desde esa fecha entró en decadencia y los vecinos que se quedaron aguantaron unos años más pero en los años 70 fueron marchando debido a la mecanización del campo y a las mejores expectativas de vida que había en la ciudad. Se fueron para Soria, Barcelona, Madrid y Quintana Redonda.
Restituto fue la última persona en marchar de La Revilla, emigrando a Soria.
A día de hoy el pueblo es frecuentado a diario por los agricultores que siguen trabajando las tierras. Varias naves agrícolas y alguna vivienda arreglada cambian un poco la imagen de tristeza y soledad que envuelve a La Revilla.

La imponente iglesia de la Natividad de Nuestra Señora.




Vista trasera de la parroquial con el cementerio adosado.




Interior de la iglesia. Al fondo el altar mayor y por encima el techo abovedado.



Interior de la iglesia. Una ¨selva¨ ocupa la parte central de la nave donde estaban situados los bancos.



Calle Real.




Calle Real.




La casa del cura. Algún cura dejó un grato recuerdo en la memoria de Juliana Isla :´´ El cura que mejor recuerdo de mi infancia es don Rafael Rovira, natural de Figols de las Mines (Barcelona). Vivía con su hermana aquí en la casa parroquial, esta tenia un bonito jardín con almendros y flores variadas.
Don Rafael, además de sus funciones como sacerdote, en la época de la guerra, nos daba clases a los niños, ya que la escuela quedó temporalmente sin maestro. También daba clases nocturnas a los adultos´´.




La casa del herrero. Herida de muerte.




La casa del tío Remigio. A los pocos años de fallecer este, Josefa su viuda, se marchó con los hijos. Se cerró en 1967.




Hiedra muerta en la fachada, mismo destino para la casa.




La ermita de Santa Ana, situada a 200 metros del pueblo. El frontal actual se hizo en 1962, con la colaboración de todos los vecinos, bajo la dirección de don Florencio Garcia, cura del pueblo en ese año. La ermita anteriormente no tenia ningún distintivo religioso en su exterior, era una simple nave cuadrada.



Fuente y abrevadero. La fuente antiguamente no tenia la misma fisonomía. La pared de los caños era más alta y estaba rematada por una pequeña pirámide, tenia dos caños en vez de uno como ahora. Unos cuantos viajes echó Juliana Isla desde su casa a la fuente :´´ Las mozas íbamos a buscar agua al atardecer, con cántaros y botijas, que eran una especie de tinajas pequeñas, con boca alta y estrecha y una sola asa´´.




Lavadero. Juliana Isla expone una descripción muy completa de este edificio ahora arruinado y del sistema de lavado que se hacia:´´ El agua venia desde el pilón-abrevadero por medio de un regato al lavadero. Este estaba conformado por dos piletas, una para lavar y otra para aclarar. Las losas que bordeaban el lavadero estaban al nivel del suelo, por lo que para lavar debíamos ponernos de rodillas sobre un cojín apoyado en una madera que tenia un pequeño frontal para no mojarnos el delantal al lavar. A esto lo llamábamos ¨el cajón de lavar¨ y cada mujer tenia el suyo. El lavadero estaba techado en la parte en que las mujeres se ponían a lavar y descubierto en el centro.
Después de lavar la ropa en el lavadero, la poníamos en un balde de zinc, que apoyábamos sobre la cabeza mediante un pequeño rodete de tela y la llevábamos a casa para blanquearla. En la cocina de las casas había un ¨coción¨, que era una tinaja grande semiempotrada en la pared y con un agujero en su parte inferior que se tapaba. Allí se ponía la ropa blanca con agua caliente y cenizas. Al día siguiente se quitaba el tapón inferior para que saliera el agua, se aclaraba la ropa y se tendía. Esto era un sistema de blanqueo natural muy eficaz´´.

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